martes, 22 de julio de 2014

"Viaje a la semilla"... o...Volviendo al origen...

       Haciendo uso del título de un extraordinario relato de Alejo Carpentier, la Principessa realiza un viaje mágico a su lugar de origen, cuna de su vida, literalmente hablando. 
     Fue en Puerto Nuevo, localidad rural de la que era Comuna de La Unión, actualmente Provincia del Ranco, donde la Principessa  abrió sus eyes por primera vez.
   ¿Cuántos años hace de ese magno acontecimiento?   
   Aquello queda en el más absoluto misterio, hasta que no sea develado por la propia protagonista (¡Hummm!).  Este recordado espacio de su mundo infantil, se ubica a 49 kilómetros de La Unión, a orillas del Lago Ranco, sin ser propiamente una localidad lacustre, pues sus habitantes no viven en torno a este sector ni dependientes de una actividad relacionada con él. Además, su  centro cívico se encuentra realmente a unos 2 kms. de este importante atractivo.
     Mientras transcurrió su infancia, la localidad era más bien el lugar de tránsito hacia otros sectores de mayor concentración demográfica y económica como Futrono y LLifén, asentados en el otro extremo de la cuenca del Lago Ranco, en sus límites con otros lagos como el Llifén, el Maihue, el Riñihue y  el Río Riñinahue, entre otros.

     Por ello, la actividad de sus habitantes que, como infante recuerda nuestra protagonista, era principalmente de cultivo de hortalizas a baja escala, trigo y papas en mayor porcentaje y, principalmente, la ganadería. Por tanto, la cantidad de nobles y plebeyos en el lugar era bastante escasa ( no recuerda más de 50 viviendas) .¡Hay que entender : era la época feudal!,  jajaja. El camino para llegar al lugar era de ripio, que se transformaba en polvo descomunal en el período estival. 
 
      Los adelantos tecnológicos  no pasaron  por  allá, a pesar de llamarse "Puerto",  mientras vivió en ese pequeño reino. Era  un lago : sólo vio lanchas y botes como únicas embarcaciones posibles de surcar sus aguas color turquesa.   No había luz eléctrica, de manera que su infancia supo de velas, palmatorias, lámparas funcionando con alcohol para quemar. Las tareas escolares, mientras asistía a la única escuela que había allá en esos tiempos (originariamente asentada a orillas del lago; posteriormente, en el sector "céntrico ", a 2 kms. de la playa) debía hacerlas, de preferencia,  mientras había luz natural. Tampoco los servicios básicos existían,  tal como se entienden en la actualidad. 

     La Principessa vivió, sin duda, una infancia incontaminada. Por ello, considera, mirando hacia atrááááááásssssss, que fue muy feliz. El agua potable no existía : había que ir a buscarla en tambores a una vertiente, cerca del lago; por tanto, cero existencia de un servicio higiénico actual en aquel tiempo se recurría al pozo negro ( que no era negro, sino de color madera, jajaja), al lavado y aseo  por partes (o "presas") en un enlozado lavatorio con jofaina (traducción: 'jarra') .  El problema era cuando, siendo pequeñitos (la Principessita y sus hermanos principessos),   el cuerpo les exigía desalojos inmediatos : ¡qué lata! pero ahí aparecía la recordada "vacinica" para solucionar sus problemas ( jajaja).   La limpieza completa del body y el lavado de cabello era semanal :  no habia suficiente del preciado líquido (ni tampoco costumbre ni ganas)  para hacerlo a diario. ¡Ese sí era trabajo para la Reina madre : temperar agua para que cada uno de sus principessos se bañe!  ¡Merecería un premio realmente! 
La más pequeña, la Principessa, Playa del Lago

     El lavado de ropa era otro problema : con tan poca agua, había que hacer milagros y cuando estaba bueno el clima, la familia completa, con canes incluidos, jajaja, se trasladaba al lago, el cual se transformaba en una artesa global para el lavado de ropas a cargo de la  Reina madre y de alguna ayudante, mientras que,  para los principessos,  era la ocasión de gozar del agua y de la libertad de jugar con piedrecitas de distintos colores y tamaños.  ¡Qué vida, no! 
Principessos llegando de la Escuela
Cuesta o Corte por el cual se llegaba a la
Escuela (como está en la actualidad)

     Ir a la veintiúnica escuela ( tenía el número 21, jajaja) , cuando estaba a orillas del lago, suponía todo un ritual , partiendo por el desayuno, que debía ser contundente : el nunca bien ponderado (y odiado  en ese tiempo) "ULPO" , el pan con dulce ( no se le llamaba mermelada ni tampoco al pan se le denominaba "amasado", pues no había otros como para hacer la diferencia), las botas de goma ( negras, pues no había de colores; eran de una sola pieza y debían calzarse con medias de lana, pues eran bastante heladas) , la "manta" o poncho (que era de elaboración artesanal, en tonos sepia o grises, pues no había otras variedades en el Reino, jajaja)  o la "CAPA" (ya más grandecitas la Principessa y su hermana mayor, jajaja} : un especie de abrigo parejo de goma,  con unas aberturas en los costados para sacar las manos.  La Principessa recuerda que uno parecía una momia con ese atuendo ( "¡No he tenido la experiencia, aún,  de ser momificada- dice la Principessa-  pero me imagino lo que se debe "sentir ", jajaja!")  . En una ocasión que iban caminando a la escuela, una de ellas (no recuerda quién)  se cayó mientras bajaba el famoso "corte ", una cuesta antes de llegar al colegio, y como no pudo afirmarse y sacar la manos de inmediato, rodó,  literalmente, por la pendiente de ripio, jajajaja, mientras los otros principessos, pequeñitos ellos, no podían ayudar. ¡Jajaja!  ¿Qué  cosas no? 

     
En la "Comarca del Jazmín"
     También recuerda la Principessa esas ocasiones, cuando en el feudo estaban en alza las acciones de la Bolsa, jajaja, que llevaban a todos los infantes a la Escuela en un carretón tirado por un caballo. Los Principessos se sentían potentados, pues eran los únicos que llegaban a clases movilizados, jajaja y, se ahorraban la larga caminata.  

     Los veranos eran extraordinarios :  jugar, jugar y jugar : arriba de los árboles frutales, comiendo cerezas, ciruelas y manzanas (las últimas, de preferencia verde) con sal, que guardaban en los bolsillos al interior de un trozo de papel ajado, después de habérsela sacado sin permiso a la Reina madre.  ¡Tardes enteras las ramas de los árboles sostenían a los principessos, quienes comían , conversaban, elaboraban planes, le tiraban cuescos y corontas de las frutas que iban comiendo a quien se le ocurriera pasar por debajo en aquellos momentos. También , cuando la fruta estaba madura, debían colaborar en la recolección para las tareas culinarias de la Reina. Claro que más comían que echaban al canasto, jajaja.  En otras ocasiones, las ramas de los árboles se transformaban en  especies de barras paralelas, para hacer algunas acrobacias.
     También la huerta familiar solía sufrir ataques de parte de los principessos, especialmente cuando ya los tubérculos de los rábanos y zanahorias empezaban a crecer. ¡Tanto jugar y correr los mantenía en hambre permanente, de manera que cualquier cosa "comible" era víctima de sus ataques!  Lógicamente, como todas estas escaramuzas eran furtivas, no podían darse el lujo de ir a lavar el "botín", por lo tanto, limpiaban as zanahorias y los rábanos en la misma ropa y los masticaban con fruición (¡Mmmm, qué rico!) .
    
      Otras veces, buscaban frutos y verduras silvestres, que, especialmente, a partir de septiembre, eran abundantes : digüeñes y pinatras, que "bajaban" de los hualles a palo limpio (¡Guarda abajo! , jajaja) . En una ocasión, la cabeza  de la hermana mayor de la Principessa sufrió el impacto de  uno de estas "herramientas" , jajaja.  La reprimenda que les llegó a los responsables fue el resultado y un buen chichón en el "mate" de la Principessa mayor, jajaja.      En pleno verano, los frutos y los tallos de la zarzamora eran alimento de las bocas principescas (ellos conocían la planta y la fruta como  "murra" ) . La murra madura (de color granate) la solían acompañar con harina  tostada para darle más consistencia ¡Quedaba exquisita la mezcla!  El tallo de la murra era limpiado de sus espinas y de la piel y la comían con sal, así como el tallo de los yuyos, otra planta silvestre.   Pero con el fruto que más sufría la Reina madre era con el maqui, ese fruto morado casi negro, con mucha pepa y pulpa dulce, parecido a un berrie, propio de zonas lacustres, que a fines de enero estaba en sazón. No era fácil alcanzar sus ramas, habitualmente los principessos más grandes se encargaban de alcanzar las puntas de las ramas y con la ayuda de los más pequeños las tiraban hasta desgajarlas y lograr su "captura". Cuando había tiempo, se desgranaba el maqui en baldecitos de juguete (¡jajaja!) y se llegaba a casa con el botín listo para consumir. Pero eso significaba harto trabajo, que no siempre era bien valorado , así que generalmente se optaba por llevar las ramas hasta el hogar, a veces, arrastrando por el camino de tierra. Lo tremendo para la Reina madre era el hecho que la mancha de este fruto quedaba en la cara, manos y ropa de los principessos, y en esa fecha, no se había descubierto cómo eliminar aquellas preciosas manchitas.
 
    Cuando llegaba el tiempo de cosechar trigo, estos pequeños demonios tenían fiesta. Había un terreno aledaño al Feudo que era sembrado con este cereal y en Febrero debía ser cosechado. Los principessos no podían permanecer ajenos a esta labor y solían partir corriendo detrás de la cosechadora, mirando todo el proceso. Cuando ya la curiosidad se había satisfecho, se dedicaban a jugar en la paja que iba quedando entre las cañas cortadas, haciendo "casitas". ¡Para qué decir el griterío que se escuchaba cuando llegaba la hora de lavarse, antes de cenar e irse a acostar! Allí aparecían todas las rasmilladuras de las extremidades, que, en el fragor del juego, no se habían ni siquiera detectado.
 
    Pero no todo era jugar, aunque era lo mejor que hacían los principessos. También debían aportar en la parte operativa : darle comida a las aves de corral (gallinas, pollos, patos)  y a los animales domésticos (los cerdos o "chanchos"),   encerrarlos al llegar la tarde en sus respectivos aposentos (jajaja). También, a los mayores les correspondía separar el ternero de la mamá vaca, para tener la leche suficiente para el día siguiente. Además,  había que colaborar en el ingreso de leña al sector de la cocina, para que la Reina madre tenga el combustible necesario para la preparación de los alimentos.

En medio del Lago Ranco
     Los paseos eran muy pocos : a veces, un viaje a la playa;  otras veces, solían concurrir a la ciudad (así como la Carmela, jaja) , en ocasiones a La Unión o Valdivia (a visitar familiares del Rey Asendino). Pero, aunque eran muy entretenidos siempre, la Principessa y sus hermanos  eran felices en el reino con sus juegos y sus amigos.  
 
    Ya más grande, de visita en la playa de este Puerto que no era puerto,  cuando ya vivían en otro pequeño reino (Pichirropulli), la Principessa,  detectando ya el tema de la sectorización que hacían de la playa para los lugareños y para los que eran turistas (obviamente la parte menos favorecida era para los lugareños) , prometióse a sí misma, que cuando fuera  grande y tuviera los medios económicos necesarios, se daría el gusto de observar  el Hotel Puerto Nuevo desde dentro, como turista , y no sólo desde lejos, del otro lado del cerco de malla metálica que separaba el acceso al lago.
 
Hotel Puerto
    Y como muchas cosas en la vida, ese deseo se cumplió, en enero de 2006, un mes antes de abandonar definitivamente la Región de Los Ríos, para venirse a vivir a la Región del Libertador Bernardo O'Higgins.  Llegó al hotel, a media tarde, como una pasajera más, a buscar alojamiento. Le asignaron una pieza grande, con dos camas, baño privado, con un pequeño balcón y, obviamente, con vista al lago. Desde ella pudo contemplar el atardecer de ese día como el amanecer del siguiente, pues despertó muy temprano. Consumió, como una turista cualquiera, parte del Menú dispuesto para los visitantes. No confraternizó con nadie, no era ése su objetivo.   Al día siguiente, cuando a mediodía abandonó el local, se sintió feliz y satisfecha: había hecho realidad un sueño y cumplido una promesa, había mirado el lago desde el interior del Hotel, a través de los vidrios y desde la terraza del comedor, así como desde el balcón de su cuarto. ¡Linda experiencia, que luego compartió con la Infanta, cuando se reencontraron!











    El tiempo ha transcurrido;  tal vez la Principessa tenga una nueva oportunidad de volver a la semilla, ¡quién puede saberlo!  !La vida no deja de depararnos sorpresas!, piensa... "¡Ojalá todas ellas fueran gratas!" ...Pero no... perderíamos, seguramente, la capacidad de valorar aquellas felices... Así que, a mantener preparado el corazón y la mente, para la que venga en camino y...a cruzar los dedos, y tocar madera!".
Lugar, camino al lago, en que se erigía una casa donde nació la Principessa.






Construcciones que conforman las viviendas  y el Retén de
Carabineros de Puerto Nuevo en la actualidad. En este
 mismo  lugar estuvieron , años atrás, las construcciones del
Retén anterior donde vivió la Principessa y su familia.
 
 

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