ACERCA DE…”EL CHILE QUE NO QUEREMOS”
No dejo de sorprenderme que no me
sorprenda lo que escribe Fernando Villegas. Lo he visto y escuchado en TV, lo
he leído en columnas de “El Mercurio” y, ahora en su obra “El Chile que NO
queremos” y sigue siendo el mismo que viste y calza. Parece ser auténtico,
parece ser coherente, parece ser consecuente. Digo “parece” porque yo conozco
sólo al Fernando Villegas de la
Tele y lo demás ya mencionado. No conozco al Villegas
(perdón, Sr. Villegas, por “ningunearlo”) de la vida diaria, de la casa de no
sé dónde, del supermercado, de la caminata cotidiana; es decir, no conozco al
hombre de carne y hueso (tampoco, debo aclarar, me muero de ganas por
conocerlo; es más, no está ni dentro de mis más nimias prioridades).
En fin…
Lo trascendente para
este comentario, es que el texto me divirtió. Me pareció una larga conversación
(monólogo o clase magistral más bien, un tanto “sui generis”, eso sí, un tanto
“parriana” –por Nicanor Parra-) de este personaje de la fauna intelectual “chilensis”.
Me sentí testigo de las variaciones y altibajos de los humores y pensamientos
de su irreverente autor, que desde una
mirada-reacción ante un hecho concreto sucedido en este Chile querido -la aparición de la Tesis de un “Chile que
queremos” presentada en un Seminario de gente top-, va desmenuzando la idea y
haciéndonos saber de su respuesta ante la audacia de esta ponencia,
involucrante de la sociedad toda en su autoría.
Parte de la
perplejidad para llegar a la esperanza, en un recorrido que pasa por la
nostalgia, alienación, rabia y duda;
todas legítimas y valederas desde su perspectiva. Y las diversas razones
que fundamentan su actitud vital (casi “vitalicia”, diría yo) frente a todo lo
que Chile es, las va desglosando con coloridos exiemplos y anécdotas
personales, expresados en su coloquial
lenguaje, que une un extraordinario acervo lingüístico con chilenísimos
garabatos, prueba fehaciente de su espontánea manera de expresarse, rayana de
pronto en la violencia verbal. Es que pareciera haber una consustancialidad
entre cuerpo y expresión verbal, que expulsa a borbotones, aún envuelta en la
emoción originaria. Y así va avanzando la lectura, en este divertimento en que
no queda títere con cabeza (salvo algunas gloriosas excepciones).
Pero Fernando Villegas no se cree el cuento de
ser él la encarnación del Salvador de Chile. También se lanza diatribas y asume
que no está a salvo de los dardos ajenos. Esa claridad es importante, porque a
la hora de dar con el “mocho del hacha”, caiga quien caiga, él se incluye entre
los que también han caído, aunque sea alguna vez, en la estupidez de
entrar en el
juego de lo “normal”, de lo
“éticamente correcto”, de lo
buenamente justificable, de lo paternalistamente aceptable, anulando su
capacidad de raciocinio por mantener el “status quo”. También ha cerrado más de
una vez los ojos, “comprando” lo que le
ofrecen.
Y -como dice su autor- ¿dónde encontrar la solución o
alternativa para salvar este Chile en el que vivimos y no “tragarnos” –a
regañadientes- el que NO queremos? En las ideas –dice él-. En las ideas
originales, descabelladas en primera instancia, pero esperanzadoras una vez que
se les da la vuelta y mastica. Sólo en una visión o enfoque nuevo, diferente,
incontaminado, está la posibilidad de torcer ese futuro anunciado en otros
tantos libros, conferencias de prensa, seminarios y jornadas de los gurúes de
turno. Ojalá, que estemos despiertos –o al menos semiconscientes - para
ver el viraje de este mundo que
nos obnubila, nos aplana, nos vuelve hombre-masa, nos transforma en un engranaje más de la máquina del llamado progreso. Será, entonces, el momento
en que nos veamos, Sr. Villegas, en ese mundo, o… tal vez…. en el otro ... si existe…
(Mónica Álvarez
Saldaña, 20 Enero 2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario