Recuerdo que cuando debí enfrentarme
a la disyuntiva de elegir entre un libro de Lemebel y otro - que en este momento no recuerdo cuál era- ,
opté por Lemebel. No por lo que sabía de su talento creador ( a nadie había
escuchado lanzar loas en torno a su quehacer literario), sino por lo que
conocía – al pasar- de su vida personal
( léase “opción sexual”).
Picaba
mi curiosidad la necesidad de constatar personalmente qué resultado artístico
producía un ejemplar del llamado “tercer sexo” y, con mayor razón, si era un
compatriota. Si bien no comulgo éticamente con los homosexuales ( la verdad,
nunca comulgo, literalmente hablando ), no puedo dejar de reconocer que el
relato (Tengo miedo torero ) me sedujo y lo leí gustosa y rápidamente.
Ignoro la opinión
que los legos en la materia puedan tener, pero la novela de Lemebel me resultó
sencilla sin ser simplona; contingente sin caer en lo panfletario; poética, sin
llegar a la sensiblería. La visión de mundo , las inquietudes, el sufrimiento
de un “él” que se siente y ama como “ella”, no deja indiferente al lector : lo
conmueve. Porque aún siendo el relato de una experiencia en la sórdida vida
cotidiana del personaje, vilipendiado
por su entorno vecinal, el sentimiento amoroso logra ser expresado en forma
pura y profunda, con un ser humano dispuesto al sacrificio por el amado.
La
contingencia política es presentada como la otra historia – la real- también
ambientada en el Santiago de 1986 (año en que el FPMR atentó contra la vida del
General). Sin embargo, el personaje
subordina esta parte de nuestra historia nacional a su historia personal, la del sentimiento.
Por ello es, precisamente, que no cae en lo panfletario. Él (o ella) se sirve
de la actividad política para sus propósitos amorosos : encubre y apoya
incondicionalmente a un miembro de la célula extremista, del que termina
enamorándose.
Sin duda, lo que salva al personaje - y a Lemebel- es no caer en la tentación de un “happy end” como desenlace
: nos regala un amor idealizado , aunque impregnado de una atmósfera de lo
posible. Si bien en el momento del adiós se produce una brecha, el personaje
prefiere renunciar y conservar el hermoso recuerdo de un “tal vez” que no fue.
Lo
anecdótico de la historia : la desacralización de un ser casi mítico : el
General. Un guerrero a horario completo,
luchando con la soledad entre la
muchedumbre y con los enemigos del régimen, que en su mente se agrandan y crecen
exponencialmente. Casi enternece enterarnos de su solitaria infancia y de un
cumpleaños en que saborea el gusto amargo
del rechazo infantil
El
lenguaje de la novela es ágil y
dinámico, mayoritariamente informal ,
cayendo repetidamente en expresiones populares y vulgares, propias del ambiente
en que mueve la “Loca del frente”. No
obstante, la naturalidad de su uso no causa incomodidad.
Teniendo la seguridad de que Lemebel no es un aporte
para tratados de literatura, no puedo dejar de reconocer que su relato tiene el
sabor de lo popular, de lo testimonial (al menos en lo más general ) y de lo
“alternativo”. Si puedes permitirte su lectura, te invito a hacerlo … sin
compromisos.
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