jueves, 19 de junio de 2014

Acerca de ...PAULO COEHLO

          Paulo Coehlo no logra convencerme – aunque tampoco creo que lo esté intentando-. He leído siete de sus conocidos libros  ( “La Quinta Montaña”, “El alquimista”, “El peregrino”, “A orillas del Río Piedra me senté y lloré”, “Brida”,  “Verónika decide morir” y “Once minutos” ) y  no logro “enganchar” con sus personajes, con sus historias, con sus opciones de vida. Y no es complejo de ser leído;   al contrario, es bastante entendible, sencillo, hasta diría, casi simplón. Lo que sucede es que sus personajes me parecen poco creíbles, muy estereotipados, resultado de la unión de partes seleccionadas de diferentes seres humanos, así como unos Frankesteins modernos, sin cicatrices visibles, estéticamente agradables, pero con  una mixtura interior a prueba de los mejores siquiatras.
Me desagrada, asimismo, el afán de autojustificación permanente Eso de  recurrir a la manida costumbre de señalar que la historia relatada está basada en un hecho real. Tal argucia narrativa era imperativa en tiempos en que la literatura necesitaba de un soporte para ser creíble;  en tiempos en que lo ficticio era vedado, prohibido. En la actualidad este recurso resulta anacrónico. Es como pedir permiso para hablar, para ser escuchado, porque lo que viene a continuación es “verídico”, hecho inadmisible en un escritor de fama internacional y con un enorme éxito de ventas. A lo mejor, no es ése el objetivo ideado por el autor, pero cabe la posibilidad que sí lo sea. Y en tal caso, no sería arriesgado señalar que su éxito no va a la par con la calidad.
Y ese evidente afán de enseñar, de dar lecciones, de moralizar (y no siempre desde la perspectiva moral cristiana) ; si hasta los personajes parecen  querer decirte que debes pensarlo bien, que no debes cometer sus errores, que lo que les pasa te puede estar pasando a ti, que puedes mejorar, que hay salida, que hay sol y luz, que hay finales felices,
El lector –o lectora- que necesita ayuda para superar sus traumas y domeñar sus demonios, debe recurrir a un profesional preparado, no a un texto literario. En mi rol de lector-a, lo que me interesa es entretenerme, gozar eso indefinible que posee la obra creada, reírme con lo gracioso, admirarme de lo ingenioso, asombrarme con la capacidad de crear, pero no aplicar lo planteado como una receta a mi vida personal. Eso es quitarle a la literatura su valor intrínseco, su esencia, su propósito y verdadero sentido : ser una muestra de un espíritu libre y creador, lejos del pragmatismo y de la cotidianeidad.


Mónica Álvarez Saldaña (24 de febrero de 2004)



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