viernes, 28 de febrero de 2025

Diluvio en Lisboa, ☔ 🌧 ⛈🌧...

  

   Jueves 27 en Lisboa. Llueve desde anoche. Es el tercer día en la capital portuguesa y el cielo se cae a chorros. El agua corre por los vidrios de la habitación y yo estoy sin poder salir, prisionera de San Isidro.  Son las 17,41 y el sol se asoma entre las nubes. A esta hora ni vale la pena que se asome ni que haga gestos, si va a oscurecer en poco más de media hora. Llegué mojada como una diuca pasado el mediodía, con maleta nueva en volandas (vacía por suerte, 🤣). Al hacer el recuento de los perjuicios del diluvio en mi bella persona, me encontré con la parca impermeable casi pegándose un renuncio, el jeans 👖, mojadito que es un gusto, los zapatos a prueba de agua, pasados y con los calcetines mojados. Hasta la mochila se pasó. Después de cambiarme de ropa, por fortuna tenía todo lo necesario para prepararme un café caliente, además de contar con un aire acondicionado ad hoc y una cama abrigadora. Lo importante es no resfriarse, 💪.

  La lluvia comenzó anoche. Escuché el repicar de las gotas en el techo de la habitación (en el cuarto piso, quinto más bien -los portugueses también parten de cero- y sin ascensor, 🥴🥵) e igual me levanté temprano porque, había leído que se pronosticaba poca intensidad de precipitaciones.  Y, claro, eso fue en las primeras horas, pero a eso de las 11 de la mañana los milílitros empezaron a aumentar su descarga. Fue el momento en que, luego de haber andado recorriendo unos lugares emblemáticos de la ciudad, a orillas del Río Tajo, decidí esperar en una parada al Bus Turístico y volver al punto de partida. Según cómo estuvieran allí las condiciones decidiría qué hacer.  

    Retrocedo un par de días. Ingresé a este nuevo país -para mí- el martes 25, aproximadamente a las 11 de la mañana de ese día. No hubo absolutamente ningún trámite de ingreso. ¡Una maravilla! Nada de revisión de pasaporte ni escaneo de equipaje, nada de bajadas del bus ni esperas extras. ¡Espectacular! Sólo nos detuvimos una vez, ya en territorio portugués, para descansar, ir al baño, tomar algún café sin azúcar como yo, 🤣, etc. Demoramos como 40 minutos en cruzar la frontera, creo. Como no vi casetas, policías ni nada, supongo que puede haber sido ése el tiempo que se requirió para llegar al límite fronterizo. Me llamó la atención el cambio de relieve al ingresar a Portugal....¡Vuelvo atrás! Revisando las fotografías de mi Galaxy logré descifrar el misterio.¡Ya entendí, dijo la Humbertita, 🤣! La frontera entre ambos países, en este sector de la Península, es el Río Guadiana y el puente es territorio compartido (¿se dirá  así?), conociéndose como Puente Internacional del Guadiana.  

    Hablaba del relieve portugués, que me llamó poderosamente la atención. Muy irregular, con mucho monte, muchos árboles  y poco cultivo, casi nada de poblaciones, hasta que se empezó a regularizar el terreno y comenzaron a aparecer los pueblos y también los cultivos de naranjos, olivos, almendros y algún otro producto alimenticio no identificado (PANI, 🤪). La ciudad más grande a la que llegamos primero se llamaba Faro, tanto que incluso tenía aeropuerto, lugar al que iba un par de pasajeros. Tiene algo más de 40 mil habitantes y es la capital del llamado Algarve, zona sur de Portugal. Por el camino además encontramos campos extensos de paneles solares.    

    Cuando empezaron a aparecer las marismas producto de la cercanía del Río Tajo ya estábamos cerca de Lisboa, la capital. ¡Qué nervios! Un lugar nuevo, la capital de un país, otro idioma: todo un desafío. Esperaba salir airosa. Quiero destacar algo que me da gran tranquilidad: el hecho de contar con roaming y gigas para uso en otro país con el mismo plan de mi país, me ha permitido la facilidad de ubicación en cualquier ciudad sin inconvenientes, el uso del traductor, recurrir a vehículos de aplicación si se requiere. Todo aquello es necesario para un desarrollo relativamente independiente y seguro...Me impresionó la "Estaçao Oriente" de Lisboa, una enorme mole de cemento, fierros con figuras y formas artísticas. Al día siguiente supe que era obra del famoso arquitecto español Santiago Calatrava, aquel de los grandes, modernos y osados puentes. Pensándolo bien, me pregunto si en el "Puente Cau Cau" de Valdivia no estaría metido él o alguno de sus discípulos🤔🤔. Si bien la estructura general de la Estaçao es impresionante, el interior no me gustó, aunque no me desplacé mucho por allí. El pavimento es muy áspero  y los "extraños" soportes del edificio se han prestado para cosas indeseadas, lo que no es responsabilidad del arquitecto ni del constructor cabe aclarar. ¡Había un olor a orines por allí que ni les cuento! 😷🤧🥴.

   Mi maleta estaba lisiada, como ya les había contado y aunque necesitaba ir al baño no quise seguir buscando uno, pues temía que terminara con tres patas como Tristán, 🙈 (el gato de Anita de Machalí). Por lo tanto, fui hasta un taxi, donde un conductor con cara de pocos amigos subió la maleta apenas. Tosía a ratos y tomaba agua; obvio, no llevaba mascarilla, 🤦‍♀️😷🥴. Llegué a temer, durante el trayecto (que sabía no era corto-el trayecto-), que le diera un ataque al caballero, 😬, y nos quedáramos incrustados en alguna parte. Como no me simpatizó el hombre desconfié de él. El taxímetro no se movía para nada y se lo hice notar, aunque su respuesta no la entendí para nada. Al final llegamos, era una callejuela entre edificios llenos de grafitis. Me acordé de Nápoles, no sé por qué,  😆😆.  No salió caro para un viaje largo: 12,35 eurillos no más. Había desconfiado por las apariencias, 🫣. Difícil de manejar esa tendencia.

  Lo que me alegró fue que el lugar del alojamiento estaba remozado. ¡Positivo! Ingresé aprovechando que un joven lo hacía.  Suerte que al interior había 2 personas encargadas y ellas me atendieron. Digo suerte porque no están todo el día. En todo caso había indicado la hora en que llegaría. Me asignaron el cuarto 403. Un trabajador me subió la maleta, 😏, si no habría llegado al día siguiente, 😂. Habitación bonita, con baño privado, había una sección cocina compartida. Todo super bien. Aquello me relajó y dejé de preocuparme por el entorno.  

     En Lisboa hay sólo 3 horas de diferencia con nuestro país y el atardecer comenzaba a las 18,25 aprox. Por ello decidí hacer una salida de reconocimiento solamente. Estaba a una y media cuadra de la Avda. Almirante Reis y me dediqué a recorrerla hacia arriba y hacia abajo por ambas veredas, lo que no resultaba fácil pues había muchos sitios en obras. Fue un primer contacto directo con la realidad. Las veredas eran irregulares (no parejas) con trozos de cerámica tipo mosaicos, en blanco y negro. La figura de esa calle era un remolino de 4 hojas de color negro en fondo blanco. Después  me enteré que una de las características de Lisboa son sus calzadas blancas (así le llaman) con figuras de distinto tipo en color negro. En muchos lugares sólo es blanca. La irregularidad de las veredas me hacía desplazarme con cuidado, además de la mucha gente que circulaba en ese sector. Me impresionó la cantidad de inmigrantes: indios y negros. También se veía más de un gringo/a. Los edificios tenían ya sus añitos por ahí, algunos bien mantenidos y con decoración en azulejos, otros muy descuidados. Algo de ese descuido se transmitía a muchos rincones, con basura, pasto largo y grafitis.  

     La avenida era absolutamente  comercial. Predominaban los locales y tienditas de souvenirs, los restaurantes de kebak, los minimarket de alimentación, todos atendidos por inmigrantes, especialmente indios y chinos. Pasé a varios locales de souvenirs para empezar a relacionarme con los precios y poder comparar. Por allí fue donde vi una maleta de género,  del tamaño que necesitaba y que al ver mi interés el vendedor la dejaba en 40 euros, precio muy conveniente. No quise comprarla en ese momento, pues me significaba volver antes al alojamiento. Seguí caminando y al llegar al término de la avenida por un lado, quise volver pero justo, ¡oh!: un local con sólo productos de corcho (típica artesanía portuguesa). Hay productos muy hermosos y también muy caros. Aquí no era el caso; estaban a precios bien convenientes, tanto, que, enseguida, me puse a comprar como loca, 🤯🥺😵. Con esa compra, me fui de regreso pero, antes, llegué al Supermercado Lidl, una gran cadena alemana de "súperes", 😉.  Me encanta ir a estos super, en los cuales puedo buscar algún  producto novedoso, conseguir lo más económico sin que nadie la esté a uno apurando, 🤗.  

    Al día siguiente, y a partir de 8,30 hrs., salí a conquistar Lisboa, cual Vasco de Gama, 🤗, y mi percepción de una segunda Nápoles se disipó cuando habiendo caminado hacia la Praça do Comercio me encontré, al fondo con el mar, perdón, el Río Tajo, en toda su majestuosidad. Para ingresar a ella había que pasar por debajo del Arco Triunfal de la Rúa Augusta (la calle peatonal más importante de ese sector, donde se ubican restaurantes y tiendas de lujo) y en mitad de la explanada de la Praça se levanta la Estatua Ecuestre de José I.  Y a orillas del Tajo, se ve el Muelle de las Dos Columnas. A la derecha, cruzando el Estuario, el Ponte 25 de abril (el puente colgante más largo de Europa, 2,27 kms. y 70 m. de altura, habilitado para automóviles y trenes), mientras en lo alto de una colina, a la izquierda, sobresale el Castelo de São Jorge. ¡Todo fantástico, grandioso!,  un ave fénix levantado de las cenizas, podría decirse, pues este lugar se diseñó así luego del terremoto de 1755, que destruyó el Palacio Real que hubo en este sitio. ¡Me sentí feliz! Había encontrado el corazón ❤ de Lisboa, el kilómetro cero.  

    Luego de fotografiar todo y fotografiarme, busqué lo que había pensado y decidido: la oficina para comprar el Citytour por Lisboa por 24 horas, línea amarilla. Me enviaron a la Praça Figueira. Por allá llegué y aunque me ofrecieron el itinerario histórico y el moderno en un combo, sólo compré el primero y ya estaba en el segundo piso lista para conocer cómodamente Lisboa. Hice el recorrido completo para luego comenzar a bajarme en los sitios que me interesaran. Pretendía terminar el trayecto y no bajarme para recomenzarlo y ahí sí empezar a hacer "hop on hop off", 😊😄. Sin embargo, yo no contaba con la astucia de los organizadores. Cambiaban de bus y de conductor al terminar, 😂 🤣. Debí bajarme y ahí mismo se me ocurrió preguntar si podía pagar la diferencia y tener también el otro itinerario. No hubo problema y por 6 eurillos más, tuve 24 horas más de yapa y la posibilidad de subirme a los pequeños tranvías y a los funiculares, gratis. ¡Tremendo combo!🙊🤛🎅.  

    El recorrido por Lisboa moderno fue un acierto tomarlo, pues me llevaba la visión completa y dejaba atrás el recuerdo de la sucia Nápoles,  🤣 🤣. Unos edificios impresionantes, una torre altísima, con trazas de nave espacial, un acuario, etc. Hice este trayecto sin detención tampoco. A eso de las 13,30 hrs., al bajarme después de haber visto muchos lugares de interés de la ciudad, busqué dónde almorzar y dónde pasar al baño. Una cervecita 🍺y una ensalada con sardinas (las que son motivo de souvenirs en todo Portugal) fue mi almuerzo, que me dejó con nuevas fuerzas para emprender el panorama de la tarde. Me fui primero al Funicular Gloria que me llevó a mí y a chorrocientas personas al Mirador San Pedro de Alcántara, de donde se obtenía una excelente panorámica de la ciudad y del Río Tajo, al fondo. Pudiendo bajar caminando, opté por tomar de nuevo el carrito. No quería llegar rodando abajo debido a un resbalón, 😂 😂.  Antes que nada, seguridad, 😉. Por allí mismo, esperé el Yellow bus. Mi idea era bajarme en la Torre Belem, pero debí abortar el plan. Me dio frío y opté por terminar el circuito (¡otra vez, 🙃) e irme "a casa". No me hacía ninguna gracia un probable resfrío. Pasé a un supermercado a comprar pan y me fui a guardar. El camino ya me lo conocía de memoria.  

     Inicialmente, había pensado en utilizar el tercer día, no para resucitar, 🤭, sino para visitar un par de ciudades cercanas como Sintra y Cascais (me habían recomendado este tour), pero cambié de idea. Iba a dedicarme a conocer lo mejor posible Lisboa. Sin embargo, San Isidro se terció en mi plan y éste  quedó a medias. Esa noche escuché el golpeteo de la lluvia en el techo. ¡Mala cosa!, me dije. Miraba y miraba el pronóstico a ver si se producía algún milagro. Nada, habría lluvia casi todo el día. No obstante, no sería mucha la intensidad así que me preparé con mi parca impermeable y zapatos ad hoc y partí, de nuevo, a conquistar Lisboa. Chispeaba a las 9 cuando me subí al bus y a las 10 cuando me bajé frente a la Torre Belem. Había viento. Me fui a la torre (cerrada por hoy, 🤨; era jueves), caminé por el Paseo Marítimo, pasé a un baño (0,50 euros), llegué al  Faro de Belem, me fui al  Monumento Padrão dos Descobrimentos y su Rosa de los Vientos, avancé por la Praça do Império hacia el  Mosterio fos Jerónimos (una increíble construcción del siglo 17), que tenía cerrado su acceso con vallas papales, 🥴😭😠.  

    A esa hora ya no chispeaba, sino que la intensidad de la lluvia había empezado a aumentar. Caminé hasta un paradero del bus. Ya no era conveniente seguir caminando bajo la lluvia. Me fui hasta el final del recorrido y aunque quise subirme a un tranvía debí desistir. Habría tenido que buscar algún paradero y ya llovía que mojaba, 😨. Decidí regresar a mi alojamiento. Era mediodía. En el trayecto, bajo la lluvia, pasé a un local de venta de souvenirs, porque vi varias maletas. Quise cotizar ahí. Si estaban más caras, aprovecharía de pasar al local del día anterior. Sin embargo, la sorpresa fue grande cuando me ofrecieron la maleta por 10 euros menos. Obvio, había que "puro comprarla". Salí con unas cosas más, porque el hombre era más insistente que alguien que conozco 😂 😂. Además, antes de irme, fue a buscar una bolsa de nylon para que la maleta, de género, no quedara como pitío,  🤣.  El tipo me pidió que fuera a un local del frente que vendía barato, 😁 😁.Llovía a cántaros y lo importante era vender. Realmente tenía unos objetos baratos el connacional -o pariente- del frente. Me iba más mojada que otro poco y el hombre, al pasar, me ofrecía para la venta un paraguas, 😂.  

   Ni supe cómo avancé chapoteando en la vereda de calzada portuguesa irregular, llena de pozas de agua. Ya ni sabía dónde ponía las patitas. Por eso, estaba toda mojada cuando al fin arribé al alojamiento. No dejó de llover el resto del día. Ni siquiera salí a comprar pan. Aproveché de escribir, comer lo que tenía, cambiar todas mis pertenencias de maleta y secar lo mojado. Al otro día, hoy 28, mientras me preparaba para irme a la misma estación de autobuses de la "chegada", San Isidro, de nuevo, se puso gracioso. Solicité un uber por seguridad y con la media hora de trayecto, anduve casi al justo con el tiempo para ubicar la dársena y luego ir a esperar el bus. Ahora ya estoy en mi segundo destino de Portugal y todo está bien. 

    Antes de despedirme de Lisboa, es importante, a modo de síntesis, decir que hay varios elementos que son consustanciales a la ciudad y que la hacen inolvidable. Sus calzadas en mosaico, blancas o blanquinegras, los azulejos como elementos decorativos en los edificios, tanto exterior como interiormente, el omnipresente Río Tajo y sus embarcaciones, los barrios tradicionales y el casco histórico, así como la parte moderna y de alto estándar de vida, la gran infraestructura  portuaria, los pintorescos tranvías y funiculares, el relieve irregular de la urbe que permite hablar de las 7 colinas de Lisboa, su música que encanta y va conquistando el alma de quien la escucha, etc., etc. La otra cara, la de la pobreza, de la indigencia y de la inmigración también es parte de la vida de los lisboetas, que no olvidan ser, a pesar de todo, ser muito grato. Hasta pronto.












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