viernes, 14 de febrero de 2025

Arrivederci, Roma; venga, Madrid...

 

      Pisé por última vez -tal vez- Roma, cuando salí de Salerno para llegar a ella y desde allí, volar hasta Madrid. No lo hice como mis amigas, sólo por un rato, sino que alojé una noche en la ciudad eterna. Aquello me daba la tranquilidad necesaria para no andar histérica por si alcanzaba o no el avión al día siguiente. La gran diferencia es que busqué un alojamiento cercano a la Estación de Trenes y Autobuses llamada "Termini". Recién llegada, apenas saliendo de la estación, me sentí interpelada por unos restos arqueológicos: eran parte de las Murallas Servianas, las más antiguas que protegieron a Roma, construidas en el siglo VI a.C. por orden de Servio Tulio, de allí el nombre. ¡Increíble! 
     Me fui a mi alojamiento arrastrando mi maleta; por suerte eran sólo 5 cuadras, ¡una bicoca! No sirvió de nada que llegue un poco antes de la hora pues el encargado llegó media hora tarde y si no es porque le hablo, todavía estoy esperando en la calle. La desconfianza empezó cuando los vi -eran dos, inmigrantes- y no me faltaba razón. La habitación parecía ambientada en la selva, 😁 😂 😂, con paredes con hojas grandes, verdes y vistosas al igual que las cortinas y el cubrecama. Todo estaba ok, pero de mala calidad. La habitación había sido arreglada para tal fin pero con los materiales más económicos. Y para entrar a la habitación había que pasar por un pasillo ocupado por unos bolsas con cosas. Y "privada privada" no era la cosa si se escuchaba todo, 😒😠. ¡Suerte que era sólo una noche! 

   Tratando de no echar a perder mi último día el Roma, con el mejor de los ánimos salí a comprar pasaje para el día siguiente al Aeropuerto Leonardi Da Vinci, más conocido como Fuimicino. Elegí otro trayecto desde el alojamiento a la estación  y la distancia se reducía a sólo una cuadra, ¡bravo! 👏. Tratando de averiguar cómo comprar pasajes de autobuses me aburrí, fui a un par de locales externos y vendían ni recargadas tarjetas. Así que decidí irme en tren aunque era más caro. Compré mi bigglieto en una máquina y quedé lista y segura. Ahora podía pariperrear aunque no había comido nada desde el desayuno. Ahorro y dieta, ambas cosas beneficiosas, 🤣 .   

     Me alejé un par de cuadras de la estación y me encontré con otros restos arqueológicos,  esta vez de gran tamaño, tanto en altura como en amplitud. Eran las Termas de Diocleciano, tan grandes que cabían 3 mil personas. ¡Estos emperadores no se apretaban el cinturón para nada! Cada cual, como las autoridades actuales, querían dejar "su legado". Sólo las admiré  por fuera. Ingresar me significaba ocupar todo el tiempo luz de día que me quedaba. Esta construcción data del año 305 d.C., pero varios emperadores fueron completando las obras. Este gran balneario estuvo en uso hasta el 537 en que los visigodos intervinieron. Ocupaba un espacio de 13 hectáreas nada menos. El material y el estilo es similar a las Termas de Caracalla, (construidas un siglo antes y cuyas restos se ubican a unas cuadras de lo que fue el Circo Máximo en la misma Roma). La gran diferencia es que las de Caracalla tenían la mitad de capacidad.  Según lo que yo pude ver, los restos  de las Termas diocesanos ocupan por lo menos unas 3 manzanas 🍎 🍎 🍎  , 😉.  
    A un par de cuadras de la entrada al museo de las Termas de Diocleciano, divisé una iglesia, del mismo material. Pensé que habían aprovechado parte de las termas para construir el edificio religioso y así fue. El nombre de esta iglesia es "Sta. María de los Angeles y de los Mártires". Es enorme por dentro, muy alta y hermosa. He averiguado qué el Papa Pío IV precisamente mandó  al gran Miguel Angel a construir esta iglesia en nombre de los mártires cristianos que murieron en los trabajos forzados a los que fueron sometidos en tiempos de Diocleciano para la construcción  de "sus" termas. 
    Seguí mi camino por las cercanías y descubrí una iglesia que me llamó poderosamente la atención  por su colorido, que me hizo recordar la Mezquita-catedral de Córdoba. Se trataba del Templo de San Paull, de la iglesia Anglicana. Era algo oscura por dentro pero muy bonita y con un artesonado fantástico. Además, el rosetón central era bellísimo.  

   


     Llegué a una calle que se llamaba "Vía 4 fontani" y me pregunté dónde estaban aquéllas. Recuerdo haber visto el mismo trabajo en Palermo y se veían hermosas. En un cruce de calles instalaron fuentes en cada esquina. Justo di con ellas y pude fotografiarlas, para después dirigirme por la Vía Quirinal hacia el Palacio de Quitonale, uno de los recintos palaciegos que ocupa el Presidente de la República. Llegué hasta allá, pero no hubo ninguna deferencia para con mi persona: nadie salió a recibirme, 😒🙄😬. ¡No me reconocieron! 
     Era la tarde de las iglesias, pues cerca de allí me encontré con la Basílica Imperial de San Vitale, una iglesia paleocristiana, edificada posterior al año 386 d.C. Por fuera no luce mucho, pero al interior es hermosa, aunque algo oscura. Ese fue el último monumento visto en detalle, lo demás fueron fotografías a edificios hermosos que existen las calles romanas. Tomé el camino de regreso y en un Mc Donald de la Estación Roma Termini pasé a comprar una ensalada para llevar. Llegando al alojamiento, aliñé mi ensaladita, dejando un trozo de pollo para mi sandwich del desayuno del día siguiente. 

  ¡Últimas horas en suelo italiano! Madrugué. 7,40 am. ya estaba en la estación, para tomar el tren Leonardo a las 7,50 minutos. Esperamos un rato a que las oficinas de Iberia iniciaran su trabajo de recibir maletas para bodega, además de entregarnos la tarjeta de embarque. Hasta allí todo iba saliendo bien  y así mismo siguió cuando pasamos por Policía Internacional. 🤗👏👏.    

    El avión salió con 50 minutos de retraso desde Roma a Madrid. ¡¡No nos dieron nada de comida, ni siquiera un vaso de h2o!! Una simpática colombiana y su hija les tocó  -en suerte para ellas, cabe decir, 🤣- ir a mi lado en el avión. Conversé un rato con la madre, y luego me dediqué a descansar con los ojos cerrados, 😷😴😴. Ya en tierra, me preocupé de recuperar mi maleta pero no las querían entregar. Demoraron una eternidad en enviarlas por la cinta.  Después de aquello, todo se me enredó. Le puse dinero a la tarjeta roja que usamos en los buses de Madrid con las "chiquillas". El único problemilla es que me equivoqué de tren al subir. Debía tomar uno llamado "Cercanías" y no el Metro, pues éste no llevaba a la Estación Atocha. ¡El resultafo fue  andar subiendo y bajando de tren en tren (3), como nos pasó con nuestra visita a Herculano! Ya eran las 17 hrs. 

   El alojamiento, en el plano de la ciudad, se veía muy cerca de la Estación Atocha, así que quise irme caminando. La verdad es que debí tomar un taxi y ahorrarme el esfuerzo de andar por las calles con 19 kilos a la rastra, 😰😰. Partiendo, salí por una puerta secundaria del Atocha y como además están en obras en varias calles, terminé caminando como un kilómetro en puras vueltas. ¡Uff! 🥵. Cuando vi que debía pasar bajo un túnel, me rebelé y busqué un taxi, que me llevó al destino final,  después de unas cuantas vueltas. Por suerte que el encargado de entregarme la habitación estaba esperando (ya hacía una hora, el pobre), así que ingresé de inmediato. Bastante bueno el alojamiento; sólo le puse reparos a la ducha, que era tan económica en espacio que había que entrar de lado, 😂 😂.  Más de alguien que aloje ahí debe quedarse sin ducharse, estoy segura, 🤣 🤣.  

    ¡Últimas horas en Madrid -por ahora-! Pretendía  ir al Parque del Retiro a dar un paseo, pero me arrepentí, pues se me haría de noche. Me dediqué más bien a hacer shopping por el "Paseo de Las Delicias", la avda. más importante en los alrededores del alojamiento. Después de hacer shopping para arriba y para abajo,  compré alimentos en un supermercado y di por terminada la  caminata. Al día siguiente iniciaba la segunda parte de este viaje, intentando ir hasta lugares no visitados en ocasiones anteriores. Destino: suroeste de Andalucía. ¡A ver cómo nos va! ¡Venga! Hasta pronto. 






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