martes, 28 de julio de 2015

Un Coco al alcance de la mano : ¿qué más se puede pedir?

     El valor de la entrada no era barato, pero tomé la decisión de pagar lo que me pedían pensando que valía la pena y que, más que un  gasto, era un inversión en buena onda y salud para el espíritu, algo así como una visita a un buen psicólogo.
   Coco Legrand se presentaba en Rancagua, en el Teatro Regional y nunca había tenido la posibilidad de verlo en persona aunque lo había admirado durante años por su humor agudo, irónico y de crítica social.¡Así que la oportunidad no podía ser mejor!
   Esperé con ansias el sábado 25, mirando cada día la entrada golden, ubicada en la tercera fila del escenario. Llegó el gran día y, como de costumbre, me fui 10 minutos antes de la hora. Llegué a las 21 horas puntualmente. Me estaba sentando en la butaca cuando comienza la voz en off a dar el discursillo aquel. Justo ahí me doy cuenta que había estado cargando toda la tarde la batería de mi camarita amiga y no la había llevado, ¡¡grrrrrrr!!. ¡Nada qué hacer! ¡La función ya comenzaba! Así que debería fotografiar con el celular, a riesgo de cualquier flash. ¡Ufff! ¡Por suerte había alcanzado a llegar a tiempo!
     La primera parte del "show", con Jaime Azócar, se ambientaba en un Gym donde dos "jovencitas" un tanto averiadas por el tiempo y por la vida, tratan de recuperar la tonicidad y la figura, lo que sin duda está muy lejos de ser logrado,  porque todo les cuelga (jajaja). El contexto y sus disfraces son la excusa ideal para hablar del  mundo femenino de tercera edad, que, a decir verdad, no queda muy bien parado y nos saca muchas risas espontáneas a los espectadores. 
   Una vez que estas damiselas, separadas ambas y con serias carencias de calor ("ellas"  mencionan que no tienen con qué -¿o con quién - calentar sus camas, jejeje), hacen "mutis", comienzan unos efectos especiales de extraordinaria calidad, con fotografías de edificios de Santiago, entre ellos, la Virgen del Cerro San Cristóbal, la Moneda, la Torre Entel, siendo blancos de un ataque extraterrestre, con el sonido correspondiente. Parecen imágenes sacadas de una  película, muy realistas e impresionantes.
Entre las luces, algunas de ellas estroboscópicas y muy  coloridas, aparecen unas extraterrestres espectaculares, con características humanoides, que, luego de bailar una coreografía "extraterrestre", dejan el escenario al macho alfa, don Coco, quien aparece vestido como un personaje de filme de la Guerra de las Galaxias. 
   Esta puesta en escena corresponde a la obra  humorÍstica llamada "TERRÍCOLAS, corruptos pero organizados", muy contingente, toda vez que este año han salido a la luz muchos casos de este tipo precisamente en nuestro país. Es un tema de larga data, que debe existir desde que el ser humano comenzó a comerciar con sus semejantes con el fin de obtener una utilidad material. 
    La crítica social es el sustento del  trabajo humorístico de Coco Legrand, tanto en esta obra como en todas las que hemos conocido de este artista. Una crítica aguda, directa y certera hacia quienes componemos la fauna social. Las mujeres, los políticos, las autoridades, el chileno medio, el joven, el cabro chico... todos aparecen en su monólogo, nadie se salva, tampoco el sistema de salud, la educación, los impuestos, la cultura (o falta de ella); en fin, todo lo que conforma nuestra idiosincrasia. 
   Hubo un momento, como sucede en muchas presentaciones públicas de artistas que se manejan en el arte de la improvisación, que en uno de sus recorridos por el largo del escenario, el humorista descubre que en un privilegiado asiento de butaca, se encuentra una joven escribiendo en su celular mientras él actúa. Indudablemente, y no deja de tener razón, le señala inmediatamente que para qué diablos (lo dijo de manera menos elegante, eso sí) había gastado en comprar una entrada de las más caras, si  iba a estar whasappeando o chateando, mejor hubiera hecho en quedarse en su casa...¡Humm! No me habría gustado estar en el lugar de la joven (salvo por su juventud, jajaja). Habría preferido que me trague la tierra, aunque después me haya expulsado ruidosamente por lo poco "tierna", jajaja. 
    Sus 68 años y las desventajas que esto significa en la vida y en nuestro país, aparecieron como un leitmotiv, a ratos, demasiado recurrido, dándole a la presentación una atmósfera de cierto resentimiento. Aquello no me agradó y contribuyó a un gustillo un tanto amargo con que me quedé al finalizar el espectáculo. Aún así, no puedo dejar de reconocer que es todo un mérito estar 45 años realizando una tarea tan difícil como lo es hacer reír a un público diverso y exigente. Debe ser casi como estar permanentemente en la cuerda floja, en la que para no caerse (entiéndase "caer en desgracia") hay que ser un verdadero equilibrista y mago. Y creo, sin lugar a equivocarme, que Coco Legrand tiene esas cualidades, de las que carece mucha gente del espectáculo. Mención especial cabe para los políticos que, a pesar de brindar "cada espectáculo" a diario,  no hacen reír ni sonreír como los humoristas (¡y eso que algunos llevan más de 45 años tratando de hacerlo!, jajaja).
   Y así como la función comenzó puntualmente, no hubo bis ni nueva aparición como para pedir la gaviota (jajaja). Por ello, todos, con la cortina de cierre musical sonando en alto volumen, no tuvimos otro remedio que levantarnos de nuestros asientos, sin tener la posibilidad de obtener ni la más mínima  "yapa". ¡Es que siempre estamos esperando más de los demás! (¿Será justo? ¿O es muy tonto lo que estoy escribiendo?)
     Al final, sumando y restando, y a pesar de los pesares, valió la pena estar allí, de cuerpo y mente presentes, antes de que la vida nos dé una sorpresa y pudiera llegar a ser tarde para alguno de los dos.   

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