lunes, 20 de julio de 2015

Casi en la Torre de Babel...

    Hacía tiempo que no recorría el Paseo Ahumada. Este sábado decidí hacerlo, más que por deporte o aburrimiento, porque andaba a la "caza" de unas prendas. Ello me llevó al inicio del Paseo Puente, de manera que debí recorrer Ahumada en su integridad. ¡Resultó una verdadera sorpresa!
   De pronto casi me pareció haber sido transportada a alguna Feria Artesanal extranjera. Había de un cuanto hay en esas pocas cuadras y con personas de distintos colores y nacionalidades.  A los puestos habituales de vendedores de revistas, ropas y chucherías, se habían agregado muchos vendedores de artesanía, especialmente de joyas de cobre, de madera, de peltre, de fieltro, más numerosos vendedores de joyas de fantasía, de paraguas, de pañoletas, gorros, bufandas y similares, estos últimos, principalmente a cargo de extranjeros avecindados en nuestro país (ecuatorianos y peruanos), quienes voceaban sus productos aumentando la algarabía del lugar a esa hora (pasado el mediodía).
    Mientras avanzaba hacia Plaza de Armas, aprovechando de  "vitrinear" rápidamente por aquellos puestos, sin olvidar mi "destino final", escuché, sobresaliendo de entre las demás voces, una voz de Soprano:
   -Funiculí-funiculá...    Una potente voz de una mujer de mediana edad, que se hacía acompañar con música de fondo (envasada) y un hombre algo más joven...
- Jammo, jammo, 'ncoppa jammo ja'... ....cantaban esta composición italiana en una esquina de Ahumada con Huérfanos, rodeados por un grupo de oyentes de entre los transeúntes. Se escuchaba precioso, aunque, sin duda, la cantante sobresalía ventajosamente de su acompañante.  Pasé caminando lentamente por allí, pero no me detuve. El tiempo avanzaba y  quería llegar al depto. no más allá de las 14 horas. 
    Observé un pintor de paisajes, de aquellos que trabajan sobre cartón y con pintura sprite. Éste lo hacía en tonos sepia (en la variedad está el gusto, dicen). Por allí cerca, otro ofrecía su arte en tonos multicolores. 
  Vi muchos lustrabotas o lustrazapatos en mi recorrido; no recordaba haber visto tantos en ocasiones anteriores. En mi caminata me encontré  con los tradicionales Chinchineros, que luego de tocar junto al Organillero, descansaron un rato de su rápido baile. Eran tres los que deleitaban a los espectadores con sus veloces movimientos acrobáticos. 
    ...Estoy en Plaza de Armas. Se escucha música de salsa: unos adolescentes de ambos sexos bailan salsa fuera de unos locales de comida. Hacia el centro de la Plaza, están los puestos de los pintores al óleo o acuarela, con sus obras en exposición. Entre ellos, el caricaturista de siempre, con figuras nacionales típicas en su nutrido mostrario. Esta vez, veo también una caricatura de la Presidenta. 
     Continúo mi trayecto. Cuando paso por fuera de la Catedral, además de observar que se encuentra allí el hombre-estatua, representando a un minero del cobre,  detecto que el trabajo de remodelación del edificio ya terminó. Lo que no logro entender es qué le remodelaron, pues siguen unas manchas de pintura en su frontis, así como las "huellas" de las palomas.
   El arte sigue presente: un hombre ha dibujado, con tiza de distintos colores, sobre el pavimento, un personaje muy real. ¡Excelente trabajo! 
   Pero quienes, sin duda, tienen la mayor cantidad de espectadores son los humoristas de la calle, uno de ellos, hermano de Paul Vásquez. Debe contar, al menos, con un público de unas 150 personas, quienes ríen  felices con la rutina y van depositando sus  monedas en el sombrero del contador-de-chistes. 

    Cuando ingreso a calle Puente, me parece estar en Tacna de repente. Sólo se ven y se escuchan voces de peruanos. ¡Impresionante! Desde aquí hacia adelante es el sector donde se han establecido y realmente se nota. No avanzo mucho; el local que busco está en la primera cuadra pasada la Plaza de Armas. La calidad de la vestimenta no es la misma. ¡Qué cambio en comparación con el otro  visitado antes, de la misma tienda! Se nota que sus clientes tienen el "cabello más corto" (jajaja). 


    De regreso, recorro parte de calle Estado, encontrándome con otros cantantes, esta vez de música tipo Chico Trujillo. Parece que también el público objetivo sufre de alopesia en este sector (jajaja). Los cantantes de música lírica ya no se escuchan; se han ido.
   Vuelvo sobre mis pasos. Alcanzo a ver que un payaso verde se retira del lugar donde estaba vendiendo globos con figuras. Debe haberle dado hambre tanto inflarlos. Parece que no estuvo muy buena su venta. 
    Estoy cansada. Espero pacientemente que el semáforo cambie y cruzo la Alameda. Busco un taxi y me dirijo a casa. Son muchas las cuadras para caminarlas. La mochila ha aumentado de peso misteriosamente. Sin embargo, mi paseo fue fructífero. Encontré lo que andaba buscando y, además, mis ojos y oídos vieron y escucharon la vida sabatina de los habitantes de esta cuasi-Torre-de-Babel, que, a pesar del fin-de-semana-largo, continuaban funcionando, como un verdadero mecanismo-de maquinaria-perpetua, con las mismas tareas de todos los días: vender, pintar, cantar, bailar, contar chistes ...., esperando que la generosidad de los clientes habituales y los ocasionales les permitan "parar la olla" un día más.

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