miércoles, 8 de julio de 2015

¿Conozco a mi familia?

    ¡Hummm, difícil pregunta, que surgió cuando leí en un comentario de la película Agosto (cuya protagonista es Meryl Streep) acerca de lo poco que solíamos conocer a los integrantes de nuestra familia,proceso que, en ocasiones, no terminaba nunca.
    [Eso es una de las tantas cosas buenas que tiene la lectura: que nos convoca, directa o indirectamente, a reflexionar sobre el mundo, los demás y nosotros mismos. A veces basta  con un par de palabras o alguna idea para inducirnos por un camino o una senda que, de no haberlas leído, no habríamos recorrido e incursionado, o, tal vez,  habríamos demorado más en hacerlo]

   ¿Conozco a mi familia? 
  Para comenzar a responder, debo señalar, que es necesario establecer estadios y/o ámbitos del conocimiento en este caso. Por un lado, tenemos el conocimiento literal, general,  de los componentes familiares y, por otro lado, tenemos el conocimiento específico y personal de cada uno de ellos, lo que los distingue de los demás, especialmente de los hermanos. ¿Tenemos el manejo de los dos niveles de este saber? 
   Personalmente, creo que no; es más, de algunos integrantes, apenas conozco lo mínimo. 
- ¿Y eso por qué, Principessa? 
- Por un lado, falta de interés; por otro, ausencia de oportunidad.
- ¿De tu parte?
-  De ambas partes, creo yo. El conocimiento surge del interés y, en varios casos, no ha habido el esfuerzo de alguna o de ambas partes para conocer al otro/a. La distancia, sin duda, también ha  influido en varios casos.


   A la generación de los pequeños los conozco apenas, a algunos por fotografías, a otros, como don Diego y doña Sofía (más conocida como "Chofi"), de manera más personal y cercana, pues ya en varias ocasiones nos hemos encontrado. A la generación adolescente-juvenil los conozco algo más, pero nunca tanto tampoco. Con ellos ha habido más oportunidades de encuentro, pero los intercambios de palabras han sido mínimos, pues las ocasiones en que hemos coincidido siendo familiares, dejan pocas alternativas para compartir ideas en particular. Con los adultos jóvenes (sobrinos todos) el nivel de conocimiento es mayor, especialmente con los hijos de mi hermana, quienes fueron los primeros pequeños de la familia y, también, son los más cercanos temporal y afectivamente. 

    Con mis hermanos, la cosa es un tanto extraña. Completamos exactamente en total media docena y, de acuerdo a cercanía temporal de nacimiento, formamos 2 grupos, en tanto el menor, queda solo. ¿Por qué menciono esto? Porque los tiempos de infancia, adolescencia y primera juventud fueron en distintas décadas y contextos históricos, lo que marca la diferente manera  en que vivimos la realidad familiar y político-nacional, que dejó una impronta en nuestras vivencias personales.
      Lo otro que ha marcado nuestro conocimiento o desconocimiento fraternal, han sido nuestros lugares de residencia, que han significado alejamiento por años en algunos casos. Sólo la visita a los padres, al comienzo, y a nuestra madre, en la actualidad, nos ha permitido disminuir la distancia y, en consecuencia, poder reencontrarnos y reconocernos de alguna manera más cercana 
- A ver, doña..., la "firme": ¿te conoces con tus hermanos o no? 
- La verdad..., con pena debo decirlo, "algo". Han sido muchos años de separación, hay lagunas cronológicas importantes en que ni hemos sabido de alguno y el trato grupal,  cuando ya cada cual formó su propia familia,  se remitió principalmente al breve espacio-tiempo de los  encuentros en casa de mis padres para las Fiestas Patrias o Fiestas de fin de año. Importante añadir que un ambiente de jolgorio grupal, no resulta apropiado para el conocimiento personal. 
- En conclusión...
- Acúsome de no  conocer adecuadamente a mi familia...
- ¿Tiene atenuantes, Srta. Imputada? 
- Aunque los tuviera, no sirven de justificación, así que prefiero no exponerlos...
- Muy bien, analizaremos su caso y sentenciaremos...

    Mientras dura el receso y permanezco en stand-by a la espera de la sentencia,  es importante aclarar que nunca es tarde para enmendar el rumbo.  Indudablemente el tiempo ha dejado su huella, lo que no se hizo, ya no fue; el abandono y/o descuido en el contacto con algunos miembros de la family (así como en el cuerpo humano) ha producido un "anquilosamiento" de la relación (no hubo "alimento", por tanto no hay desarrollo), en tanto, hay otras, que han crecido raquíticas..., normales ...o ubérrimas (ojalá). 

   Frente al descuido o abandono, cabe recordar al Principito. No importa que mi hermano/o, sobrino/a, nieto/a u otro familiar de nacimiento o adquirido, sea una "rosa" o un "zorro" más entre cien mil otros semejantes. No importa: es tu rosa, es tu zorro; eres responsable de ellos por los lazos familiares que los unen, los que no pueden ser borrados, salvo que haya por allí una disolución matrimonial. 
   Por tanto, aún no es tarde, no todo está dicho, aunque, eso sí: no sabemos con cuánto tiempo contamos. Recompone los caminos, cambia de rumbo, haz esfuerzos sinceros para una relación más fluida y genuina,   que no quede por ti, que no seas tú la piedra de tope que impida una relación honesta y más cercana. Es probable que, en algunos casos sea demasiado tarde, pero si lo intentas, te quedará la tranquilidad de un intento real y bien intencionado. 
   ¡Ah, antes de olvidarlo, otra cosa! 
   No esperes que tus familiares sean como tú eres, que tengan tus mismos intereses y actitudes. Es cierto que el tronco es común, pero cada ser es individual y cada cual tomó un camino distinto hace bastante tiempo, por lo que las experiencias, positivas y/o negativas, son singulares y el entorno ha sido asimismo dispar. Eso, por lógica, ha dejado su sello en el niño, adolescente o joven que conociste. Ya no es el/la mismo/a; no puede ser igual, así como tampoco tú lo eres.

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