lunes, 27 de julio de 2015

Historias de taxi...sin Arjona...

    Me subo a un taxi, cargada con la mochila llena de mercadería del súper y  con la bolsa de frutas y verduras de la Feria de Recreo con Grecia. Es mi rutina de cada 15 días, cuando me quedó en este Reyno, y de regreso del Parque, paso a estos dos lugares, para proveer la despensa de palacio.
    Subo con todos mis bártulos al asiento del copiloto, que es el más cómodo y el más amplio, cuando uno va cargada... y cuando no,  también (parece que ya estoy empezando con las pequeñas manías de la gente adulta, por no decir otra cosa, jajaja;  bueno, en realidad, no es maña, la ubicación es definitivamente más cómoda y más amplia, aunque en caso de un choque, puedas quedar mirando para atrás, como en El exorcista, jajaja).
   En la radio del vehículo, con más volumen de lo habitual,  canta Jeannette, una cantante de años atrááásss... El taxista, junto con hacer partir su vehículo, entona la canción con más entusiasmo que con buena voz (no se parece a Arjona, ¡por suerte!).
   Me sonrío y le digo:  "¿Recordando sus años mozos?",  en tono de pregunta, pero sin esperar respuesta, pues al mirarlo, efectivamente sus años deben haber rondado por la adolescencia cuando esa canción fue top-ten. 
- ¡Mi quitó la palabra de la boca!, dice sonriendo.- Efectivamente, de mis años mozos. ¡Qué tiempos aquellos, ¿no?!
   Y comienza a enumerar las bondades de una edad dorada que no me parece desconocida (jijiji, ¿por qué será?): que las entretenciones de los jóvenes eran más sanas, que se tomaba menos y ya siendo mayores de edad, que no había tanta violencia ni delincuencia, etcetc., en lo que no dejaba de tener razón. Me señala que, a pesar de la experiencia, igual le sigue afectando el que algunas personas sean tan dañinas. Menciona que a él le gusta mantenerse unido a la familia y a los amigos. 
- ¿Sabe?, me dice.- Cuando pienso que voy a cumplir sesenta años no termino de creérmelo. 
- ¿Apuesto que aún se siente como de 40?
- ¡Algo así!, me dice. A veces me  pregunto qué he hecho en estos 60 años...
   Me habla de que en sus ratos libres le gusta salir a caminar o a andar en bicicleta, escuchar música, conversar...
   En fin, nada nuevo bajo el sol; más bien  lo que le gusta a toda la gente que ha vivido lo suficiente y empieza a darse cuenta que ya está llegando la hora de  "jugar a los descuentos". Es decir, la hora de tomar conciencia que han pasado los años casi sin darnos cuenta, entre la lucha diaria del pan de cada día (o de la torta), de la preocupación por el ascenso en el trabajo, de la tarea de criar y educar a los hijos, de la adquisición de bienes de consumo... y de tantas cosas más. Ha llegado la hora en que el futuro no lo ves a tan largo plazo, no sabes si por problemas de que ya no tienes tan buena vista o porque te das cuenta que ya pasó más de la mitad de tu vida. 
   No acostumbro a hablar con personas desconocidas, menos cuando tendrás sólo unos minutos compartidos debido a la mera casualidad. Sin embargo, cuando en alguna ocasión sucede, el diálogo intercambiado no resulta inocuo: es como si la realidad se te quisiera imponer a la fuerza, para que no la olvides, para que no te adormezcas, para que recuerdes que el reloj sigue inexorable su avance, por lo que es necesario y perentorio que estés consciente de lo que haces,  que valores el día a día y que no dejes pasar la oportunidad de marcar la diferencia en la vida cotidiana de alguien (o viceversa),  aunque sea por unos minutos. 
    Llegados a mi destino, cada cual volvió a su quehacer inmediato, no sin antes desearse un buen resto del día. 
    Caminé las dos cuadras que me separaban de palacio, subí a mi torre a duras penas con mi carga a cuestas y llegué dispuesta a preparar un rico almuerzo, distinto por ser domingo, diferente por la tranquilidad de contar con todo el tiempo que yo quiero disponer para mí, sin sentimientos de culpa ni de arrepentimiento. Era el momento de vivir la vida, hic e nunc. 
   

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