miércoles, 24 de junio de 2015

Las mentiras de la vida cotidiana...

     Mientras llegaba su turno de atención,  sentada en el Hall de espera del Banco Santander, escuchó hablar por teléfono a un hombre (cliente como ella). Estaba a su lado, por tanto, no pudo evitar escucharle.  En la primera ocasión se sorprendió cuando le decía a su interlocutor que estaba "en el médico". Pensó "¡Guau, qué manera de mentir! El muy fresco salió de su trabajo con la excusa del médico y estaba allí, a mi lado (todo mío, al alcance de mi mano, jajaja). Aunque,  pensándolo mejor, se dijo, tal vez era verdad que había ido al médico, pero ... ¿para qué mentir si luego de la  atención recibida por el facultativo, había aprovechado de pasar al Banco? En más de una ocasión, uno ha hecho algo similar, y así obtiene un beneficio extra de alguna salida de su trabajo, es decir,  "mata varios pájaros de un tiro". ¡Jummm! 

    Había recomenzado su escritura cuando "su" vecino inicia una  segunda llamada celulítica y vuelve a decir que está en la consulta médica. En ese momento a doña le asaltó una duda existencial. Miró para todos lados, cerró los ojos y comenzó a abrirlos l e n t a m e n t e . Pensó:  "capaz que cuando abra los eyes me encuentre esperando que un "matasanos" me ausculte y no me había dado cuenta, creyendo que estaba en el Hall de espera del Banco". 
    Aquello le recordó un interesante relato del escritor Julio Cortázar, "La noche boca arriba", en que un motociclista, luego de sufrir un accidente y ser llevado a un centro de salud para ser atendido, se encuentra con la triste sorpresa que no son médicos los que lo conducen a un quirófano, sino aztecas que lo llevan a una piedra de sacrificio. 
   Sin embargo, a ella no le sucedió aquello, estaba en el lugar a donde sus patitas la habían llevado: en el Banco. El problema de ubicación no era de ella, sino de su vecino, que creía estar esperando su turno para que lo atienda un médico (jajaja). El era el motociclista desubicado, jajaja. 
   Esta pequeña situación de la vida ciudadana, le llevó a preguntarse las veces que uno hace uso de la mentira. Algunos dirán que en ocasiones es necesario mentir  (una mentira piadosa, por ejemplo), sin embargo,  una mentira, piadosa o impía, es mentira "aquí y en la quebrada del ají". El hecho que con el engaño se evite una posible enfermedad, un dolor excesivo o algo parecido,  no exime de culpa al mentiroso/a; esta acción sigue siendo  atentatoria contra la honestidad. La única diferencia que tiene con la otra es que existe un atenuante. 
   Cuando las mentiras son absolutamente "innecesarias", es decir, cuando carecen de relevancia para el que la utiliza como para el que la recibe (tal como, al parecer, sucedió en el Banco) e igualmente se hace uso de ellas, es realmente preocupante.  Lo mismo sucede cuando alguien falsea la verdad, aún consciente de que "más temprano que tarde" se descubrirá, como sucede a diario con situaciones mostradas en los noticieros televisivos. De pronto pareciera que tuviéramos una especie de "compulsión" a mentir. Al inicio de los hechos se dice y asegura una cosa; pasadas unas horas o días, cuando la verdad ha salido a la luz por otras vías, se dice la "verdad", pero casi siempre es una verdad a medias (de la mano con la justificación o disminuyendo el grado, la cantidad o el calificativo de lo sucedido).
 Por ello se suele hablar de "irregularidades", "faltas administrativas" o "errores" en lugar de delitos; de dos copas en lugar de más en toda una tarde de casino y con un resultado de alcotest de 1,2 g/l de alcohol por litro de sangre; de colusión  para cobrarle más a los clientes que requerían medicamentos,  pero  "sin mala intención" probada.
     Ejemplos como éstos hay cientos, formando ya parte del paisaje de nuestra angosta faja de tierra.
     La carga negativa de la mentira ha perdido peso. En la actualidad ya no parece tan grave mentir, se justifica, se disculpa, se aminora su efecto, se relativiza, se compara con otros, reconociéndose, en ocasiones, pero sólo en parte. Y cuando sucede esto último, se hace alarde de aquello como si hubiera sido toda una proeza. 
     La verdad es que en la actualidad, la relativización de los valores, de las conductas, de las actitudes, de las acciones es un hecho comprobado.  Pareciera ser que según desde la perspectiva que se mire y analice lo anterior (valores, conductas, actitudes, etc.) es la visión que se tiene. Está tan generalizada esta situación, que al smog tradicional se ha agregado otro tipo de smog, que cubre nuestras ciudades en la actividad cotidiana la desconfianza. Y para disminuir, eliminar, aminorar los efectos de  esta capa de material no particulado, formado de recelo, cautela y aprensión, no bastará con aplicar medidas de algún Ministerio, sino un cambio radical, que parta por los máximos dirigentes y representantes de nuestra sociedad, en todos los ámbitos, y, también....por cada uno de nosotros, al interior de nuestro hogar y en el círculo familiar, amical y laboral. 
    Los cambios que se inician al interior de cada persona son los que tienen sustento, son los que contienen la cuota de esperanza que necesitamos. Cada uno de nosotros (excepto, posiblemente, los Hombres y Mujeres llamados Santos) carga una mochila, más o menos pesada, de mentiras y engaños, tal vez muchos realmente inocuos e innecesarios, otras derechamente relevantes, que ocultan acciones deleznables. 
   Cada cual es dueño de su verdad ....y de sus mentiras. Cada cual ha adoptado -o adoptará- una posición al respecto, decidiendo continuar en el mismo camino o hacer un punto de inflexión.


- ¿Qué has decidido tú, amiga mía? 
- Hace un tiempo, evitar cualquier acto que entrañe una mentira o engaño...
- ¿Serás capaz?
- No es fácil y me imagino que no va a seguir siéndolo, pero trataré... Quiero aclarar, eso sí, que no pretendo pontificar acerca de la honestidad, pues no estoy en condiciones de lanzar, de ninguna manera, la primera piedra. Incluso podría ser yo la lapidada... si hubiera existido en otra época. 
- ¡Humm! ... Cada época tiene sus bemoles y sus aciertos, sus maravillas y sus horrores...
- ¡No me cabe duda! ¡Pensando en esto, precisamente, no puedo dejar de mencionar una muestra de consecuencia que me pareció extraordinaria: la respuesta de la Fundación Emilia ante la donación de Vidal! 
- ¡Estoy absolutamente de acuerdo! ¡Me pareció fantástica y una merecida  bofetada para ...quien se lo merezca!


    Al final, lo importante es guardar las proporciones. No sólo la gente famosa miente, también lo hacemos los Nn, y los engaños de ambos, se conozcan o no, son acciones deshonestas. No cabe otro calificativo. 
   Así no más es : en el ámbito de los valores, Querido Einstein, no tienes cabida. ¡I'm sorry!

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