viernes, 26 de junio de 2015

Crónica de una ruptura anunciada....

      Siendo algo más de las 15 horas, me siento en la sala de recepción del dentista, en espera del llamado para ser atendida. Por criticar al Sr. que se sentó a mi lado en el Banco hace unos días, seguro, hoy estoy en turno de urgencia para que me atienda el Doc (jajaja). Trato de escribir, mientras espero, pero el sueño me vence. De pronto, abro los ojos asustada, no sé cuánto me habré quedado dormida, pero me da mucha lata no poder despercudirme de este marasmo que me aplasta. Recién almorcé a la carrera, tratando de comer por un lado no habitual por el accidente dental que me sucedió, por lo que el almuerzo, en estos momentos, está haciendo su trabajo en mi preciado organismo. 
   ¿Por qué estoy aquí, se preguntarán ustedes, esperando una atención de urgencia? 

   Retrocedo en el tiempo, para relatar el origen de mi desgracia (todo lo que tenga que ver con dientes para mí es desgraciado, jajaja). Me lo he pasado la vida en salas de espera de estos especialistas, les he tenido que entregar una buena parte de mi sueldo y ahora, capaz que deba traspasar a su cuenta corriente todo mi premio de excelencia. ¡No digo yo! ¡Nadie sabe para quién trabaja!, como dicen por allí. Es que soy profe no más y ser dentista es más top. Uff, me salió el resentimiento. Pero no os preocupéis;  es en onda bromita. 

    Todo comenzó anteayer a mediodía, sólo que no supe interpretar los signos y señales. Sacando sal del pocillo acostumbrado, pasé a rozar otro pocillo, comprado no hace mucho tiempo, y éste cayó al piso partiéndose en tres pedazos. Podría haber buscado la gotita y haberlo pegado, pero, por un tema de dignidad principesca, no lo hice, echando los trozos al basurero y olvidándome de accidente aquel. A pesar de lo relevante que fue el hecho de quebrarse en tres partes, no capté el mensaje, no supe leer entre líneas (o entre trozos, jajaja, al estilo de los personajes de García Máquez)
   Ayer en la tarde, antes de ir a hacer clases al grupo vespertino, saqué un display con carne del freezer para que se descongelara. Mi  idea era  preparar una carne a la sartén (no era tan grande el trozo como para instalar la parrilla) cuando regresara de mi trabajo, a las 20,30 horas, y realizar una once-cena especial mientras disfrutaba  -o sufría- viendo el partido de nuestra selección. 
 
     De regreso a palacio,  rápidamente puse manos a la obra, pero primero era lo primero: había que encender el TV pues el  partido estaba por comenzar. Una vez en modo fútbol, me dispuse a
cocinar. Puse a sellar la carne, le agregué la sal de mar y los aliños y mientras ésta se cocinaba, preparé una pequeña ensalada de choclo, la cual le vendría súper bien  a la carne. Y justo, veo un paquete de aceitunas que había comprado hacía un par de semanas. ¡Eureka! Voy a adornar la ensalada con ellas. Dicho y hecho, ensalada ornamentada con aceitunas verdes. Cena preparada, unos restos de vino tinto (diablos, deberé bajar a la cava uno de estos días, jajaja) y a empezar a cenar. Mirando el partido, a ratos,  casi ni sabía lo que me echaba a la boca, hasta que...¡ayyy! Había mordido con toda la fuerza posible el cuesco de una aceituna en lugar de la pulpa y un premolar sonó junto con el cuesco. ¡Diablos! ¡No puede ser! ¡Pobrecitos mis dientecitos de leche!
    No pude seguir comiendo con ese lado de la boca. Me dolía mucho y, además, no era aconsejable seguir forzándolo, pues no tenía la seguridad de lo que había pasado. De lo que sí estaba segura es que, hubiera sido cual fuera el daño, ya se había producido, por lo tanto no tenía ya objeto amargarme. Recién la semana pasada me había acordado de mi dentista y había estado sacando la cuenta de hacía cuánto tiempo que no lo visitaba. Mejor ni me hubiera acordado. Allí había otro signo de lo que iba a ocurrir (tampoco lo supe interpretar; mis artes adivinatorias están medio adormecidas). 
   Terminé mi rica cena con más cuidado que al comenzarla y aunque el incidente personal era preocupante, el triunfo de la Selección de Fútbol aminoró el efecto negativo. Posteriormente, revisé mi dientecito y me di cuenta que lo tenía completamente suelto. Eso significaba una visita urgente al "dostor".
   Día siguiente: lavado de dientes con el máximo cuidado. Toda la mañana en clases, con el temor de que me suceda lo que a Raphael, "er niño" (seguramente lo recuerdan).  Por tanto, mientras dictaba mi cátedra, que incluía lectura de algún discurso, temía que saltara mi dientecito por cualquier lado y luego debiera andar, a gatas,  por entre las sillas buscándolo ...o llamándolo (jajaja). 

  Apenas salí del trabajo, 13 horas, me dirigí al Doc, esperando que me atendiera. Él, siempre dispuesto, casi como un boyscout, me recibió casi inmediatamente y me envió a sacarme una radiografía. Concurrí a esa tarea, esperé la entrega y me dirigí a palacio. Almorzaría con cuidado y luego concurriría a la consulta dental, para que me den el veredicto. 
   Mientras preparaba mi almuerzo tuve el tercer augurio de lo que me esperaba: al intentar darle el toque final a mi rico postre de kiwi con naranja, se me soltó de las manos para llegar al piso de cerámica de la cocina, el paquete -¡abiertoooo!- de casi 200 gramos de semilla de linaza....¿Por qué, por qué, por qué me tiene que suceder  esto a mí?, me dije.    El piso quedó sembrado de semillas, que, seguro,  no fructificarían. En la bolsa logré mantener unos 20 gramos. ¡Grrrrr! 
    ¡No cabía duda! ¡Ésa era la tercera señal de lo que vendría! 
       Debido a que se acercaba la hora en que debía asistir al encuentro, engullí mi comida y, dejando a medias el postre (no podía degustarlo bien), bajé de mi torre hasta la consulta (a unos cuantos metros, pero debiendo dar la vuelta al castillo; si hubiera tenido un paracaídas, podría haberme lanzado desde  el pasillo del quinto piso y haber aterrizado justo  en la entrada de la consulta. ¡En fin, no tenía un paracaídas...!)
  Y bien..., aquí me tienen, esperando el veredicto, cual condenado a muerte. Con tres augurios nefastos, ya me imagino la sentencia. Analizando la situación, de pe a pa, creo ya saber quién es el culpable de todo...

- ¿¡¡¡Quiénnnn!!!?
- ¡La Roja de todos!
- ¡Jajaja! ¡No seas ridícula! 
- ¡Claro ...que ...sí! ¿O no? ¡Oye! Tal vez tengas razón...
- ¿¡En qué!? ¿En lo de "ridícula"?, jajaja.
- ¡No te aproveches, tampoco! ¡No, en que tal vez no sea la "Roja"!
- ¿Por qué?...a ver... Explícame tu "brillante" teoría.
- Creo que es la ANFP, con Jadue a la cabeza.
- ¡¡¡¡Why!!!!
- ¡Claro! ¿Quiénes estuvieron a cargo de conseguir que esta versión de la Copa América se realizara en nuestro país?
- ¡Precisamente ellos! ¿Y eso qué tiene que ver?
- ¡Pues todo calza! Si no hubieran conseguido la Copa América para Chile, yo no me habría entusiasmado tanto, como para ver cada partido. Y, ¡precisamente!, viendo ese partido me sucedió lo narrado. En consecuencia,...
- ¡La ANFP es culpable! Jajaja.
......
    Hoy de nuevo estoy aquí, esperando ser atendida. Una parte de mí desapareció ayer, a pesar de no quererlo. Apenas el Doc movió mi preciado premolar, éste se rindió a él. Fue un duro golpe, que debí asumir como una buena luchadora. Pero casi quedo K.N. cuando el Doc me citó para hoy, sin ponerme nada en reemplazo del ausente. 
- Oiga, doc. ¿No me puede poner "algo"? ¡Tengo clases!
- Imposible, Principessa. Lo que haré es tomar la impresión para el "provisorio" y recetarle antibióticos. ¡Debemos esperar a mañana! Pero no se preocupe, no se nota la ausencia. 
- ¡Nooooo, esto no me puede estar pasando a mí! ¿Y ahora qué hago? 
   
   No les voy a contar cómo solucioné el problema, porque parece que hoy voy a tener que hacer lo mismo. Si vuelve a dar resultado, patentaré el "invento" (jajaja) y así puedo obtener unos morlacos para pagarle al "dostor".
    C'est la viè...nada es eterno, ni siquiera los dientes, a pesar de lo duros que son...   


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