jueves, 11 de junio de 2015

La alegría del Sembrador...

     Contribuir a una  vida, participar desde el comienzo en la creación de un ser  es casi transformarse en  un "pequeño dios", como dijo nuestro Vicente Huidobro, refiriéndose a la tarea de la creación literaria (¡bravo, soy una diosa! ¡Lo sabía, lo sabía!). 
   Hablando literalmente, comenzar desde la acción de preparar la tierra, abonarla, buscar la semilla para luego depositarla en los surcos abiertos con tal propósito es casi una ceremonia sagrada (¿o estaré "poniéndole" mucho?, jajaja). Para quienes lo han vivido y lo siguen viviendo conscientes de lo que hacen, no deja de ser una actividad gratificante... y múltiple, pues la tarea no termina allí. Al contrario,  recién se inicia. 

    Luego viene el cuidado, el riego, el revisar cada mañana y cada tarde la superficie, para  ver si la semilla ha fructificado, si acaso ya viene asomándose la vida por entre los gránulos de tierra;  es toda una entretención y una vocación. Pasan los días entre la duda y la preocupación y, de pronto, "¡eureka!",  llega la alegría (¿"la alegría ya viene"?; na' que ver), esa especie de estupefacción y asombro  ante lo que creíamos aún imposible: hemos creado vida, hemos logrado que las semillas se transformen en una nueva planta o flor, según sea el caso.
   Por tanto, ha llegado el momento de participar en la siguiente etapa: acompañar y ayudar en el crecimiento, que será el período, sin duda, más largo,  frente al  que no podemos renunciar ni actuar con  irresponsabilidad.
    Y henos aquí, es absolutamente válido traer a colación a Saint-Exupèry con El Principito, quien nos habla de la responsabilidad de los sembradores de distinto tipo:


   "-El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.[...] Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa..."


 ¡Cuánta verdad! Somos responsables de lo que sembramos: del cilantro, del perejil, de las acelgas y de los morrones; de los cariños y los desamores; de las brisas y de las tempestades. Nos corresponde hacernos cargo de aquello, ya sea  para lo grato o lo ingrato. Pero,  no basta con sólo echar la simiente;  nos corresponde, r e s p o n s a b l e m e n t e,  seguir y apoyar el proceso completo hasta ver los frutos. Si a pesar de los cuidados, el fruto no fue el mejor, habrá factores independientes, fuera de nuestro alcance, que no pudimos controlar y de los cuales no podemos rendir cuenta. Pero los que dependían de nosotros, de ésos sí debemos responder, aquí y en "la quebrada del ají" (o ante nuestra conciencia).
     Mi raigambre campesina se ha manifestado. Nací, crecí y estudié mis primeros años en dos localidades semi-rurales: Puerto Nuevo y Pichirropulli, ambas pertenecientes a la provincia de Valdivia. Luego, ya adulta, vivimos unos ocho años en una localidad llamada Malalhue, de la misma provincia, pero hacia la cordillera; allí sufrimos y aprendimos a fortalecernos, cerca de la tierra.  Por tanto, el significado de "sembrar" ha sido una práctica que no sólo la he desarrollado en el ámbito figurado y simbólico (gracias a mi profesión), sino también en su estricto y literal sentido.
   
  La siembra de esta temporada al parecer  será mejor, tanto en el fundo (terraza, jajaja) como en el trabajo. Indudablemente la experiencia ayuda. He aprendido a sembrar mejor, aunque las acelgas no son una especie de muy  digna de mencionar, pero tampoco se pueden obviar porque no hayan tenido el resultado esperado. Están creciendo muy flacas: no sé si la tierra está con pocas vitaminas, hubo parte de la etapa que no realicé bien o es la genealogía de los padres de estas acelgas la que presenta fallas. La cuestión es que salieron debiluchas y enclenques, sosteniéndose apenas en sus tallos. He tratado de enderezarlas haciéndoles un túmulo de tierra, pero se vuelven a doblar como si no tuvieran columna. 
Sin embargo, el cilantro y el perejil, están creciendo pujantes y creo que si sigo así, hasta podré ir a la Feria a comerciar esta verdura (jajaja).   

    En el ámbito de la profesiones, los profesores somos sembradores por excelencia, aunque no todos (como en todas las profesiones) alcanzamos ese nivel. No es fácil, la experiencia, sin duda, va ayudando, al igual que en la agricultura. "La práctica hace al Maestro" -dicen-  y cuánto de verdad hay en ello. 
     La universidad no te hace el profesional que se espera que seas. Te prepara en lo teórico, dándote algunas luces en relación a tu profesión, pero aún estás lejos de responder a las expectativas. Es la praxis quien te pule, te perfecciona y  te  transforma en un verdadero maestro, si es que logras captar la esencia de lo que aquello significa. Y sólo cuando, en virtud del ejercicio de tu profesión te haces cargo de los niños, adolescentes y jóvenes que han "puesto en tus manos",  tomas conciencia de la enorme responsabilidad asignada y aceptada: debes nada más ni nada menos que transformarte en guía y apoyo de ese ser en formación, y aunque es una tarea compartida con la familia, ésta muchas veces incumple su parte, debiendo  tus actos u omisiones (el ensayo y el error parecen ser parte de lo mismo, al inicio) marcar la diferencia entre el éxito o el fracaso, pasando por la estación intermedia de la mediocridad de cada niño, adolescente o joven que sólo instruyes o educas realmente. 
      Es el momento en que empiezas a poner en práctica lo aprendido, que no siempre se ajusta a ese público objetivo, siempre cambiante, según nivel y/o promoción. Indudablemente, hay generalidades que comparten, pero la clase que te resultó fantástica en un curso, puede no tener el mismo efecto en otro, lo que podría explicarse, tal vez,  por la confluencia de los astros, la suma de sus años de vida o, quizás, algún efecto del calentamiento global (jajaja). Lo lógico es que la experiencia te transforme en experto/a en tu área (la experiencia ...y el estudio, pues no puedes dejar de hacerlo durante casi toda tu vida útil)  y las actitudes dibutativas frente a un contenido o una estrategia, tengan cada vez menor frecuencia. ¡Qué importante es aquello! Que los alumnos vean a su profesor/a seguro/a de lo que dice, de lo que enseña y responde, aunque alguna consulta o inquietud no haya sido preparada. Una de las "gracias" de ser docente está en ello,  precisamente: en lo nuevo, en lo diferente, en que aunque tal vez el contenido sea el mismo, los participantes son distintos y la dinámica que se produce entre ellos y el profesor/a tiene cada vez sus propias características. Siempre hay algo imprevisto, no es un laboratorio,  no es un experimento, no todo está controlado y no falta la ocasión en  que debes improvisar una respuesta, una solución, un cambio, una modificación, etc. y allí se pone a prueba tu magisterio y tu inteligencia. 
   Por último, a pesar de todo el recorrido docente y del sinnúmero de estrategias aprendidas e inventadas en el transcurso de los años (más sabe el profe por viejo..., jajaja), está el tema de la empatía: esa conexión inexplicable que suele darse con muchos grupos o con algunos alumnos de varios grupos, que te hacen pensar que tu cansancio, al final del día, valió la pena, que fue divertida la clase, cuando cada día te "ganas" un alumno más y  cada despedida personal ("chao, profe", "que esté bien, profe", "nos vemos profe", "gracias, profe", "estoy mejorando, profe"), acompañada de una sonrisa o un beso en la mejilla, es la manera más valiosa que tienen de retribuir el esfuerzo y la entrega. 
    No obstante, hay grupos  con los que no logras ese fiato y ellos son precisamente tu mayor desafío.   En más de una ocasión lo hemos comentado este año con una colega. Me ha dicho ella: "¡No me gusta ese grupo! Le digo las mismas "tallas" y mientras los chicos de  otros grupos rieron,  éstos no se ríen ni por si acaso". Y así no más es. Cada grupo humano tiene su rasgo distintivo y pone a prueba tus capacidades, las que deberás poner en juego según se requiera, si quieres que el camino y la meta te satisfagan el espíritu y te alimenten el alma. 

 - ¡Muy cierto! No todas las semillas son iguales, ni las condiciones del terreno como tampoco  el clima. Así que, cual Mago consumado, pon en juego tus mejores habilidades para que el fruto sea lo más dulce y jugoso posible. Xd.
   

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