martes, 23 de junio de 2015

Cuando sólo te queda un fósforo...una moneda .... o una bala...

-Jajaja, no os preocupéis....No hay revólver ni pistola...

    Realmente una situación extrema fue la que vivió doña Principessa la mañana del último sábado. Después de haber gastado el penúltimo fósforo en encender el cálefont, al llegar a las habitaciones del piso inferior, se vio enfrentada a la siguiente disyuntiva: o prendía el gas de la cocina (para hervir el agua de su desayuno) o encendía la estufa calefaccionadora (para temperar el palacio durante esa helada mañana).  
- "¿Cuál de las dos cosas hago? ¿Qué es más importante? ¿Lo echo a la suerte o al cachupín?"
    En ese momento no se le ocurrió pensar en que tenía la posibilidad del hervidor de agua o, el último caso, el microondas...para proveerse del agua de su desayuno... Es que ver sólo  una "cerilla" (como dicen los españoles) para dos tareas  le dejó turulata. Si hubiera estado MacGyver a su lado, habría solucionado su problema sin siquiera pestañear, pero... no estaba (¡¡uyy, se me cayó el carné!!). Así que, con su común inteligencia no más, disminuida por la impresión, además de  otras  variables dependientes (verbigracia, edad, tamaño, jajaja) y algunas independientes (como la hora y el contexto), debió buscar una solución satisfactoria a tremenda problemática.   Rápidamente llegó a la conclusión que necesitaba ambas cosas: sin café era imposible sobrevivir en una gélida mañana como aquélla y, sin calefacción,....tampoco. Por tanto, era necesario buscar la forma de asegurarse ambas cosas.
   Para poner en práctica su decisión, primero hizo un examen ocular del escenario: entre ambos aparatos (los dos fijos) había una distancia de tres metros aproximadamente. ¿Qué es lo que se proponía hacer? Había decidido encender primero el plato de la cocina a gas y, acto seguido, caminar con el fósforo en llamas (casi como Katniss Everdeen, jajaja) los tres metros hasta llegar al calefactor y encenderlo también. La misión parecía fácil, pero debía tener cuidado con la velocidad vs.viento, que a mitad de camino podía apagarle el fósforo. También debía visualizar muy bien  el trayecto a seguir, pues al ser un pasillo estrecho el que debía recorrer, existía el riesgo de chocar con las paredes y fracasar en su intento. En último término, tendría que velar por sus deditos, para que la llama no avance demasiado rápido y se los "achurrasque". ¡Interesante desafío tenía! 
   Con el entusiasmo de siempre, puso manos a la obra. Inspiró y expiró...y se dispuso a la gran misión. 1...2...¡3!....¡Fósforo frotando y encendiendo.....cocina prendida... caminata cuidadosa...¡calefactor funcionandoooo! ...¡Bravo! ¡Digno de Ripley!

- ¡Ja!...¡Tamaña proeza!
- ¡No estuviste en la situación, así que no tienes derecho a opinar!
- ¡Hummm! ¡Tan democrática como siempre! 
- ¡Soy democrática! ...Algunas veces...bueno, no tantas en realidad, jajaja.
- Lo sé, por eso lo digo....Oye, cambiando de tema, ¿es primera vez que te sucede algo así? 
- ¡Noo! Me ha ocurrido con otros elementos de primera necesidad en varias ocasiones. Lo más habitual es quedarme sin pan. Por suerte tengo a mano galletas craker, pero no es lo mismo.
- Es curioso darse cuenta que  cuando algo de primera necesidad falta,  somos más conscientes de su inexistencia y el pánico cunde...
- ¡Cierto! Guardando las proporciones, lo mismo sucede con las personas...
- ¡Efectivamente!


   ¡Una gran verdad! Mientras nuestra vida transcurre cómoda y rutinaria, sin mayores sobresaltos, salvo lo habitual, nos acostumbramos al mismo paisaje y disminuimos la capacidad de observación y apreciación. Es así como, sólo lo inesperado o imprevisto que surge  en la cotidianeidad, te permite "despertar" de esa especie de vivir letárgico y te hace tomar conciencia de los que están a tu lado, de los que no están, de los que se pueden ir, de lo que tienes, de lo que podría suceder...Te angustias por unas horas o días y...de  nuevo, sin proponértelo, estás de nuevo en el torbellino, dando las mismas vueltas, impelida por la rutina de tu vida diaria...

   Luego de degustar con fruición su desayuno, sentándose cerca del calefactor que esa mañana parecía más grato y calentito, tomó la decisión de salir de compras para proveerse de todo lo faltante en su despensa y que, debido al poco tiempo libre para estos menesteres, no había repuesto. 
   Sus pasos se dirigieron al Súper Líder de Recreo. Allá los precios casi siempre son más económicos que en el Tottus. Decidió irse caminando las 9 cuadras para hacer algo de ejercicio al menos. No olvidaba que tenía unos kilogramos de más que no lograba disminuir.


- ¿Cómo vas a bajar de peso si comes como sabañón?
- Jajaja. Hace tiempo que no escuchaba esa expresión, tan habitual en el lugar donde vivíamos cuando niños. 
- Poco se escucha ahora, pues los sabañones también están en extinción. En la actualidad, hasta existen  guateros para las manos. 
- ¡Cierto! Nuestra vida ha disminuido su rigurosidad de forma impresionante. 
- ...y hemos caído en la molicie...
-¡...y no como como sabañón...!


¡¡¡C' est la viè!!! 
   Una vez que llegó al Súper, sin mirar su lista de necesidades, escrita y guardada en su cartera, procedió a recorrer los pasillos e ir echando productos al carro. Aún no revisaba todo el local y ya tenía el carro en la mitad de su capacidad. Debía detener su compra para su pesar, pues no sería capaz de trasladar todo aquello a palacio. Así que debió cerrar los ojos a los lácteos, verduras y otros congelados,  y prepararse para el regreso. 
   Cuando llegó a casa y fue ordenando sus compras, se sintió feliz. "¡No hay caso!", se dijo, "¡soy una compradora compulsiva!". Pero, para su tranquilidad espiritual, pensó: "Lo importante es que no hago daño a nadie y tengo un límite!".

- ¡Por suerte! ¡Si no hace rato que estaríamos viviendo en situación de calle!
- ¡Upps! ¡Ni se te ocurra repetirlo! 

   Se alegró de algunas adquisiciones, que le recordaron la comida que su madre les preparaba cuando pequeños: sopas Martini, aquélllas que en una bolsa cilíndrica transparente contienen todas las legumbres y aliños, ordenados por capas (justo ahora que están de moda las "capas" en las grandes tiendas del retail, jajaja, na' que ver); dulce de membrillo en trozo (la mermelada de la infancia), garbanzos (legumbre que tenía su ciencia para ser preparada años atrás; ahora no, viene lista para calentar y servir); una morcilla de cerdo (de ésas que tienen harta materia grasa, jajaja, pero que son muy sabrosas; una vez cada tres meses tanto daño no va a hacer, digo yo). 
   Y para innovar, compró por primera vez, cus-cús. Un día de descanso, se dedicará a prepararlo para acompañar una rica carne o pollo.  Además, se acordó de comprar unos artículos de aseo que casi estaban en la misma condición de los fósforos (jugando los descuentos, jaja).  



   Ya con la despensa estabilizada y con los fósforos necesarios para preparar su almuerzo (para encender la cocina a gas, especifico; no es que vaya a "cocinar" fósforos al pil-pil, por ejemplo, jajaja) se dispuso a realizar una de sus actividades favoritas y relajantes: cocinar. 
     ¡Bon apetite! 

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