viernes, 26 de junio de 2015

Si un mono se viste de seda...¿podrá desfilar por una pasarela?

  Anteayer, terminado el partido de Chile, dejé unos momentos sintonizado el TV en el mismo canal, de manera que alcancé a escuchar una entrevista que le hicieron al astro Alexis Sánchez: muy fluido, sincero, autocrítico y.....¡oh!!!!,  me dije, ¿Habré escuchado mal? ¿Diría realmente lo que me pareció escuchar?  Quedé con la duda, pues no estaba totalmente atenta, duda que no pude aclarar porque no iba a esperar que repitieran la entrevista. 
    Ayer, un colega hizo la observación acerca de la "palabrita" usada. Así que me dije, "¡Caramba, Alexis, mostraste la hilacha o la ojota!". Yo había escuchado bien, quien no se había expresado en forma adecuada había sido el jugador. 
    Lo más divertido es que los días anteriores lo habían estado ensalzando porque, según mostraban, se había "pulido" tanto. Sin duda, ha mejorado a como se le recuerda al inicio de su fama, pero, no podemos dejar de reconocer, al ver esta entrevista, que el "mono" parece casi humano pero sigue siendo lo que es (pido disculpas a los monos, jajaja)
   Este ejemplo (como tantos otros) no deja de darle razón al refrán que titula este texto. Recién ayer conversábamos en el trabajo,  precisamente que la fama y el dinero no logra "comprar" la "clase", "el don de gente". Es importante aclarar que esta conclusión no surge de la envidia, sino de los numerosos casos conocidos y de la experiencia (que no era poca entre quienes conversábamos, jaja). En todo caso, es una situación absolutamente lógica: la infancia y adolescencia marca a fuego a una persona y el proceso de formación de la personalidad casi queda acabado al terminar la adolescencia. Por tanto, no son muchos los cambios que se pueden producir en la juventud y adultez, si ya lo principal ha desarrollado su forma. 
   Si bien nuestros genes son decisivos a la hora de decir quiénes somos, la formación inicial de nuestras raíces también son claves;  es decir, tanto nuestro adn como la concreción y evolución de éste durante  nuestros primeros años. Llegada la juventud o adultez, es muy difícil que un ser humano pueda hacer un giro en 180 grados  dejando atrás totalmente la formación (o deformación) y  las experiencias infantiles y adolescentes que contribuyeron a su estupenda, normal o pésima persona. 
   Así nos ha pasado a todos. 
   Podremos cambiar de ambiente, mejorar la calidad de lo que compramos, mudar de ropa y zapatos más seguido, tener más dinero en nuestro bolsillo, tomar Juan Valdez y no Eco (jajaja), pero algo, en determinado momento, nos recordará cuáles fueron nuestros orígenes. Lo ideal sería que cambiemos y mejoremos lo que no es adecuado, pero lo que es bueno, grato y sin lo cual no nos  habríamos superado, hay que rescatarlo y preservarlo. No debiéramos renegar de aquello que contribuyó a lo que somos hoy, salvo que no nos guste ni estemos de acuerdo con la persona que somos. 
   Tampoco debemos olvidar que en la actualidad, el mundo nos exige versatilidad, capacidad de adaptación, ser capaces de funcionar, y muy bien, en distintos escenarios. La formación básica y elemental no basta, necesitamos capacitarnos y estar informados. Necesitamos saber actuar en diversos campos y con variadas personas, con un  resultado airoso. Y hacerlo con cuidado, porque mucha confianza, conduce a errores. La mesura es importante. El pensar lo que se va a decir también, no todo lo que resulta simpático en un ambiente relajado y de amigos, es adecuado en una situación formal. Tampoco, aunque estemos en un ambiente distendido, podemos decir todo lo que pasa por nuestra mente, pues es probable que más de algo de lo que decimos pueda herir a algún contertulio.
   Así las cosas, ¿cuál creen ustedes que es la respuesta a la pregunta inicial? ¿Lograremos superar las limitaciones que a veces nos pone nuestro origen o nuestra primera formación? ¿Deberemos darle la razón a otros refranes, como que "el hábito no hace al monje" o "lo que no  da natura, Salamanca non presta"
    Algunos podrán ....otros, no. Todo depende de la conformación de nuestras neuronas y de lo  arraigados que estén en nosotros valores como el esfuerzo, la perseverancia, la tenacidad. 
- Además de nuestro equilibrio... y de que no suframos acrofobia.
- ¿¡¡Cómo!!?
- Claro pues : no todas las pasarelas son lo suficientemente anchas y suelen estar a cierta altura.
- ¡Pero estamos hablando de nuestros antepasados!
- Entonces, pregúntale a César. Capaz que en el Planeta de los Simios haya más de alguna pasarela, jajaja.
- ¡Jummm! ¡Contigo no se puede hablar! ¡Chaolín, mejor!

Crónica de una ruptura anunciada....

      Siendo algo más de las 15 horas, me siento en la sala de recepción del dentista, en espera del llamado para ser atendida. Por criticar al Sr. que se sentó a mi lado en el Banco hace unos días, seguro, hoy estoy en turno de urgencia para que me atienda el Doc (jajaja). Trato de escribir, mientras espero, pero el sueño me vence. De pronto, abro los ojos asustada, no sé cuánto me habré quedado dormida, pero me da mucha lata no poder despercudirme de este marasmo que me aplasta. Recién almorcé a la carrera, tratando de comer por un lado no habitual por el accidente dental que me sucedió, por lo que el almuerzo, en estos momentos, está haciendo su trabajo en mi preciado organismo. 
   ¿Por qué estoy aquí, se preguntarán ustedes, esperando una atención de urgencia? 

   Retrocedo en el tiempo, para relatar el origen de mi desgracia (todo lo que tenga que ver con dientes para mí es desgraciado, jajaja). Me lo he pasado la vida en salas de espera de estos especialistas, les he tenido que entregar una buena parte de mi sueldo y ahora, capaz que deba traspasar a su cuenta corriente todo mi premio de excelencia. ¡No digo yo! ¡Nadie sabe para quién trabaja!, como dicen por allí. Es que soy profe no más y ser dentista es más top. Uff, me salió el resentimiento. Pero no os preocupéis;  es en onda bromita. 

    Todo comenzó anteayer a mediodía, sólo que no supe interpretar los signos y señales. Sacando sal del pocillo acostumbrado, pasé a rozar otro pocillo, comprado no hace mucho tiempo, y éste cayó al piso partiéndose en tres pedazos. Podría haber buscado la gotita y haberlo pegado, pero, por un tema de dignidad principesca, no lo hice, echando los trozos al basurero y olvidándome de accidente aquel. A pesar de lo relevante que fue el hecho de quebrarse en tres partes, no capté el mensaje, no supe leer entre líneas (o entre trozos, jajaja, al estilo de los personajes de García Máquez)
   Ayer en la tarde, antes de ir a hacer clases al grupo vespertino, saqué un display con carne del freezer para que se descongelara. Mi  idea era  preparar una carne a la sartén (no era tan grande el trozo como para instalar la parrilla) cuando regresara de mi trabajo, a las 20,30 horas, y realizar una once-cena especial mientras disfrutaba  -o sufría- viendo el partido de nuestra selección. 
 
     De regreso a palacio,  rápidamente puse manos a la obra, pero primero era lo primero: había que encender el TV pues el  partido estaba por comenzar. Una vez en modo fútbol, me dispuse a
cocinar. Puse a sellar la carne, le agregué la sal de mar y los aliños y mientras ésta se cocinaba, preparé una pequeña ensalada de choclo, la cual le vendría súper bien  a la carne. Y justo, veo un paquete de aceitunas que había comprado hacía un par de semanas. ¡Eureka! Voy a adornar la ensalada con ellas. Dicho y hecho, ensalada ornamentada con aceitunas verdes. Cena preparada, unos restos de vino tinto (diablos, deberé bajar a la cava uno de estos días, jajaja) y a empezar a cenar. Mirando el partido, a ratos,  casi ni sabía lo que me echaba a la boca, hasta que...¡ayyy! Había mordido con toda la fuerza posible el cuesco de una aceituna en lugar de la pulpa y un premolar sonó junto con el cuesco. ¡Diablos! ¡No puede ser! ¡Pobrecitos mis dientecitos de leche!
    No pude seguir comiendo con ese lado de la boca. Me dolía mucho y, además, no era aconsejable seguir forzándolo, pues no tenía la seguridad de lo que había pasado. De lo que sí estaba segura es que, hubiera sido cual fuera el daño, ya se había producido, por lo tanto no tenía ya objeto amargarme. Recién la semana pasada me había acordado de mi dentista y había estado sacando la cuenta de hacía cuánto tiempo que no lo visitaba. Mejor ni me hubiera acordado. Allí había otro signo de lo que iba a ocurrir (tampoco lo supe interpretar; mis artes adivinatorias están medio adormecidas). 
   Terminé mi rica cena con más cuidado que al comenzarla y aunque el incidente personal era preocupante, el triunfo de la Selección de Fútbol aminoró el efecto negativo. Posteriormente, revisé mi dientecito y me di cuenta que lo tenía completamente suelto. Eso significaba una visita urgente al "dostor".
   Día siguiente: lavado de dientes con el máximo cuidado. Toda la mañana en clases, con el temor de que me suceda lo que a Raphael, "er niño" (seguramente lo recuerdan).  Por tanto, mientras dictaba mi cátedra, que incluía lectura de algún discurso, temía que saltara mi dientecito por cualquier lado y luego debiera andar, a gatas,  por entre las sillas buscándolo ...o llamándolo (jajaja). 

  Apenas salí del trabajo, 13 horas, me dirigí al Doc, esperando que me atendiera. Él, siempre dispuesto, casi como un boyscout, me recibió casi inmediatamente y me envió a sacarme una radiografía. Concurrí a esa tarea, esperé la entrega y me dirigí a palacio. Almorzaría con cuidado y luego concurriría a la consulta dental, para que me den el veredicto. 
   Mientras preparaba mi almuerzo tuve el tercer augurio de lo que me esperaba: al intentar darle el toque final a mi rico postre de kiwi con naranja, se me soltó de las manos para llegar al piso de cerámica de la cocina, el paquete -¡abiertoooo!- de casi 200 gramos de semilla de linaza....¿Por qué, por qué, por qué me tiene que suceder  esto a mí?, me dije.    El piso quedó sembrado de semillas, que, seguro,  no fructificarían. En la bolsa logré mantener unos 20 gramos. ¡Grrrrr! 
    ¡No cabía duda! ¡Ésa era la tercera señal de lo que vendría! 
       Debido a que se acercaba la hora en que debía asistir al encuentro, engullí mi comida y, dejando a medias el postre (no podía degustarlo bien), bajé de mi torre hasta la consulta (a unos cuantos metros, pero debiendo dar la vuelta al castillo; si hubiera tenido un paracaídas, podría haberme lanzado desde  el pasillo del quinto piso y haber aterrizado justo  en la entrada de la consulta. ¡En fin, no tenía un paracaídas...!)
  Y bien..., aquí me tienen, esperando el veredicto, cual condenado a muerte. Con tres augurios nefastos, ya me imagino la sentencia. Analizando la situación, de pe a pa, creo ya saber quién es el culpable de todo...

- ¿¡¡¡Quiénnnn!!!?
- ¡La Roja de todos!
- ¡Jajaja! ¡No seas ridícula! 
- ¡Claro ...que ...sí! ¿O no? ¡Oye! Tal vez tengas razón...
- ¿¡En qué!? ¿En lo de "ridícula"?, jajaja.
- ¡No te aproveches, tampoco! ¡No, en que tal vez no sea la "Roja"!
- ¿Por qué?...a ver... Explícame tu "brillante" teoría.
- Creo que es la ANFP, con Jadue a la cabeza.
- ¡¡¡¡Why!!!!
- ¡Claro! ¿Quiénes estuvieron a cargo de conseguir que esta versión de la Copa América se realizara en nuestro país?
- ¡Precisamente ellos! ¿Y eso qué tiene que ver?
- ¡Pues todo calza! Si no hubieran conseguido la Copa América para Chile, yo no me habría entusiasmado tanto, como para ver cada partido. Y, ¡precisamente!, viendo ese partido me sucedió lo narrado. En consecuencia,...
- ¡La ANFP es culpable! Jajaja.
......
    Hoy de nuevo estoy aquí, esperando ser atendida. Una parte de mí desapareció ayer, a pesar de no quererlo. Apenas el Doc movió mi preciado premolar, éste se rindió a él. Fue un duro golpe, que debí asumir como una buena luchadora. Pero casi quedo K.N. cuando el Doc me citó para hoy, sin ponerme nada en reemplazo del ausente. 
- Oiga, doc. ¿No me puede poner "algo"? ¡Tengo clases!
- Imposible, Principessa. Lo que haré es tomar la impresión para el "provisorio" y recetarle antibióticos. ¡Debemos esperar a mañana! Pero no se preocupe, no se nota la ausencia. 
- ¡Nooooo, esto no me puede estar pasando a mí! ¿Y ahora qué hago? 
   
   No les voy a contar cómo solucioné el problema, porque parece que hoy voy a tener que hacer lo mismo. Si vuelve a dar resultado, patentaré el "invento" (jajaja) y así puedo obtener unos morlacos para pagarle al "dostor".
    C'est la viè...nada es eterno, ni siquiera los dientes, a pesar de lo duros que son...   


miércoles, 24 de junio de 2015

Las mentiras de la vida cotidiana...

     Mientras llegaba su turno de atención,  sentada en el Hall de espera del Banco Santander, escuchó hablar por teléfono a un hombre (cliente como ella). Estaba a su lado, por tanto, no pudo evitar escucharle.  En la primera ocasión se sorprendió cuando le decía a su interlocutor que estaba "en el médico". Pensó "¡Guau, qué manera de mentir! El muy fresco salió de su trabajo con la excusa del médico y estaba allí, a mi lado (todo mío, al alcance de mi mano, jajaja). Aunque,  pensándolo mejor, se dijo, tal vez era verdad que había ido al médico, pero ... ¿para qué mentir si luego de la  atención recibida por el facultativo, había aprovechado de pasar al Banco? En más de una ocasión, uno ha hecho algo similar, y así obtiene un beneficio extra de alguna salida de su trabajo, es decir,  "mata varios pájaros de un tiro". ¡Jummm! 

    Había recomenzado su escritura cuando "su" vecino inicia una  segunda llamada celulítica y vuelve a decir que está en la consulta médica. En ese momento a doña le asaltó una duda existencial. Miró para todos lados, cerró los ojos y comenzó a abrirlos l e n t a m e n t e . Pensó:  "capaz que cuando abra los eyes me encuentre esperando que un "matasanos" me ausculte y no me había dado cuenta, creyendo que estaba en el Hall de espera del Banco". 
    Aquello le recordó un interesante relato del escritor Julio Cortázar, "La noche boca arriba", en que un motociclista, luego de sufrir un accidente y ser llevado a un centro de salud para ser atendido, se encuentra con la triste sorpresa que no son médicos los que lo conducen a un quirófano, sino aztecas que lo llevan a una piedra de sacrificio. 
   Sin embargo, a ella no le sucedió aquello, estaba en el lugar a donde sus patitas la habían llevado: en el Banco. El problema de ubicación no era de ella, sino de su vecino, que creía estar esperando su turno para que lo atienda un médico (jajaja). El era el motociclista desubicado, jajaja. 
   Esta pequeña situación de la vida ciudadana, le llevó a preguntarse las veces que uno hace uso de la mentira. Algunos dirán que en ocasiones es necesario mentir  (una mentira piadosa, por ejemplo), sin embargo,  una mentira, piadosa o impía, es mentira "aquí y en la quebrada del ají". El hecho que con el engaño se evite una posible enfermedad, un dolor excesivo o algo parecido,  no exime de culpa al mentiroso/a; esta acción sigue siendo  atentatoria contra la honestidad. La única diferencia que tiene con la otra es que existe un atenuante. 
   Cuando las mentiras son absolutamente "innecesarias", es decir, cuando carecen de relevancia para el que la utiliza como para el que la recibe (tal como, al parecer, sucedió en el Banco) e igualmente se hace uso de ellas, es realmente preocupante.  Lo mismo sucede cuando alguien falsea la verdad, aún consciente de que "más temprano que tarde" se descubrirá, como sucede a diario con situaciones mostradas en los noticieros televisivos. De pronto pareciera que tuviéramos una especie de "compulsión" a mentir. Al inicio de los hechos se dice y asegura una cosa; pasadas unas horas o días, cuando la verdad ha salido a la luz por otras vías, se dice la "verdad", pero casi siempre es una verdad a medias (de la mano con la justificación o disminuyendo el grado, la cantidad o el calificativo de lo sucedido).
 Por ello se suele hablar de "irregularidades", "faltas administrativas" o "errores" en lugar de delitos; de dos copas en lugar de más en toda una tarde de casino y con un resultado de alcotest de 1,2 g/l de alcohol por litro de sangre; de colusión  para cobrarle más a los clientes que requerían medicamentos,  pero  "sin mala intención" probada.
     Ejemplos como éstos hay cientos, formando ya parte del paisaje de nuestra angosta faja de tierra.
     La carga negativa de la mentira ha perdido peso. En la actualidad ya no parece tan grave mentir, se justifica, se disculpa, se aminora su efecto, se relativiza, se compara con otros, reconociéndose, en ocasiones, pero sólo en parte. Y cuando sucede esto último, se hace alarde de aquello como si hubiera sido toda una proeza. 
     La verdad es que en la actualidad, la relativización de los valores, de las conductas, de las actitudes, de las acciones es un hecho comprobado.  Pareciera ser que según desde la perspectiva que se mire y analice lo anterior (valores, conductas, actitudes, etc.) es la visión que se tiene. Está tan generalizada esta situación, que al smog tradicional se ha agregado otro tipo de smog, que cubre nuestras ciudades en la actividad cotidiana la desconfianza. Y para disminuir, eliminar, aminorar los efectos de  esta capa de material no particulado, formado de recelo, cautela y aprensión, no bastará con aplicar medidas de algún Ministerio, sino un cambio radical, que parta por los máximos dirigentes y representantes de nuestra sociedad, en todos los ámbitos, y, también....por cada uno de nosotros, al interior de nuestro hogar y en el círculo familiar, amical y laboral. 
    Los cambios que se inician al interior de cada persona son los que tienen sustento, son los que contienen la cuota de esperanza que necesitamos. Cada uno de nosotros (excepto, posiblemente, los Hombres y Mujeres llamados Santos) carga una mochila, más o menos pesada, de mentiras y engaños, tal vez muchos realmente inocuos e innecesarios, otras derechamente relevantes, que ocultan acciones deleznables. 
   Cada cual es dueño de su verdad ....y de sus mentiras. Cada cual ha adoptado -o adoptará- una posición al respecto, decidiendo continuar en el mismo camino o hacer un punto de inflexión.


- ¿Qué has decidido tú, amiga mía? 
- Hace un tiempo, evitar cualquier acto que entrañe una mentira o engaño...
- ¿Serás capaz?
- No es fácil y me imagino que no va a seguir siéndolo, pero trataré... Quiero aclarar, eso sí, que no pretendo pontificar acerca de la honestidad, pues no estoy en condiciones de lanzar, de ninguna manera, la primera piedra. Incluso podría ser yo la lapidada... si hubiera existido en otra época. 
- ¡Humm! ... Cada época tiene sus bemoles y sus aciertos, sus maravillas y sus horrores...
- ¡No me cabe duda! ¡Pensando en esto, precisamente, no puedo dejar de mencionar una muestra de consecuencia que me pareció extraordinaria: la respuesta de la Fundación Emilia ante la donación de Vidal! 
- ¡Estoy absolutamente de acuerdo! ¡Me pareció fantástica y una merecida  bofetada para ...quien se lo merezca!


    Al final, lo importante es guardar las proporciones. No sólo la gente famosa miente, también lo hacemos los Nn, y los engaños de ambos, se conozcan o no, son acciones deshonestas. No cabe otro calificativo. 
   Así no más es : en el ámbito de los valores, Querido Einstein, no tienes cabida. ¡I'm sorry!

martes, 23 de junio de 2015

Cuando sólo te queda un fósforo...una moneda .... o una bala...

-Jajaja, no os preocupéis....No hay revólver ni pistola...

    Realmente una situación extrema fue la que vivió doña Principessa la mañana del último sábado. Después de haber gastado el penúltimo fósforo en encender el cálefont, al llegar a las habitaciones del piso inferior, se vio enfrentada a la siguiente disyuntiva: o prendía el gas de la cocina (para hervir el agua de su desayuno) o encendía la estufa calefaccionadora (para temperar el palacio durante esa helada mañana).  
- "¿Cuál de las dos cosas hago? ¿Qué es más importante? ¿Lo echo a la suerte o al cachupín?"
    En ese momento no se le ocurrió pensar en que tenía la posibilidad del hervidor de agua o, el último caso, el microondas...para proveerse del agua de su desayuno... Es que ver sólo  una "cerilla" (como dicen los españoles) para dos tareas  le dejó turulata. Si hubiera estado MacGyver a su lado, habría solucionado su problema sin siquiera pestañear, pero... no estaba (¡¡uyy, se me cayó el carné!!). Así que, con su común inteligencia no más, disminuida por la impresión, además de  otras  variables dependientes (verbigracia, edad, tamaño, jajaja) y algunas independientes (como la hora y el contexto), debió buscar una solución satisfactoria a tremenda problemática.   Rápidamente llegó a la conclusión que necesitaba ambas cosas: sin café era imposible sobrevivir en una gélida mañana como aquélla y, sin calefacción,....tampoco. Por tanto, era necesario buscar la forma de asegurarse ambas cosas.
   Para poner en práctica su decisión, primero hizo un examen ocular del escenario: entre ambos aparatos (los dos fijos) había una distancia de tres metros aproximadamente. ¿Qué es lo que se proponía hacer? Había decidido encender primero el plato de la cocina a gas y, acto seguido, caminar con el fósforo en llamas (casi como Katniss Everdeen, jajaja) los tres metros hasta llegar al calefactor y encenderlo también. La misión parecía fácil, pero debía tener cuidado con la velocidad vs.viento, que a mitad de camino podía apagarle el fósforo. También debía visualizar muy bien  el trayecto a seguir, pues al ser un pasillo estrecho el que debía recorrer, existía el riesgo de chocar con las paredes y fracasar en su intento. En último término, tendría que velar por sus deditos, para que la llama no avance demasiado rápido y se los "achurrasque". ¡Interesante desafío tenía! 
   Con el entusiasmo de siempre, puso manos a la obra. Inspiró y expiró...y se dispuso a la gran misión. 1...2...¡3!....¡Fósforo frotando y encendiendo.....cocina prendida... caminata cuidadosa...¡calefactor funcionandoooo! ...¡Bravo! ¡Digno de Ripley!

- ¡Ja!...¡Tamaña proeza!
- ¡No estuviste en la situación, así que no tienes derecho a opinar!
- ¡Hummm! ¡Tan democrática como siempre! 
- ¡Soy democrática! ...Algunas veces...bueno, no tantas en realidad, jajaja.
- Lo sé, por eso lo digo....Oye, cambiando de tema, ¿es primera vez que te sucede algo así? 
- ¡Noo! Me ha ocurrido con otros elementos de primera necesidad en varias ocasiones. Lo más habitual es quedarme sin pan. Por suerte tengo a mano galletas craker, pero no es lo mismo.
- Es curioso darse cuenta que  cuando algo de primera necesidad falta,  somos más conscientes de su inexistencia y el pánico cunde...
- ¡Cierto! Guardando las proporciones, lo mismo sucede con las personas...
- ¡Efectivamente!


   ¡Una gran verdad! Mientras nuestra vida transcurre cómoda y rutinaria, sin mayores sobresaltos, salvo lo habitual, nos acostumbramos al mismo paisaje y disminuimos la capacidad de observación y apreciación. Es así como, sólo lo inesperado o imprevisto que surge  en la cotidianeidad, te permite "despertar" de esa especie de vivir letárgico y te hace tomar conciencia de los que están a tu lado, de los que no están, de los que se pueden ir, de lo que tienes, de lo que podría suceder...Te angustias por unas horas o días y...de  nuevo, sin proponértelo, estás de nuevo en el torbellino, dando las mismas vueltas, impelida por la rutina de tu vida diaria...

   Luego de degustar con fruición su desayuno, sentándose cerca del calefactor que esa mañana parecía más grato y calentito, tomó la decisión de salir de compras para proveerse de todo lo faltante en su despensa y que, debido al poco tiempo libre para estos menesteres, no había repuesto. 
   Sus pasos se dirigieron al Súper Líder de Recreo. Allá los precios casi siempre son más económicos que en el Tottus. Decidió irse caminando las 9 cuadras para hacer algo de ejercicio al menos. No olvidaba que tenía unos kilogramos de más que no lograba disminuir.


- ¿Cómo vas a bajar de peso si comes como sabañón?
- Jajaja. Hace tiempo que no escuchaba esa expresión, tan habitual en el lugar donde vivíamos cuando niños. 
- Poco se escucha ahora, pues los sabañones también están en extinción. En la actualidad, hasta existen  guateros para las manos. 
- ¡Cierto! Nuestra vida ha disminuido su rigurosidad de forma impresionante. 
- ...y hemos caído en la molicie...
-¡...y no como como sabañón...!


¡¡¡C' est la viè!!! 
   Una vez que llegó al Súper, sin mirar su lista de necesidades, escrita y guardada en su cartera, procedió a recorrer los pasillos e ir echando productos al carro. Aún no revisaba todo el local y ya tenía el carro en la mitad de su capacidad. Debía detener su compra para su pesar, pues no sería capaz de trasladar todo aquello a palacio. Así que debió cerrar los ojos a los lácteos, verduras y otros congelados,  y prepararse para el regreso. 
   Cuando llegó a casa y fue ordenando sus compras, se sintió feliz. "¡No hay caso!", se dijo, "¡soy una compradora compulsiva!". Pero, para su tranquilidad espiritual, pensó: "Lo importante es que no hago daño a nadie y tengo un límite!".

- ¡Por suerte! ¡Si no hace rato que estaríamos viviendo en situación de calle!
- ¡Upps! ¡Ni se te ocurra repetirlo! 

   Se alegró de algunas adquisiciones, que le recordaron la comida que su madre les preparaba cuando pequeños: sopas Martini, aquélllas que en una bolsa cilíndrica transparente contienen todas las legumbres y aliños, ordenados por capas (justo ahora que están de moda las "capas" en las grandes tiendas del retail, jajaja, na' que ver); dulce de membrillo en trozo (la mermelada de la infancia), garbanzos (legumbre que tenía su ciencia para ser preparada años atrás; ahora no, viene lista para calentar y servir); una morcilla de cerdo (de ésas que tienen harta materia grasa, jajaja, pero que son muy sabrosas; una vez cada tres meses tanto daño no va a hacer, digo yo). 
   Y para innovar, compró por primera vez, cus-cús. Un día de descanso, se dedicará a prepararlo para acompañar una rica carne o pollo.  Además, se acordó de comprar unos artículos de aseo que casi estaban en la misma condición de los fósforos (jugando los descuentos, jaja).  



   Ya con la despensa estabilizada y con los fósforos necesarios para preparar su almuerzo (para encender la cocina a gas, especifico; no es que vaya a "cocinar" fósforos al pil-pil, por ejemplo, jajaja) se dispuso a realizar una de sus actividades favoritas y relajantes: cocinar. 
     ¡Bon apetite! 

domingo, 21 de junio de 2015

Cicatrices, tatuajes y ....otras hierbas...

     Rascándome la palma de la mano izquierda mientras dirijo la mirada hacia los alumnos que desarrollan en silencio su guía de trabajo, en espera de que alguna mente inquieta por el saber lingüístico requiera de mi persona para aclarar alguna duda, sin proponérmelo, reconozco al tacto una cicatriz de unos 3 centímetros,  existente en la base del dedo pulgar de la mano ... ¿derecha o izquierda? ...¡Derechaaa! ¡Diablos, he tenido problemas de lateralidad toda mi vida; con razón me costó tanto aprender a conducir! (...y dejé de hacerlo, por suerte...para los demás).
  ¿Cuántas cicatrices arrastra (no),  guarda (tampoco), atesora (menos), exhibe (jamás),  aloja (¿o aloha?, jajaja) cada uno de nuestros cuerpos? 

      Cicatrices de diferente tipo, origen, dimensión, ubicación, forma... Cicatrices en el cuerpo, cicatrices en el alma...
   Hubo un tiempo en que las cicatrices eran verdaderos trofeos de guerra, especialmente  en el ámbito varonil: eran evidencias de una vida de lucha, de valentía, de defensa de lo propio y comunitario, eran signos de autoridad, generosidad y entrega. Había, y hay aún, tribus para las cuales siguen siendo significativas.
   Hoy, en nuestro medio, mientras menos cicatrices visibles, mejor. Incluso hay cremas para borrarlas (Cicatricure).  Hemos desarrollado el culto por lo bello y esto, desde nuestra perspectiva, significa tersura, piel sin manchas ni marcas, menos arrugas o líneas de expresión, qué decir de cicatrices que sean una huella indeleble de algún momento que se quiera olvidar y que, para desgracia del afectado/a, se recuerde cada vez que se refleje en el espejo. Seguro que, por ello, la autoestima tendrá un significativo retroceso, absolutamente entendible, con los cánones de belleza de nuestros tiempos. 
   Sin embargo, esto ha ido cambiando. Muchos jóvenes en la actualidad parecen estar en una guerra declarada  con el espejo, realizando uno y otro ataque contra su cuerpo a través de aros, piercings, extensores y otra serie de adminículos instalados en orejas, nariz, pómulos, cejas, labios, lengua, pera, ombligo y otros sitios menos visibles y...más incómodos, me imagino. A ello se agregan, los numerosos y llamativos tatuajes que, en algunos casos, impiden ver la piel original de sus cultores. 
   ¿Es un nuevo canon de belleza o son gritos de individualidad, de la  afirmación del yo, de golpes simbólicos a las posturas tradicionalistas y conservadoras de una sociedad ídem? ¿Son aullidos silentes,  pero visibles, de negación, de disconformidad con el propio yo? ¿O simplemente son el seguimiento de una moda?
   No estoy en contra de que la gente quiera asentar su propia individualidad; tampoco, con el uso de su cuerpo a entera libertad en tanto no perjudique a otros. Pero aún  cuando a mí "no me vaya ni me venga", debo señalar que...


- ¿Qué!!!? ...te estoy leyendo....

- Jajaja, ¡cuándo no!
- ¡Perdón... por la interrupción! ¡Continúa no más, ....te autorizo! Jajaja.
-... estaba diciendo que no me gustan,...más bien me desagradan, me incomodan todos esos adminículos utilizados en el cuerpo y los tatuajes. 
- ¿Eso significa que tú no te harías nunca un tatuaje?
- ¡Noooo! Menos a estas alturas, ...resultaría...¡patética! 
- ¡No dejas de tener razón! ¡Bien patética te verías! Jajaja.
- ¡Uyyy! ¡Estás de Miss Simpatía hoy, parece! 
- ¡No te molestes, si estaba bromeando! ...Oye...
- Dime
- ¿Le habrías aceptado a tu Infanta que se hubiera hecho algún tatuaje? 
- Si ella lo hubiera querido, no habría podido impedírselo. No obstante, sé que no se lo habría hecho,  pues lo conversamos en alguna ocasión y no le gustaban, salvo alguno pequeñito y...escondido bajo la ropa. Ni era partidaria de lucirlos, ni tampoco de andar demasiado descubierta ni con ropa ceñida. Lo que sí hizo una vez fue ponerse varios aros en la oreja, de ésos que van disminuyendo de tamaño. ¡Se le veían bonitos!


    En muchos casos, la "moda" de estos artilugios y los tatuajes dura por  sólo unos años, pasando a recordarse, posteriormente,   nada más que como un acto de rebeldía adolescente. Pero cuando los años se transforman en décadas y vemos algunos cuarentones y cincuentones lucir este nuevo formato de belleza corporal, no resulta grato para el paisaje (jajaja). De todas formas, esto no será impedimento para que, en mi caso si se requiere, los trate, atienda, le haga clases u otra cosa referida a algún contacto de la vida cotidiana que puede tener con estas "bellas" personas. 

    No obstante (ya lo he visto, por ello lo digo)  es importante señalar que, a la hora de postular a un trabajo  o cargo, estos adornos  les pasarán la cuenta a todos ellos y ellas. Los empleadores tienen la libertad de seleccionar a la persona que represente como ellos quieren a su institución y, sin duda, aquello pesará, salvo que la capacidad profesional sea muy superior a los demás postulantes. 
     La buena noticia, como dice una amiga, es que los tatuajes se pueden borrar y los orificios, me imagino, rellenar (jajaja). Lo que no me consta es que  las extensiones tengan remedio. La verdad es que bien poco atractivas se  ven las orejas con tremendas "ventanillas". 
   En fin, cada loco con su tema. Lo importante es que las consecuencias por las  cicatrices libremente elegidas hay que asumirlas nada más, mientras que las otras, ...también, ...o probar con la crema a disposición. 
    Lo que, sin duda, resulta más difícil es lograr la cicatrización de las heridas en el alma, pues ésta, dicen, es una sola y su regeneración no es tan fácil, aunque sí posible... con esfuerzo, dando vuelta la página, recomponiendo el rumbo, rescatando lo hermoso de lo vivido y...¡ya!...a seguir adelante, con la sangre coagulándose poco a poco...
- ¡Uyyy! ¡Qué tétrico salió! ... Pero, tranquilein, es sólo una metáfora...

viernes, 19 de junio de 2015

¡Imagínense 6 mujeres en 9 metros cuadrados...!

    Eso es lo que encontré al ingresar a la Sala de Profesores de mi lugar de trabajo, para iniciar mi jornada de viernes en la tarde. Seis colegas que, en esos momentos estaban desocupadas, excepto una, y que no tenían nada mejor que hacer que conversar de algo (...o de alguien, jajaja) y esperar unos minutos. Yo me transformé en la número siete al llegar. Una de ellas se estaba recién integrando a la planta docente, iba a comenzar su primera clase y era su primera vez...en este lugar. 
    Llegué y...¡guau! ¡sólo mujeres! ¡Compleja situación! ¡Diablos! ¡Muchas! ¿Saludo a cada una o no saludo? ¡Nooo! ¡Saludo "más" mejor! Este año me he especializado en ser más cercana, afable y cariñosa con todos. El ambiente de trabajo es excelente, relajado y de muy buena onda, por tanto no corresponde que adopte una actitud pesada. Somos todos colegas y aún cuando mi crianza en palacios medievales y mi temperamento no me inclinan a ser demasiado sociable, no es mucho el esfuerzo que debo hacer si la atmósfera laboral es tan acogedora. 
    Así que saludé y me transformé, por unos momentos, en el blanco (azulino, más bien) de las miradas. ¡Qué bien te ves!, ¡regia!, ¡siempre  estupenda!, ¡muestra tu vestido!. Me dio mucha risa, pero me dejé querer y mi autoestima aumentó tan rápido como la velocidad de un Ferrari (para hablar en terminología contingente). 

   Ese día me había "deslizado" bajo un vestido de lana color azulino, con cuello subido, tipo  beatle, pero no ceñido (el cuello). Complementé mi tenida, con un abrigo azulino igualmente y unas medias negras malla pescador, más zapatos taco alto, de charol, con diseño imitación cuero de serpiente. 

- ¡Guau! ¡Toda una seductora! 
- ¡No! ¡Qué va! 
- Jajaja. Te conozco...desde siempre...desde....
- A ver...aclaremos...
- ¡Jumm! ¡Algo le ha parecido mal!
- Mi objetivo no es seducir cuando me visto para ir a trabajar. Me preocupo de ello para sentirme bien, por un lado, y, por otro, por consideración a la función que desempeño y a quienes atiendo. Cuando uno se esmera en esto, se nota y le otorga, por añadidura, valor a lo que hace. 
- ¿O sea, que si te vistieras despreocupadamente, significaría que no le estás dando importancia a tu labor? 
- Algo así. Además, es un tema de respeto hacia los alumnos o para quién sea, según tu tarea . Es una forma de decirles, ustedes me importan, por eso me preocupo de vestirme lo mejor posible. En todo caso, también es cuestión de estilo. 
- ¿Y cuál es tu estilo, si puede saberse?
- Clásico, aunque también aprovechando algunos elementos de la moda que yo esté segura que le quedan bien a mi "despampanante" figura. Jajaja...
   
 La verdad, del tiempo que llevo trabajando, mayoritariamente ha sido éste mi predicamento: darle valor agregado a mi persona y a mi tarea. Aunque uno pudiera decir en algún momento que no le importa lo que los demás digan de uno, no es verdad en mi caso. ¡Sí me importa! 


    Sin duda, tu vestimenta  habla, a gritos, de tu persona. Además de indicar tu poder  económico, da a conocer tus gustos, por lo que también es tu carta de presentación ante cualquier actividad. Si optas por ropa clásica, significa que eres una persona que tiende a respetar las normas establecidas, que te  ubicas en un rango de lo considerado normal, que te importa tu imagen dentro de lo políticamente correcto. Si te preocupas siempre de andar a la moda, significa que te gusta seguir tendencias, imitar, que no te sientes bien si no andas igual que la mayoría o que quieres sobresalir dependiendo de cuál es tu círculo. Otras personas, privilegian la comodidad por sobre la situación, corriendo el riesgo de no estar adecuadamente vestidas en determinadas circunstancias. 

    Muchos suelen decir que "el hábito no hace al monje" y, en más de una ocasión, no dejan de tener razón. Sin embargo, en nuestra sociedad, el hábito es importante. Muchas cosas y....muchas personas, entran por la vista. La primera impresión, tanto en lo físico como en lo conductual, son fundamentales. Si alguien te impresiona positivamente a la primera mirada, querrás seguir mirando, lo que no sucederá si ocurre lo contrario. Pero, también hay que saber adaptarse. No siempre el mismo estilo es el adecuado; todo dependerá de la actividad que se desarrolle en cada ocasión y del grado de formalidad requerido. 

    En último término, vístete como quieras o...como puedas. Lo importante, en último término es que cada cual se sienta cómodo, aunque en este mundo de apariencias, no deja de ser una buena inversión, gastar en tu persona, sin olvidar la sobriedad y la elegancia. Te lo dice una ...Principessa...

jueves, 18 de junio de 2015

En el camino de la Seducción...

   Realizando una clase sobre la comunicación no verbal, uno de los alumnos mencionó, al parecer en tono de broma, que ellos usaban  la sonrisa para seducir a las mujeres. Jajaja, me dio mucha risa y a sus compañeros también les pareció chistoso, más  por la desfachatez y tranquilidad con que lo dijo, que por lo que decía. 
    Precisamente, pensando en aquella intervención, que no deja de tener su sustento,  me di a la tarea de pensar en las distintas formas de seducir que tenemos, algunas muy sutiles, especiales para personas sensibles e inteligentes y otras,  más burdas, para aquellos/as que son más duros/as de entendederas. 
   Indudablemente, el artista de la seducción, por excelencia fue y es Don Juan Tenorio o quien se parezca a él en la vida real, en tanto sus equivalentes en el ámbito femenino fueron las Cortesanas y las Geishas, en una época no muy lejana, quienes se preparaban para ello, considerado un verdadero arte y una opción de vida. 
    No cabe duda, que lo gestual y corporal tienen una importancia capital en esta tarea. Pero todo aquello, tal como muy bien lo entendieron aquellas verdaderas academias de "fabricación" de geishas, pasa por un conocimiento acabado del sexo opuesto (o del mismo sexo,  si se trata de no discriminar)
     Para saber lo que al otro le gusta, lo motiva y lo entusiasma, debemos  habernos informado de lo general y común a todos o una mayoría, y, además, haber observado al sujeto en específico. Y es allí donde todo lo gestual y postural adquiere importancia fundamental, a veces, más que lo propiamente verbal. 
   Por tanto, además de informarse de lo genérico, hay que averiguar lo particular relativo a características, costumbres y preferencias, además de observar todo lo no verbal del sujeto en cuestión.  Y con esta información acumulada, si el motivo de nuestros desvelos nos interesa realmente, ya estamos en condiciones de desplegar todas nuestras  artes seductoras. 
   Elegir lo sutil o lo evidente para la seducción en cada caso es una decisión que dependerá de la información recabada en relación a la "víctima". Pero, ¿qué hacer si no se cuenta  con aquella información, ya sea porque no hubo tiempo (y hay que intentarlo antes que el "pajarito se nos vuele", jajaja) o porque no hay antecedentes posibles ni confiables (él o ella es todo un misterio)?
   Si ese es el caso, se recomienda comenzar con lo sutil; si aquello no da resultados visibles, hay que seguir con lo menos sutil, jajaja. El riesgo, eso sí, es grande, pues puede que no haya el éxito, no porque las "herramientas" sean poco efectivas, sino porque podemos encontrarnos frente a una persona incorruptible. 
   A propósito de lo anterior, me acordé de una película donde la seductora es una bella mujer que "subyuga" a un estupendo, guapo y tincudo profesional...soltero(ón). Todo va perfecto y en su sumun, pero sucede que ella no dijo que era casada y él, (¡pobreciiitoo!) se había entusiasmado mucho. El problema es que él "supuso" que la damisela no tenía compromiso y ella, al parecer, "se olvidó" de mencionarlo (¡estas mujeres son tan pérfidas!).
    Indudablemente que no todo es miel sobre hojuelas en esto de la seducción. Algunas proezas de éstas resultan fantásticas al comienzo, pero luego toman  intrincados caminos que pueden terminar en una especie de seducción fatal (como la del filme).  En relación a esto, es necesario aclarar que aquí sólo vamos a hablar del proceso inicial, no de su desarrollo ni evolución.


- Oye, Princess.
- ¡Hummm! Ya adivino lo que viene...
- ¿Qué comes que adivinas? Jajaja. ¿Has estado alguna vez en el papel de seductora? 
- ¡Seguro, más de alguna vez! ¡Como todos! 
- No sé si todos..., no me atrevo a asegurarlo...Oye,  ¿podrías...darnos...un...ejemplo...?
- ¡Claro! En una ocasión, cuando tenía unos 5 años....
- ¡Oh, "may gash",  qué precocidad! 
- Jajaja. ¡Déjame terminar! Vivíamos en el campo (Puerto Nuevo, a orillas del Lago Ranco). Nuestros padres nos habían llevado  a La Unión; era día de pago y se aprovechaba de comprar los abarrotes. Recuerdo que mis padres tenían "cuenta" en una tienda, a la  que, precisamente, habíamos ido, no recuerdo a comprar qué cosa, pero yo vi algo que me dejó subyugada...
- ¿Un jovencito un poco mayor que tú? 
- ¡Nooooooo! Lo que había visto eran unos canastillos plásticos, pequeñitos, de color celeste, que tenían una tapita del mismo color. Estaban colgados del techo como muchos productos que no requerían cuidados especiales y quise tener uno. Solicité que me lo compren y me dijeron que no, de ninguna manera. Indudablemente con la negativa se me vino el mundo abajo: ¿¡¡qué iba a ser de mi vida si no tenía conmigo ese objeto maravilloso!!? Abandonamos el local e  íbamos a media cuadra de él, cuando me puse a llorar a gritos (creo que hasta me tiré al suelo, jajaja). Frente a tal escándalo, regresamos a la tienda y me compraron el objeto de mi obsesión. 
- Jajaja, ¡de cabra chica eras complicada, eh!  Oye...., ¿y ése es tu máximo ejemplo de seducción?
- El único posible de contar, jejeje. Bastante burdo, eso sí, pero con un gran aprendizaje. 
- ¿Cuál?
- Las lágrimas femeninas tienen un efecto comprobado en el otro, bueno, en algunos, jajaja. 
- Cierto, aunque si usas esa treta en exceso  puedes quedar muy congestionada y poco presentable; si la usas repetidamente, pierde el efecto. 
- ¡Oh, qué sabiduría! 
- ¡Gracias, nunca está de más decirlo!, jajaja.... Ahora, yéndonos para la vereda de enfrente, ¿qué te seduce? 
- ¡Humm! Las acciones, gestos y palabras delicadas y sutiles...
- ¡Chócale! ¡Lástima que las sutilezas son la especialidad sólo de unos pocos! 
- Creo que este tiempo que vivimos no es apto para sutilezas. Hay hombres que creen que porque la mujer tiene todo lo material que requiere, eso es suficiente para que entienda que se le quiere y, por lo tanto, está de más decirle una palabra de cariño o hacerle un regalo simbólico...
- ¡Cierto! Es que muchas mujeres seguimos siendo románticas hasta la muerte...
- ¿Sabes? 
- ¿Sí?
- A mí me habría gustado vivir en otra época, en esos tiempos en que una mirada, una flor, un mensaje, una canción, el roce de una mano, era la manera de seducir al otro...
- Jajaja...¿No le estarás poniendo mucho? Ya te imagino con esos vestidos repolludos y escotados, esos peinados con bucles, sentada al piano, interpretando un Nocturno de Chopin...
- Habría sido hermoso... me refiero a lo de tocar piano; lo de los vestidos repolludos, para nada;  con mi estatura, ya me imagino cómo me habría visto, jajaja....En fin, no deja de ser sólo un sueño...


   Así es. No todo lo que existe en estos tiempos es de nuestro agrado.  Y en el ámbito de la seducción no siempre el ambiente es el idóneo para que esta actividad tan "desafiante" se logre. En un mundo  tan vertiginoso, con tantos estímulos hacia donde uno dirija su mirada, de carácter especialmente tecnológicos, seguramente las herramientas para seducir a alguien han cambiado. La lentitud de la conquista y de la seducción, resultan imposibles en este maremágnum actual. Son pocas las flores que quedan, los tréboles ya no tienen cuatro hojas, la luna y las estrellas ya no se ven entre tanto edificio y smog, los mensajes escritos en papel ya no contienen pétalos de rosa (si es que hay mensajes), los pianos sólo se ven en los conciertos....
   En consecuencia, el joven seductor (jajaja) que originó este escrito,  parece tener razón. La sonrisa va quedando como alternativa, que,  unida a la mirada, ¡caramba que puede dar buenos resultados! No requiere un soporte económico ni de estudio, claro que sí debe practicarse, pues la idea es que la mirada y la sonrisa sean sutiles, apenas esbozadas, de manera que sólo el objetivo de nuestro esfuerzo sea quien capte nuestro cifrado y prometedor mensaje. ¡Good look!