Semana Tres...
Viernes 22...
Hoy abandonamos Egipto, ahítos los ojos de construcciones y obras dignas de gigantes, que han perdurado milenios y que son muestra de una civilización poderosa, rica y con un nivel de desarrollo cultural invaluable. Las últimas visitas (día jueves) son corroboración de lo ya visto.
Una de ellas, la Ciudadela Saladino, en cuyo interior se ubica una de las mezquitas más importantes de El Cairo, Mezquita Mohamed Alí o de Alabastro, construida en 1805.
Estar al interior de su gran nave central, escuchando, sentados en el piso, aspectos de la religión musulmana para entender mejor la diferencia con la Católica fue una interesante experiencia.
El gran patio que la precede, con similar forma a la de los claustros católicos, es muy hermoso, con la nota falsa de un reloj francés que nunca funcionó, recibido a cambio de un obelisco egipcio (fea la actitud de los franceses).
Luego vino el cúlmine de la visita a esta parte del mundo antiguo: las Pirámides del Desierto de Guiza, un sueño hecho realidad. Toda la vida escuchando y leyendo acerca de estas fantásticas obras arquitectónicas y, merced a este viaje, pudimos estar allí, frente a ellas, cerca de ellas, sentadas a los pies de la más grande, la de Keóps, constatando la enormidad de esta obra humana, que, con más de 4.500 años, aún tiene mucho tiempo más sobre el suelo terrestre.
Obviamente, las fotografías se multiplicaron en forma exponencial. El lugar y el momento lo ameritaban.
El único detalle en el Mirador panorámico de las tres pirámides fue la cantidad de smog permanente o niebla en la ciudad, que no permite una visión nítida del valle.
De allí, nos fuimos a la Esfinge, monumental estatua de león con cabeza humana, que dio origen también a numerosas y creativas fotografías entre nosotros.
Los otros sitios visitados fueron dos : un Instituto del Papiro -extraordinario ...y nada de barato- más el Museo Egipcio del Cairo, el más grande del mundo en su tipo, donde pudimos maravillarnos con las riquezas encontradas en la Tumba de Tutankamón, felizmente preservadas para asombro del orbe entero.
La mañana fue larga y fructífera, extendiéndose hasta pasadas las 15,30, momento en que detuvimos nuestra actividad para ir a almorzar a un barco-restaurante.
No fue un "paseo" tranquilo, como los "shopping" que hacemos en nuestro país. Caminaba mucha gente por la calle y la plaza en la que desembocaban varias calles de la Feria, estaba abarrotada de gente común y vendedores ambulantes, de los que no resultaba fácil deshacerse. El tiempo se nos hizo poco, lamentablemente. Sólo pudimos recorrer unas dos cuadras, comprar varios recuerdos y productos necesarios, y subirnos al bus que nos llevaría al hotel a descansar un poco antes de partir a nuestro próximo destino: Jordania.
Sin embargo, también hemos visto la cara de la pobreza y la suciedad, observada en muchos sectores de la ciudad que no visitamos, pero que divisamos al pasar, desde la comodidad del bus o de una calesa (ni tan cómoda).
Edificios completa o parcialmente destruidos o derruidos, basura y escombros en las veredas, mendicidad infantil, alimentos preparados y expendidos en la calle, entre la polución, los animales, los peatones, el sol y las moscas, que existen en abundancia. Asimismo, algunos vivieron el impacto de ver a una mujer comerciante siendo agredida por otros de su rubro, para quitarle el cliente. Es un comercio altamente agresivo, tanto para el que quiere comprar como para los otros comerciantes. Además, siempre hay personas que parecen amables ciudadanos que ayudan a sacar una foto, a llevar tu equipaje, que te ofrecen todo muy barato, pero con engaños, que no te dejan decidir lo que quieres porque presionan hasta el fastidio y que por todo piden propina, sin vacilaciones.
La vida parece ser muy dura y sacrificada para muchos egipcios pobres, viviendo en espacios depauperados, con viviendas precarias, equipamiento urbano mínimo o inexistente, que ven en el turista la posibilidad de "parar la olla" y por ello, lo acosan con desespero.
Al finalizar nuestra visita a Egipto, nos vamos con esta dualidad de sentimientos. Por un lado, maravillados ante tanta riqueza cultural de antigua data, irrebatible e innegable, mientras, por otro, nos impacta la falta de equidad, realidad que no sólo es de este país, sino de muchos, con la diferencia de que en otros está encubierta por el sistema.
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