Lunes 25...
Estamos viviendo los últimos días en Jordania, con citas claves e imperdibles, amén de fascinantes: el Mar Muerto y Petra.
Cuando niña (hace unos cuantos años nada más, jaja) saber que había un océano que llevaba este nombre me pareció misterioso, de mal agüero, así como el Triángulo de las Bermudas. Ya crecida entendí su significado, pero no sé por qué pensaba que tenía color negro, a pesar de que existe un mar con ese nombre. No es raro asociar la muerte con la oscuridad... Ayer tuvimos la fortuna de llegar hasta este mar, y aún más, de bañarnos en él, tiempo suficiente para convencernos que no hay ningún carácter esotérico en él, ni intervención del mal en su existencia.
No más de 10 minutos y estábamos en las aguas del mar salado, casi tibio, flotando sin problemas y haciendo una que otra pirueta para que las fotografías resulten lo más creativas posible.
Ya remojadas completamente y resbalosas con la sal, se nos ocurrió darnos un "baño" de barro (baño es un decir nada más, pues lo que realmente hicieron los jóvenes fue embadurnarnos de un barro negro que tenían en dos baldes, desde la cara hasta los pies a cambio de 5 dólares y todo mientras permanecíamos paradas).
Participar en esta experiencia tan "extrema" tuvo sus buenas razones. En primer lugar, la curiosidad (queríamos saber si realmente era tan "milagroso" como habíamos sabido) y, en segundo lugar, la diversión. ¡Y claro que nos divertimos!...hasta que nos dimos a la tarea de desalojar el barro de nuestras "pieles de ángel" (me acordé de Camilo Sesto), labor con carácter de "misión imposible".
Aunque casi le ganamos la lucha al barro, nos quedó un ligero olor, no precisamente a rosas, sino a lodo estancado (¡jajaja!). Luego de dos duchas, lavado de cabello y de volver a vestirnos como llegamos, nos autoconvencimos que nuestra piel estaba sedosa y rejuvenecida, jajaja.
Después de degustar un rico almuerzo en el mismo complejo, de sacar la enésima foto grupal del viaje, nos encaminamos hacia la ciudad perdida de Petra, en bus, por supuesto. No la visitaríamos ese día, pero pernoctaríamos lo más cerca que pudiéramos.
Llaves tradicionales, habitaciones como pequeños departamentos o cabañas de un piso, de construcción más bien artesanal, con callecitas interiores múltiples y pequeños jardincillos estratégicamente ubicados.
¡Hermoso todo!, con una cena completamente de nuestro agrado y en un espacio óptimo para el disfrute.
Entre parénte-sis, lo que nos sorprendió un poco en Jordania es la diferencia de clima con respecto a Egipto, a pesar de la poca distancia. Mientras en la nación del Nilo, la temperatura es cálida todo el día sin grandes diferencias, en Jordania, las mañanas y las noches son bastante heladas, por lo que debimos abrigarnos más que en el país anterior.
Hoy partimos en busca de "El Tesoro" perdido. ¡Tal cual! Pues a la construcción principal de PETRA, precisamente se le llama "El Tesoro" porque se cree que allí se habría sepultado integrantes de la Familia Real Nabatea gobernante o que los beduinos u otros habían ocultado riquezas.
A Petra se la conoce como la "ciudad perdida", pues habiéndose fundado a fines del siglo VIII a.C., pasó siglos abandonada hasta ser redescubierta por un explorador, en 1812.
El sitio arqueológico queda bastante cerca de la ciudad. Allí llegamos y, dado el momento, caminamos por un largo Desfiladero, con breves detenciones explicativas, hasta llegar a la nueva Maravilla del mundo, el frontis del Tesoro, a dos kms. de distancia, donde muchas personas ya se encontraban allí con la misma avidez y similar propósito.
Las rocas horadadas son tumbas, que existen, desde antiguo, en forma numerosa en Petra, ya sea como simples orificios o acompañados del ornamento alrededor de él. En algunas especies de hornacinas había unas formas amorfas, cuyo contenido fue explicado por el guía.
Las columnas de la orquestra que sobreviven al paso del tiempo y a la destrucción humana, son de estilo romano, claramente. Aquí es importante señalar que esta ciudad pasó a anexarse al Imperio Romano en tiempos del Emperador Trajano.
Ignoramos si algún día reandaremos el camino. Si no es así, nos vamos contentos de haber estado allí, donde la vida y la naturaleza cobran peaje para captar la atención de quienes quieren conocer y compartir cultura.
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