Semana Dos
Domingo 17
El día de hoy comenzaba con una actividad de gran emoción y expectativa. Levantarse nuevamente muy temprano no se transformó en problema para los que participábamos en esta parte extra del programa. Se trataba de volar en Globo Aerostático: un sueño de muchos.
Al otro lado, nos esperaban unos furgones, que rápidamente nos llevaron a nuestro destino, una amplia explanada desde donde se observaban varios globos ya en vuelo y otros preparándose para hacerlo.
Ya había amanecido cuando logramos subir a la canastilla de un hermoso globo, en un total de 18 personas, 3 por cada compartimento.
El día estaba luminoso, sin viento, de forma que el "vehículo" se elevó sin inconvenientes ni corcoveos. Realmente no da vértigo (salvo que le tengas miedo a la altura), no pasas ningún apuro y puedes ir viendo los detalles de cada una de las cosas, además que se tiene la visión global del terreno y de las construcciones. ¡Es realmente fantástico y emocionante!
El único "pero" que le encontré fue el calor que sentí, debido al sistema utilizado para elevar el globo, que, lógicamente, convierte al canastillo en un verdadero sauna. Se nos dijo que fuéramos abrigados.
Sin embargo, en mi caso, la parca estuvo de más.
Alcanzamos una altura máxima de 2.500 metros, lo que permitió tener una visión bastante completa de gran parte del cauce del Río Nilo y sus alrededores, así como los numerosos sitios arqueológicos, algunos ya excavados y a la vista, otros casi aflorando a la superficie.
Además del vuelo, con una duración de 35 minutos, resulta novedoso darse cuenta de las numerosas personas que se requieren para que el sistema funcione, quienes deben poner en marcha la operación y, al final, recibir con sumo cuidado y fuerza la tela del globo, irla enrollando, para, luego guardarla en una caja grande y trasladarla al punto de partida. El globo desciende en un lugar distinto al de salida, seguramente para evitar accidentes con los otros globos que están iniciando el proceso debido a los numerosos pasajeros.
El día estuvo pleno de actividades y cultura. Visitamos el Valle de los Reyes, ingresando a tres tumbas faraónicas (las de Ramsés IV, Merenptah y Ramsés IX),
de las cuales es digno de destacar el trabajo en relieve de las murallas y cielo raso, con miles de jeroglíficos y cientos de figuras de faraones, dioses, jueces y otros personajes del mundo del Antiguo y Medio Egipto,
de hermosos coloridos, aún conservados a pesar de su antigüedad, gracias a las condiciones climáticas y al hecho de haber estado enterrados bajo arena por siglos, lo que los preservó, aunque no evitó el saqueo casi inmediato o posterior. La tumba de Tutankamón, por ejemplo, tiene una entrada extra, que dos o tres pagaron, pero que no se justifica, pues lo que se ha conservado se guarda en el Museo de El Cairo y allí sólo está el lugar original vacío.
Son construcciones más pequeñas, a menos profundidad, aunque con hermoso y colorido trabajo en relieve.
Además de visitar de paso a los Colosos de Memnón, gigantescas estatuas que representan al faraón Amenhotep III en posición sedente,
fuimos hasta el gran Templo de Hatshepsut, construido en honor a Amon-Ra, el dios del sol. Impresiona verlo tanto desde la altura (en globo aerostático) como desde tierra.
Fue un día de caminata por un desierto que guarda valiosos vestigios de un tiempo casi mágico para los occidentales, pero muy presente para los hijos de este sol y arena. Sin duda, cualquier dificultad para llegar acá se ve recompensada por todo lo que uno puede ver y atesorar en imágenes, comprobando que lo que pareció cuento en tiempos de infancia fue una realidad extraordinaria en estas tierras. Visitar Egipto es romper con lo imposible y lejano, es darle sentido a la historia que pareció ficción durante los doce juegos, pero que se niega a desaparecer físicamente hasta que el último de los humanos pueda constatar que estos dioses, reyes y faraones siguen contando su historia a pesar del tiempo transcurrido.
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