martes, 6 de octubre de 2020

¡Violencia!

   Harta de la violencia circundante,  en los medios, en la calle, en los gestos, en las respuestas, estoy seriamente analizando mis posibilidades para que afecte menos a mi psiquis o, por último, para escapar de ella. Podría no ver noticias, podría encerrarme en palacio como en estos días, podría sólo comprar por Internet, pero no es la solución y no lo haré.     Entonces, ¿qué otras posibilidades tengo a mi alcance? Veamos...¿Trasladarme a una localidad semirrural y vivir como una salvaje, irme a una isla poco habitada en el último confín del mundo, instalarme en el desierto de Atacama lo más alejada posible de los poblados aún  existentes, viajar a la Antártida o al Ártico y hacer patria por esos lares, llegar hasta una cueva escondida...? Interesantes opciones, pero impracticables: se necesita agua para vivir y para un huerto sustentable, conexión a Internet para trámites a distancia, una cabaña propia pues mi pensión no daría para arriendo, medios para salir al mundo de vez en cuando, calefacción a toda prueba... Ya intenté la onda de retirarme del mundanal ruido hace más de un año y fracasó antes de comenzar.  Por suerte, por un lado, pues no habría sido de muy largo aliento, porque no es un país seguro para una vida ermitaña, ahora menos que nunca, precisamente por la violencia.  Otras alternativas posibles podrían consistir en imitar a las avestruces (aunque debería levantar la cabeza a ratos para respirar), hundirme en los vapores del alcohol, transformarme en drogadicta o fármaco-dependiente -es casi lo mismo, pero "suena" más bonito-, internarme en un manicomio (sanatorio se le llama ahora) o escapar a otro planeta o satélite,  ya sea natural o artificial, para qué vamos a estar regodeándonos a estas alturas...        

   Lo último me trae un recuerdo con una data de 50 años más  o menos (¡medio siglo ya, qué  espanto!), cuando leí una novela llamada La luna era mi tierra del escritor chileno Enrique Araya, uno de mis primeros libros disfrutados... ¡Eureka!, exclamo luego de buscarlo  en una página www y poder descargarlo. En ella, Eustaquio, hombre maduro y padre de 5 hijos, escapa de su realidad para volver a la infancia en el recuerdo, tiempo en que "vivía" en la Luna (así  se decía antes para referirse a alguien distraído y soñador). En este caso, su "viaje" no es para nada oneroso, si acaso tenga el coste de unas hojas y una máquina de escribir. 

   [Abro paréntesis. Lo digo  como si pronunciara "Ábrete, sésamo", aunque todavía no me explico por qué Alí Babá y los 40 ladrones, decían  aquello y qué  tiene que ver el "sésamo", que sólo hace unos cuantos años que lo conozco personalmente,  no es que me lo hayan presentado, sino que lo compré,  en sus diversos tonos, blanco,  tostado y negro, granitos a los que estoy segura que si les digo que se abran no lo harán, en  cambio,  Alí Babá, tan humilde y honesto  al principio,  igual "se abrió" a la corrupción, por tanto, debe ser  verdad,  eso que dicen desde tiempos inmemoriales, que el 💰 corrompe.       

  Decía "Abro  paréntesis"... ¿Y para qué era? ¡Ah, ya me acordé!   A pesar de pasar nuestra infancia en una localidad rural en el caso  del primer triunvirato de hermanos al que pertenezco, desde pequeños tuvimos acceso a una máquina de escribir,  de marca Underwood. Mi padre, con sus escasos ingresos de Carabinero raso y ya con 4 ó 5 hijos a los cuales alimentar,  compró una máquina de éstas para su propia práctica y para el aprendizaje nuestro. En sus días de guardia debía completar una bitácora con todas las constancias, denuncias y novedades que llegaban hasta el Retén o Comisaría. El libro se completaba a  mano, pero los documentos que debían elaborar (certificados y partes) debía hacerlos con una máquina de escribir. Imagino que frente a esta tarea se vio en la necesidad de practicar y practicar, por lo que compró el artefacto, situación que no era habitual en ese tiempo. De 30 ó 40 alumnos de un curso, había sólo 2 ó 3 que tenían acceso a una máquina en su hogar. Así que desde pequeña, yo aprendí a escribir a máquina, aunque sólo con dos dedos, a los que le llegó a salir músculos de tanto esfuerzo.¡Fue muy visionario nuestro padre, aunque en su caso, apenas asistió 2 años a una escuela! Ciérrate  sésamoperdón paréntesis].   

 La lectura  de esa antigua novela (publicada en 1948) me dio una brillante idea: sumergirme en mis recuerdos y, con ello, huir, del violento presente que me y nos rodea. La ventaja es que como son unos cuantos años (por no decir muchos) los que deberé retroceder, así que tengo para rato y eso es bueno. También había pensado en la hipnosis como alternativa, en consideración a que no dispongo de una máquina del tiempo para escapar de esta realidad, en que hasta los virus se han unido al ataque. Tampoco puedo pedir, cual Mafalda, que paren el mundo porque me quiero bajar. Capaz que los extraterrestres sean peores. En fin, así está el día  a día...       
 El mundo, al interior de nuestras fronteras se ha dividido en dos facciones opuestas e irreconciliables, cada cual sintiéndose dueña de la verdad y vociferándola donde encuentre micrófonos
🎤 o cámaras,  mientras que los que sólo quieren vivir tranquilos, como yo, sin dejar de reconocer que en cada postura hay más  de algo de razón pero también de sinrazón, no pueden hacerlo porque la violencia es pan de cada día.  Entre la gente que dice representar al pueblo sólo se escucha a algunos y no a todos los que conformamos al pueblo, aunque el manido "derecho a vivir en paz" también sea mi derecho. No puedo estar de acuerdo con la delincuencia que aumenta a ojos vista, con los saqueos de locales comerciales y la destrucción de inmobiliario público y privado sólo porque se está "disconforme".                                                                 
  Condeno los incendios, asesinatos y atentados, bajo el lema "ésta es nuestra tierra ancestral". Menos puedo estar de acuerdo con los femicidios, con el exceso de fuerza policíaca de algunos, con los intentos de linchamiento de parte de la ciudadanía, con el ataque a oficinas y edificios representativos de lo que se rechaza.  Estoy consciente de que en nuestro país, como en todos, hay abusos múltiples
(de funcionarios públicos y privados,  de la justicia, de muchas empresas y empresarios, de variadas instituciones, de la policía,  de la iglesia- católica y no católica-, de las financieras, isapres, afp, locales comerciales, etc.) y corrupción cada vez más afianzada y creciente (en los políticos de todas las bancadas y edades, en los jueces, en los funcionarios de alto cargo y también mediano, en los profesionales de distintas reparticiones, en los representantes del gobierno de turno, etcetc.).  Y si bien es cierto que algunos pueden esgrimir que todo esto es tan o más violento si  cabe que los hechos vividos en estos meses y los anteriores, haciendo un esfuerzo volitivo y racional puedo llegar a entenderlo. Sin embargo, aquello de ninguna manera justifica la destrucción, las quemas, los atentados, los asesinatos,  robos,  ataques y saqueos... Es una explicación y reacción de una masa enojada, molesta y cansada, pero no una justificación.  Porque los grandes perjudicados han sido y siguen siendo inocentes : quien no podía  llegar a tiempo a su trabajo o a su hogar porque ya no tenía el transporte de antes, el que perdió toda la mercadería en su kiosco o pequeño almacén, al que le quemaron el local y los vehículos en venta o concesión, el que debe pasar por un miedo atroz al ser asaltado por delincuentes o combatientes, el que estaba manifestándose pacíficamente y recibió un proyectil o un ataque, el que debe resguardar el orden público y recibe piedras y bombas molotov, al que le obligaron a bajarse de un bus o de un camión para quemarlos, al que le dispararon mientras regresaba a su casa...y así,  suma y sigue.   Con nada de esto estoy de acuerdo y todos debieran pensar lo mismo, si acaso tienen claros los conceptos del bien y del mal, del necesario orden social, vivan donde vivan, laboren donde laboren, sean del gobierno o de oposición. Pero resulta que no es así. La violencia está siendo evaluada según del lado en que surja, a quien perjudique y cómo convenga a los intereses personales o colectivos. Y eso ya no es razonable, sino maquiavélico. Ya no importa el bien y el mal; ya no importa la paz ni los derechos, que desde el momento en no son exigidos para todos, se comete la más grande de las injusticias.

    Sé que el mundo ideal no existe. Sé  que en toda nación hay situaciones negativas como las mencionadas y rechazadas y deben asumirse como parte de la realidad humana y de la vida en sociedad. Somos seres con distintos intereses y aspiraciones, con diferentes talentos y aptitudes, con defectos y virtudes, pero todos, a partir de temprana edad somos capaces de discernir entre el bien y el mal, y esto es una capacidad universal que abarca a todos los componentes de la misma civilización, con la sola excepción de los seres disfuncionales intelectual y socialmente. Por tanto, no tengo por qué aceptar que otros me impongan por vía de la violencia su pensamiento y accionar. Obviamente no me opondré con más violencia, tampoco con diálogo, porque a estas alturas de la situación, sólo  se escucha a quien piensa lo mismo. ¿Qué puedo hacer entonces? Compleja situación, que me inquieta y me desazona. Es otra epidemia para la cual no se tiene vacuna. El orden social está en un muy frágil equilibrio y lo tremendo es que muchos no están dispuestos a cuidarlo. Al contrario,  quieren echar abajo el sistema. ¿Para qué? ¿Para simplemente hacer cambios de personajes? ¿O es que acaso poseen la varita mágica  para traer la felicidad al mundo?  Sigo analizando mis alternativas y aún no encuentro la solución.  Tal vez no la haya y simplemente deba resignarme a una nueva tabla de valores, donde lo que siempre fue importante pasa a segundo plano. Espero no contaminarme con este nuevo "orden" para el que ya no habrá remedio una vez que se asiente, salvo que sea vía terapia de shock.

2 comentarios:

  1. Esa es la gran pregunta¿ que podemos hacer? Y mas pesimista ¿ se puede hacer algo?
    Es un futuro muy incierto y ,por lo tanto,inquietante.

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  2. Cierto, y cada dia se ve más negro el panorama.

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