sábado, 17 de octubre de 2020

Impostores...

 

  Si alguien comenzara su discurso diciendo "Impostores todos, tengan ustedes muy buenos días", seguro no sería muy bien recibido; lo más probable es que sería abucheado, e insultado para rematar.  Y aunque ese alguien tuviera toda la razón del mundo, nosotros no lo reconoceríamos (acaso a solas). Sucede que tenemos, en general, tan buena imagen de nosotros mismos y luchamos por proyectar algo similar, que ser acusados de impostores sería  como el más terrible insulto. Y sin embargo, la imagen que la mayoría tiene de sí mismo es más generosa de lo que debiera ser en realidad. Porque, aunque en general, seamos buenas personas (trabajadores normales, integrantes de una familia, viviendo y dejando vivir, sin caer en actos ilícitos), siempre escondemos algún  cadáver en el armario o  bajo el piso, por más pequeño que sea (el cadáver). Siempre, ya sea en la niñez, adolescencia o vida adulta, en algo relacionado con la familia, los amigos, desconocidos o con nosotros mismos, tenemos algo que reprocharnos, lo que, obviamente, no estamos dispuestos a confesar. Seguramente habrá  más de algunos que tienen su hoja de vida impoluta,  pero son los menos, los santos, por ejemplo. Por tanto, cual más cual menos, mentimos u omitimos algunas verdades (que es casi lo mismo) para evitar que aquello que nos parece o es deleznable no se conozca, y con ello iniciamos el  camino de la impostura, que muchos  dejan hasta allí, en tanto otros, persisten una y otra vez, avanzando cada vez más por una vía distinta, separándose de lo correcto y ocultándolo, sin posibilidades de volver atrás y corregir, salvo que se sea descubierto. 

   Una vez alguien  dijo de mí que yo era un fraude. Lo odié en el momento que me enteré y pensé "¿qué sabrá  de mí éste?" Pasado el tiempo, lo olvidé. Ahora no podría ni odiarlo ni olvidarlo, uno, porque está  muerto, y, dos, porque en esa situación específica, tenía razón. Yo también guardaba un cadáver en el armario, maquillado, claro, para que no se notara  su estado. Tuvo compañía (el cuerpo), pero ya el mueble está  vacío, no porque los haya sacado de allí, sino porque con el tiempo, al parecer, se volatizaron. O bien soy sólo yo la que no ve bien, por lo que el día menos pensado podrían aparecer sentados a mi lado o tras una puerta gritando "¡Sorpresa!" y dándome un susto de muerte. Como bien dice Javier Cercas en su libro El Impostor, el pasado no desaparece, es parte del presente y puede llegar hasta nosotros en cualquier momento.  

   El impostor, novela de Javier Cercas,  escritor español, fue publicada el año 2014. En sus 368 páginas, se despliega el resultado de las investigaciones y entrevistas sostenidas  con Enric Marco, un nonagenario personaje real, cuyo caso tuvo resonancia mundial cuando en 2005 se descubrió que no era sobreviviente de un campo de concentración nazi como él aseguró durante años, mientras dictaba charlas en distintas instituciones, asistía a actos de conmemoración en representación  de los deportados españoles a la Alemania nazi y llegaba a la Presidencia de la organización Amical de Mathaussen de Cataluña, que reunía a sobrevivientes españoles de campos de concentración de esa comunidad. Un historiador acucioso y poco conocido, había observado inconsistencias en sus relatos y se dio a la tarea de averiguar. Marco nunca había huido de España al término de la Guerra Civil ni había sido deportado desde Francia hasta Alemania, terminando en el Campo de Flossenbürg, del cual había sido liberado por un ejército de las fuerzas aliadas al término de la II Guerra Mundial. ¡Jamás!  Había estado en Alemania sí, pero había llegado hasta allí porque se inscribió como trabajador voluntario en el pacto que establecieran Franco e Hitler, para que españoles fueran a "servir" en fábricas e industrias alemanas, entre otras cosas (mano de obra barata y casi esclava). Había sido colaborador de la dictadura franquista.   

   Lo increíble es que, al comienzo de su estrellato, el personaje había llegado a ser Secretario General de la CNT (Central Nacional del Trabajo) catalana y luego de la nacional, cuando esta organización, la más fuerte durante la República y hasta el final de la Guerra Civil, se reorganizó luego de la vuelta a la democracia, sin haber participado jamás en la lucha antifranquista. Posteriormente, alejado de esta organización, dirigió otra por años, la FAPAC (asociación de apoderados de Cataluña) con un éxito indiscutible, para terminar transformándose en el vocero de las víctimas del nazismo, sin haberlo sido. Su gran excusa y "explicación" al ser desenmascarado fue que su mentira había sido usada para una causa loable, que de no haber sido por él no se habrían conocido las atrocidades que habían sufrido muchos de sus compatriotas, que había sido la voz de los que no tenían voz.

   Cómo logra engañar, el Gran Impostor y el Gran Maldito, a tanta gente y durante tantos años es lo que explora, analiza y explica Javier Cercas en su novela no-ficticia, en un interesante correlato de Enric Marco con Narciso y con Alonso Quijano, que se reinventó en Don Quijote, para hacer de su plana vida de hidalgo de 50 años, un héroe caballeresco. 

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