martes, 13 de octubre de 2020

Infernal...

 

  Hace diez días inicié un viaje, uno de los más extensos de estos tiempos. Hoy me detuve. Era necesario, para descansar y respirar luego de salir del negro, árido y  horroroso agujero en que me vi sumergida, aunque no haya llegado al final... Sucede que estuve leyendo la novela póstuma de Roberto Bolaño,  llamada 2666, nombre extraño y misterioso, que me atrajo como a la  polilla la luz. Con mi ya compartido método de elegir libros para lectura, opté por éste, hipotetizando que, tal vez, sería futurista, lo que, agregado a la sabida temprana muerte de su autor, adquiría mayor atractivo, con claros matices morbosos. Y, una vez más, jaja, me equivoqué.  Nada más real, su cuarta parte, y horrorosa, agrego.   

   Cabe recordar que Roberto Bolaño, escritor chileno, poco considerado  en nuestro país (nadie es profeta..., dicen), aunque valorado luego de su muerte, vivió entre los años 1953 a 2003, falleciendo en Barcelona, mientras era publicado en varios idiomas, que aumentaron luego de su muerte. Yo, a decir verdad, tampoco me había interesado en conocerlo, pues no cumplía, y aún lo dudo si lo hace, con mi gusto literario, puede que no tan fino ni exigente, pero mío al fin y al cabo (jajaja). Entonces, cuando lo encontré como un personaje mitad real, mitad ficticio, en una novela del español Javier Cercas, decidí acercarme a su narrativa. Elegí, al parecer, su obra más compleja, llevada por el "espíritu de la tinca", que se apodera de mí en ocasiones. Luego de leer más del 70 por ciento de una novela de 1128 págs. (estuve en un tris de llegar a las 800 páginas) decidí detenerme, como ya lo había  pensado hace unos días,  cuando veía  que parecía  no llegar a ninguna parte. Y claro que llegué.  

     Santa Teresa es una ciudad ficticia, en medio del desierto de Sonora, ubicada al norte de México,  cuyas características  y hechos, principalmente  de la cuarta parte de la novela, corresponden a lo ocurrido en la Ciudad de Juárez. Me refiero a los numerosos femicidios, mayoritariamente impunes, casi no investigados, archivados sin resolver, olvidados rápidamente por la policía y los integrantes del sistema judicial,  así como por las autoridades y la prensa. El narrador, como un ente  externo, va señalando página tras página, la aparición de cadáver tras cadáver,  mes a mes, desde 1993 a diciembre de 1997, acompañado de los antecedentes del lugar en que fueron encontrados, la forma o estado del cuerpo, las heridas y vejaciones, cuando no mutilaciones, la edad, estatura, vestimenta (o no), color y largo de cabello de cada una de ellas, sus nombres, lugar en que trabajaban o estudiaban, momento y lugar de desaparición,  casi como si fuera un Informe policíaco, que de poco servía, pues, en la mayoría de los casos, su autor/es quedó o quedaron en el anonimato y en la más completa impunidad. En los casos en que la investigación  arrojó como culpables a un esposo o pareja, cuando se les buscó, ya habían desaparecido. Y los poquísimos casos en que hubo  apresamiento, acusación y condena de algún posible culpable, no había certeza, debido a los métodos de obtención de la confesión, además de que  los crímenes seguían sucediendo. 

   Los analistas de la novela señalan como tema principal a los femicidios en esta ciudad ficticia, aunque sólo abarque una parte del relato. No estoy en desacuerdo, aún faltándome la última parte. Lejos, personalmente ha sido lo que más me ha impactado. No sólo por estilo narrativo de esta parte, escueto, frío, categórico y, por ello, más escalofriante. No están los eufemismos de la primera parte, ni el aburrimiento y sin sentido que rodea la vida de los personajes de la segunda y tercera. Aquí hay crudeza. Uno entra en contacto con la miseria extrema, el machismo profundo, el abuso despiadado, la corrupción desatada, el poder de la droga y los medios de comunicación al servicio de ella. La impotencia frente a lo que sucede no se aprecia en la policía, ni en las autoridades, menos en los medios de comunicación. Todos parecieran haberse curado de espanto o, simplemente, estar completamente desinteresados en aquellas perdidas y malogradas vidas humanas. Resulta más interesante un encuentro de boxeo.  Y los pocos que marcan la diferencia, que se interesan y quieren averiguar lo que sucede, engrosan la lista de desaparecidos o víctimas. Hay momentos en que hasta el clima y la geografía manifiestan su indiferencia ante lo que sucede y todo sigue igual. En el instante  en que se descubre un  cadáver,  dice la narración, hacía un calor espantoso. Al terminar el procedimiento y las averiguaciones acerca del crimen, el calor continúa  igual, como si nada hubiese pasado, finaliza el párrafo.

    Un estilo distinto, personajes aburridos, anodinos, buscando sentido a sus vidas en cosas sin sentido, soñando insensateces, mientras en Santa Teresa, cada semana aparece una o más  niña-mujer asesinada, viviendo el doble infierno del dolor y del olvido. Relato que no deja indiferente, por decir lo menos. 

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