jueves, 22 de octubre de 2020

Lápiz azul...

  

   Este plebiscito no sólo ha significado para mí UNA sola decisión. ¡Para nada!  Me ha puesto en la tesitura de hacer VARIAS elecciones, mucho antes de siquiera poner un pie en la calle para concurrir al local de votación. ¡Una verdadera complicación! Primero fue, ya hace un par de meses, decidir si participaría o no. No fue fácil. Por suerte comencé pronto con la evaluación de si valdría la pena o no, llegando a la conclusión de que era importante mi sufragio. Cabe señalar que yo no me he perdido ninguna votación democrática -ni antidemocrática-, a excepción de la última segunda vuelta presidencial, en que me encontraba fuera del país. Como una ciudadana  respetuosa y responsable de mis deberes cívicos (no sólo de este deber), casi siempre (dejo un margen, para que no se me acuse de mentirosa en caso me hayan sorprendido en algún  renuncio) acostumbro a ajustar mi actuación 🎭a las normas ciudadanas establecidas, anteriores y actuales (¡por suerte no conduzco!, porque ahí vulneraría a cada rato las normas del tránsito por mi incapacidad conductora).    

   Una vez decidida mi participación, en segundo lugar,  se me presentó la disyuntiva de por qué opción inclinarme cuando llegara la hora de marcar la papeleta. Para no hacerlo sólo por lo que sintiera con la "guata", me aboqué a la tarea de revisar la Constitución vigente. Ya revisada e informada lo suficiente, alcancé la luz. Pero aquí no habían han terminado mis elecciones. Faltaban y faltan otras. Aún no ha llegado el Día D, por lo tanto hay aún un rango de posibilidades de que surjan otras decisiones por tomar, o bien, que todo haya sido inútil, si es que, en el colmo de la mala -o buena- suerte, contraigo el virus y eso significa que no puedo abandonar las dependencias de palacio. ¡Toco madera!   

   El horario en que concurriré ya lo determiné, no por mi edad, que quede claro, sino por conveniencia sanitaria. Me falta decidir, de acuerdo al pronóstico  del tiempo, qué  ropa vestiré para tan magno evento, además de cuál  mascarilla llevaré puesta y, lo más importante, qué lápiz azul  me acompañará para la firma y votación.  Está  claro que debe ser de pasta, así que ya tengo eliminados los plumones para pizarra acrílica, los lápices scripto, los de colores, las lapiceras, los lápices de cera y el lápiz de ojos, categorías en las cuales hay especímenes azules de estos materiales y sustancias. ¡Lo lamento, "amigos míos" (me dirijo a mis lápices), pero si tenían  alguna esperanza de salir a pasear y pasar a formar parte de un momento histórico para nuestro país, debo decepcionarlos! ¡No lo harán porque vuestra naturaleza no lo permite! ¡Punto final!  

    Ahora, entre mis lápices de pasta AZUL (por suerte, a los de pasta negra y roja ya les quedó claro que no están en este concurso) está  la competencia. Son muchos los participantes, con ojos ansiosos e ilusionados, esperando salir de la caja en que los guardo -no del clóset- y tener contacto con el mundo,  más allá de estas cuatro paredes (perdón, son más  de cuatro, si considero los dos pisos y cada una de las dependencias; bueno, ustedes me entienden). En estos días  que faltan, me dedicaré a probarlos, aclaro, a escribir con ellos (probar de otra manera no tiene ningún sentido) para conocer  el matiz, el trazo y la desenvoltura de cada uno. Creo que descartaré los que por fuera no sean azules para evitar contradicciones, aunque puedan acusarme de discriminación "racial". Pensándolo bien, elegiré dos para el proceso final.  No vaya a ser cosa que el único ganador resulte caprichoso o extremadamente nervioso  y no se comporte a la altura de las circunstancias. Sería poco auspicioso que, llegado el momento, el Elegido se niegue o no pueda escribir y deba solicitarle a una Vocal un reemplazante, con el riesgo sanitario correspondiente. ¡Hasta pronto!

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