domingo, 27 de septiembre de 2020

Setas...

  Cual Alicias en el país de las maravillas, caminábamos sobre la cabeza (sombrero, se llama) de unas setas 🍄🍄gigantes. Nos deslizábamos por su sinuosa superficie, mirando con asombro desde la altura y, a ratos nos deteníamos, haciendo una que otra perfomance.

   ¿Habíamos ingresado a una dimensión fantástica, donde nuestra realidad había sufrido un extraordinario vuelco? ¿Sería la explicación, bien poco razonable pero factible, que el mundo alrededor nuestro había crecido en forma gigantesca o, tal vez, que nosotras, con Gladys y Tita, nos habíamos reducido en forma drástica, bajo el efecto de alguna poción mágica o de un poderoso abracadabra? ¿O acaso, sólo se trataba que nos encontrábamos en el mundo de los sueños? ¡Nooo! Ninguna de las anteriores. Simple y llanamente recorríamos el Mirador Las Setas ubicado en el centro de Sevilla, una moderna y metálica construcción, muy atractiva a la hora de acceder a una vista privilegiada de esta hermosa y antigua ciudad andaluza,  pero una verdadera incongruencia arquitectónica  con el pasado y la tradición sevillana.                                        
  Hay varias ciudades españolas, especialmente las más populosas, que presentan estas controvertidas construcciones, símbolos del progreso, que no guardan concordancia con el entorno urbanístico, para qué decir con la historia. También se ve esto en Barcelona, donde junto a las construcciones modernistas de Gaudí y otros destacados arquitectos de inicios del siglo XX, se observa la contrastante imagen de la Torre Agbar. No puedo dejar de decir que son novedosas, pero también debo señalar que desde una perspectiva purista y conservadora, son verdaderas bofetadas a la tradición.  Al contrario de aquéllas, hay muchas ciudades, bellísimas en armonía, que parecen haberse quedado estacionadas en un pasado imponente: Alabarracín, Sigüenza, Toledo, Ávila, Salamanca, Cáceres, Zamora y varias más.                                                                         
Para variar, comencé pensando en setas 🍄 🍄 🍄 y he derivado en una permanente discusión entre tradición vs.modernidad. Suele suceder hasta en las mejores familias.     Mi idea original, para serles sincera, era hablar de aquellos honguitos tan apetecidos en el ámbito culinario, especialmente en estos últimos años, en que hemos ido recuperando algunos productos de los que disfrutábamos desde infantes en forma natural y silvestre y que hoy, no sé si producto de la sofisticación gastronómica,  del acercamiento a las raíces,  de un acierto comercial  o, quizás,  de todo junto y más, estamos degustando masiva y continuamente. Ayer conversábamos en familia,  bajo el gentil auspicio del zoom de Marisol, de la factibilidad de cultivarlas de manera casera. Intentaré probar a ver si resulta.                                                 
    A estas alturas, debo señalar que el gusto por estos hongos no es de última data, tampoco es por capricho autoadquirido vía publicidad y moda. Para los Álvarez Saldaña del primer triunvirato, jajaja, fue parte de su alimentación normal y estacional
(sólo podíamos recolectarlas en invierno... ¿o era en primavera? Ya no  me acuerdo, jiji. Primavera, me dice wikipedia). Así como las cosechábamos, en forma natural y sencilla, sin grandes aspavientos,  así  también las comíamos luego de haberlas cocido con un poco de sal sobre la superficie caliente de la cocina a leña. El sabor de esas rústicas y nativas callampas aún  permanece en mi memoria gustativa, a pesar del escaso valor comercial que en esos años tuvieron. Era tan bajo el costo, tan rápida y sorpresiva su aparición en medio del pasto y a los pies de los árboles, que su nombre se asoció a lo precario, de poco valor y digno de desprecio, que se observa claramente en las expresiones "poblaciones callampa" y en el insulto "¡valís callampa!", jajaja, ambas ya desfasadas en el tiempo. En la actualidad, en cambio, una comida con este producto gana puntos gourmet, tanto así que afrancesamos el concepto para darle más glamour. Ahora hablamos de champiñones (del francés 'champignon') o, por último, de setas, y así  parecemos  menos extranjerizantes.                                                               Antes de que me olvide, debo puntualizar que  no todas estas "señoritas" son inocuas. Las hay también venenosas y otras, alucinógenas. Nosotros consumíamos las sin valor agregado  jajaja, pero gigantes si las comparamos con las que compramos en un supermercado económico. Las deshidratadas y ahumadas son una especialidad de mi gusto, que uso a cuenta gotas para adobar carnes y guisos. La inmovilidad pandémica me ha impedido proveerme de este producto tan sabroso. Intentaré cultivarlas, a ver si me resulta. ¡Ahí les cuento! ¡Au revoir!
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario