domingo, 13 de septiembre de 2020

La hora del té...

   En estos tiempos, "mi" hora del té es en  la  mañana   luego  el   desayuno, extendiéndose hasta mediodía y más, y en la tarde,  desde  el  momento  de  la sobremesa  hasta  la hora  de once. Es decir,  en  todos  los  momentos   que existen entre las comidas más  importantes de mi día.  ¡Casi nada, jajaja!
    La hora  del  té  en  culturas  como  la  inglesa,  la  china,  la japonesa  es  otra historia.  Yo,  que no tengo nada de ellas ni  en mi adn  ni  en mis saberes  adquiridos,  obvio  que  puedo darme el lujo de hacer todas  las adaptaciones  posibles,  sin que alguna maldición ancestral caiga sobre mi cabeza o sobre mi taza. 

 Debo corregir un pequeño error, bueno, algo más que pequeño. Acabo de revisar unas páginas web en relación a este tema y me he encontrado con que en los países asiáticos, la hora del té no está circunscrito a una hora específica,  como en el caso de los ingleses, sino que puede ser en cualquier momento del día, dependiendo de otros factores, como la hora en que llega una visita o el momento en que se decide celebrar una ceremonia. En fin, cada loco con su tema. Aquello me lleva a parecerme a los asiáticos más que a los ingleses. Claro que lejos estoy de todo el sentido trascendental que tiene o tenía para ellos. 
   Yo comencé a incursionar en este tema por curiosidad, como en tantas veces lo hago. En los días, ya hace 8 años, en que viajé en  varias ocasiones a Punta Arenas, descubrí unas cajas de té importado con sabor y aroma a diferentes frutas y especias. ¡Me cautivaron! 
Traje para mi consumo y para regalo. Aún conservo por allí  unas cajitas metálicas con un par de sabores. No creo que pueda aplicárseles la misma máxima que al vino,  pero en probar también está  la emoción  (o decepción,  jajaja; me refiero al té). Pasaron los años e incursioné esta vez en las variedades de té 🍵 verde, también con distintos plus: con fresa, con durazno, menta, jengibre, guayaba (ése me encanta), pero con un consumo de mi parte bastante racional.   
  Sin embargo,  el tiempo, la comodidad,  mi nuevo estatus, las experiencias de viaje, etc., han provocado una verdadera afición. Yo, que era tan fanática del café ,  hasta el punto de consumir 10 o más tazas al día,  sólo consumo dos,  tres como máximo,  en la actualidad. Y no es producto de una actitud racional que domine mis gustos compulsivos.  Para nada. Tampoco sucede que haya visto la luz (jajaja) y esté formando parte de una secta (jajaja,  había  escrito "sexta"). Pensándolo "en oro", como decía César (Vallejo, el poeta), creo que es resultado de los tiempos personales. Ya no estoy trabajando y, al parecer, la cafeína ya no me resulta necesaria (cada cual con sus vicios). A  veces, casi no le encuentro el gusto. Por ello, también varío cuando hago mis compras (me refiero al café 🙊). Cambio las marcas para cambiar el sabor (atención,  que ello puede resultar contraproducente en  otros ámbitos, jeje), pues no sé  si mis papilas gustativas se están  fosilizando o ya ha desaparecido la dependencia.  
 Volviendo al té,  durante estos últimos años ha ido poco a poco, casi subrepticiamente, entrando en mi vida. Aparte de comprar variedades del producto, también lo hice de artilugios para su consumo. Hace casi un mes, invertí en la compra más sustantiva: un envase con infusor, para varias tazas.
   Ha sido un cambio sustancial y espectacular, lo que me ha permitido, al mismo tiempo, probar el resultado de un par de emprendimientos: té de bugambilia y té de alyssum, los que acompaño con cáscaras de limón para aportar sabor. 

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