lunes, 14 de septiembre de 2020

¿Levantarla o no?

   Para evitar errores de interpretación a priori le agregué al verbo el pronombre y con esa pequeña y casi insignificante palabrita de dos letras, "la",  especifiqué absolutamente  el tema. Eso significa que no hablaré de "levantarme" o no, no centraré mis profundas cavilaciones acerca de si en lugar de estar con mi bello cuerpo extendido, en posición  fetal -o fatal-, o enrollado... ¿Enrollado?  Jajaja, no puede ser "enrollado". Aún no adopto la forma de alfombra. Acaso alguna vez estuve más bien cerca de ser un felpudo, en que alguien intentó o consiguió limpiarse los pies, pero ahora, imposible. ¡Uff! por suerte... Por ahí solían decir antes que la "letra" -entiéndase "saber"- con "sangre entra", pero creo que es una exageración en su sentido metafórico más superficial, aunque en el profundo y aludiendo a este tema del felpudo, me parece que sí se aplica. Sucede que de tanto ir el cántaro  al H2o, al fin, por suerte, se rompe, es decir...¡basta de digresiones, volvamos al redil!
    Comencé  a hacer estas sesudas reflexiones, cuando debí luchar con mi deseo, ansiedad, compulsión de dejar la tapa de la olla en que cocía los porotos, levantada. Miré la tapa, comprobé que tenía un hoyito "para respirar", así que no se justificaba que la dejara levantada. Total, no había peligro de ahogamiento, jajaja. Así que dejé tapada la olla y me dispuse a reflexionar acerca de esta disyuntiva hamletiana, que por unos nanosegundos mantuvo mi mano con la tapa en estado de congelamiento temporal, mientras decidía si "to be or not to be". 
    Esta situación, tan insustancial y ordinaria, tan poco heroica y trascendental, emuló la actitud irresoluta de Augusto Pérez, personaje de la novela Niebla de don Miguel de Unamuno, cuando no sabe si abrir el  paraguas o no al notar que ha empezado a llover. 
   Tomada habida conciencia de aquello, tal como señalé más arriba, me di a la tarea de analizar aquellos pequeños e insignificantes actos, cientos y quizás miles, que uno realiza a diario sin siquiera pensar en el porqué los hace o por qué elige aquella manera de llevarlos a cabo. Sé que en este caso concreto y culinario, la experiencia me ha enseñado que si pongo a hervir un alimento al fuego corro el riesgo de que, si la llama no está bien regulada, el contenido de la olla termine desbordado en caso que deje la tapa cerrada. Sé  también que  esto va más allá  de un tema gastronómico,  pues tiene que ver con un fenómeno de física,  no sé  si cuántica o no, porque no entiendo qué física es aquélla. La cosa, en términos un tanto chapuceros debido a mi escaso conocimiento físico, tiene que ver con el resultado entre el calor aplicado a un volumen de agua que  va derivando del estado líquido al gaseoso al hacer ebullición, lo que llena el continente  -entiéndase olla- y ejerce tal  presión y necesidad de espacio que puede terminar con la tapa por los aires y el contenido chorreando por las orillas de la vasija. Algo así. No puedo ser más clara ni más científica. ¡Sorry! Aquí aplica perfectamente que no se le puede pedir peras al olmo. Sólo tengo un par de manzanas 🍎 en el refrigerador.  
   En fin...La cosa es que al ver el hoyito que tan estratégica y orgullosamente estaba ubicado en la tapa de vidrio de la olla, y habiendo reducido el tamaño de la llama, deduje que los porotos no saldrían huyendo por los bordes, así  que mantuve la tapa en su sitio y me arriesgué a lo que el destino le deparara al proceso aquel. Y no me creerán ustedes, pero no hubo ninguna hecatombe ni desastre culinario. Todo funcionó a la perfección. No hubo aluviones de porotos ni llamas que se apagaran por sus consecuencias. 
  Y de esta tapa que me llevó a la profunda reflexión me fui a otra, algo más grande, con un "feroz" hoyo y que provoca no menos importantes problemas, en esta ocasión, de convivencia humana. Me refiero a las tapas de los sanitarios...o inodoros.  
 Esas tapas sí que pueden originar problemas, gritos, enojos y hasta divorcios. ¡Son realmente poderosas! Enseguida aclaro que yo no me divorcié a causa de ellas. Ante todo, honestidad. Sin embargo, sé que en otros casos ha sido, al menos, "casus belli" (motivo de guerra o enfrentamiento). Seguramente ustedes también conocen más de una conflagración iniciada directa o indirectamente por aquello.
   En este segundo caso, cabe ¿levantarla o no? Veamos.
 Primero, debemos puntualizar que es una tapa más compleja, compuesta de dos partes (una superior y una inferior), por lo tanto el problema puede resultar doble. Por un tema de uso es completamente necesario levantar la tapa superior; de otra forma, el sanitario no puede ser usado. Eso significa que se sea quien sea, todos, hombres, mujeres y niños, deben realizar este paso 1 para evacuar sus necesidades. Sé que no resulta muy poético el término "evacuar" en este ámbito, pero tampoco podemos andar con tantos florilegios en situaciones como éstas, que a veces son urgentísimas ...y nada de poéticas... El paso 2, "tirar la cadena" (quedan pocos sanitarios con cadena, pero los hay) o hacer funcionar el desagüe es obligatorio y, luego, el paso 3, bajar la tapa superior, que muchas veces no se efectúa, pero nadie se ha muerto (o "morido" dirían algunos) por ello, que yo sepa. Si alguno de ustedes  sabe de algún caso, me avisa (gracias).
  ¿Dónde está el problema, entonces?
   A ver, cómo lo explico...El problema, cuando existe, es de género. Sucede que en caso que un usuario sea varón y el "llamado de la naturaleza" signifique que debe mantenerse en modo bípedo al interior de un WC, debe cumplir con otro paso, especial para ellos, que evita todos los conflictos con las integrantes del género opuesto, salvo que, ex profeso, sea un masoquista o un provocador. Ese nuevo paso supone, levantar también la tapa con el hoyo gigante (digo "gigante"en comparación con el "hoyito" de la tapa de la olla) o tapa inferior. De esa manera, evitará dejar sus huellas sobre ella y, llegado el momento, no tendrá que escuchar el grito o las maldiciones de su media naranja -o limón- al sentarse sobre "sus huellas". Esta tapa 2, señores, hay que levantarla, qué duda cabe. Es un tema de decencia, de consideración, de valoración de la paz doméstica, porque quién quiere conocer el lado B u oscuro de su compañera. Una mujer enojada no es poca cosa y aquello hay que tenerlo en cuenta, especialmente en estos tiempos de pandemia y encierro, en que las paciencias están más exigidas y el wc más visitado. 
   Por ello, a manera de premisa, puedo agregar como colofón, que, en los ejemplos dados, no es inocuo ni el tamaño ni el uso. Hay que evaluar antes de actuar. Hasta pronto.
    

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