sábado, 22 de febrero de 2020

Sagunto, antiguo puerto romano...

 Saliendo de Albarracín  ...(miércoles 19)
   
Me quedé sin pan,  por lo que esa mañana debí hacer dieta obligada.  Así como voy, cuando regrese  estaré  irreconocible (jajaja). Salí con tiempo a tomar el autobús,  yendo por una calle moderna,  es decir, pavimentada,  que luego de un par de vueltas se unía  a la carretera, en el sector de salida de Albarracín.  Como el hostal era la  penúltima construcción  de ese sector,  elegí esa bajada al paradero de buses, y así  me evitaba los 100 o más peldaños de las escaleras con maleta y bolso  a cuestas. 
   
Fue brillante mi idea. Llegué  con cero inconveniente,  luego de caminar por un breve túnel o travesía. El único problemilla fue que llegué  demasiado pronto y estuve caminando como loca (mil disculpas los locos que puedan sentirse ofendidos) por la playa de estacionamiento, para contrarrestar los  -3 grados de temperatura. 
   Faltando 10 minutos para las 9, apareció  el minibús,  al cual subí  rápidamente y emprendí el regreso a Teruel. 45 minutos después  ya me encaminaba a la Estación  de Trenes de Teruel para subirme,  a las 10,41,  al tren que me llevaría  a Sagunto.
   Sagunto, ciudad histórica 
   
Sagunto era una ciudad que deseaba visitar desde hacía tiempo.  La había  visitado un par de siglos antes de Cristo y también después.  ¡Jajaja!,  ¡no se equivoquen! ¡No soy la versión  femenina de Matusalén! ¡Hablo en  serio!    Sucede que la persona que  es asiduo lector o lectora de libros de ficción,  vibra con cada historia, con cada personaje.  Aprende a viajar a través del tiempo y del espacio, ya sea real o creado. Por ello, yo había  estado en Saguntum, como la nombraron los romanos (fue asentamiento íbero  en primera instancia, bajo el nombre de Arse) en tiempos de la Segunda Guerra Púnica,  cuando Aníbal, el cartaginés, andaba por estos lares, conquistando tierras,  buscando oro y plata, además  de tener  como propósito  más  relevante, vencer a Roma. 
 
 Al saber que seguía  existiendo,  a pesar de sus 2.400 años de vida aproximadamente,  la marqué  en el itinerario.  Lo único malo  es que en la actualidad,  la población existente en los dos núcleos  de la ciudad es  bastante  numerosa (66.000 habitantes) y extendida, por lo que reservar alojamiento en el sector del Puerto Sagunto, me obligó a un uso permanente de bus para llegar a  Sagunto y viceversa,  con las consiguientes esperas  en el paradero (hasta el último  día  no me aprendí  los horarios de pasada).
   
He estado  tres días,  más  que en las otras ciudades, pero  bastante menos que Aníbal (jajaja). Agoté las visitas a lo que me interesaba, gozando de un clima invernal espectacular. Lo primero e infaltable,  fue visitar el Castillo-fortaleza, el que siendo originalmente romano, no guarda muchas huellas  de su fundación.  Fue utilizado también  por godos y musulmanes y por los franceses a inicios del siglo XIX.  
 
 La construcción  se encuentra dividida en siete plazas o recintos independientes, dentro del kilómetro  de longitud que resguardan las murallas, extendidas a lo largo de la montaña. Las ruinas del Castillo se yerguen orgullosas desde la Sierra Calderona, a 172 metros de altura, por sobre la ciudad de Sagunto. 
   Al salir de la Estación  RENFE, lo primero  que vi frente a mí,  al alzar la vista, fue el Castillo, dominando todo desde arriba. Así  que fue mi meta inicial,  una vez tomé  posesión  de mi  habitación  en el Puerto  saguntino y regresé  a Sagunto-ciudad. En el bus interurbano establecí conversación  con otra pasajera, quien se bajaba en el mismo sector que yo y que iba al Ayuntamiento.  Nos fuimos  caminando juntas y nos despedimos  como si hubiéramos sido amigas, con sendos besos en las mejillas. Ella era trabajadora del aseo allí, me orientó por dónde  irme. Cuando contesté que era de Chile  ante su interrogante,  se manifestó  en conocimiento  de los problemillas en nuestro país.
   
Una vez en camino -¡de subida!- para dirigirme al Castillo, me encontré  con una Iglesia antiquísima y enorme, la Iglesia de Santa María, construida en 1334 sobre la mezquita del lugar. Es un de los monumentos importantes de la ciudad y, por supuesto,  patrimonio.  No dimensioné su tamaño sino al estar en el castillo y ver desde arriba su estructura.
   
También, en mi camino hacia el castillo, pasé -por fuera- de un par de museos y de la  entrada de la Judería (barrio de mucha relevancia en la edad media, donde se asentaron,  medraron y aportaron a la ciudad, transformándose en la principal "colonia" del Reino de Aragón,  aunque eso no evitó  que muchos debieran emigrar en el siglo XV cuando los Reyes  Católicos  decretaran su expulsión  de España), barrio del cual se conservan  las entradas. 

 ¡Uff! Llegué  al fin a unas murallas de piedra, pensé  que era el Castillo, pero no, ¡se trataba del Teatro Romano!, ubicado  en la ladera del cerro.  ¡Uyy! La emoción  me invadió. Ingresé  libremente  (casi no he pagado entradas en lo que llevo de recorrido  y las que he debido comprar  han sido económicas,  excepto  la de El Escorial; es que los curas tienen más  necesidades,  jajaja). Mi emoción  se redujo al ver que la mayor parte del monumento correspondía  a restauración,  pero, así y todo, destacable el esfuerzo realizado.  A ambos lados de las graderías estaban los restos originales, en piedra oscura, fácilmente reconocible de lo nuevo.  
 
Lo recorrí por completo, pudiendo llegar hasta la parte posterior de las graderías  y adentrarme por los oscuros pasadizos utilizados para el ingreso de los espectadores.  Eso me permitió  acceder a las graderías  más altas,  las que estaban destinadas  a los más  pobres en su tiempo, jaja. Todo el sector de la "orquestra" (tras el escenario) estaba restaurado,  a excepción  de un pilar.
   
Salí  de allí,  contenta de haber recorrido uno de los monumentos relevantes  y seguí  mi ascenso  hacia el castillo. Caminé casi tres cuadras por el  camino que hay en la parte baja de las murallas.  Allí, en las rocas sobre las que se erigen las murallas, cada cierta distancia, había  orificios relativamente  cuadrados,  inferiores a un metro de superficie,  tapados  con una plancha metálica.  Luego tomé conciencia que correspondía  a la Necrópolis Judía existente en el lugar, excavada en la roca, que fue utilizada  hasta principios del siglo XIV.

 Llegué  a las puertas que permiten el ingreso  al recinto castellano. ¡Saludo y Entrada gratis! ¡Qué mejor! Me dediqué a recorrer todos los espacios del sitio arqueológico   porque eso es en realidad.  Lo que mejor se conserva son las murallas  visibles desde lejos, algunas torres o parte de ellas, varios recintos aunque incompletos,  puertas, fachadas y arcos,  escaleras,  pero no más que eso. 
 
También se observan las ruinas de lo que fue el Foro Romano de Saguntum, algunos restos de cisternas y algo más.  El pasto y algunas plantas con flores se han adueñado del suelo  especialmente del que los visitantes no recorremos. En el patio central del  lugar, Patio San Fernando,  hay en museo de sitio  donde se exponen muestras de elementos encontrados el Castillo,  especialmente de origen romano. 

Fue bastante cansador el "paseo", pero valió la pena. Desde los miradores de las murallas se podía  observar todo Sagunto en 360°. Lo que sí encontré lamentable es que todo el lugar esté bastante descuidado: pasto largo,  malezas, señalética borrosa.  
   Seguimos...

 Bajé de la punta del cerro (jajaja) y, caminando  caminando,  encontré la oficina de turismo.  Me indicaron  un par de sitios arqueológicos de interés y me  avisaron de una pronta  visita guiada,  que mostraría  2 sitios. En algunos minutos llegué  (no fue tan fácil,  me había perdido) y por un euro, una miseria desde la perspectiva cultural, nos mostraron  los restos de dos domus romanas, una de ellas con bastantes dependencias (lo que indicaba la solvencia económica de su propietario), además de una sección de calzada romana, con cloaca incluida. 
 
Ambos sitios arqueológicos eran cerrados y estaban bajo sendos edificios, los que se habían encontrado con estas ruinas al realizar las excavaciones para los estacionamientos.  El guía, muy ameno e informado,  nos señaló  que en verdad toda la ciudad de Sagunto era un gran sitio arqueológico, pero se había  construido sobre él, antes de que alguna ley protegiera  las ruinas.

 En el último  día  visité  el Museo Histórico, que funciona en una vivienda construida el siglo XIV. La verdad, me decepcionó el museo. He visto muchos increíblemente mejores. Lo más destacado para mí  fueron unas ánforas de origen romano,  cuyas formas depende del contenido: viejo aceite de oliva o salsa.  Están  datadas antes de Cristo. 
   Puerto de Sagunto 
 
 En tiempos de los romanos no hubo separación  entre ambos núcleos urbanos, porque se asentaron en el estratégico cerro y sus alrededores.  Claro que también el lugar se utilizó como puerto por sus ventajas estratégicas. Por ello, Aníbal estuvo tan interesado en conquistar la ciudad.

 Aunque Puerto Sagunto está  a orillas del Mediterráneo, no aprovecha,  para mi gusto,  esta condición.  La playa a la que llegué,  luego de caminar desde el alojamiento  al menos unas 11  cuadras, prácticamente  no tiene equipamiento. Lo que sí  hay es un monumento,  aunque en el sector de las grúas portuarias: es  uno de los  hornos que se utilizó  en la Industria Siderúrgica que existió  en el Puerto y que dejó de funcionar el año 1983.
  Castellón de la Plana
 
O Castelló como le  dicen los valencianos.  Es una ciudad cercana a Sagunto (43 kilómetros), pero bastante más poblada. Viven en ella 171 mil personas. 
   Llegué  a esta ciudad por vía ferroviaria, para visitarla por algunas horas. Cuando viajé a Peñíscola  pasé por Castellón, pero no vi nada de la ciudad, pues su estación  es subterránea.  Ayer pude verla con dedicación. 
   
Sus "tesoros se encuentran casi todos alrededor de la Plaza Mayor y son : la Concatedral Sta. María, cuyo primer edificio fue construido en el siglo XIII; el Fadrí, torre-campanario que se comenzó  a construirse en 1407, de planta octogonal, escalera de caracol de 192 peldaños, de 60 metros de altura; el Palacio Municipal (siglo XVII), el Mercado Municipal.  A unas cuadras de distancia, se encuentra el Edificio de Correos , de estilo modernista, construido el año 1917.

   Destaco de lo que pude observar y visitar,  la gran cantidad de esculturas  en diversos espacios, especialmente de bronce,  algunas muy bonitas.
   

La caminata me dio hambre, de manera que decidí almorzar en Castellón y luego iniciar el  camino de retorno.  Así lo hice, luego de almorzar  ensalada César,  bistec con papas fritas, una copa de vino y un buen  café. 
   Al "aterrizar" en Sagunto, me acerqué  al Museo mencionado más arriba, y luego de esperar un largo rato  la micro, fui a conocer el horno en el Puerto. Ya en "casa" me preparé  para emprender la marcha a otra ciudad el siguiente día.  Terminé  cansada: había caminado 20 km. 
  Casi me olvido comentarles un dato  curioso. Se relaciona con los nombres de esta ciudad: en sus inicios íberos recibió  el nombre de Arse. Los romanos, al conquistarme, siglo II a.C., le llamaron Saguntum. Posteriormente, durante la invasión musulmana  siglo VIII, pasó  a llamarse Murviedro, nombre que mantuvo hasta mediados del siglo XIX, cuando se vuelve a recuperar el nombre de Sagunto, o Sagunt, para los valencianos. Cosas de la historia.  


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