jueves, 13 de febrero de 2020

De Atocha a Guadalajara...

 Hoy inicié los trayectos de  ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo.  Día nublado pero grato. No tuve problemas para salir algo más temprano que ayer del alojamiento, aunque esta vez lo hice con todos mis bártulos: cartera, mochila, bolso de mano y maleta, con un poco más de peso que el día de llegada, por los alimentos  comprados. ¡Un verdadero ekeko! Llegué sin problemas a la Estación  Sol, me despedí mentalmente de los madrileños que había allí a esa hora, aunque no tantos como en las tardes-noches, y bajé hasta los intestinos de la estación donde funciona el RENFE, que no es lo mismo que el Metro. Este último es similar al nuestro (o lo que queda de él,  jeje), mientras  el primero  es el tren, como el que va desde Estación Central a Rancagua. Ya aprendí aquello y también cómo  operar en cada uno (espero que no se me olvide).  
   Todo  funcionó bien hasta que tuve que bajarme en Atocha para subirme a un tren que  me llevara a mi próximo destino.  Atocha es una de las estaciones claves en la capital, donde se realizan conexiones varias, tanto de RENFE como del Metro, así  que la cantidad de vías es abundante: son 10 ó más  (en Santiago son  dos o tres). Si no has desayunado,  allí  mismo te da un mareo al ver tantos trenes que se detienen, que parten, a cada instante. Yo me ayudé del mapita que me dieron en el Aeropuerto y llegué  a la conclusión  que debía ir a la Vía 2. Llegué  allá  luego de bajar escaleras con equipaje a cuestas, porque los ascensores no estaban operativos en ese tramo, ¡uff! Pregunté a otros pasajeros para no equivocarme,  pues no vi personal por ese lado. Mis interlocutores estaban en las mismas, luego llegaron otros a preguntarme a mí,  jaja ja. No era la única  perdida.  De pronto, como en un rapto de iluminación,  miro para la otra vía: allí había un tren que decía  "Guadalajara". ¡Eureka!, exclamé. ¡Tremendo descubrimiento!  Casi volé  hacia la otra vía (lo que significaba subir por una escala mecánica y luego bajar por una escalera clásica,  con peldaños; bueno, las otras también los tienen...en fin, ustedes me entienden), pero no alcancé.  Casi como la protagonista de la película "El secreto de sus ojos" me quedé  mirando el tren, aunque no lo perseguí (no había  ningún  Ricardo Darín  arriba, que yo sepa, jajaja); estaba la dignidad ante todo  (ya me imagino correr con toda la carga que llevaba,  jajaja). 
   Así que a esperar otra vez (¡me había  dejado  el tren, sniff!), pero en esta ocasión sólo  fueron 20 los minutos, los que pasaron rápido. Luego de una hora y poco más,  estuve en Guadalajara (distante a 61 kilómetros). 

    Guadalajara en un día 
    Una vez allí, al revisar Google Maps, éste  me "contó " que la dirección  buscada no quedaba muy lejos. Al menos yo, en la pantalla del celular, la vi posible de recorrer a pie sin dificultades.  Los taxistas son bastantes careros por acá, al igual que allá,  sólo  que aquí  cobran en euros y eso duele más, por lo cual acostumbro  a elegir alojamientos convenientes en precio y distancia.  Claro que a veces el ojo me falla.

Anduve,  anduve, anduve, casi como Caupolicán, con mochila y bolso al hombro. Google me continuaba ayudando, a pesar de todo,  y casi al llegar, una guadalajareña (difícil gentilicio) muy amable,  me dio todas las indicaciones que me faltaban, pues conocía  el Hostal. 
  Un paréntesis...
   Pienso en la mucha gente amable que me he encontrado  las veces que he viajado para acá y no dejo de maravillarme. Nosotros  hemos ido perdiendo esa "gracia", merced a los "patos malos"  y a los estafadores, así que frente a peticiones de ayuda de este tipo, habitualmente reaccionamos negándonos a escuchar incluso.  Por acá,  las personas,  sean de la edad que sean, se detienen y dan todos los detalles. Ayer, un niño de unos 9 años, hasta se ofreció a irme a dejar al Terminal de Buses cuando  le pedí me indicara exactamente dónde quedaba... 
Cuando hoy salí  a buscar lugares de interés  y había  descubierto  uno a la distancia  (el Ábside  de San Gil, única parte que queda de una Iglesia del siglo XIV) un joven que venía  en sentido contrario se detuvo y me explicó que eran los únicos  restos que quedaban de la construcción,  me dio datos de su ubicación  total y su data, y, luego, para mayor abundamiento,  me señaló otros edificios interesantes que podía  visitar. Y todo ello, sin preguntarle nada. Que quede claro, además, que no hubo ninguna otra razón, jaja, sólo  cordialidad con el visitante. ..Cierre de paréntesis...
    Llegué,  me instalé  luego de subir a mi habitación (¡sin ascensor!) y, ya cerca de las 13 horas, salí  a conquistar  Guadalajara.

 Es una ciudad de 85 mil habitantes, tranquila, fácil  de recorrer  sin perderse (excepto al llegar de la Estación  de FF.CC., jajaja), con un casco antiguo conformado por edificios de estilo renacentista, de 5 a 7 pisos, con un hermoso paseo fluvial, en que las aguas del Río  Henares colaboran con la sensación  de tranquilidad y de calma que se respira en la ciudad. La gente, por lo que pude ver, vive acá  como en provincia: todos los locales comerciales cierran a la hora de  almuerzo (excepto los restaurantes, ¡por suerte!), de forma que poca gente se veía en las calles, siendo día hábil.  
    Cuando vi el nombre del río entendí el porqué  la ciudad Alcalá de Henares se llama así: "castillo sobre el río Henares"  (hermosa ciudad, cuna de Miguel de Cervantes, distante 27 kms. de Guadalajara,  que visité hace dos años). 
    Tuve una suerte fantástica en mi primera visita: el Palacio del Infantado  hoy tenía entrada libre. ¡Bravo!
 
 Es una construcción de fines del siglo XV (año 1480), de estilo gótico isabelino, con bastantes detalles de arte mudéjar (cristiano con influencias musulmanas). En su larga vida, ha sido testigo de eventos de gran importancia. Por ejemplo, allí  se casó  Felipe II (el mismo de El Escorial) con Isabel de Valois.... No obstante, su existencia se vio truncada (me refiero a la del palacio) durante la Guerra Civil Española,  cuando fue bombardeado y destruido.  

Sólo en la década de 1960 pudo realizarse su restauración y pasó  a transformarse en sede del Archivo Histórico  Provincial así como de la Biblioteca Pública.  En la actualidad,  continúa  manteniéndose allí el Archivo, pero además está  el Museo Provincial, el cual tuve ocasión  de disfrutar,  sin guardias  y con la libertad de fotografiar lo  que quisiera.
 Lo que más  me impresionó  fue el Patio de los Leones, ¡maravilloso! Me pareció  haber vuelto a La Alhambra. También  me gustaron mucho las pinturas de los cielos rasos o "bóvedas ", como se les llama, llenos de  colorido.

 Recorrí  la ciudad y me encontré  con una serie de Iglesias  antiguas, restos de paños de muralla medieval, dos Torreones: uno, el Torreón Alvar Fáñez Minaya (quien haya leído  "El cantar de Mío Cid" se acordará  de este personaje,  leal lugarteniente  del Campeador,  primo o sobrino  de él) y el Torreón de Alamín, ambas construcciones formaron parte de la muralla que rodeó  la ciudad en la Edad Media, siglo XIV y XIII, respectivamente.  

   También llegué  hasta la Concatedral de Santa María (estilo mudéjar,  siglos XIII y XIV), a la Capilla de Luis de Lucena (siglo  XIV), a la Iglesia de los Remedios (segunda mitad del siglo XVI) y otras. 


    Además,  tuve  la oportunidad  de observar y fotografiar el Puente del Henares, datado en el siglo X,
 supuestamente de origen romano, aunque estudios posteriores le dan la autoría al rey Abn al-Rahman III, cuando estas tierras estaban bajo el dominio  musulmán.  
   El edificio del Ayuntamiento  de Guadalajara  también es digno de admiración.  

Se ubica en la Plaza Mayor desde el siglo XVI con restauraciones  durante su existencia. Es de estilo ecléctico (mezcla de estilos) y está  muy bien mantenido. 
 
  Me gustó  Guadalajara, una ciudad tranquila, para vivir sin prisas y sin peligro. Lugar en que los "pasos de cebra", a pesar de no contar  con semáforo,  se respetan. Lo pude constatar personalmente: todos me daban la pasada (jaja). 
    Mañana les hablaré  de otra ciudad, digna de recibir mi visita. Saldré  bastante temprano para llegar allá,  pero está  claro que los sacrificios que tienen recompensa  valen la pena. Bueno,   hay otros que también,  jiji. ¡Hasta tomorrow!
    

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