jueves, 20 de febrero de 2020

Peñíscola, una joya en el Mediterráneo...

 Hoy madrugué en el Puerto de Sagunto, donde estoy avecindada. Ya recorrida esta ciudad ayer, hoy me levanté  con el ánimo de llegar hasta Peñíscola y  luego, bajarme en Castellón de la Plana o Castelló (como le dicen los  valencianos) al regreso. Pensé que tendría el tiempo  suficiente,  pero...¡no fue así!
   El tren partió desde Sagunto a las 8,46 aproximadamente,  retrasado unos 15 minutos,  de manera que, en lugar de estar 5 minutos  antes de las 10 hrs. en Benicarló-Peñíscola, llegamos a las 10,05. Este detalle es relevante, si no lo obviaría (jajaja).  Cuando el inspector ferroviario me revisó  la tarjeta-billete, me explicó que al bajarme en Benicarló debía  tomar un bus que me llevara hasta Peñíscola,  así que parece que iba a llegar "a la hora de los quesos". Allí  fue cuando empecé  a pensar que debería  quedarme un día más,  pues no había  visitado el puerto y me faltaba hacer un par de visitas en el casco histórico, que eran relevantes. 
 
 Una vez en Benicarló,  nadie a la vista en la estación,  excepto unos taxistas,  que, de seguro, se ofrecerían a llevarme y "me sacarían un ojo de la cara". Fue entonces cuando vi a un par de señoritas y ellas me vieron a mí,  y estábamos con la misma duda. Pregunté a una pareja, que resultó ser francesa (me he encontrado con muchos turistas franceses y casi nada de chinos, jeje), pero comme je ne parle francais très bien,  igual le entendí a la señora, que hablaba algo de español,  jajaja.  No estaba segura, dijo.  Vi a las chicas ir hasta el paradero cercano (el único que se veía), a unos 50 metros (también lo especifico porque será importante para lo que sucede más adelante, jajaja) y allí me encontré  con el horario de los autobuses: cada media hora,  decía lo que logré entender.  
 
 Pasaban los minutos y no pasaba nada. Al ver un trío de señoras que  pasaban por allí,  les pregunté.  La más  veterana  aseguró  que ella había  tomado buses en ese paradero.  No estaban de acuerdo con ella, pero se impuso.  Yo me quedé  de lo más  contenta,  pensando que ya faltaba menos. Unos minutos después  veo que regresa de la Estación de trenes una de las damas, la más  joven, y me informa que ellas tenían  razón,  que NO pasaban por ahí los buses, pero no habían querido discutirle a la mayorcita, optando por ir  a preguntar. Al asegurarse que no había recorrido por ese sector, excepto en verano, volvió  donde yo estaba a explicármelo e indicarme hasta dónde debía caminar para llegar a un paradero  habilitado. 
   La verdad es que quedé  ¡turulata! ¡Aquella desconocida había regresado para ayudarme! ¡No podía  creerlo! Me habló entre valenciano y español, pero igual le entendí. Le agradecí lo más efusivamente que pude (que no es mucho que digamos, jajaja) y partí, "patitas pa' q' te quiero", en la dirección indicada.  Eran, a lo menos,  6 cuadras, una distancia no menor,  pero estábamos  en la jornada matinal, había  desayunado, no llevaba carga y soy joven (jajaja). Pregunté  unas tres veces  más,  pues no era un trayecto recto, hasta que llegué a un paradero y me aseguré que correspondía.  ¿Cómo? Preguntando de nuevo. 
   Ya faltaba poco para las once horas. 
 
 Fue en ese preciso momento cuando vi la primera alcachofa gigante.  ¡Sí! Tal como lo leen: una colorida y enorme alcachofa. Estaba frente a una iglesia. ¡Seguro que era católica! (Jajaja). Obvio, traté  de ocupar mi  tiempo de  ocio y espera intentando  llegar a una conclusión . ¿Era una escultura un tanto excéntrica? ¿Sería  el símbolo de la ciudad? (se han visto cosas peores) Como era bastante colorida,  también  podría ser una intervención  urbana (porque extraterrestre no era). O bien,  los enemigos de fe de los católicos   les dejaron un mensaje a éstos,  para que no pudieran verlo al salir de la misa.. En fin, alguna de esas alternativas debía  ser,  pero no me dediqué a preguntar ; ya había  completado con creces mi cuota de acercamiento  a otros humanos. Ahora que me acuerdo, no se me ocurrió  acercarme a la alcachofa e interrogarla personalmente (jajaja).
   
A las 11 llegó el bus.  ¡Bravo! Por ahí había leído  (no me acuerdo dónde) que mi destino final quedaba a 7  kms., pero se detuvo tantasss veces, que me bajé cuando me aburrí y ya quedaban pocos pasajeros arriba (todos se habían aburrido  jajaja). ¡Nooo!, no fue tan así,  estaba bromeando.  Yo tenía claro,  de lo que averigüé del lugar, que, además  de estar catalogado  entre los "pueblos más bonitos de España ", tenía como punto de interés  un Castillo-fortaleza Templario. Entonces, vi a lo lejos, recortándose en la cima de un peñón  que daba al mar, las murallas y torres de un castillo,  además  de seguir asombrándome ante tanta maravilla, procedí a bajarme del bus.

  Aunque pueda sonar a exageración, creo que,  sin lugar a dudas, es la ciudad más bella que he visto...en su tipo, claro está.   Porque Albarracín  también está categorizada de la misma manera, pero su belleza,  indiscutible asimismo,  es de otro tipo o de otro tiempo.  Es una hermosa postal medieval en todo su esplendor (si hubiera habido postales en ese tiempo), 
en tanto, Peñíscola  ostentaba un Castillo Medieval  en la cumbre, casas preciosas hacia abajo,  todas blancas, en el llano la  playa y el mar, y para llegar a ese sector, un larguísimo Paseo Marítimo  con palmeras. ¡Una imagen soñada!
    En ese momento,  decidí quedarme un día  más  en Sagunto y dedicarle toda la jornada a Peñíscola. 
 
 Como había  salido del Hostal a las 7,30 (porque desde el Puerto de Sagunto a Sagunto mismo,  donde se ubica la Estación,    hay que tomar un autobús,  que pasa cada media hora; la distancia entre ambos es de casi 6 kilómetros) ya estaba "haciendo  aguas". ¡Una cafetería a la vista! ¡Estoy salvada!, pensé.   Un café americano, por favor, dije.  Me sirvieron inmediatamente,  con un pequeño muffin. ¡Estaba delicioso  el  café! Luego, a  calmar las otras necesidades.
   
Solucionado aquello me preparé  para conocer la bella ciudad. Primero me dirigí a fotografiar sectores urbanos en altura,  aunque más alejados de la playa, pero igualmente, de hermosas líneas arquitectónicas y todas las construcciones en color blanco (si mal no recuerdo, también  se le categoriza entre los "pueblos blancos"). Caminando por allí, me encontré con un  cementerio con sus puertas abiertas. Ingresé por unos minutos,  incursión  que me impresionó por el cuidado, colorido  y limpieza del lugar.
   
 Inmediatamente después  me dirigí a la Playa de las Viudas, la más cercana, con la que terminaban los kilómetros  de playa por ese costado.  Posteriormente,  caminé  hacia el peñón desde donde se observaba el castillo y el puerto.  

 Al pasar por el Portal de San Pere (siglo XV) comencé  a caminar sobre los adoquines y a adentrarme en lo que fuera el interior de las Murallas de la Fortaleza, en la actualidad con cientos de blancas viviendas de dos pisos principalmente, donde funcionan numerosos restaurantes  y tiendas,  todo muy cuidado y adornado con flores, que recuerdan los barrios judíos  (como el visto en Córdoba)
 
 Después  de caminar unas tres cuadras y subir una empinada escalera, llegué hasta el Faro e, inmediatamente,  a la entrada del Castillo-Fortaleza de los Templarios, de amplia extensión,  cuya construcción sigue la forma de las rocas del peñón sobre el cual se yergue,  a 60 metros de altura.  
Las dependencias visitadas  fueron numerosas, desde  caballerizas,  salas del cuerpo de guardia, salón gótico, cocina, iglesia y sacristía,  patio de armas, hasta las  salas pontificias, incluyendo una biblioteca. 
 
 El castillo, que fue construido entre los años 1293 a 1307 por la Orden del Temple, pasó a manos del Papá Luna,  posteriormente conocido como el Papa Benedicto XIII, que estableció  la sede pontificia en la fortaleza. Está muy bien conservado  y restaurado. Desde la planta superior, se logra un observatorio de 360° de toda la península  y bahía, desde Peñíscola  hasta Benicarló,  la ciudad anterior   en conurbación  con la primera. 
    También  pude acceder al Patio de Artillería y Jardines del Castillo,  a 100 metros de la entrada, por la parte baja y fuera del edificio, pero al interior de la muralla.  
 
  ¡Bellisima experiencia de visitar y recorrer parte de la ciudad! , lo que complemente, a continuación,  caminando por el Paseo Marítimo.  Intenté  encontrar un local de comida de mi gusto (con las tres "b") y no me fue bien. Cuando había encontrado uno, estaba cerrado  anunciando que volvería en  10 minutos,  busqué  otro  y también permanecía cerrado (en temporada baja, son pocos los locales que se arriesgan a funcionar). Finalmente opté  por volver  : esperar bus a Benicarló,  bajarme en la plaza para conocer en terreno  parte de esa urbe y allí me encontré  con dos alcachofas más, otra muy colorida y la segunda, en blanco y negro, a pasos de la Catedral. 
   Cuando inicié la  caminata hacia la Estación   de trenes,  se aclaró la incógnita: las alcachofas de  Benicarló tienen  denominación de origen, por ello el culto a su imagen. Sólo  pasé a comprar un par de plátanos en una frutería para alimentarme; decliné comprar alcachofas para comprobar sus bondades (no habría tenido dónde  cocerlas). 

 Ya en el tren de regreso, me preparé  mentalmente para llegar hasta el Puerto mismo  y conocerlo.  Logré  caminar por el paseo marítimo,  conocer  una playa y luego, al empezar a oscurecer,  tomé rumbo al alojamiento.  Llegué  sin problemas.  Resulta muy relajante caminar  en cualquier ciudad durante el atardecer  y,  con mayor razón,  durante el día.  ¡Es una verdadera tranquilidad!
   Mañana, atenderé lo pendiente, antes de trasladarme a la Comunidad de Castilla La Mancha. ¡Bona nit, que tinguis dolcos somnis!
    

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