viernes, 28 de febrero de 2020

Murcia, la ciudad de los Puentes...

   Fue un alivio encontrar billete directo  de Elche  a Murcia, claro que la distancia no es mucha, así  que en una hora ya estaba en  mi destino, sin ningún  tipo de trasbordo.  Sin embargo, el viaje  en  su última parte no fue del todo grato ni tranquilo. Me explico...
    Los vagones del tren en que viajé esta vez no eran de un sólo cuerpo, sino que estaban divididos en dos,  con pares de asientos con una mesa entre medio. Son bastante cómodos, ya sea que viajes con gente conocida o desconocida.  En caso de lo último,  la mesa permite mayor separación,  que cuando  no la hay, la cercanía suele ser incómoda.  En este caso,  me sirvió para disponerme a trabajar y así lo hice...hasta que ya no  me resultó cómodo,  pues frente mío  se habían sentado (habían subido  en estación posterior) un par de jóvenes.  Primero,  fue la vestimenta: no era la típica del español; luego,  uno estaba escuchando reggaetón con volumen, no importando si a los demás les gustaba o no ese ritmo.  En esa parte del vagón íbamos 4 personas,  si no me equivoco.  Tercero: de pronto,  le vi sobre la muñeca izquierda un enorme, vistoso y brillante reloj. Ambos eran morenos, no caucásicos,  como la mayoría de los hispanos peninsulares.  La verdad, les encontré  "pinta de flaites". Sé  que puede parecer clasista y discriminatoria mi impresión,  pero,  en nuestro país,  las características  descritas suelen ser un claro indicador. 
    Sucede que faltaban dos estaciones para llegar a Murcia cuando, tras mío  aparecieron unas personas. Uno de ellos se acercó  al par de jóvenes, mientras el otro lo hacía  con la persona que iba detrás mío.  Cuando escucho que se identifican como policías,  aunque iban de civil,  y le piden los documentos, me puse nerviosa. El reaggetonero hablaba español y pasó un documento; mencionó que llevaba 5 meses en España; el otro, no hablaba español, sino árabe (yo ya había  reconocido el acento gracias a que escuché  bastante hablar árabe  en viaje anterior). El joven de atrás  tampoco hablaba español y llevaba 3 años en el pais; él  tenía  trabajo, debía  bajarse en penúltima estación  y pasó  de largo. No hubo gritos, ni tonos inadecuados.  Es algo que admiro del policía  español: es muy deferente y comedido.  Incluso cuando uno de ellos llamó  a otro compañero  que estaba en el otro carro, el jefe le pidió  que no gritara. 
   Cuento corto (aunque ya va bastante extenso): haciendo llamadas, se descubrió  que el flaco del reggaetón tenía  algo pendiente,  así  que se lo iban a llevar al juzgado o comisaría  (la verdad es que desconozco exactamente los nombres que le dan a sus oficinas). Fue tan tensa la situación,  aunque no hubo violencia  verbal ni actitudinal  (sólo  el Mohammed chico, porque así  se llamaban dos,  todos marroquíes,  adoptó  una actitud displicente en la postura,  según mi percepción. Dijo que no hablaba español y se desentendió,  como si a él no le incumbiera la situación), que yo ya dudaba si poner  las manos arriba o juntarlas para que me esposen (jajaja). Al parecer,   yo era la única  inocente en esa parte del vagón, pero hasta llegué  a sentirme culpable de cualquier crimen (bueno, tan inocente no soy, la verdad, jajaja). Al trabajador lo dejaron tranquilo y le dijeron que explicara lo sucedido para que no tuviera problemas por haberse  pasado una estación (cómo lo iba a hacer, lo ignoro, porque, según él,  no hablaba español). A los otros, especialmente  al reggeatonero, el mismo del reloj enorme, lo llevaron del brazo cuando iban por el andén  para que no se les arrancara. A mí,  no me dijeron nada (por suerte,  que del puro susto me habría confesado culpable de cualquier delito,  jajaja) y bajé  sin que me dijeran ni chus ni mús. 

 Así  que, con tamaña experiencia, llegué  medio tembleque a Murcia, pero rápidamente se me pasó,  al abocarme a la tarea de llegar al alojamiento en la nueva ciudad. De todas maneras, queda el aprendizaje  de hacer más caso a mis intuiciones. Para otra vez, soldado que arranca sirve para dos guerras, así  que tendré  que poner "pies en polvorosa" y cambiarme de lugar o vagón cuando mis compañeros cercanos no me den confianza (la expresión que puse entre comillas, recuerdo que la leí  en más de una novela de cowboy que tuve en mis manos mientras fui adolescente, jajaja). 

 A  Murcia la catalogo  como una ciudad grande. Es la capital de la Comunidad Autónoma del mismo nombre.  Viven en ella 453 mil murcianos (no confundir con "marcianos", per favore. Llegó un turista italiano al alojamiento  así que me tengo que poner a tono. Ojalá no tenga el Coronavirus, jajaja). 
La historia dice que fue fundada en el siglo IX, año 825, por Abderramán II, probablemente sobre un  asentamiento romano anterior. Entre los siglos XI al XIII, Murcia fue capital de una cora y cabeza de distintos reinos musulmanes, pasando a manos de la Corona de Castilla a mediados del siglo  XIII. Es una ciudad y provincia con un fuerte desarrollo del ámbito agrícola (muchas extensiones de terreno en  los alrededores de Murcia están con  cultivos de lechugas, brócoli, coliflor, tomates  pimentones) y frutícola (naranjas, mandarinas,  limones, melocotones, aceitunas, uvas). Es la ciudad, a la fecha, en que he visto mayor cantidad de terrenos cultivados.  Se considera también,  según google, una ciudad universitaria (vi bastantes jóvenes por las calles). Precisamente en Murcia se fundó una de las primeras universidades españolas, en  1272. 
   
 La zona céntrica,  que coincide con el casco histórico de la ciudad, resulta interesante y grato recorrerla,  con sus  terrazas de bares y taperías al pleno a eso del mediodía.  Muchas flores,  fuentes y limpieza. Los sectores a orillas del Río Segura, constituyen un hermoso Paseo  Fluvial, como para recorrer y disfrutar, a pesar de lo poco cristalinas que son las aguas del río. Sin embargo, recién hoy descubrí el sector del barrio alrededor de la Estación de Autobuses y no  es para nada bonito ni limpio. Me recordó  algo a la Estación  Central de Santiago. 
 
 Monumentos patrimoniales en Murcia hay varios: la Catedral Sta. María, de enormes dimensiones.  Se comenzó  a construir a fines del siglo XIV , con agregados en los siguientes  siglos, que hacen de ella una mezcla de estilos gótico, renacentista, barroco y neoclásico.  La torre de su campanario es de 93 m. de altura, tercer campanario más alto de España; la fachada, una obra maestra del barroco español, mientras en la capilla mayor, reposan el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio (¡pobre ser humano,  repartido por pedazos!). 
  Hay varios edificios dignos de mención  como el  Palacio Episcopal,  más de un Convento o Iglesia, el Palacio del Ayuntamiento,  el edificio de la Plaza de Toros, etc. Hay abundancia de aquellos, que le otorgan un aspecto señorial al casco  histórico de Murcia. 
   Cerca de Murcia, LORCA, a 70 kms al sureste...

 Mi idea inicial era llegar hasta Cartagena, ciudad antigua a 50 kms., pero el RENFE dijo otra cosa. Llegué  temprano hoy a la estación, antes de las 8,30 y a Cartago Nova (para los romanos), sólo  había  locomoción  a partir de las 10 horas. En cambio, para Lorca el tren partía  a las 8,30 hrs. Me decidí  por ir a esta última ciudad (de 94 mil lorquinos). En Cartagena ya había estado el 2018, aunque no logré  ingresar a muchos monumentos  pues estaban cerrados. 
 
 Lorca tiene una hermosa Plaza España,  donde se concentran varios monumentos: la Iglesia de San Francisco, la Casa Consistorial o Ayuntamiento, la Colegiata de San Patricio, el Pósito de los Panaderos,  etc., todos edificios construidos entre los siglos XVI y XVIII.
 
 Cerca de allí,  se encuentra la Columna Miliaria, hito romano del siglo I a.C, perteneciente a la Vía Augusta que queda entre Cartago Nova de ese tiempo y Eliocroca ("ciudad del sol", Lorca actual). 
   El monumento más  destacado de esta ciudad, por su ubicación, antigüedad y  dimensiones,  es el Castillo o Fortaleza del Sol de Lorca. Es de origen medieval,  construido entre el siglo IX y XV, convirtiéndose en un bastión  inexpugnable del sureste peninsular. Por su extensión, 640 m. de largo por 120 de ancho, es uno de los castillos más grandes de España. Conquistado por Alfonso X el Sabio, se transformó  en baluarte fundamental para la guerra contra Granada y la dinastía  de los Nazaríes.

En la actualidad, en un sector del Castillo se levanta un  Parador de Turismo, desde 2013. Mientras se construía  este edificio particular, se encontró  una sinagoga y una judería,   muestra de una importante presencia judía en el sector durante la edad media. 

   Mi viaje a Lorca  se centró  en la visita al Castillo, que es fácilmente  visible desde la ciudad, como sucede en los otros pueblos visitados: Sagunto, Peñíscola, Sigüenza y Almansa. Sin embargo, resultó  ímprobo el esfuerzo, primero, de encontrar  una subida "amigable" (por ahí,  un perro me ladraba furioso, por suerte estaba amarrado) y luego caminar por la carretera de acceso por la falda del cerro hasta la cumbre (no pude encontrar antecedentes del nombre del cerro ni de su altura).  Por suerte el esfuerzo valió  la pena. 
   
El recinto amurallado y la mayoría  de las dependencias  se encuentran restauradas y bien señalizadas para una visita individual. En mi recorrido  visité  la Torre del Espolón,  bajando hasta un aljibe y subiendo hasta la parte superior del mismo. 
 Vi la zona de baterías ubicada  en el adarve de la muralla, parte de la zona del baluarte que se conserva, un par de aljibes más en otros sectores del castillo, un horno para la fabricación  del pan de la gente, la Torre Alfonsina, llamada así  porque fue obra de Alfonso X ( a la cual se ingresaba con visita guiada en horario específico), las  caballerizas y otros sectores más. 
 Todo en distintos  ubicaciones al interior del recinto amurallado, con  caminos y sectores que, en su tiempo, deben haber estado  complementados con viviendas  y huertos de los pobladores que vivían entre las murallas. Y, por supuesto,  una vista panorámica en 360° de la ciudad y sus alrededores. 
   
 Cuando bajé de "la punta del cerro", el calor y el  cansancio se hicieron sentir. Me fui hasta la estación de trenes y, afortunadamente, había uno esperándome (jajaja). 

 ¡Ah!, olvidaba contarles que en la oficina en que se vende la entrada al monumento (arriba,  en el cerro) vi unas poleras de recuerdo,  que , además de ser económicas,  sólo 6 eurillos, representaban mi sentir. Así que "me hice" con una de ellas.
   El viaje en el tren de regreso lo hice más dormida que despierta. Al llegar y confirmar  que no había trenes a Almería,  próximo destino,  debí buscar la Estación de Autobuses, que estaba por "donde el diablo perdió  el poncho". 

 Con esa búsqueda quedé  completa (21 kms.) y aunque aún era temprano regresé  al Cuartel General  a descansar hasta el otro día, con una dolorosa ampolla en la planta de mi "pata izquierda" como herida de guerra. ¡Gajes del oficio de Caminante, pues! ¡Hasta mañana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario