martes, 4 de febrero de 2020

Chiloé 2020... (quinta parte y final)

    Llegamos al embarcadero Chulchuy de Isla LEMUY en 15 minutos y desde allí observamos el arribo de dos ferries esperando ver llegar algún minibús. ¡Nothing!! No habíamos considerado para nada el hecho de que era día domingo y por lo tanto la frecuencia podía ser menor.
 Consultamos en el local comercial que había a unos pasos del muelle, enterándonos que una buena alternativa era el uso de  taxis. Planteamos nuestras intenciones a la intermediaria, solicitando presupuesto telefónicamente. Al rato, nos entregó la información y lo aprobamos.
 Pronto tuvimos el taxi solicitado, afinamos el trato y establecimos un precio final.  ¡Era razonable! Nos llevaría hasta Detif, Aldachildo y volveríamos a Puqueldón.¡Bravo! 

    El conductor hacía de guía al mismo tiempo y resultó ser bastante comunicativo y "algo" egocéntrico, pero no aburrido (😏😏jajaja). Por suerte no era feo tampoco, jajaja, 😉. Casi nos tenía mareadas con su parloteo.   Mientras íbamos en viaje nos enteramos de su vida, el cómo había llegado a la Isla, cuáles eran sus planes futuros  y otra serie de detalles. Era un hombre educado. Si hacemos fe de lo que nos contó, efectivamente parecía un profesional por  su lenguaje y conocimiento. 
 
 Cumplió bastante bien su tarea de guía. Sin que nosotras se lo pidiéramos, se detuvo en el sector de ICHUAC para que pudiéramos fotografiar la Iglesia Natividad de María, uno de los tres templos patrimoniales de la Isla LEMUY. La verja permanecía cerrada así que no pudimos acceder a ella, pero igualmente admiramos su estructura.
  Continuamos el recorrido hasta llegar a la localidad de San Agustín. En primer plano, la Iglesia del sector, mientras al otro lado de la calle de entrada, un estadio comunitario en pleno funcionamiento, con sus jugadores con coloridos uniformes y el correspondiente público. Si las misas eran tan concurridas como el partido, el cura, seguro, era un hombre feliz y realizado. Registramos imágenes del templo y seguimos nuestro camino. 
   Pocas veces he visto un paisaje y un relieve tan espectacular y majestuoso, que invita a quedarse y a construir un refugio en algún claro estratégico. 

Muchas curvas, subidas, bajadas, en una carretera en excelente estado, merced a los monumentos patrimoniales, nos comentó Don Daniel (Dani para las amigas, jajaja). Desde la altura, divisamos los detalles del relieve de la isla, pleno de colinas y cerros, con casas a la distancia, que parecían cercanas a nuestros ojos, pero lejanas a la hora de llegar a ellas.   
  Isla  LEMUY tiene una forma muy particular: un "cuerpo" ancho mayoritariamente, del que "surge" una especie de de apéndice o cola, en cuya parte final se encuentra la localidad llamada DETIF. 
La sorpresa fue grande cuando nos detuvimos en la parte más angosta de su territorio, donde cabe la carretera y un poco más, de manera que a ambas orillas  se ve el mar. En el sector derecho el sol se acercaba lento a su ocaso, mientras que por el lado izquierdo, aparecería al día siguiente. ¡Curiosidades mágicas de Chiloé!    
Llegamos a Detif  bajando por la carretera. Lo primero que vimos fue la Iglesia en medio de una pequeña plaza y , al fondo, el mar. Hermosa manera de presentarse ante nuestros ojos! 
 La Iglesia Virgen de Lourdes lucía majestuosa, irguiéndose por sobre todas las construcciones del lugar, sencilla por dentro y por fuera (como la canción de Noche de brujas, jajaja).
Viviendas típicas de madera y el mar, tranquilo, besando la playa solitaria y pacífica, que, angosta pero cuya longitud se perdía a la distancia, completaban el panorama. 
El guía nos llevó a conocer a una joven artesana, hábil talladora, instalada en lo alto del terreno, más allá del templo, en una cuidada y bella construcción que le servía de taller. 
   Volvimos al vehículo y dejamos con cierto pesar el lugar, que llamaba a permanecer. La playa me hacía guiños para que la recorriera, pero no era el momento. La vida continuaba y el tour también.
 En silencio, me prometí volver. Después de conocer el trabajo de la joven y adquirir unos recuerdos, volvimos al "centro". Había llegado un vehículo lleno de turistas, así que la Iglesia se pobló de visitantes. 
   Partimos a Aldachildo, otro pueblo poseedor de Iglesia patrimonial. En el trayecto seguimos gozando del paisaje y confirmando la belleza isleña. La Iglesia Jesús Nazareno de Aldachildo se erige paralela a la Costanera, en un amplio terreno, desde fines del siglo XIX. 
Estaba cerrada por lo que sólo pudimos apreciarla desde fuera. Lo que sí vimos bien fue su extensa playa, donde había más de un veraneante aprovechando el buen día. Antes de irnos hasta Puqueldón, pasamos a proveernos de agua mineral. ¡Estábamos completamente  sedientas! 
   Le dijimos adiós a esta localidad y nos dirigimos al final de este  tour en taxi, Puqueldón, donde llegamos a un pequeño terminal de buses con varios pasajeros esperando. Nos despedimos de Daniel, pagando lo acordado y con la promesa de volver a encontrarnos (jajaja, es broma).     
  Una vez nuevamente caminantes, constatamos que hacía un buen rato que no pasaba un minibús, por lo que las probabilidades que pase pronto eran altas. Nos apuramos en ir a la Iglesia y luego a un Mirador, pasando por la plaza y no nos alcanzó el tiempo para nada más. El minibús ya llegaba. ¡Uff! Logramos sentarnos en los únicos asientos disponibles que quedaban. El vehículo iba abarrotado, con bastante gente de pie también. 
   No fue un trayecto grato para mi gusto: hacía calor, estábamos cansadas, hasta el sueño se nos echó encima y me hubiera dormido con gusto si no hubiera sido por un niño impertinente que iba al lado, que hablaba por el campeonato, creyéndose muyyyy inteligente. Ya se me había agotado la paciencia como para encontrarlo gracioso. No me quedó otra cosa que soportarlo e imbuirme de aceptación cristiana u oriental (¡¡omm!!🙏). Por suerte, el trayecto no era mayor a  12 kms., aparte del cruce del canal. 
   ¡¡Chonchi al fin!!! La cabaña y una buena ducha. El cambio de ropa y la alimentación debían esperar hasta que Marcia y René nos llevaran nuestros bártulos. 
Pero ya podíamos respirar  con amplitud . La jornada culminó con doble actividad social, primero con nuestros anfitriones de la mañana y luego, con mis hermanos y cuñada. 
   A la hora de dormir, lo hice a "pata suelta" en cama matrimonial, que ese día me había tocado a mí. Y a la mañana siguiente, sí pudimos gozar de una ducha caliente, de un desayuno frugal y salimos "pitando" para Castro primero, y enseguida a Ancud. Allá pasaríamos el último día antes de abandonar la Isla al siguiente, para abordar un avión en el Aeropuerto El Tepual de Puerto Montt.
    Pero, un momento, aún estamos en Ancud
   La cabaña que nos esperaba cumplió todas nuestras expectativas. Nos la habían recomendado mis familiares. El día se presentaba amenazador, pero eso no nos hizo permanecer en "casa". 
 Había unas tareas que cumplir religiosamente: comprar queso chilote (mis amigas), unos regalos faltantes y mirar todo lo no mirado. Me habría gustado ir al Fuerte Ahui, pero no nos alcanzaba el tiempo. 
Nos conformamos con las compras, varias fotos más, la visita a otra Feria Artesanal y el Mercado, la subida al Fuerte San Antonio y llegar hasta el lugar donde se había erigido la Iglesia San Francisco de Ancud que había desaparecido producto de un incendio tan sólo unos días atrás.
   Las dos últimas actividades las hicimos bajo la lluvia y premunidas de un impermeable amarillo vip (Eliana), un poncho plástico verde (Anita) y una capa tipo Sherlock, cuadrillé, yo (jajaja). Salvo Eliana, perdimos todo glamour y nos mojamos bastante, pero nos divertimos. De la Iglesia casi no logramos ver nada por la ubicación en que le levantaba. 

  ¡Ah!, me olvidaba mencionar nuestro último almuerzo.
 Fue en "El hoyo caliente", donde debimos esperar casi una hora, pero valió la pena: el salmón (jiji) estaba delicioso y el vino del brindis, a la altura (la demora no siempre es tanta; esta vez estaban saturados de clientes). 
Allí casi debimos aplicar primeros auxilios a Anita que le dio uno de sus típicos ataques de risa, de lo cual guardo registro (jeje).   

Ya de noche, luego de ordenar y "empacar" a presión los quesos (jajaja), nos sentamos a conversar  el último souer y evaluar el viaje. Todo bien, felices de haber sorteado la convivencia con tanto éxito. Nos dimos la tarea de pensar en el próximo destino para el año '21 entre varios esbozados y llenar el "chanchito" para cumplir con el nuevo desafío 
  El relato va llegando a su fin...
 Al día siguiente,  la lluvia ya era pasado; en Pto. Montt incluso había sol. 
Estuvimos un rato en el Paseo Costanera sentadas frente al mar, fotografiando y fotografiándonos. Luego, al Aeropuerto, donde la presencia silenciosa de los quesos  al interior de las mochilas no sólo pesaba en la espalda sino también en la conciencia. 
Mis amigas no sabían si sus seres queridos lograrían degustar semejante delicatessen. Al pasar invictas por los escáneres de la PDI, el alma les volvió a sus cuerpos. 
Sólo faltaba que no se pusieran complicados los tripulantes del avión y se les ocurriera pesar el equipaje. No sucedió así y llegamos con nuestros tesoros chilotes a la meta, felices cada una de volver en tan buen pie a la realidad cotidiana. ¡Voilà!
    Resumiendo y sintetizando sobre la base de los atractivos turísticos de Chiloé, debo señalar que visitamos 18 lugares (entre ciudades y localidades), 4 islas (Quinchao, Aucar, Apiao y Lemuy), 9 iglesias patrimoniales (yo una más, la de Vilipulli) y  8 iglesias no patrimoniales, además de llegar a una o más Ferias Artesanales por ciudad o localidad (todo un récord). 

La verdad, no buscábamos aquello (récords), sino simplemente sacarle el mayor provecho al viaje, y, a través de este casi peregrinaje, lograr, tal vez, captar la esencia de lo que es vivir en esta tierra de esfuerzo y aislamiento, de lluvia y solidaridad, de bosques verdes y cielos limpios, de calor de hogar y familia unida, de saludo entre vecinos y habitantes de la misma localidad, de acogida y cariño, de amabilidad sincera y de conversación sin desconfianza, del respeto a la tradición y a la creencia en Dios. Y aunque yo ya no sea tierra fértil para lo último,  admiro a quienes sí creen en esa fuerza superior, que los hace más niños y, por tanto, más puros, como debiéramos ser todos. ¡Hasta la próxima aventura! 👋👋👏👐👐
   

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