lunes, 3 de febrero de 2020

Chiloé 2020...(tercera parte)

  Ya en CASTRO, parecía que la suerte quería abandonarnos. Habíamos hecho una reserva pero no podíamos encontrar la dirección. Cuando "sospeché" que el lugar de ubicación no era tan vip, sugerí que buscáramos otro alojamiento. No había pagado por adelantado, así que, luego de enviar un mail avisando que no llegaríamos, nos abocamos a buscar otra posada. Después de recorrer una par de locales, conseguimos algo que nos sacaría del apuro por esa tarde: dos habitaciones individuales con baño privado y una sin baño 😒😒. La lata no era la falta de un baño, sino que estaríamos separadas. Nos resignamos cristianamente, 🙏🙏. Otro detalle poco adecuado era la limpieza: no eran muy fanáticos de ella (¡grr!).
   Apenas dejamos nuestras cosas más o menos ordenadas, salimos a buscar alojamiento para la noche siguiente, porque no nos  íbamos a repetir piezas separadas y de dudosa higiene. En ese trámite tuvimos un encontrón con uno de los pocos chilotes maleducados que encontramos en nuestro viaje, que casi nos echó de la recepción cuando le solicitamos que nos mostrara una habitación y, más encima quería que le pagáramos sin verla, a lo que nos negamos. Eso sucedió en el "Hostal don Miguel", por si acaso. 
   Al fin encontramos un Hotel, Archipiélago, luego de bajar una cuesta empinadísima.  Dejamos reservada la habitación para la noche siguiente. Nos pareció fantástico y nos fuimos muy contentas a recorrer la Costanera, llegando hasta la Feria Artesanal, donde nos transformamos rápidamente en clientes. 
  Al frente, ya subiendo hacia la Plaza, pasamos por un local de artesanía "gourmet", donde me enamoré a primera vista de un tazón diseñado por una artista local llamada Macarena Gallardo. Preciosos sus trabajos, y a pesar de un costo mayor, igualmente lo traje conmigo y desde que llegué a Rancagua me acompaña en los cafés y tés cotidianos. 
   En la Plaza de Armas admiramos la Iglesia San Francisco de Castro (Patrimonio de la Humanidad, construida en 1912, aunque hubo una anterior que se incendió),   la parte final de un espectáculo folclórico que se estaba presentando, la escultura de la Pincoya, una Feria Artesanal en terrenos de la Iglesia y los esbozos de unas esculturas de madera que estaban en proceso de tallado. 
   Como el hambre ya estaba haciendo estragos, regresamos al hospedaje y en la cocina- comedor comunitaria preparamos nuestras onces. Luego, nos reunimos un rato para acordar aspectos operativos y nos recluimos en nuestros aposentos, como verdaderas novicias, 😇😇😇 .
   ¡Ringgg! ¡Alarma sonando! Hora de levantarse. Aseo, arreglo del equipaje, desayuno, retiro del lugar y caminata hacia el Hotel reservado el día anterior para dejar nuestro bolsos en custodia. Emprenderíamos viaje a QUELLÓN ("Voy pa' Quellón, voy pa' Quellón!!🎶🎵🎶). No buscábamos un nuevo amor ni dejábamos otro, simplemente queríamos conocer ese casi mítico lugar (el Macondo chileno) del cual teníamos noticia desde siempre pero que nunca habíamos visto.
   Faltaban 5 minutos para las 9,30 horas cuando compramos los pasajes que nos llevarían a nuestro próximo destino. Claro que debimos caminar a marcha forzada dos cuadras hasta el terminal particular de la línea Cruz del Sur. Arribamos a tiempo y nuestro viaje de hora y media fue relajado y descansado. El paisaje, digno de postal, verde no contaminado, casas de campo, pequeñas localidades, el mar a lo lejos en algunos sectores. 
Por fin, ¡¡en QUELLÓN!!   La ciudad era  más grande de lo  pensado, para nuestra sorpresa. Lo primero que hicimos fue buscar el Terminal Municipal de buses. Averiguamos horarios de regreso y luego nos dedicamos a conocer la urbe.
 Llegamos a una pequeña plaza, nos encontramos con unos monumentos novedosos: un piano, un cartel con "Voy pa' Quellón" y una guitarra gigante. Fotografías van y vienen. 
Bajamos al Paseo Marítimo, recorrimos su extensa Costanera, compramos frutas en un local tipo feria, fotografiamos todo lo fotografiable, visitamos una tienda llamada "El gorro de lana", y, luego a la Feria y Mercado Municipales, con puestos estructurados en distintos niveles, lo que le da un estilo diferente al de las otras ciudades.
 Conocimos el extraordinario trabajo de unos talladores en madera, cuyos significativos precios le hacían justicia a la calidad. En uno de los puestos me compré el tercer gorro, jajaja (ya me había comprado una boina en Curaco y un turbante en Achao), todos con materiales chilotes y elaborados con técnica de tejedora isleña.
   Mientras estábamos allí, observé unos recuerdos que hacían alusión al "Hito Cero", que ya me había mencionado Marylyn. Así que averiguando, al rato estábamos subiéndonos a un microbús que nos llevaría hasta allá. 
   Cuando llegamos a Hito Cero, pudimos comprobar que el lugar estaba en el otro extremo de la bahía y que las imágenes de Quellón posibles de obtener desde allí eran espectaculares. Se llama así porque es el punto donde termina la Ruta 5 que se inicia en una ciudad de Canadá, distante a más de  21 mil kilómetros. 
Es un bello lugar que se simboliza con un gran monumento, cuya base  es una fuente de agua con lotos. También hay una pequeña gruta, un mirador, unos asientos para descansar, mirar, reflexionar, varios árboles y playa. ¡¡Muy hermoso!! Todo complementado con una construcción en que funciona una tienda de souvenirs. 
   Cerca de allí se celebraba un evento estival, propio de las ciudades de la isla y de muchas otras ciudades chilenas, en que, además de artesanía local, se ofrecen productos gastronómicos y actividades criollas. No fuimos, nos quedaba poco tiempo. Volvimos al centro de la ciudad, buscamos la Parroquia Nta. Sra. del Carmen y luego de comernos unas papas rellenas y unos milcaos -mis amigas-,  nos subimos al minibús que nos llevaría de regreso. Teníamos planificado bajarnos en CHONCHI para aprovechar la tarde. ¡Se dijo y se hizo!   
 En el intertanto, mis hermanos y cuñada, que también andaban visitando la isla, me informaron que habían llegado a la misma ciudad, así que acordamos juntarnos con ellos un rato (mi hermano Luis vive en Coronel, mi hermana, Gladys, en La Unión)   

En tanto visitábamos la Iglesia Nuestra Sra. del Rosario de Chonchi (patrimonial como muchas), aparecieron mis parientes, los cuales nos invitaron a su cabaña. Compartimos un rato, para luego ir a recorrer la Costanera, conocer la Feria Artesanal (allí mi adquisición fue un par de guantes con medios dedos) 

y, posteriormente, llegar hasta Notuco, sector de los alrededores donde se realizaba una Expo-Bosque, en una  especie de parque. Muchos puestos de venta de artesanía, plantas y árboles, alimentos típicos, con un gran escenario al fondo. 
   ¡Hora de irnos! 

  Salimos a la carretera y nos subimos al primer bus que pasó, llegando sin novedad a Castro. 
Allí, lo primero que hicimos fue acercarnos a unos puestos de comida que Anita había visto desde arriba del bus.  Elegimos unos chacareros con café-té, que estaban de miedo y, luego de engullirlos, nos fuimos a nuestro maravilloso Hotel, según creíamos. Lo digo porque de llegada, tuvimos problemas. 

La recepcionista estaba hablando por celular con alguien conocido (se notaba en el tipo de conversación), siguió hablando, con gestos nos hizo subir al segundo piso, nos entregó el equipaje en custodia y nos condujo a nuestra habitación. Seguía hablando, bla bla blá... Ante una pregunta nuestra se vio en la obligación de cortar la llamada (ya era hora!😠😠). Le pedimos agua caliente para servirnos un café, a lo que accedió con pocas ganas. Con Eliana, pronto nos fuimos a servir nuestro café, mientras Any atendía un familiar que había venido a saludarla (era el día de los encuentros familiares). Al rato llegó su sobrina, a la cual acompañó a su casa. Nosotras no fuimos con Any a pesar de la invitación, pues era probable que yo recibiera la visita de Gloria, como sucedió.
 Ella nos invitó a su house, donde compartimos hasta pasadas las 23, momento en que nos fue a dejar al hotel, antes de que perdiéramos todo encanto (habíamos estado bebiendo un souer, jajaja).
  Un paréntesis...
 [[ Gloria es una de las amigas del tour a Oriente ya mencionado en ocasión anterior. También docente, que terminó su carrera profesional con un exitoso desempeño en la Provincial de Educación de Chiloé (al menos eso nos dijo ella, jaja; es broma, Gloria. Nos consta que fue así) Oriunda de Talca, se fue a vivir a la Isla Grande hace años y allí se quedó. Excelente anfitriona y amiga; yo ya había estado en su casa desde el 5 al 7 de enero y, en conjunto con Marylyn,  habíamos visitado Curaco de Vélez ]]. Cierre paréntesis...
   Ya la noche había llegado del todo, así que luego de compartir impresiones y tomar acuerdos, nos "metimos al sobre" y al día siguiente iniciamos con alegría nuestras actividades, entusiasmadas con el programa que se nos avecinaba para esa jornada, alegría un tanto enfriada con el agua de la ducha, que por más que lo intentamos no cambió de temperatura (¡brrr!). Luego, nos fuimos al comedor a servirnos nuestro desayuno, que esperábamos fuera premium para así contrarrestar el frío de la ducha, pero estaba visto que la experiencia no iba a mejorar. Un desayuno normal "no más", con todos los comensales esperando mientras las encargadas llegaban atrasadas, la primera corriendo. Mientras esperábamos, se escuchaba cómo le echaba el agua a los hervidores e iba llevando a cuentagotas los productos a cada mesa: mantequilla, mermelada, pan. Ya llevábamos medio desayuno consumido cuando apareció el queso (jajaja, nosotros ya nos habíamos comido el pancito que nos tocaba a cada una) y también apareció la segunda persona a cargo con toda la parsimonia del mundo. Debieron llevarnos más pan. Terminada la tremenda comilona (jajaja) nos retiramos inmediatamente del local. Preferimos cruzar la calle y esperar en la Costanera (al frente) a nuestros anfitriones del día: la sobrina de Anita, Marcia, y su esposo René, que nos llevarían hasta QUEILEN.
   Mientras mis amigas se dedicaban a imitar a Darwin (estudiando plantas y flores a su alrededor), yo busqué la página del hotel y, a través de TripAdvisor, plasmé mi opinión del local, que ya se imaginarán de qué carácter fue (😠😈😈)
  La llegada de Marcia y René dio fin a nuestra estadía en Castro, pues esa noche descansaríamos en una cabaña de Chonchi, contigua a la que estaban mis hermanos. Ahora,  nos íbamos a QUEILEN y el día se presentaba completamente ¡¡prometedor!!
    

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