viernes, 28 de febrero de 2020

Murcia, la ciudad de los Puentes...

   Fue un alivio encontrar billete directo  de Elche  a Murcia, claro que la distancia no es mucha, así  que en una hora ya estaba en  mi destino, sin ningún  tipo de trasbordo.  Sin embargo, el viaje  en  su última parte no fue del todo grato ni tranquilo. Me explico...
    Los vagones del tren en que viajé esta vez no eran de un sólo cuerpo, sino que estaban divididos en dos,  con pares de asientos con una mesa entre medio. Son bastante cómodos, ya sea que viajes con gente conocida o desconocida.  En caso de lo último,  la mesa permite mayor separación,  que cuando  no la hay, la cercanía suele ser incómoda.  En este caso,  me sirvió para disponerme a trabajar y así lo hice...hasta que ya no  me resultó cómodo,  pues frente mío  se habían sentado (habían subido  en estación posterior) un par de jóvenes.  Primero,  fue la vestimenta: no era la típica del español; luego,  uno estaba escuchando reggaetón con volumen, no importando si a los demás les gustaba o no ese ritmo.  En esa parte del vagón íbamos 4 personas,  si no me equivoco.  Tercero: de pronto,  le vi sobre la muñeca izquierda un enorme, vistoso y brillante reloj. Ambos eran morenos, no caucásicos,  como la mayoría de los hispanos peninsulares.  La verdad, les encontré  "pinta de flaites". Sé  que puede parecer clasista y discriminatoria mi impresión,  pero,  en nuestro país,  las características  descritas suelen ser un claro indicador. 
    Sucede que faltaban dos estaciones para llegar a Murcia cuando, tras mío  aparecieron unas personas. Uno de ellos se acercó  al par de jóvenes, mientras el otro lo hacía  con la persona que iba detrás mío.  Cuando escucho que se identifican como policías,  aunque iban de civil,  y le piden los documentos, me puse nerviosa. El reaggetonero hablaba español y pasó un documento; mencionó que llevaba 5 meses en España; el otro, no hablaba español, sino árabe (yo ya había  reconocido el acento gracias a que escuché  bastante hablar árabe  en viaje anterior). El joven de atrás  tampoco hablaba español y llevaba 3 años en el pais; él  tenía  trabajo, debía  bajarse en penúltima estación  y pasó  de largo. No hubo gritos, ni tonos inadecuados.  Es algo que admiro del policía  español: es muy deferente y comedido.  Incluso cuando uno de ellos llamó  a otro compañero  que estaba en el otro carro, el jefe le pidió  que no gritara. 
   Cuento corto (aunque ya va bastante extenso): haciendo llamadas, se descubrió  que el flaco del reggaetón tenía  algo pendiente,  así  que se lo iban a llevar al juzgado o comisaría  (la verdad es que desconozco exactamente los nombres que le dan a sus oficinas). Fue tan tensa la situación,  aunque no hubo violencia  verbal ni actitudinal  (sólo  el Mohammed chico, porque así  se llamaban dos,  todos marroquíes,  adoptó  una actitud displicente en la postura,  según mi percepción. Dijo que no hablaba español y se desentendió,  como si a él no le incumbiera la situación), que yo ya dudaba si poner  las manos arriba o juntarlas para que me esposen (jajaja). Al parecer,   yo era la única  inocente en esa parte del vagón, pero hasta llegué  a sentirme culpable de cualquier crimen (bueno, tan inocente no soy, la verdad, jajaja). Al trabajador lo dejaron tranquilo y le dijeron que explicara lo sucedido para que no tuviera problemas por haberse  pasado una estación (cómo lo iba a hacer, lo ignoro, porque, según él,  no hablaba español). A los otros, especialmente  al reggeatonero, el mismo del reloj enorme, lo llevaron del brazo cuando iban por el andén  para que no se les arrancara. A mí,  no me dijeron nada (por suerte,  que del puro susto me habría confesado culpable de cualquier delito,  jajaja) y bajé  sin que me dijeran ni chus ni mús. 

 Así  que, con tamaña experiencia, llegué  medio tembleque a Murcia, pero rápidamente se me pasó,  al abocarme a la tarea de llegar al alojamiento en la nueva ciudad. De todas maneras, queda el aprendizaje  de hacer más caso a mis intuiciones. Para otra vez, soldado que arranca sirve para dos guerras, así  que tendré  que poner "pies en polvorosa" y cambiarme de lugar o vagón cuando mis compañeros cercanos no me den confianza (la expresión que puse entre comillas, recuerdo que la leí  en más de una novela de cowboy que tuve en mis manos mientras fui adolescente, jajaja). 

 A  Murcia la catalogo  como una ciudad grande. Es la capital de la Comunidad Autónoma del mismo nombre.  Viven en ella 453 mil murcianos (no confundir con "marcianos", per favore. Llegó un turista italiano al alojamiento  así que me tengo que poner a tono. Ojalá no tenga el Coronavirus, jajaja). 
La historia dice que fue fundada en el siglo IX, año 825, por Abderramán II, probablemente sobre un  asentamiento romano anterior. Entre los siglos XI al XIII, Murcia fue capital de una cora y cabeza de distintos reinos musulmanes, pasando a manos de la Corona de Castilla a mediados del siglo  XIII. Es una ciudad y provincia con un fuerte desarrollo del ámbito agrícola (muchas extensiones de terreno en  los alrededores de Murcia están con  cultivos de lechugas, brócoli, coliflor, tomates  pimentones) y frutícola (naranjas, mandarinas,  limones, melocotones, aceitunas, uvas). Es la ciudad, a la fecha, en que he visto mayor cantidad de terrenos cultivados.  Se considera también,  según google, una ciudad universitaria (vi bastantes jóvenes por las calles). Precisamente en Murcia se fundó una de las primeras universidades españolas, en  1272. 
   
 La zona céntrica,  que coincide con el casco histórico de la ciudad, resulta interesante y grato recorrerla,  con sus  terrazas de bares y taperías al pleno a eso del mediodía.  Muchas flores,  fuentes y limpieza. Los sectores a orillas del Río Segura, constituyen un hermoso Paseo  Fluvial, como para recorrer y disfrutar, a pesar de lo poco cristalinas que son las aguas del río. Sin embargo, recién hoy descubrí el sector del barrio alrededor de la Estación de Autobuses y no  es para nada bonito ni limpio. Me recordó  algo a la Estación  Central de Santiago. 
 
 Monumentos patrimoniales en Murcia hay varios: la Catedral Sta. María, de enormes dimensiones.  Se comenzó  a construir a fines del siglo XIV , con agregados en los siguientes  siglos, que hacen de ella una mezcla de estilos gótico, renacentista, barroco y neoclásico.  La torre de su campanario es de 93 m. de altura, tercer campanario más alto de España; la fachada, una obra maestra del barroco español, mientras en la capilla mayor, reposan el corazón y las entrañas de Alfonso X el Sabio (¡pobre ser humano,  repartido por pedazos!). 
  Hay varios edificios dignos de mención  como el  Palacio Episcopal,  más de un Convento o Iglesia, el Palacio del Ayuntamiento,  el edificio de la Plaza de Toros, etc. Hay abundancia de aquellos, que le otorgan un aspecto señorial al casco  histórico de Murcia. 
   Cerca de Murcia, LORCA, a 70 kms al sureste...

 Mi idea inicial era llegar hasta Cartagena, ciudad antigua a 50 kms., pero el RENFE dijo otra cosa. Llegué  temprano hoy a la estación, antes de las 8,30 y a Cartago Nova (para los romanos), sólo  había  locomoción  a partir de las 10 horas. En cambio, para Lorca el tren partía  a las 8,30 hrs. Me decidí  por ir a esta última ciudad (de 94 mil lorquinos). En Cartagena ya había estado el 2018, aunque no logré  ingresar a muchos monumentos  pues estaban cerrados. 
 
 Lorca tiene una hermosa Plaza España,  donde se concentran varios monumentos: la Iglesia de San Francisco, la Casa Consistorial o Ayuntamiento, la Colegiata de San Patricio, el Pósito de los Panaderos,  etc., todos edificios construidos entre los siglos XVI y XVIII.
 
 Cerca de allí,  se encuentra la Columna Miliaria, hito romano del siglo I a.C, perteneciente a la Vía Augusta que queda entre Cartago Nova de ese tiempo y Eliocroca ("ciudad del sol", Lorca actual). 
   El monumento más  destacado de esta ciudad, por su ubicación, antigüedad y  dimensiones,  es el Castillo o Fortaleza del Sol de Lorca. Es de origen medieval,  construido entre el siglo IX y XV, convirtiéndose en un bastión  inexpugnable del sureste peninsular. Por su extensión, 640 m. de largo por 120 de ancho, es uno de los castillos más grandes de España. Conquistado por Alfonso X el Sabio, se transformó  en baluarte fundamental para la guerra contra Granada y la dinastía  de los Nazaríes.

En la actualidad, en un sector del Castillo se levanta un  Parador de Turismo, desde 2013. Mientras se construía  este edificio particular, se encontró  una sinagoga y una judería,   muestra de una importante presencia judía en el sector durante la edad media. 

   Mi viaje a Lorca  se centró  en la visita al Castillo, que es fácilmente  visible desde la ciudad, como sucede en los otros pueblos visitados: Sagunto, Peñíscola, Sigüenza y Almansa. Sin embargo, resultó  ímprobo el esfuerzo, primero, de encontrar  una subida "amigable" (por ahí,  un perro me ladraba furioso, por suerte estaba amarrado) y luego caminar por la carretera de acceso por la falda del cerro hasta la cumbre (no pude encontrar antecedentes del nombre del cerro ni de su altura).  Por suerte el esfuerzo valió  la pena. 
   
El recinto amurallado y la mayoría  de las dependencias  se encuentran restauradas y bien señalizadas para una visita individual. En mi recorrido  visité  la Torre del Espolón,  bajando hasta un aljibe y subiendo hasta la parte superior del mismo. 
 Vi la zona de baterías ubicada  en el adarve de la muralla, parte de la zona del baluarte que se conserva, un par de aljibes más en otros sectores del castillo, un horno para la fabricación  del pan de la gente, la Torre Alfonsina, llamada así  porque fue obra de Alfonso X ( a la cual se ingresaba con visita guiada en horario específico), las  caballerizas y otros sectores más. 
 Todo en distintos  ubicaciones al interior del recinto amurallado, con  caminos y sectores que, en su tiempo, deben haber estado  complementados con viviendas  y huertos de los pobladores que vivían entre las murallas. Y, por supuesto,  una vista panorámica en 360° de la ciudad y sus alrededores. 
   
 Cuando bajé de "la punta del cerro", el calor y el  cansancio se hicieron sentir. Me fui hasta la estación de trenes y, afortunadamente, había uno esperándome (jajaja). 

 ¡Ah!, olvidaba contarles que en la oficina en que se vende la entrada al monumento (arriba,  en el cerro) vi unas poleras de recuerdo,  que , además de ser económicas,  sólo 6 eurillos, representaban mi sentir. Así que "me hice" con una de ellas.
   El viaje en el tren de regreso lo hice más dormida que despierta. Al llegar y confirmar  que no había trenes a Almería,  próximo destino,  debí buscar la Estación de Autobuses, que estaba por "donde el diablo perdió  el poncho". 

 Con esa búsqueda quedé  completa (21 kms.) y aunque aún era temprano regresé  al Cuartel General  a descansar hasta el otro día, con una dolorosa ampolla en la planta de mi "pata izquierda" como herida de guerra. ¡Gajes del oficio de Caminante, pues! ¡Hasta mañana!

jueves, 27 de febrero de 2020

Altea, belleza mediterránea..., Elche, la ciudad de las Palmeras...

   Altea, una belleza mediterránea...
  En mi tercer día en Elche, madrugué nuevamente, con el fin de viajar hasta un pueblo catalogado entre los más bonitos de la Costa Blanca valenciana.¿Otra vez?, dirán ustedes. ¡Es que son varios! Se trata de Altea, una "pequeña" ciudad de 22 mil alteanos aprox. Se ubica en la provincia de Alicante, a orillas del Mediterráneo, un poco más al norte de Benidorm. 

 Por ello me levanté más temprano, pues la idea era llegar antes que ayer al lugar. Sin embargo, no adelanté mucho. El bus de Alicante a Altea pasa por Benidorm, hace unas cuantas paradas, lo que, agregado a la congestión vehicular,  va sumando minutos y no se avanza mucho. Más encima, el "badulaque" del conductor, se bajó a tomar desayuno en la Estación de Benidorm, de manera que tuvimos que esperar que el "caballero" terminara su alimentación para continuar el viaje. 

 Si bien el bus casi salió vacío de Alicante, en Benidorm prácticamente se completó de gringos y gringas, todos emparejaditos, así que cero posibilidad para mí (jajaja).
   Al fin, cuando Google maps me indicó que llegábamos a Altea, el chófer anunció la primera detención. Al ver, en la parte alta de la ciudad, el campanario y las cúpulas de la Iglesia, me bajé "ipso facto". Era el momento y lugar de iniciar la aventura del conocimiento y de la caminata. El reloj marcaba las 10,35 hrs.
   Día  despejado, deslumbrante, con una suave brisa que aligeraba, en algo, la sensación térmica (la temperatura alcanzó  los 26° nuevamente). Me encantó  el lugar. También  había  gente de "Gringolandia", pero en mucho menor  cantidad que en Benidorm.  La razón es bien clara: las Playas  Roda y la otra que vi a continuación,  no tienen arena, sino  piedras, de tamaño pequeño, pero piedras al fin y al  cabo. Eso, indudablemente,  hace desistir a muchos bañistas.

  En Altea hay vestigios íberos,  romanos y musulmanes,  lo que da cuenta de su antigüedad.  Se plantean dos teorías  en relación al origen del nombre. Por un lado, se cree que provendría  del griego 'Althaia', que significa 'yo curo'. Por otro lado,  podría provenir del árabe  'attaláya'. Cabe señalar que el casco antiguo de la ciudad está construido en altura, lo que serviría de fundamento para la segunda teoría. 

 Además  de las playas, del paseo marítimo, de dos puertos (uno pesquero y el otro, deportivo) y de la belleza de su casco  antiguo, la ciudad cuenta con la Iglesia de Nta. Sra. del Consuelo, la que se construyó con del aporte comunitario  a inicios del Siglo XX, cuando sobre las ruinas de una iglesia construida en el siglo XVI, erigieron el edificio actual. 
 Para llegar hasta ella,  debí subir aproximadamente 330 peldaños, aunque no todos fueron continuos. ¡Por suerte! Había descansos, miradores  y sectores medianamente planos;  en caso contrario, más  de algún  "vejestorio" terminaría  en el Centro de Salud (me di la tarea de contar los peldaños al bajar desde la Iglesia,  jajaja). 

Todas las casas (de dos o tres pisos) lucen pulcramente, pintadas de blanco, encaladas, como novias virginales esperando al novio marinero (jajaja). ¡Qué mala comparación! Sin duda, inmerecida para una ciudad tan bella...

Las casas tienen balcones de hierro y macetas con flores de diversos colores. Las veredas, cuando las hay, y las calles tienen adoquines o pequeñas piedras introducidas en el cemento  (vi esa técnica en el Museo de Rancagua, pero se me olvidó  el nombre, ¡eskuismi!). Varias tiendas de ropa, restaurantes, taperías, bares y demases, pero en menor cantidad que en Benidorm y  más caros, completan el panorama. ¡Una pena, desistí  de almorzar aquí! ...Antes de que lo olvide, no sólo  escuché  hablar en Inglés,  sino también  en francés,  alemán  y otro idioma que no supe reconocerlo,  pero me "tinca" que era checo o de algunos de esos países (por el sonido)
   
¡Uff! ¡Calor! ¡Escapé  de las llamas para caer en las brasas!... Me fui a la estación de trenes. Esta vez iba a regresar en TRAM, un ferrocarril de "Cercanías", que se detiene en cuanta estación  aparece, pero, lo importante  es que no depende de los atascos automovilísticos. A las 14,15 ya estaba al interior  de un vagón ¡repleto! Obligada a sentarme al lado de un señor que estaba dormitando y frente a una dama, ídem.  ¡El olor pa' qué  les cuento! (no del señor, sino en general). Sólo  les diré  que el aire estaba espeso (jajaja).
 Empezamos el viaje. Cada cierto  rato, con el bamboleo del tren (o bien que no, jajaja) mi compañero de asiento casi se apoyaba en mi hombro, despertaba y se sentaba derecho, pero no le duraba  mucho. Por suerte la señora se bajó  un poco más  allá  y me cambié  de asiento.  Poco a poco el vagón  fue quedando con menos gente, un alivio,  la verdad, pero no terminaba de llegar. Al final,  no me van a creer, pero demoró lo mismo que el bus  aunque, eso sí,  fue un viaje con mucho mejores vistas (no lo digo por mi compañero de asiento, jaja). La línea  ferroviaria pasa más cerca del mar,  de manera que uno puede ir viendo las mansiones,  cada cual más  bella, la playa y todo el equipamiento turístico.  Son escasos los espacios sin construir en un trayecto de varios kilómetros.  
 
  El TRAM me dejó  en Alicante. Allí  debía  subirme a otro tipo de tren, del RENFE, para regresar a Elche. Sucede que tienen estaciones diferentes,  jajaja. Por suerte, rápidamente  me orienté (hace un par de años estuve en esa linda ciudad) y pude obtener mi "billete". Al final,  iba a llegar casi a la misma hora que el día  anterior, habiendo iniciado el regreso dos horas antes...Iba a sentarme en el gran vestíbulo de espera cuando una señora de edad (Dios guarde a la que escribe, jajaja) me dice que va a Elche también  pero nunca ha estado allá.  Ella se había enterado que yo iba pues estaba tras mío  en la fila. Le expliqué  en qué  vía  debía  esperar, pues yo ya había  visto eso en las pantallas. "¡Ahí  nos vemos!", le dije. 
   Entre paréntesis...
En varias oportunidades,  casi reconocida  por otros como natural de por acá,  he dado indicaciones de direcciones y he ayudado a comprar billetes en las máquinas.  Hace un par de días  le ayudé a un señor que parecía  sirio; ayer, a un  joven de quien  no reconocí  su nacionalidad, pero hablaba español y que  iba a Murcia. He recibido tanta ayuda que lo mínimo es que devuelva algo en parte. Claro que si aparece un chileno, tendré  más  cuidado, jajaja》
 Cierro paréntesis...
  Y así fue. Nos sentamos juntas y como si fuéramos amiguis de toda una vida nos dimos a la "cháchara". Era viuda desde hace unos años, pensionada, 75 años, y aunque no impuso en toda su vida, se las "arreglaba" muy bien con la pensión que le dejó su cónyuge  (Q.E.P.D., jiji,  se lo merece) de 900 €. Tenía 3 hijos, 5 nietos. Era la mayor de 5 hermanas (me acordé de Juanita; pobre mamá,  con tantas "cabritas"). Me mostró fotos de su familia...En fin, yo dije unas pocas cosas, pero la dejé hablar y le hice preguntas. Ella se bajaba una estación  más allá.  Nos despedimos con besos en ambas mejillas y me dio la dirección de su casa, porsiaca...: Jijona 23, Ibis. No tengo idea de su nombre, tampoco le di el mío,  pero sé dónde llegar  si se me ocurre  (y si la señora sigue en este mundo, claro). Desde el andén,  vi que me hacía señas y me tiraba un beso. ¡Amorosa! Le correspondí las señas, contenta de haber tenido un buen rato conversando  con una desconocida, por el gusto de comunicarnos  nada más. 

  Elche, la ciudad de las Palmeras...
  Elche o Elx en valenciano, es una ciudad de nada menos 232 mil ilicitanos (gentilicio), hermosa, ordenada,  llena-llena de palmeras en numerosos y cuidados parques en medio de la ciudad, con fuentes de agua y esculturas varias.  Ayer me despedí del lugar, caminando por el paseo fluvial, en el que el cauce del Río  Vinalopó aparece constreñido  en su flujo, pero discurre con rapidez y fuerza. Los alrededores están transformados en un paseo de dos niveles, donde una gran cantidad de  personas, especialmente jóvenes, corren por su trayecto, entre puente y puente, o pasean a sus perros. 
 
   El origen de Elche es antiguo. En el siglo V a.C. los íberos fundaron la ciudad bajo el nombre de Helike. Cuando llegaron los romanos (porque llegaron, jajaja), la colonia pasó  a llamarse Iulia Illici Augusta alrededor del año 26 a.C. , mientras que en la edad media, bajo el dominio musulmán, ya la ciudad se estableció  donde está  en el día de hoy, siendo reconquistada a mediados del siglo XIII por la Corona de  Castilla. Eso en cuanto a su fundación.  
   En tanto, en el ámbito arquitectónico, cabe destacar algunos monumentos destacados: 
 
 Castillo-Palacio de Altamira o Alcázar de la Señoría, construido a  finales  del siglo XV. Se cree que se construyó  sobre un edificio anterior de los siglos XII ó XIII, que habría  formado parte del recinto amurallado de la ciudad.  En la actualidad  este monumento está  dedicado al funcionamiento del Museo  Arqueológico,  muy bien implementado.  
   
Basílica de Santa María o Iglesia de Nta. Sra. de la Asunción, que fue construida  sobre la antigua mezquita (¡qué mala costumbre!, tanta maravilla arquitectónica perdida por esta actitud de parte del vencedor de hacer "tabula rasa" con la cultura del vencido) en los siglos XVII y XVIII. Es de estilo barroco. 
   
Torre de Calahorra, fortificación almohade (dinastía  bereber venida desde el norte de África), de forma rectangular,  construida a finales del siglo XII y comienzos del XIII. Era parte de la muralla medieval.
    A lo anterior, hay que agregar varias iglesias, conventos, unos baños árabes (que no alcancé  a visitar; cerraban muy temprano) y varios puentes que cruzan el Río Vinalopó. 
 
  ¡Ah! Antes de que se me olvide, les contaré  que, en esta ocasión,  reservé alojamiento por el sistema Airbnb, para probar. Ya estaba en camino cuando me llegó  una comunicación  escrita de Roberto,  el anfitrión,  que me avisaba que su pareja, Miguel Ángel,  me recibiría, y me enviaba los números telefónicos.  Tuve mis dudas, para qué  voy a negarlo.  Una cosa  es conversar o hacerles clases, pero otra cosa es convivir con dos desconocidos homosexuales. Los dos, jóvenes y apuestos  (¡qué desperdicio!), viven acompañados por un perrito.  No tuve ningún  problema.  No conversamos mucho,  salvo lo básico al llegar o alguna sugerencia,  pero sin bullicio.  El perro era obediente, por suerte, porque me gustan, pero lejos, jajaja. Incluso  quedé una noche más,  sin inconvenientes. 
   
Me gustó  Elche, ciudad de la que había  oído  hablar sólo  porque hay un equipo de fútbol con ese nombre. Me causó muy grata impresión  la vocación  por el medio ambiente y por una vida saludable. Y a pesar de que no es una ciudad pequeña, percibí que los ilicitanos no viven apurados.
   Nos vamos y nos vemos en Murcia. ¡Hasta pronto!

    

martes, 25 de febrero de 2020

Benidorm, playa, mar y sol...

   Desde hace muuuchoss años que he oído hablar de Benidorm, siempre asociada a la música por un famoso festival de la canción que se desarrollaba allí (o se desarrolla aún),  en que más  de un intérprete  chileno participó  en el pasado.

 Pero, en la actualidad, no tenía más antecedentes que aquéllos. Cuando "barajé" la posibilidad de visitar el lugar por el  día, al ver la cercanía  de donde estoy  -Elche- 72 kms., averigüé  más, de manera de estudiar si era digna de recibir mi visita. La diferencia del tipo de vida y de ciudad, en comparación con otras elegidas, la hizo digna ante mis ojos.
 
  Como ya lo he dicho poco sabía  de Benidorm, salvo lo mencionado. Después de mi investigación y visita de hoy, estoy en condiciones de contarles algunos detallitos de esta ciudad. Es un cotizado balneario de la llamada "Costa Blanca" española, ubicado en la provincia de Alicante  y región  de Valencia. Tiene 70 mil habitantes residentes, 150 con los turistas en temporada baja, 400 mil en verano. ¡Vaya,  vaya dato relevante!, creíble  absolutamente,  luego de ver hoy día  una gran cantidad de turistas,  principalmente  "gringos", que se desplazaban en su mayoría  en parejas (de tercera edad) por el paseo marítimo de la playa o por las calles aledañas y del centro. Parecían  verdaderas "pancoras" como andaban de quemados por el sol, muchas mujeres, independientes de la edad, con poleras sin tirantes y muchos hombres sin poleras (y sin ninguna "caluga" es necesario puntualizar; al contrario, las redondeces extras eran generalizadas y "cero" complejo en mostrarlas). 
   
El sol estaba muy intenso a orillas de la playa, una sorpresa tanto para los residentes como para las visitas, pues se está  aún  en el invierno europeo. Y las visitas, vaya que buscaban el sol, como verdaderas lagartijas, al parecer perdido el miedo al cáncer de piel, porque se veían largo rato tendidos en pleno proceso de "cocción " (jajaja).  

  Como ciudad, Benidorm  se caracteriza por su moderno  equipamiento urbano, que se refleja en la gran cantidad de rascacielos,  cada cual más moderno y más alto, constituyéndose en la ciudad española con más  rascacielos, y en la segunda, después de Nueva York, con más  por metro cuadrado.  ¡Vaya récord! 
No había visto tanto edificio en altura en un balneario (no he visitado muchos, en todo caso). Se le conoce también  por su activa vida nocturna. ¡Cómo  no, con esa cantidad de aumento de su población en temporada veraniega!
 
 
Mi experiencia en este afamado balneario no tuvo mucho que ver con tomar sol y tragos. Llegué  a las 11 horas, luego de viajar de Elche a Alicante  y desde Alicante  a Benidorm,  en un bus que pasó  por un par de pueblos pequeños, pero que demoró  una barbaridad en llegar a destino.  A eso de las 11 ya el sol "achicharraba", según mi percepción,  que es bastante sensible,  debo aclarar  (cada vez tengo menos tolerancia con el astro). Sólo  caminé  un rato por el paseo del mar, caminé  unos cientos de metros por la arena, a "pata" desnuda, pero no "aguanté" más. 

 Me compré una Pepsi-lima para hidratarme y luego "subí " a las calles paralelas a la playa, donde las tiendas de ropa barata eran numerosísimas, lo que me llamó  mucho la atención.  Las "gringas" no se hacían problemas  en comprar ropa barata para enfrentar más  livianas el calor. Cabe señalar que en las  calles céntricas  también estaban las tiendas  que no fallan en las grandes ciudades: Parfois, Zara, Desigual y otras de la misma "calaña" (jajaja)
 
 ¿Saben lo que hice? Me dediqué  a vitrinear y me entretuvo de lo lindo, sintiéndome bastante más cómoda,  porque al interior de las tiendas  es más fresca la temperatura (en verano debe ser infernal la canícula).  Me compré  unos perfumes y unas poleras y, luego, me dediqué  a buscar dónde  almorzar. No es que tuviera que buscar mucho, si en cada cuadra había tres o más locales.  ¡Para qué decir en el Paseo marítimo! Era un restaurante, tapería, cervecería  y todas las "ías" posibles de comida, uno al lado del otro,  todos llenos, con sus terrazas bajo el sol. 

 Yo, persona humilde pero honrada,  buscaba un almuerzo -menú- de acuerdo a mi estatus de no-gringa y, por añadidura, pensionada.  Encontré  al menos tres, pero cuando ya me decidí, pasé al último. Y allí,  me sucedió  algo, no sé si llamarlo "curioso" o fue un caso de discriminación simplemente. Ingreso al local, sillas amarillas y verdes, bonito, luminoso, varias mesas desocupadas. Elegí una a la sombra,  obvio, y la joven que ve que  me voy a sentar y le digo "¡Quiero un menú!", reacciona diciendo "No...". Yo, tan amable como siempre, le digo "No ¿qué?". La joven no contesta y se va hacia el mostrador. 
 
  Allí  mismo  pensé  "¡Esto me pasa por no ser rubia!". Nooo, la verdad es que no pensé,  sentí  nada más.  Sentí  rabia y salí  furiosa del local,  pero digna (jajaja). No es un escape, aclaro, sino que no voy a imponer mi presencia donde no se me quiere. "Amor a la fuerza, no es amor", dicen.  Había  caminado  unos pasos cuando escucho que  la joven, que había salido  tras mío, me pregunta por qué  me he ido. Casi me dieron ganas de reír,  pero le dije que su actitud había sido inadecuada y yo no estaba de acuerdo  con ello. La rubia (muy parecida a la actriz Goldie Hown, pero con 50 años menos) me explicó que la mesa que yo había elegido estaba reservada y ella no había sabido cómo decírmelo.  "Diciendómelo", le contesté,  "y así  evita los malos entendidos". No me creerán que me pidió  disculpas y yo, dejando de lado el mal rato,  volví  y le dije que me disculpara mi reacción  también (jajaja)
 
De allí  en adelante, nos transformamos en las mejores "amiguis" (jajaja) y les aseguro que haber regresado valió  la pena, porque, en verdad, la ensalada mediterránea,  el salmón  con ensalada, el vino blanco que acompañaba la comida y la panacota con frutos rojos  estuvieron deliciosos. 
   De acuerdo a lo que pude observar, me quedó claro que a la joven no la "mandó nadien" a que me persiguiera (sólo  había  dos personas atendiendo  y ella misma se pagó del consumo). Creo más  bien que fue un tema de no perder un cliente, aunque  aquello signifique inhabilitar 3 puestos en una mesa. El local, que debe haber tenido unas 8 mesas de cuatro, sólo estaba al 50%. 
   En fin, gajes de turista...
    Lo pasé  bien, no vi ningún castillo, no Ingresé a ninguna iglesia, no caminé por adoquines, ni entré a ningún museo...Por hoy día,  pase. Ya mañana, será  otro día...
    

domingo, 23 de febrero de 2020

Albacete y Almansa en Castilla de la Mancha...

  Llegué a Albacete (ciudad y provincia de Castilla de la Mancha, que consta de 173 mil habitantes) desde Sagunto, después  de haber pasado por Valencia, hermosa y gran ciudad costera. Debí  esperar la conexión por dos horas más o menos en la Estación Nord, la más importante del servicio ferroviario en esa urbe. Recorrí los alrededores  (no pude hacerlo mucho rato, pues cargaba conmigo el equipaje) y tomé  algunas fotografías. Me di cuenta que ya me había olvidado de algunos detalles. También  aproveché el tiempo para avanzar en el reporte  que llevaba atrasado. 

  En dos horas estuve en Albacete, ciudad que inmediatamente me conquistó con sus amplias avenidas, su limpieza, flores coloridas, fuentes y esculturas. Al llegar al alojamiento,  me sorprendió su fachada: se veía todo un gran  hotel,  en pleno sector céntrico, de esos tradicionales, que, pasados los años, se duermen un poco en sus laureles (lo pude comprobar,  dijo la peladora, jajaja)
 
 Salí a recorrer la urbe y, después de ver algunas calles silenciosas y casi vacías  de gente, me encontré con una postal permanente en todas las ciudades y pueblos de España: mucha gente de distintas edades, bulliciosamente conversando, comiendo, bebiendo y fumando, en las llamadas "terrazas", que no son más que sillas y mesas en las afueras del local,  con quitasoles o algo parecido. 
 
 No deja de impresionarme esta costumbre, que se ha globalizado,  al parecer, pues también la vi en Italia y Grecia. Y eran las 15,30 y la gente no estaba almorzando; estaba comiendo tapas  y picoteo, con cervezas u otro licor, todos muy bien arreglados, conversación a voz en cuello a veces. Esto mismo que vi aquí,  lo he visto en todos lados. Pareciera que tuvieran una situación  económica  muy bollante, pues esta "gracia" se transforma en hábito y no deja de afectar al bolsillo.

Pero también  me encontré en mi recorrido por las calles del centro urbano, a varios niños y jóvenes  disfrazados,  por lo que deduje que había  por ahí  alguna fiesta a la que no me habían invitado. 

 Un tanto cansada de sentirme como ave en corral ajeno, me dediqué,  a continuación,  a conocer el patrimonio arquitectónico del lugar. Lo primero en aparecer fue la Catedral San Juan Baustista, de grandes dimensiones,  emplazada en un terreno algo más alto que la calle,  lo que le otorga mayor majestuosidad. Fue construida el siglo XVI. No pude ingresar a ella;  las dos veces,  estaba cerrada.
   Otros lugares interesantes que encontré  en mi callejeo fueron:

Pasaje Lodares: histórica y monumental galería  comercial  en pleno centro de la ciudad, categorizado como monumento, construida a principios del siglo XX, de estilo  modernista. Impresiona caminar bajo y entre arquitectura tan cuidada y hermosa.
Casa del Hortelano, hoy Museo de Cuchillería  de Albacete, muy colorida por fuera,   ignoro cómo es por dentro pues no tuve acceso (hay ciudades en que los fines de semana no se encuentra nada abierto al público). La cuchillería de la ciudad  es famosa fuera de sus fronteras, de allí  que haya un museo para aquello. 

La verdad es que Albacete es pródiga en construcciones hermosas, de estilos renacentista y modernista, esculturas,  bellos  parques   como el que lleva el nombre de Abelardo Sánchez, por el cual caminé buscando la sombra benefactora, con esculturas y fuentes de agua.
 

 También el edificio de la  Plaza de Toros  es digno de mención. Se ubica un poco más alejado del centro,  entre un Molino de agua (en homenaje a don Quijote de La Mancha) y el monumental recinto de la Feria. 

    Una vez que oscureció, volví  a salir, para ver la ciudad de noche, con sus luces y vida "nocturna".  Las calles estaban atestadas  de gente y más niños disfrazados.  Pronto descubrí adornos luminosos en altura en una  calle principal.  Según  yo, eran caras de gato. Luego supe que lo que en verdad representaban eran rostros con máscaras. 
 Al comienzo,  yo ya me imaginaba que había  un curioso  amor a los minimos, aunque a la fecha no había  visto ninguno.  Lo que sí  vi fueron niños con caritas felinas. 
 
  Cuando  capté que la  gente, en número creciente, no caminaba sino que estaba detenida  en las orillas  de las veredas, "me pegué el alcachofazo": estaban a la espera de un desfile. Era el cierre o comienzo de una de las fiestas del invierno,  lo que se hacía a través  de un Carnaval

Me uní al público espectador.  Pronto comenzaron los grupos a desfilar, muy coloridos, muy organizados algunos, otros se veían bastante desordenados.  Les acompañaban bandas musicales. 


Me sorprendió ver grupos con personas minusválidas intelectuales  y físicas,  acompañadas  de cuidadoras,  todos vestidos para el carnaval. Lo que constituyó  una mayor sorpresa fue ver grupos de baile propios de los Carnavales andinos (morenadas y  caporales), de nacionalidad  boliviana,  participando de la fiesta. Eso dio cuenta de la numerosa colonia de ese país por estos lares o alguna relación  de intercambio cultural.

   
Al terminar la actividad, fue todo un desafío  volver al hotel.  Las calles estaban desbordadas de gente, muchas familias con sus hijos. El tiempo había contribuido completamente al éxito del Carnaval "del gato", según yo, al comienzo (jajaja ). 
   
Al otro día,  siguiendo mi personal costumbre de aprovechar al máximo las estadías, busqué  una ciudad o pueblo visitable cercano.  Había varios, pero a los que no podía acceder por medios públicos,   así que,  con resignación cristiana,  acepté la sugerencia del señor de informaciones de la Estación de Ferrocarriles.  Destino cercano: Almansa (24 mil habitantes). 
 
  En menos de una hora estuve allá y bajé las escalinatas de la estación,  que me unieron a las  calles de los ciudadanos  de  a pie, casi como una visitante ilustre.  Eso fue todo lo magnífico  que pude ver por largo rato, pues las calles por las que me fui introduciendo al centro de la ciudad eran comunes y corrientes, insulsas a  cabalidad.  Cuando vi que las estrechas veredas comenzaban a ensancharse, ya respiré algo más tranquila,  pues eso significaba que la calle adquiría importancia.  No tenía plano, así  que continué,  "echándole p' elante". Empezaron a aparecer tiendas y también  gente (jajaja), más  algunos niños con elementos de disfraces  (¡otra vez!)
 
  Al fin, apareció  ante mis ojos, un hito patrimonial: la Iglesia de la Asunción, la más  relevante de la ciudad,  que comenzó a construirse en el siglo XVI, pero siguió aumentando su estructura hasta el XIX, por ello, la mezcla de estilos constructivos.  Al interior,  valoré su sencillez,  que no suele ser costumbre en estos edificios, recargados de símbolos y ornamentación (para mi gusto),
 
  A unos pasos de allí, en la misma Plaza Santa María, se levanta el Palacio de los Condes de Cirat, hoy edificio en que funciona el Ayuntamiento almanseño. Es un edificio hermoso, patrimonial,  de fines del siglo XVI, a cuyo patio interior con arcos  pude acceder libremente. 
   
 Siguiendo el recorrido,  vi que el final de la plaza lo constituían las escaleras que permitían el acceso al Castillo de Almansa, patrimonio más relevante del lugar.  
Esta construcción  data del siglo XII, es de origen almohade (dinastía bereber que dominó el norte de Africa los siglos 12 y 13 y llegaron también  a la península ibérica), aunque posteriormente pasó  a manos cristianas,  siglo XIV, a un personaje conocido, el Infante don Juan Manuel, padre del escritor Don Juan Manuel, autor de la obra "El conde Lucanor" (a quien conocí en mi época universitaria, a través  de la lectura,  obviamente). Este noble mandó  a restaurar y ampliar el castillo,  para su mejor habitabilidad y defensa. Es importante decir que está  emplazado en el llamado Cerro del Águila,  cubre una longitud de 100 metros por 30 de ancho. 

 A inicios del siglo XX el Castillo estuvo "a punto" de ser demolido, por su estado de abandono y el peligro que constituía su posible desplome, especialmente  para las viviendas existentes a los pies del cerro. Sin embargo, lograron declararlo monumento  y gestionar los correspondientes fondos,  poco a poco, para su reparación. 
 Está  muy bien habilitado para los visitantes, con una sala museística al interior, donde debió  estar la construcción de la parte habitable del Castillo. Fue un agrado visitar este patrimonio, aunque el esfuerzo de ir subiendo cada peldaño de piedra sin pulir resulte un ejercicio no menor, incluso para los más  jóvenes. 
 Desde la altura de la Torre del Homenaje, hasta el nivel que se puede acceder, se obtiene  una excelente panorámica de la ciudad, que justificaban absolutamente  la construcción  de esta dependencia en fortalezas de este tipo.
   Luego de visitar  brevemente el Museo de la Batalla de Almansa ( histórico enfrentamiento por la Corona del reino en el año 1707 )  inicié  mi camino de retorno, encontrándome con numerosas  familias con pequeños disfrazados, que habían tenido su carnaval ese mediodía.  
Conseguí  adelantar en una hora mi "billete" de regreso a Albacete, donde llegué,  casi en pleno verano: el termómetro  marcaba 24° y ya las fuerzas no daban para más.  Regresé al hotel a descansar y alimentarme,  para planificar la siguiente etapa de mi itinerario. ¡Hasta pronto!