viernes, 18 de diciembre de 2015

Sirenas de sal perdidas en el desierto...


    Caminar solas por el desierto salado no se la damos a "nadien", aunque pensándolo bien y acordándome de un par de mujeres-serpientes....¡Hummm!
    La cosa es que ayer, mientras esperábamos la Puesta de Sol en un sector de la Laguna de Tebinquinche y viendo que el vehículo y los restantes  compañeros de tour no se aparecían, nos sentimos absolutamente perdidas en pleno Salar, con una enorme cantidad de terreno por recorrer en la inmensidad salada. Ya me explico más adelante, para respetar el orden de los acontecimientos.
    Salimos a las 16 horas aproximadamente en dirección a Laguna Céjar, famosa por el efecto que su contenido salino produce en los bañistas, lo que pudimos comprobar personalmente, aunque no en la misma Céjar, sino en la llamada Laguna Piedra, contigua a la anterior. Es el tour más caro, pues el ingreso a la Laguna para probar sus aguas es el más alto de todas las entradas (uno paga 15 lukas y te entregan una pulsera de  color fucsia fosforescente para ser puesta en la muñeca y de esa manera los guardias del lugar identifican quién puede introducirse en sus aguas...y quién no). Nosotras obviamente pagamos la entrada para tener la renombrada experiencia, además porque plata  nos sobra (jajaja). Así que, antes de caminar hasta la playa de la pequeña laguna, pasamos a los vestidores a ponernos nuestras tangas, de manera de lucir bien nuestras redondeces (esto último es lo que más tenemos, jajaja) en todo su esplendor. Bajo un sol incandescente, sin ninguna sombra cercana ni lejana, nos introdujimos rápidamente al agua. A la orilla, mucha arena beige, suave y cremosa (jajaja), pero ya más adentro, piedras no muy grandes pero con bastantes aristas (así como los casos SQM, PENTA y otros famosos últimamente en nuestro Chilito), de manera que no resulta fácil caminar hacia adentro. No nos fuimos al centro de la laguna  (perfectamente se podía cruzar) pero avanzamos lo suficiente para mojar toda nuestra humanidad sin arrastrarnos. Probamos si realmente no nos sumergíamos  y así fue, tanto boca abajo como de espaldas. Estuvimos un rato de espaldas, relajadamente, una vez que perdimos el temor a hundirnos. Logramos sacarnos unas fotografías en ambas posiciones, las que constituyen una verdadera exclusividad. Habrá que pensar si compartirlas con ustedes. 
     El guía-chofer nos dio un tiempo acotado para utilizar en fotografiar la Laguna Céjar y para bañarnos en la Laguna Piedra. A las 18 horas debíamos estar en el vehículo. Por tanto, nos apresuramos y aunque primeramente no habíamos pensado ducharnos (en unas duchas exteriores y colectivas) nos vimos en la obligación de hacerlo, pues la piel, la cara, las orejas, parte del cabello, etc., es decir, todo lo que había entrado en contacto con el agua al bañarnos, estaba blanco de sal y el cabello, absolutamente rígido, como si nos hubiéramos echado encima un frasco de gel. 
  La salida fue a lo menos 15 minutos más tarde de lo señalado. El chofer-guía no conversaba con el grupo que ya estaba allí en tanto el resto llegara, sino con un par de turistas solamente.
   Siguiente destino: los Ojos del Salar, un lugar en medio del salado desierto, con agua dulce, a lo menos a un par de metros de la superficie, por lo que quien quisiera bañarse aquí, debía lanzarse. En un sector había una pequeña bajada, pero no sabíamos la profundidad. Por lo menos el guía no lo dijo. Son especies de cenotes, aunque, probablemente no con la abundancia de flora y fauna que se ve en los conocidos en México. Lo increíble de estos dos "ojos" con agua, es que están en medio del salar, en medio de la nada....Con mi hermana, lógicamente,  los recorrimos por sus orillas superiores, los fotografiamos y nos fotografiamos con ellos y ...¡listo! No había nada más que hacer, pero antes de subir  al minibús, nos entretuvimos fotografiando nuestras alargadas sombras, genial idea de my sister. 
   De allí partimos a la Laguna Tebinquinche, la que se podía recorrer y fotografiar. Su extensión es enorme y su composición absolutamente salobre. En sus orillas había trozos de color blanco que parecían trozos de hielo, pero que eran "costras de sal". El chofer-guía nos dejó en un extremo de la laguna, explicándonos que la visita al lugar suponía caminar por los caminos señalizados a orillas de la laguna (la verdad, a una distancia no menor de ella), contemplar y fotografiar la puesta de sol y servirnos un "picoteo" con pisco souer. Nos dijo:
- Voy a pagar las entradas y vuelvo. Nos encontramos antes de la puesta de sol para compartir, donde están los otros vehículos.
    Cerca de donde nos dejó había tres  furgones de otras empresas, ya degustando su cóctel, por tanto, nosotras comenzamos nuestra caminata y fotografías. Cuando vimos que nos habíamos alejado bastante del lugar comenzamos a regresar al lugar inicial, donde además existía un Mirador  para la puesta de sol. Cuando llegamos faltaba poco para ésta. Llegamos al Mirador y el último furgón iba partiendo y el nuestro no se veía ni siquiera acercándose. Tampoco había nadie más. ¡¡¡Nos habíamos quedado solas!!!
   ¿Qué había pasado? 
  Cuando lo comprendimos, casi se nos cayó toda la autoestima de rabia. Pero el Rey Sol ya estaba a punto de hacer mutis por el foro, así que yo decidí dejar la rabia y preocupación para más adelante y dedicarme a tomar fotografías de ese momento único allí, en la mitad del gran Salar de Atacama. Mi hermana fue invadida por la rabia y la preocupación. Estábamos aproximadamente a más de un kilómetro de distancia y no veíamos ninguna actividad de rescate. Por tanto, optamos por iniciar la marcha hacia Mahoma (bien maoma no más el chofer-guía, bien como conductor, pero como cicerone un asco, pues en otra instrucción dada tampoco le habíamos entendido y eso que nosotras somos un "balazo" para comprender instrucciones, jajaja). Primero lo hicimos por el camino, luego tomamos una huella en medio del salar, que permitía una direccción más en línea recta. En el intertanto, yo iba dando vueltas mi cabecita, cual personaje de "El Exorcista" para captar más fotografías de  ese momento del día. 
   Cuando llegamos al Minibús, luego de caminar con dificultad sobre un irregular camino de arcilla y sal, que sonaba bajo nuestro pies como escarcha al ser quebrada, el ágape ya estaba terminando. El chofer-guía estaba feliz de la vida conversando en inglés con algunos de los demás turistas. Cuando completamente molestas le hicimos notar que sus instrucciones no habían sido lo suficientemente claras, señaló que los demás le había entendido perfectamente y que  quedaban unos restos del ágape: 
- Quedan unas galletas, dos salames, un poco de pisco souer... 
No terminó porque nuestra indignación fue cósmica: nos estaba ofreciendo lo sobrante, sin manifestar ninguna preocupación ni atender nuestra situación. No dijo "lo lamento, cómo están, les guardé su parte, estaba preocupado por ustedes, etc." ¡¡¡Nada!!!! &*€%#-#(€)%-*%& Yo le pedí un poco de pisco souer, dignamente (estaba "seca" después de tanto caminar)  pero mi hermana montó en cólera y no aceptó nada  (tampoco el tipo, qué digo "tipo", "tipejo" más bien, jajaja, no nos ofreció nada, pues cuando dijo queda esto y lo otro, fue como decirnos "esto es lo que queda, ustedes verán", grrrr), se subió al bus, roja de indignación por el trato poco digno. Yo me serví mi souer,  separada del grupo, fotografié gaviotas que volaban  al atardecer y luego me fui al lado de mi hermana. El tipo siguió conversando con los demás, sin inmutarse y después de un buen rato, guardó mesa y platos y emprendimos el regreso. 
   Ha sido la salida más pobre en cuanto a información y con el peor guía de San Pedro, lo que hicimos notar hoy día a la joven a la que le contratamos el tour. 
   Hoy, con la calma que permite el alejamiento temporal de la situación, nos hemos reído bastante de lo sucedido, aunque, igualmente,  opinamos que ese guía es un punto negro para la atención de turistas. No se pone en el lugar de los demás, no atiende al grupo completo, no está preparado para atender "viejitas" duras de entenderas (jajaja)Y aunque nuestra autoestima  no ha quedado muy bien parada, tenemos que considerar varios factores atenuantes, como, por ejemplo, la edad (jijiji), el sol calcinante que mata neuronas, la hora del día (19,30 aprox.), la cantidad de sal que había alrededor y aún en partes de nuestro cuuerpo...
- ¿Y eso qué tiene que ver con la habilidad de comprender, querida Principessa?
- Mucho, mi querido Watson. El exceso de sal provoca hipertensión arterial, la hipertensión provoca mareos, los mareos alteran la conciencia y una conciencia alterada no puede comprender adecuadamente. ¿Ves? Todo calza, jajaja.  

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