martes, 29 de diciembre de 2015

19Q4: Haruki, ¡me haces tanto reír!

   Por tercera vez ubiqué el libro en el kindle y comencé a leerlo. Ya me sabía de memoria sus primeras páginas y esperaba, esta vez, avanzar un poco más y, ojalá, terminarlo. Me propuse hacerlo: tenía el tiempo y la oportunidad. Era necesario. No conocía a Haruki Murakami y, después de leer "El amante japonés", con mayor razón debía hacerlo, jajaja...
  Trato de acomodarme de la mejor manera para una lectura tranquila y grata, pero sin que eso signifique demasiado relax que me induzca al sueño. Cambio de postura, pongo las plantas de los pies en la cerámica del piso, que está helada, frente a lo que reacciono con gratitud. ¡Hace muchísimo calor!
  Ha avanzado la tarde, el calor ha disminuido. Al fin pude salir a la terraza y disfrutar de la frescura de la corriente que se forma al abrir la ventana de la cocina y la puerta-ventana de la terraza...¡Mmmm! ¡Qué rico! Leo a Haruki y ya  he avanzado hasta la página 57. Me ha hecho reír a través de uno de sus personajes, una mujer. Claro está, son las que tienen esa chispa, jajaja. Me ha dado hambre, me comeré un huevo frito, ¡qué delicia!  Adoro los huevos fritos, eso de untar el pan en la yema con harta sal e ir degustando.¡Mmmm! Pocas veces como huevos fritos, pero me encantan. A mi pequeña también le encantaban. Son uno de esos alimentos que escaseaban cuando niños y que sólo podíamos comer de vez en cuando porque éramos muchos. Por lo tanto, cuando se daba la ocasión, se  saboreaba como un ¡manjar! Pero, me acabo de acordar que tengo una pizza individual que compré el 24 y no puedo seguir manteniéndola en el refrigerador sin consumirla porque se  me echará a perder. Voy a revisarla y decido.
   He terminado de engullir mi once, al final fueron dos huevos mis víctimas, casi al estilo de Jack, absolutamente reventados y poco presentables en el plato... ¡Qué vergüenza! Me falló la técnica. ¡Ufff! Me dio calor con el café. Hay gente que, haciendo calor, no toma té ni café, pero yo no puedo dejar de hacerlo (me refiero a tomar café o té a la hora de once, jejeje). Si no lo hago, lo comido no tiene el mismo sabor. Y  aunque parezca manía, no deja de tener sentido, pues la comida cobra sentido con sus acompañamientos y lógicamente un huevo frito (o dos) no pueden tener el mismo sabor si se degusta con café caliente o con jugo o bebida helada. ¡Imposible! Me comí un francés y medio (me refiero a un pan francés, jajaja, o marraqueta como le llaman por acá). Me siento rellena, pues, para variar, comí demasiado rápido...En fin, ahora a gozar del resto de la tarde, a seguir escuchando el mp3 y continuar leyendo...¡Qué vida!, ¿no?
  Tengo sueño. Me invade de a poco, quitándome la fuerza y la conciencia. Me inunda sin que pueda flotar por encima de él. Es una hermosa tarde, casi de postal, de ésas que dan deseos de coleccionar en el rubro "paisajes"; sin  embargo, me debo dar por vencida por un rato. Logro recuperarme, me enderezo y camino. Aún hace calor, no en el ambiente sino en mi cuerpo. Deberé arrastrarme a la ducha. Seguro que luego de ella, me despabilo. Ojalá me pase el dolor de cabeza que me atenaza las sienes. Escucho las risas y gritos de los niño-adolescentes que juegan abajo, a 5 pisos de distancia. Ellos me anclan a la realidad. Verde, verde, los árboles mueven sus ramas y hojas al compás de la brisa, suavemente.
   Pronto oscurecerá nuevamente. Esta vez mi once ha sido un sándwich vegetariano al 80% (tenía un par de rodajas de salame del rubro cárnico). ¡Estaba rico! Lo acompañé de la última Heineken que me quedaba en el refrigerador. Ahora, a escribir un rato, a a leer otro poco, a mirar alguna película (ojalá encuentre alguna "decente") y luego a subir a la torre a acostarmel  Mañana, seguro, será otro día caluroso. Me gustan estos días, pero las horas luego del almuerzo son las menos graciosas para mi bella persona. Uno no sabe en qué lugar estar mejor. En la terraza, el calor del exterior se aposenta, al interior, debo sentarme en el sillón y luego estoy casi dormitando y ¡detesto hacer siesta! Despierto con mucho dolor de cabeza que me pone mal genio, así que ¡imagínense! ¡Pobre gato! 
- Pero, ¡¡¡tú no tienes un gato!!!
- Sí, me compré uno en el último viaje.
- ¿Un gato atacameño? ¿En serio? Pero, ¡si siempre has odiado los gatos! 
- ¡Es verdad! Pero éste me hizo un guiño desde una repisa y no pude dejar de traerlo conmigo. Está muy bonito, y no araña, no deja los muebles llenos de pelos y no debo preocuparme de alimentarlo. ¡Es un gato perfecto! 
    Creo que me voy a transformar en pez. No, no "creo", estoy segura. Pero no en cualquier pez, obvio. Me transformaré en una sirena. ¿Qué les parece?
- Raro, por decir lo menos. 
- No te preguntaba a ti, pero igual me sirve.
- ¡Gracias! Tan considerada ella, a lo menos "te sirvo" para algo...
   Y como solamente conozco sirenas jovenes y hermosas, la metamorfosis no estará nada de mal. Al menos, ya veo cómo me están saliendo escamas. No sé si es por ducharme a cada rato con este calor o porque he estado consumiendo bastante pescado, especialmente salmón... Tal vez sean ambos factores. 
-¡Estás loca, Princess! ...¿o debo decirte "Sirenita"?
- ¡Cómo gustes! En el mundo que esté seguiré siendo top...
- Oye, ¿y si te convirtieras -en caso que haya conversión realmente- en "ballena" y no en sirena? ¿No has barajado esa situación?
- ¡Upps! ¡Noooo! Pero...pero...ahora que recuerdo nunca he visto una ballena parlante y pensante...
- Está dentro de las posibilidades, te advierto, o una "medusa" -guácala- un pulpo o un pez globo. Ufff, hay hartos peces feos, te diré...
- ¡Chuata, qué puedo hacer! ¿Cómo revierto la situación si el resultado no me agrada?
- ¡Invoca a  Frankestein, pues, jajaja! 
  He terminado mi primer café de la mañana con la correspondiente barra de cereal. He quedado incompleta. Ahora, viene la duda existencial, ¿una nueva  barra de cereal o not barra cereal? No, mejor una fruta, una fruta con otro café. ¡Uyyy! ¡Me dieron ganas de comerme una manzana! (¿será mi subconsciente el que me está presionando?) ¡Típica actitud! Ahora que no tengo manzanas, quiero comerme una. ¡Estaban a dos lucas en la Feria el domingo! ¡Y tan caras que las encontrábamos en San Pedro, que estaban a 1400 pesos! Tengo duraznos, naranjas y kiwis. No, no comeré kiwis, mucho trabajo pelarlos. ¿Duraznos o naranjas? ¿Cómo estamos en cantidad? ¡Ganan los duraznos por unos cuantos cuerpos! ¡Ya! ¡Decisión del caso! Un durazno será sacrificado, todo sea por preservar por más tiempo la vitamina "C" en el planeta principesco. ¡No está mal! Se siente lo fresco de la fruta y lo caliente del café! ¡Obvio! 
   Haruki me espera. Voy en la página 156 de 531 y me ha gustado. Me recuerda a Alberto Moravia, aunque no tan extremo como él. Me complica un poco, eso sí, un personaje;  se llama "Tengo" y como su nombre coincide con el presente del verbo "tener", de pronto me confundo. En la historia, hasta el momento,  hay principalmente dos personajes, que me imagino se encontrarán en algún instante de la narración, en alguna bifurcación del camino, más adelante. Ellos son Tengo (profesor de Matemática y novelista novel -no ha publicado nada aún-) y Aomame (una deportista, medio karateca y personal-traine, a la vez que asesina -una rara mezcla, la verdad-). En la vida de ambos, se entrecruzan otros personajes que van adquiriendo importancia. De a poco, se va descubriendo la vida de ellos, sus motivaciones (o más bien, sus pocas motivaciones, reescribir la novela de Fukaeri , en el caso de Tengo, o tener más de un encuentro sexual, en el caso de Aomame) y la manera cómo van viviendo el día a día, o cómo el día a día los va viviendo a ellos. ¡Todo es cuestión de perspectiva! Lo importante de señalar es que no son personajes exultantes de vida, que tengan objetivos claros y precisos, que gocen como "chinos" (o japoneses, jajaja) de su realidad, que estén asentados ya a pesar de los 30 años a los que se acercan. Son personajes que viven sus circunstancias. 
    ¡Humm! A medida que avance, tendré el escenario novelesco más claro y podré opinar con más elementos de juicio. ¡No os desesperéis!
  Seguiré leyendo por un rato. Saldré a la terraza, con una tercera taza de café, a gozar de la frescura matinal. Después les cuento. Arrivederci. 
  Me acabo de acordar que odio a las palomas. ¡Verdaderamente las odio! Creo que si estuviéramos en guerra y sólo hubiera palomas para alimentarse, no me las comería, se me atragantarían en el pescuezo, jajaja. Veo mis hermosas sementeras y más las odio. Ayer en la mañana salí a confraternizar con mis semejantes, abandoné por unas horas mi vida de anacoreta y ermitaña. En el intertanto, para que mi huerto-jardín respirara  a sus anchas, dejé a medio abrir la "cortina de hierro" del balcón y cuando regresé me encontré con que las malditas palomas, no hay otra explicación, habían estado "revolcándose" en mis jardineras. ¡Pobres pimientos, cilantritos y acelgas! ¡Quedaron abollados! Por tanto,  lección aprendida. Así que tengo amenazadas de muerte a estos bichos, aunque los ecologistas me denuncien y aunque el Premio Nobel de la Paz me sea esquivo una vez más.¡Aún hay tiempo!...creo...

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