jueves, 12 de noviembre de 2015

Marcas de identidad

    Durante el transcurso de la  vida, uno deja una que otra huella de su paso por este mundo o planeta; huellas delebles e indelebles. La mayoría, sin duda, son del primer tipo, las que con un viento suave o brisa, con una neblina o breve garúa, más aún con una lluvia,  desaparecen como si nunca hubieran existido. Las indelebles son las trascendentes, las significativas, las que otorgan sentido a tu existencia, las que, a la hora del adiós o de la no-existencia, llena de significado tu paso por este mundo, y el recuerdo perdura por años y siglos, en muchos casos. 
   Pero también hay huellas intermedias, ni tan sutiles ni tan ingrávidas, no tan intensas ni marcadas a fuego, pero que no desaparecen sino contigo. Son tus marcas de identidad, que duran lo mismo que duras tú (jajaja, suena como si fuéramos una mercadería con una fecha de elaboración - que conocemos- y una fecha de vencimiento -que evitamos mayoritariamente-); son aquellas características que te distinguen de todos los demás seres humanos y que forman parte de tu ser-individual-y-peculiar, que permite que no pases inadvertido en tu medio, ya sea para bien o  para mal. 

   Pensé en esto cuando, hace un par de días, dos funcionarios de la institución en la que trabajo me dijeron (en el mismo día, para mayor abundamiento, jajaja): "La reconocí por los pasos", teniendo, sin duda, mayor mérito quien lo hizo en la calle, a una cuadra de la Sede. 
   Y claro, cada cual camina por este mundo de manera distinta: pisando el suelo suavemente o firme, rápido o lento, con calma pero sin cansancio o... arrastrando los pies.
  Se  me viene a la memoria, una profesora que conocí: sin  siquiera mirarla ni escucharla, yo notaba su desánimo para trabajar en la manera cómo arrastraba  los pies (a pesar de treinta y tantos). A veces me daban ganas de empujarla, jajaja. Para qué decir su rostro y su postura corporal: derrotada por la vida desde el comienzo del día. 
   Me gusta caminar, con firmeza y seguridad, pero sin prepotencia. 
- ¡Ja! Me parece que viene muy de cerca la especificación.
- ¡Claro que sí, pues me conozco! 
- ¡Jajaja! ¿Estás segura, amiga mía? 
- Bueno, no al cien por cien, pero en un alto porcentaje. No creo que nos conozcamos completamente, debido a que siempre hay situaciones nuevas a las que enfrentarse a diario y en tanto uno no las viva, no sabe realmente cómo reaccionará. Uno supone  más o menos cómo lo hará, pero no siempre resulta como uno cree. 
- ¡Humm! 
   ¡Claro que sí! A propósito de esas reacciones que uno tiene a veces, un botón de muestra. A eso de las 13 horas de hoy,  al  ir a ingresar al sector cercado del condominio donde vivo,  después de terminada mi jornada matinal de trabajo, una mujer se me adelantó en abrir el portón y yo no alcancé a tener dispuesta mi llave. No me cerró la puerta en la nariz, pero me dijo :" ¡Cierre el portón!"  Y luego agregó "por favor" en un tonillo que no tenía nada de cordial ni amable, sólo lo hizo para "completar el grito", pero el tono autoritario no se aminoró. ¿Para qué decir lo que sentí? La ira me subió con la fuerza de un volcán (jajaja) y respondí, en tono similar: "¡Obvio!"(jajaja). La "veterana" (más o menos de mi edad, jajaja) se dio vuelta,  caminó de regreso a la entrada, pero yo ya había cerrado. La verdad, su retroceso me sorprendió; creo que si me hubiera agredido no habría alcanzado a defenderme. ¡Linda la habría hecho! 
- ¡Viste, no te decía yo! No siempre el temperamento se logra controlar.
- ¡Cierto! De pronto la agresividad latente que suele haber en el ambiente, en la calle, en el supermercado, en la micro, en el Metro, no se alcanza a frenar y palabras sacan palabras...
    En fin..., me anduve yendo para otro lado...¡Volvamos al tema de las "señas de indentidad"...
    Recuerdo a Kimba (hijo de Julie, la perrita que adoptó Mirella cuando adolescente): él sabía cuando yo me acercaba a casa por el sonido de mis  pasos (porque no creo que haya sido por el mal olor, jajaja) y, ladraba, anunciando mi llegada. Para su vida perruna no fui una NN, ¡qué alivio!
    Cuando el conocimiento es mayor, ya sea por el tiempo y/o intensidad, tus marcas de identidad, incluso, van quedando en las instituciones. Por eso,  en más de una ocasión, hemos escuchado decir: "¡cuando estaba él o ella sí que se hacía aquello!", "Ella o él lo haría de este modo",...
   ¡Así es! La forma en que caminas, en que vistes, en que sonríes o no, en que saludas, en que agradeces (o no), en que pides una información y ....¡muchísimas cosas más! corresponden a cada una de las líneas de tus huellas digitales.
   Y aunque sepamos que ellas no nos sobrevivirán, salvo en nuestros seres queridos, no deja de ser relevante que se te recuerde por tus aciertos, expresiones positivas, bromas y decires simpáticos, a que toda tu imagen se asocie con la mala onda. Así que a domeñar tus demonios, para que sólo los ángeles sean quienes muestren la cara...

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