jueves, 11 de diciembre de 2014

Volando sobre el Pacífico: Un paseo por las nubes...un poco laaarrrgooo...

     Apenas durmió una hora la noche anterior al viaje. No es que estuviera nerviosa, pues era su viaje número eleven (durante los últimos 4 años de su vida, si no le fallaban las cuentas).  Se le había hecho tarde viendo el programa Máster Chef (cerca de 01 de la madrugada). Luego, entre terminar de ordenar sus cosas por el cambio de maleta, la preparación de la vestimenta del siguiente día, la ducha antes de acostarse, la lectura nocturna, le dieron las 02.20 horas. ¡Y debía levantarse a las 03,45, pues el transfer la pasaría a buscar a las 04,20 horas. Le costó dormirse, de manera que debe haber descansado en los brazos de Morfeo no más de  una hora. Algo debe haber alcanzado a hacer, jijiji
   ¡Ringgg! ¡Ufff!, por suerte despertó. A levantarse, ducharse, dejar todo ordenado, tomar un café y listo. Bajó a las 4,16 y el vehículo, puntualmente ya la estaba esperando. Era el pasajero número one. De allí, a buscar a 6 más, unos que estaban esperando, otros que había que llamarlos y poco menos que despertarlos.
   05,20 horas: ya estaba en el área de embarque de los vuelos nacionales. A hacer la fila, entregar la bag e irse a chequear a policía internacional. Cuando pasó por el pórtico, nada le sonó. ¡Albricias! En una ocasión anterior tenía una lima de uñas en su cartera, regalo de la reina Urbana, que fue a dar al dispensador de objetos requisados. Recién eran las 6 de la mañana, cuando ya estaba lista para abordar el Vuelo LAN 841, que salía a las 8,30 horas.
    Ese detallito es el que menos le agrada  de los  viajes espaciales: ¡tanto tiempo antes que exigen estar en los aeropuertos! En fin, también es cierto, que mientras más cumple uno con esa exigencia, más tranquilo y expedito es el trámite.
    De allí en adelante, se dedicó a escribir. Le alcanzó el tiempo para una aventura completa, claro que, al revisarla, se dio cuenta que iba a tener que hacerle varias correcciones, pues la tableta no es cómoda para una escritura limpia. Lo importante es que no se aburrió y que mantuvo al mundo y a sus admiradores informados de algunos detalles sabrosos (eso es  lo que cree ella;  hay que dejarla en su creencia para no traumarla).
   Al subir al avión se dio cuenta que le "había crecido el pelo" (jajaja), partiendo por la posibilidad de pasar a buscar un diario y revista. Sólo había Mercurios y Terceras, ninguna Cuarta ni The Clinic. Extrañada, la Principessa se preguntó el por qué de tan poca variedad (jajaja). Mucha gente rubia (legalmente rubia), extranjeros, chinos, más una disposición distinta de los asientos: no era sólo un pasillo como en los otros aviones, sino ¡DOS!  Al llegar a su puesto, que sólo era de dos asientos (y no de tres como en los aviones economy), observó que cada pasajero tenía su propio monitor. ¡Guauu!
    Se inició el vuelo con media hora de retraso, a pesar de que todo se comenzó a tiempo. ¡Iba absolutamente completo! Ya antes de comenzar el viaje  empezó a quedarse dormida, aunque en el momento del despegue tuvo un momento de lucidez. Luego, para evitar que su blonda cabeza se azotara de nuevo contra el asiento delantero, debió reclinar el propio. De otro modo, en cada sacudida tendría un abrupto regreso al mundo real. Cerca de las 10, como oliendo lo que se avecinaba, despertó de pronto. ¡Eureka! ¡Hora del desayuno! Sólo les faltó colocar un mantel largo : un exquisito omelette acompañado de una masa con salmón o un pez difícil de identificar en ese formato, un pote con frutas, un rico pan, mantequilla COLUN, mermelada, café  Juan Valdez y agua mineral. Lo último,  a gusto del cliente (como en todos los aviones).
    Luego a leer, a dormitar, a escribir, volver a dormitar. Tuvo también la posibilidad de disfrutar de uno de los 12 estrenos que se ofrecían en el monitor, pero desechó esta oferta (¡humm! ¡qué raro! Se nota que mi amiga está siendo más selectiva...en algo, al menos...jajaja).    Cuando se dio cuenta que ya eran las 12,30 y aún no parecían  estar cerca del aterrizaje, comenzó a preocuparse. La hora de llegada anunciada en internet era 12,10, pero como había salido con media hora de retraso desde Santiago, no se cumpliría con este horario y parecía faltar bastante. La verdad, empezó a barajar varias ideas:
1. Que se hubieran enterado que iba entre los pasajeros y algún grupo extremista o, tal vez, admiradores,  habían decidido desviar el avión a otra isla (para gozar de su visita en forma más privada, digo yo). 

2. Que el avión se hubiera encontrado con algunos  "tacos" en el camino y eso hubiera retardado el trayecto. Tal vez el Peaje Angostura estaba "colacsado".
3. Que la Isla se hubiera  movido o la hayan  movido de su lugar habitual, quién sabe con qué intenciones (tal vez, los partidarios de Ollanta o del gran Evo).

    Mientras su compañera de asiento concurría al servicio higiénico, aprovechó de levantar la "cortina" de la ventana y mirar al exterior: todo azul (hacia arriba) y blanco (hacia abajo). Nada se distinguía, salvo un ala del medio de transporte.
    Siguieron pasando los minutos. La pantalla mostraba que se volaba  a  una altitud 34.000 kms., que se iba a una velocidad de 804 x hora y que estaba un tanto helado afuera: -52 grados Celsius. Al interior, el calor era sofocante ...y lo peor es que no se podía abrir ninguna ventanita (jajaja).
   Siendo las 13,20 comenzó a disminuir la altitud y hubo algunas instrucciones para los pasajeros. Bien desordenada la gente. Caminaban por los pasillos, a cada momento, algunos de pie conversando, cabritos chicos paseando con alguna madre o padre. Al final, anunciaron  que se comenzaría el descenso y que se aterrizaría a las 12,05 horas...¡casi con dos horas de retraso!
  - Cuando escuché la hora me pareció extraño. ¡Diablos, me dije, ¿me habrá afectado la altura?
   No era aquello: cuando aterrizamos una media hora más, por los parlantes se escuchó que habíamos llegado con adelanto de casi 10 minutos.
  - ¡Chanfle! De veras que estamos en el axis mundi (ombligo del mundo), por  tanto, aunque política y administrativamente este territorio pertenezca a Chilito, el tiempo transcurre de otra manera aquí. ¡Había ni más ni menos que dos horas de diferencia! Y lo que yo creí un viaje de tres horas y media realmente era de 5 horas y un poco más. ¡Vaya detallito! 
   
     Quiero dejar en claro que no se trata  que mi amiga  Principessa sea una ignorante. A ella no le gusta, cuando viaja a un sitio nuevo, averiguar características de antemano, sólo lo básico. Lo anterior por un tema de no predisponerse y cerrarse a la improvisation que vaya surgiendo. El no tener planificado un viaje de "pe a pa" le da un aire de sorprise, que le gusta ir descubriendo in situ. Claro que esto es interesante cuando las sorpresas son gratas;  en caso contrario, pueden echar a perder el recuerdo de un prometedor viaje.
    Recuerda el viaje que realizó a Lima, cuando se le acabaron los dólares y los pesos peruanos y aunque había casas de cambio no andaba trayendo más cash. Fueron un par de días, mientras logró arreglar el problema vía internet con su banco, de inestabilidad y mucha incertidumbre, hasta que logró respirar a sus anchas. 

  
    Deseando que la reciban como se debe, es decir, con el consabido collar de flores, fue bajando el avión para enfrentar esta nueva realidad. ¡¡Iorana Korúa!!
    

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