domingo, 14 de diciembre de 2014

Día 3 en Hanga Roa : de shopping y mantel largo.

    Día sábado: se levantó como a las 8,30 horas, haciendo su gloriosa aparición en el comedor  a las 9,30 . Había planificado un día más tranquilo, pues su bello cuerpo le dolía  un tanto por el esfuerzo del día anterior, además de lo tostada que había quedado con su paseo al volcano.
    El desayuno tuvo una pequeña variedad: una banana y una sopaipilla reemplazaron a la mitad de manzana y al trozo de queque. Igual, con su cantidad de calorías extras.  Una vez que terminó aquella muestra de frugalidad,  se fue a su suite. Estaba ordenando algo sus cosas, cuando escuchó un sonido extraño  en el lugar, conocido desde que tuvo uso de razón (no hace mucho, jajaja, no porque haya entrado  en razón hace poco, sino por su juventud) : estaba lloviendo. Salió al corredor a trabajar al aire libre, pero bajo techo por un rato, con el objetivo de que puedan realizar el aseo en la suite. Llovía fuerte a ratos, pero no hacía frío.
   Estuvo escribiendo hasta las 12 horas, pero ya era el momento de estirar las piernas. La lluvia había pasado y aunque se mantenían nubes en el cielo pascuense, la temperatura era abolutamente grata. En primer lugar, se dirigió a la agencia de viajes Mahinatur, a cancelar el tour del domingo. ¡Tarea cumplida!
   Luego comenzó a vitrinear para adelantar la compra de algunos recuerdos si encontraba buenos precios.
   - Una vez que uno ve algunos locales, va memorizando los valores y se encuentra en condiciones de comparar y decidir  algunas compras. ¡Claro que parece que decidí demasiado! ¡Upsss, me anduve entusiasmando! La pobre tarjeta quedó tiritona: una polera, un vestido, un pareu, todo en tonos negros con blancos, preciosos, dignos de una persona de mi estirpe. También aproveché ya de empezar algunos pequeños recuerdos para la familia: imanes para el refrigerador (todos tienen este aparato en casa), llaveros, abridor de cerveza (jejeje), unos pañitos de adorno, algunos aros. En el Hotel 5 estrellas asignaré los recuerdos y sacaré la cuenta de cuántos me faltan. Tengo tiempo suficiente para varias excursiones más en tiendas y locales de souvenirs.
    Tampoco podía ser de otra manera. ¡Ella disfruta comprando...!
      El día de su llegada, en la hostelling le habían entregado un flayer de un restaurante para ir a comer. Se promocionaba unos precios bien económicos para el lugar, asi que, una vez que fue a la Farmacia Cruz Verde (la única que ha visto en Hanga Roa) a comprar un bloqueador (al pagar el tour le sugirieron que lleve; había traído crema pero no era lo mismo y el sol realmente quemaba). En la  misma farmacia le indicaron dónde quedaba el local, a unas 10 cuadras.
     - Es probable que las cuadras en Rapa Nui tengan una mediada distinta, pues de ninguna manera fueron diez, sino el doble. Había que bajar a la costanera y caminar orillando la costa hasta más allá de un gran hotel. Caminé efectivamente, pero, para variar, en el trayecto me encontré con otro local de souvenirs y ropa típica. Así que a pasar, principalmente para aprovechar de preguntar por el lugar de destino.
  - ¡Sóplame este eye, Princess! ¡Qué te apuesto que saliste arrastrando con alguna cosilla!
- Jajaja...¿Qué comes que adivinas?
- ¡Hummm! Hace un tiempo que te conozco...
   Y así fue: un bello vestido con una figura alusiva a la isla le guiñó el ojo. Y claro, no se iba a quedar con la duda. ¡Vamos a probarlo y a cruzar los dedos para que no me quede bien!, pensó mi amiga. No había probador, pero  le prestaron el baño.
   -  ¡Qué bien, a matar dos pájaros de un tiro! El del vestido y otro..., jajaja.
   Le quedó perfecto. ¡Había sido hecho para ella! ...En fin, c'est la vié...
    Le indicaron cómo llegar al local Tataku Vave. No era fácil la cosa, pero el trayecto suplía la lejanía: casas y otros locales comerciales muy hermosos. Cuando hizo su aparición una construcción oscura, toda cercada, muy extensa (porque las construcciones sólo son de hasta 2 pisos, creo haberlo dicho), con grandes ventanales y algunos pabellones con techo de verde pasto natural, mi amiga dijo "¡Guauuu!", ¡esto debe ser un Hotel 10 estrellas! : una gran cantidad de edificios de un piso, de color plomo oscuro, con grandes ventanales y varios de ellos tenían techo ecológico

   - ¡Alojarse aquí no debe costar 20 lucas no más!
   Siguió caminando. En un cruce vio un pequeño mapa de madera indicando cómo llegar. Aún quedaba bastante: varios locales, un lugar de camping con numerosas carpas instaladas, una Caleta de pescadores ( ¿De qué más podría ser, Princess, jajaja?) El oleaje rompía con fuerza en los roqueríos y las olas, enormes, invitaban a surfear. 
 
    Debió preguntar aún tres veces para lograr llegar al dichoso Tatakú Vave, pero valió la pena. Eran las 15,30 aprox. cuando logró arribar allá. Se sentó en el sector más cercano al mar, mientras esperaba que la atendieran. Aprovechó de revisar algunas de sus compras y, como cabra chica, se cambió sus aros y colgante. ¡Estaba feliz! 

     Pidió la carta e hizo su elección, considerando los precios más económicos que fueran de su gusto. Preguntó qué traía y cuál era el tamaño de un ceviche que se ofertaba a 5 luquitas. Inmediatamente le dijeron  que era una entrada.¡Plop! Bueno, a esas alturas, doña Principessa no estaba para pasar hambre. Había decidido consumir un  buen  almuerzo de cada día, de manera que, con el desayuno opíparo de las mañanas, establecer dos comidas diarias. Se mantendría en línea sin gastar en exceso. A ella, esta solución le pareció genial. Entonces, ahora correspondía alimentarse como una aristócrata que era.
  Pidió un Ceviche Rapa Nui con una cerveza no rapanuí (Cristal). La cerveza local , "Mahina" ('luna') cuesta el doble y ...¡eso que no es Kunstmann! ¡Ah!, entre paréntesis, el Shop Kunstmann es el único de su especie que se vende en la Isla. ¡Bien, por la Cervecería Kunstmann! "Aún no lo he probado...acá; en Valdivia, "n" veces, jijiji". A ver si no se me olvida, pensó doña.
  Cuando llegó el plato sintió que había valido la pena  las casi 14 lucas el almuerzo y todo lo que había caminado, pues además de ser contundente, su presentación era hermosa. Ceviche : trozos de pescado kana-kana, con cebolla morada, tomate picado en cuadritos muy  pequeños, bastante cilantro , todo bien aliñado al interior de una concha enorme de caracola. ¡Se veía muy hermoso y apetitoso! Esto era acompañado de una ensalada mixta de lechuga, pepino, tomate, zanahoria y repollo picado, además de unas rebanadas de papa camote de dos tipos (una roja y otra blanca, ambas muy dulces y fritas). Además, una salsa con una base de soya y aceto balsámico.
    El almuerzo se había iniciado con unas rebanadas de un pan muy blando con orégano y una salsa que contenía mayonesa, salsa americana y algo más. Verdaderamente, un almuerzo digno de una persona de su estatus (y de 14 lukas, jajaja).

      Alrededor de las 16,30 emprendió el camino de regreso, que sólo al comienzo rehízo, pero después, tratando de descubrir otra ruta para llegar a las Indias (emulando a Colón), tomó otro rumbo. Llegó al  "centrou"  no obstante, pero se demoró más y vaya qué solazo el que se dio. Casi una hora después estuvo en terreno conocido. Que a esta discípula del navegante le falla un poco la orientación no cabe duda, pero no podemos negar que siempre llega...
     A esas alturas, con el calor reinante, después de haber caminado en total la misma distancia que hizo su antepasado al salir del Puerto de Palos, y con su bolsa de compras a cuestas, decidió retirarse a sus aposentos. Allí se dedicaría a revisar fotografías, seleccionarlas y subirlas a la red, junto a la crónica del día anterior. Aunque primero era lo primero: una buena ducha para reponerse de la caminata por el desierto de Sahara.
    Luego de estar repuesta y recuperada, se fue al comedor. Ese día había llegado un nuevo pasajero, joven, buenmozo, que inmediatamente hizo sinapsis con las señoritas extranjeras (luego de ver mi indiferencia para con su persona, jajaja). ¡Ufff, que hombre más hablador! Era como un  moscardón en el oído; a ratos, me impedía concentrarme en lo que escribía. Por suerte hablaba en otro idioma, al parecer inglés o alemán, de manera que mi desconcentración no era total. Si  parecía el hombre metralleta: habla y habla...y habla. Deben estar contentos en su casa porque los dejó tranquilos por unos días. La Principessa  trató de reconocer el idioma pero le quedó grande ...y eso que es políglota!!!
     Estuvo casi tres horas trabajando. La señal estaba más débil que ella misma sin comer, pero al fin lo logró (¡como siempre y cada vez!).
    Alcanzó a ver algunas reacciones frente a la fotografía que subió, donde aparece con el bailarín, lo que le produjo mucha risa. La envidia de algunas se notaba, la admiración de otras, también. Sea una u otra la reacción, lo relevante y  significativo era que quien estaba en la imagen era ella: doña Principessa, en toda su real magnitud, jajaja.

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