jueves, 19 de junio de 2014

Comentario sobre FERNANDO VILLEGAS

ACERCA DE…”EL CHILE QUE NO QUEREMOS”

No dejo de sorprenderme que no me sorprenda lo que escribe Fernando Villegas. Lo he visto y escuchado en TV, lo he leído en columnas de “El Mercurio” y, ahora en su obra “El Chile que NO queremos” y sigue siendo el mismo que viste y calza. Parece ser auténtico, parece ser coherente, parece ser consecuente. Digo “parece” porque yo conozco sólo al Fernando Villegas de la Tele y lo demás ya mencionado. No conozco al Villegas (perdón, Sr. Villegas, por “ningunearlo”) de la vida diaria, de la casa de no sé dónde, del supermercado, de la caminata cotidiana; es decir, no conozco al hombre de carne y hueso (tampoco, debo aclarar, me muero de ganas por conocerlo; es más, no está ni dentro de mis más nimias prioridades).
 En fin…
Lo trascendente para este comentario, es que el texto me divirtió. Me pareció una larga conversación (monólogo o clase magistral más bien, un tanto “sui generis”, eso sí, un tanto “parriana” –por Nicanor Parra-) de este personaje de la fauna intelectual “chilensis”. Me sentí testigo de las variaciones y altibajos de los humores y pensamientos de su irreverente  autor, que desde una mirada-reacción ante un hecho concreto sucedido en este Chile querido  -la aparición de la Tesis de un “Chile que queremos” presentada en un Seminario de gente top-, va desmenuzando la idea y haciéndonos saber de su respuesta ante la audacia de esta ponencia, involucrante de la sociedad toda en su autoría.

Parte de la perplejidad para llegar a la esperanza, en un recorrido que pasa por la nostalgia, alienación, rabia y duda;  todas legítimas y valederas desde su perspectiva. Y las diversas razones que fundamentan su actitud vital (casi “vitalicia”, diría yo) frente a todo lo que Chile es, las va desglosando con coloridos exiemplos y anécdotas personales, expresados  en su coloquial lenguaje, que une un extraordinario acervo lingüístico con chilenísimos garabatos, prueba fehaciente de su espontánea manera de expresarse, rayana de pronto en la violencia verbal. Es que pareciera haber una consustancialidad entre cuerpo y expresión verbal, que expulsa a borbotones, aún envuelta en la emoción originaria. Y así va avanzando la lectura, en este divertimento en que no queda títere con cabeza (salvo algunas gloriosas excepciones).

 Pero Fernando Villegas no se cree el cuento de ser él la encarnación del Salvador de Chile. También se lanza diatribas y asume que no está a salvo de los dardos ajenos. Esa claridad es importante, porque a la hora de dar con el “mocho del hacha”, caiga quien caiga, él se incluye entre los que también han caído, aunque sea alguna vez, en la estupidez de entrar  en  el  juego de lo “normal”, de lo  “éticamente correcto”, de  lo buenamente justificable, de lo paternalistamente aceptable, anulando su capacidad de raciocinio por mantener el “status quo”. También ha cerrado más de una vez los ojos, “comprando” lo  que le ofrecen.

Y -como dice  su autor- ¿dónde encontrar la solución o alternativa para salvar este Chile en el que vivimos y no “tragarnos” –a regañadientes-  el que NO queremos?  En las ideas –dice él-. En las ideas originales, descabelladas en primera instancia, pero esperanzadoras una vez que se les da la vuelta y mastica. Sólo en una visión o enfoque nuevo, diferente, incontaminado, está la posibilidad de torcer ese futuro anunciado en otros tantos libros, conferencias de prensa, seminarios y jornadas de los gurúes de turno. Ojalá, que estemos despiertos –o al menos semiconscientes -  para  ver  el viraje de este mundo que nos obnubila, nos aplana, nos vuelve hombre-masa, nos transforma en un  engranaje más de la máquina del  llamado progreso. Será, entonces, el momento en que nos veamos, Sr. Villegas, en ese mundo, o… tal vez….  en el otro ... si existe…

(Mónica Álvarez Saldaña, 20 Enero 2006)  



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