Sevilla, ciudad maravillosa del sur de España, capital de la Región de Andalucía, la urbe andaluza más poblada (690 mil sevillanos/as), me recibió con pocos habitantes en las calles. En el bus que salió de Cádiz, éramos sólo 2 las pasajeras. La situación adquiría color de hormiga. Un funcionario de la Estación de Cádiz ya me había informado que empezaba el "toque de queda" oficialmente al día siguiente. "¡Chuata!", me dije. "¡Los días que me quedan se me van a hacer interminaaables!"
En fin... La fecha de cambio del pasaje de avión ya estaba confirmada y no podía volver a adelantarla. Así que, a ponerle todo el ánimo y a cruzar los dedos.
En la estación de Sevilla decidí utilizar taxi para desplazarme al alojamiento. No quedaba tan lejos, pero era algo enrevesada la ruta para llegar. Fui memorizando el trayecto y reconociendo, contenta, hitos y edificios vistos en la visita que hicimos con mi hermana el año 2016. Precisamente por el encanto indiscutible de la ciudad, la incluí en mi itinerario. ¡Quería volver a disfrutar de Sevilla y de sus encantos!
Llegué a mi alojamiento y allí tuve la primera sorpresa desagradable: el local había decidido cerrar sus puertas y no me lo había comunicado, acción necesaria toda vez que la reserva estaba confirmada. ¡Me indigné pero no podía hacer nada! ¡Ellos habían reaccionado de inmediato al "Estado de Alarma" determinado el día anterior por el gobierno español!
Seguramente, no pasarían un par de días que todos tendrían que hacerlo. Busqué por el sector. Consulté en un hotel, que cobraba el doble de lo que había pagado a la fecha. Opté por seguir en mi búsqueda y tuve mucha suerte. Encontré un lugar adecuado y allí me quedé.
Una vez instalada, salí a caminar y comprar víveres. Al día siguiente, nadie, salvo casos necesarios, podría desplazarse libremente. La instrucción era "quedarse en casa".
Ubiqué un Terminal de Buses cercano, apenas a tres cuadras (distinto al que llegué), consiguiendo comprar un pasaje para Madrid para el martes en la noche, lo que me permitiría llegar el miércoles de mañana y trasladarme de inmediato al aeropuerto Barajas. Así, aunque tuviera que esperar más de 12 horas, ya sería lo de menos.
Más tranquila, me dispuse a aprovechar mis últimas horas de libertad de desplazamiento en recorrer las orillas del Río Guadalquivir. No era la única en ella, andaban bastantes turistas, algunos deportistas, otras personas con sus mascotas, paseándose por el lugar.
Todos relajados y felices, algunos derechamente tomando el sol. Todo bien, hasta que apareció en lontananza un vehículo de la Guardia Civil. Se detuvo a mi lado y uno de los policías me dijo que no podía andar en el lugar, que debía irme a casa. No sé qué cara habré puesto, pero luego que les dije que iba al Terminal a comprar pasaje me dejaron seguir, diciéndome que estaba bien.
Efectivamente, mi trayecto estaba en dirección de la Estación de Autobuses a la que había llegado, así que mi respuesta era creíble. Antes de alejarme, los mismos policías, a través de megáfono, instruyeron a los numerosos turistas tras mío de lo mismo.
Me fui hacia la Plaza de España, hermoso complejo, construido con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla del año 1929, que se emplaza en el Parque María Luisa, y es una verdadera preciosidad arquitectónica. Sin embargo, estaba TODO CERRADO. Antes que yo, habían llegado varios turistas, que trataban de sacar fotos desde el exterior.
Fue el momento en que decidí volver al alojamiento, pasando a comprar víveres en el camino de regreso. El horno no estaba para bollos y correspondía acatar lo determinado. Pasé a dos minimarket, no encontré todo lo que quería, pero debí conformarme. Los precios estaban algo más subidos también. Llegué sin novedad al alojamiento y di inicio a este confinamiento involuntario.
🛌🛌 Soledad no he sentido, pues aquélla es parte de mí. Además de que la comunicación virtual es una gran ventaja cuando se cuenta con señal, como en mi caso. El mayor problema es no poder desplazarme.🤷♀️🤷♀️ Cansa estar sentada y/o acostada. Turno los noticieros que veo, tanto de Chile como de España, así estoy completamente informada. También he aprovechado para escribir los últimos relatos, que habían quedado un tanto rezagados por cierto desánimo propio de la contingencia.
Ahora, sólo me queda poco más de 24 horas para subirme a un bus y luego a un avión. Espero que todo salga bien y así los españoles puedan librarse de mí, antes de tiempo. Mala suerte para ellos, jajaja. Pero, ...¡volveré!👋👋
Llegué a mi alojamiento y allí tuve la primera sorpresa desagradable: el local había decidido cerrar sus puertas y no me lo había comunicado, acción necesaria toda vez que la reserva estaba confirmada. ¡Me indigné pero no podía hacer nada! ¡Ellos habían reaccionado de inmediato al "Estado de Alarma" determinado el día anterior por el gobierno español!
Seguramente, no pasarían un par de días que todos tendrían que hacerlo. Busqué por el sector. Consulté en un hotel, que cobraba el doble de lo que había pagado a la fecha. Opté por seguir en mi búsqueda y tuve mucha suerte. Encontré un lugar adecuado y allí me quedé.
Una vez instalada, salí a caminar y comprar víveres. Al día siguiente, nadie, salvo casos necesarios, podría desplazarse libremente. La instrucción era "quedarse en casa".
Ubiqué un Terminal de Buses cercano, apenas a tres cuadras (distinto al que llegué), consiguiendo comprar un pasaje para Madrid para el martes en la noche, lo que me permitiría llegar el miércoles de mañana y trasladarme de inmediato al aeropuerto Barajas. Así, aunque tuviera que esperar más de 12 horas, ya sería lo de menos.
Más tranquila, me dispuse a aprovechar mis últimas horas de libertad de desplazamiento en recorrer las orillas del Río Guadalquivir. No era la única en ella, andaban bastantes turistas, algunos deportistas, otras personas con sus mascotas, paseándose por el lugar.
Todos relajados y felices, algunos derechamente tomando el sol. Todo bien, hasta que apareció en lontananza un vehículo de la Guardia Civil. Se detuvo a mi lado y uno de los policías me dijo que no podía andar en el lugar, que debía irme a casa. No sé qué cara habré puesto, pero luego que les dije que iba al Terminal a comprar pasaje me dejaron seguir, diciéndome que estaba bien.
Efectivamente, mi trayecto estaba en dirección de la Estación de Autobuses a la que había llegado, así que mi respuesta era creíble. Antes de alejarme, los mismos policías, a través de megáfono, instruyeron a los numerosos turistas tras mío de lo mismo.
Me fui hacia la Plaza de España, hermoso complejo, construido con motivo de la Exposición Iberoamericana de Sevilla del año 1929, que se emplaza en el Parque María Luisa, y es una verdadera preciosidad arquitectónica. Sin embargo, estaba TODO CERRADO. Antes que yo, habían llegado varios turistas, que trataban de sacar fotos desde el exterior.
Fue el momento en que decidí volver al alojamiento, pasando a comprar víveres en el camino de regreso. El horno no estaba para bollos y correspondía acatar lo determinado. Pasé a dos minimarket, no encontré todo lo que quería, pero debí conformarme. Los precios estaban algo más subidos también. Llegué sin novedad al alojamiento y di inicio a este confinamiento involuntario.
🛌🛌 Soledad no he sentido, pues aquélla es parte de mí. Además de que la comunicación virtual es una gran ventaja cuando se cuenta con señal, como en mi caso. El mayor problema es no poder desplazarme.🤷♀️🤷♀️ Cansa estar sentada y/o acostada. Turno los noticieros que veo, tanto de Chile como de España, así estoy completamente informada. También he aprovechado para escribir los últimos relatos, que habían quedado un tanto rezagados por cierto desánimo propio de la contingencia.
Ahora, sólo me queda poco más de 24 horas para subirme a un bus y luego a un avión. Espero que todo salga bien y así los españoles puedan librarse de mí, antes de tiempo. Mala suerte para ellos, jajaja. Pero, ...¡volveré!👋👋
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