Llegando a CÁDIZ...
Precisamente ésa es la evolución del nombre de la actual ciudad y puerto de CÁDIZ a donde llegué el viernes, luego de abandonar Tarifa sin poder embarcarme para Marruecos. En fin, eso ya es pasado...
La ciudad fue fundada con el nombre de Gadir por los fenicios, cuyo significado es 'castillo", 'fortaleza' o 'recinto murado'. Luego fue conocida por los griegos como Gadeira. En latín, se le denominó Gades, mientras que en árabe fue Qādis. De allí deriva su nominación, que, actualmente, no se aleja de todos los topónimos asignados.
Cádiz es una de las ciudades-puertos importantes del sur de España, no sólo por su tráfico portuario y por ser zona franca, sino también por su historia. Es la urbe más antigua de Europa occidental, con restos arqueológicos datados del año 3100 a.C. Durante su vida como ciudad tuvo un rol significativo en procesos como las Guerras Púnicas, la Romanización de Iberia, el Descubrimiento y Conquista de América (el continente) o la instauración del Régimen Liberal de España con su Primera Constitución.
Precisamente en la Plaza de España se levanta un monumento a "Las Cortes de Cádiz" en recuerdo de la importancia de la Constitución de 1812.
Precisamente ésa es la evolución del nombre de la actual ciudad y puerto de CÁDIZ a donde llegué el viernes, luego de abandonar Tarifa sin poder embarcarme para Marruecos. En fin, eso ya es pasado...
La ciudad fue fundada con el nombre de Gadir por los fenicios, cuyo significado es 'castillo", 'fortaleza' o 'recinto murado'. Luego fue conocida por los griegos como Gadeira. En latín, se le denominó Gades, mientras que en árabe fue Qādis. De allí deriva su nominación, que, actualmente, no se aleja de todos los topónimos asignados.
Cádiz es una de las ciudades-puertos importantes del sur de España, no sólo por su tráfico portuario y por ser zona franca, sino también por su historia. Es la urbe más antigua de Europa occidental, con restos arqueológicos datados del año 3100 a.C. Durante su vida como ciudad tuvo un rol significativo en procesos como las Guerras Púnicas, la Romanización de Iberia, el Descubrimiento y Conquista de América (el continente) o la instauración del Régimen Liberal de España con su Primera Constitución.
Precisamente en la Plaza de España se levanta un monumento a "Las Cortes de Cádiz" en recuerdo de la importancia de la Constitución de 1812.
En la ciudad, viven 116 mil gaditanos. Después de revisar los antecedentes de la urbe, me sorprende descubrir que es una isla que se separa del continente por un estrecho canal llamado Caño de Sancti Petri que atraviesa las marismas.
En el mapa se ve con claridad que efectivamente está unida al resto del territorio a través de puentes. Incluso, tomé conciencia de aquello, cuando hice una salida por unas horas, que a ambos lados de la carretera teníamos mar.
Por un lado, la continuidad de la playa que bordea la ciudad, por el otro, todo el sector correspondiente a Puerto Real (municipio contiguo a Cádiz) y luego a las marismas que existen en la zona y en las localidades cercanas. En estas marismas divisé algunos flamencos, mientras en otro sector de ellas, descubrí que había salineras. Singular paisaje, sin duda.
El casco histórico de Cádiz es como el de tantas ciudades españolas: con edificios de pocos pisos, donde las construcciones religiosas sobresalen por su altura (especialmente los campanarios y las torres) y su amplitud, habitualmente imponentes.
Cuando llegué a la ciudad, me sentí un poco perdida en su amplitud y magnificencia de entrada, no de riqueza, sino de murallas y arcos que conforman la llamada Puerta de Tierra, entrada de la ciudad, construida en el siglo XVIII. Al lado de ella, se encuentra el Baluarte de San Roque, construcción porticada dedicada en la actualidad a actividades culturales.
Recorrer las callejuelas más allá de la Plaza San Juan de Dios, donde se emplaza el Ayuntamiento, me recordó la ciudad de Nápoles, aunque, eso sí, por suerte, sin los tendederos de ropa en medio de las angostas calles del casco antiguo.
Salí a conocer la urbe. Poco se podía visitar al interior. Estaba prácticamente todo cerrado, aunque aún no se había llegado ese día (viernes) al "Estado de Alarma" en todo el país. Una enorme Catedral de la Santa Cruz preside la Plaza de la Catedral (obvio). Se comenzó a construir el siglo XVIII y se terminó el siguiente. De estilo barroco, rococó y neoclásico. Cerca suyo, se encuentra la Iglesia Parroquial, antigua catedral del siglo XVI.
No muy lejos, se emplaza un Teatro Romano, que se descubrió recién en 1980 cuando se estaban haciendo excavaciones arqueológicas para encontrar un castillo. Está bajo una serie de edificios del barrio llamado "El Pópulo". Sus características son extraordinarias: es el segundo más grande de la Hispania Romana (tenía un aforo de 10 mil espectadores). Es el más antiguo de la península y el segundo más antiguo del Imperio Romano. Habría sido construido hacia el año 70 a.C.
Debí conformarme con verlo desde fuera, pero con la ayuda de imágenes existentes en la red he podido apreciar sus características en forma virtual. Sin duda, una obra extraordinaria.
Lo otro llamativo, desde mi perspectiva, es el largo (de al menos unos 10 kms. o más) Paseo Marítimo, que coincide con las monumentales Murallas Reales,
intercaladas por un par de baluartes y un par de castillos: Castillo de Sta. Catalina y el Castillo de San Sebastián, a lo que se suman sus playas, que estaban con bastante gente a pesar de la situación contingente.
Conociendo a VEJER de la FRONTERA...
El sábado viajé a esta localidad, considerada en la nómina de los pueblos blancos más bonitos de la Costa de la Luz de España. Claro que de aquello me enteré luego de haberlo divisado a la distancia y desde "abajo", cuando iba camino a Cádiz. Digo "desde abajo", porque el bus en el que me trasladaba no pasaba por la localidad, que se sitúa en lo alto de una colina, a 200 msnm. y a 8 kms. de la costa. La distancia con Cádiz es de 56 kms.
Es un pueblo en el que viven 12.500 vejeriegos/as, realmente hermoso, cuyo casco histórico se ubica en una de los lados altos de la colina, mientras la ciudad nueva, en los bajos y el otro lado alto, tras unos Molinos de Viento (molinos harineros del siglo XIX, 7 en total, de los cuales estuve cerca de 3 ).
Estas construcciones constituyen patrimonio local, aunque, a decir verdad, están bastante descuidados. Sé que hay un restaurado y visitable, pero ese día estaba casi todo cerrado.
No fui la única en tener la idea de visitar esta bella localidad. Vi a 5 turistas más: una pareja y tres jovenzuelas como yo. Por las calles, mientras subía al casco antiguo, prácticamente no se veía gente y eran pasadas las 10 de la mañana. Lo que sí se veía era el hermoso paisaje de los alrededores, desde la altura.
Adentrándome en las callejuelas, me encontré con el Castillo de Vejer, sus murallas, las puertas que se conservan del recinto amurallado, la Parroquia del Divino Salvador ( la que data del siglo XVI), con su bello pozo "de los deseos " en el patio posterior.
A lo anterior, cabe agregar la hermosa Plaza de España, con una bellísima fuente en que se destacan 4 verdes ranas lanzadoras de agua.
Además de desplazarme por la parte antigua de la ciudad, recorrí el sector de los molinos de la parte nueva, sintiéndome, en realidad, algo incómoda por las miradas de la gente del lugar. Más adelante pude comprobar que no era un tema personal, sino un rechazo velado a todos los visitantes. Muchas dueñas de casa de la población cercana, limpiaban vidrios y puertas, premunidas de guantes y paños con alguna solución desinfectante.
Sólo estaban abiertos los locales de alimentación, farmacias y supermercados. Precisamente pasé a uno de ellos, a comprar pan, queso y agua, para alimentarme, ya que sería imposible almorzar en ningún restaurante. Me fui entonces al paradero. Faltaba 1,30 horas para que pasara el bus que me llevaría de regreso, pero ya no tenía sentido seguir caminando al sol y bajo miradas de sospecha.
Al rato llegaron las tres amigas que habían bajado del mismo bus. Las escuché comentar lo mismo, por lo que no había sido sólo idea mía. De pronto, observo a una de ellas y, ¡oh, sorpresa!, veo que lleva puesta una polera con las letras "Valparaíso". Luego supe que efectivamente había visitado el puerto y la Casa de Neruda. Eran alemanas.
Regresé a Cádiz. Anduve caminando por la parte de la "Costanera" que aún no había visitado, por suerte, porque pude conocer el sector amurallado donde se ubican las baterías de defensa de la ciudad, entre otros edificios y parques. Con ello, había terminado mi incursión por esa ciudad-puerto y esa misma noche procedí a tomar la decisión de regresar a Chile, luego de ver la evolución de la situación contingente. Me iría a Sevilla al día siguiente y, desde allí, a Madrid, para tomar el vuelo de regreso.
Desde ese momento, comencé a mantener los dedos cruzados -y desinfectados- mientras pudiera, jajaja.
En el mapa se ve con claridad que efectivamente está unida al resto del territorio a través de puentes. Incluso, tomé conciencia de aquello, cuando hice una salida por unas horas, que a ambos lados de la carretera teníamos mar.
Por un lado, la continuidad de la playa que bordea la ciudad, por el otro, todo el sector correspondiente a Puerto Real (municipio contiguo a Cádiz) y luego a las marismas que existen en la zona y en las localidades cercanas. En estas marismas divisé algunos flamencos, mientras en otro sector de ellas, descubrí que había salineras. Singular paisaje, sin duda.
El casco histórico de Cádiz es como el de tantas ciudades españolas: con edificios de pocos pisos, donde las construcciones religiosas sobresalen por su altura (especialmente los campanarios y las torres) y su amplitud, habitualmente imponentes.
Recorrer las callejuelas más allá de la Plaza San Juan de Dios, donde se emplaza el Ayuntamiento, me recordó la ciudad de Nápoles, aunque, eso sí, por suerte, sin los tendederos de ropa en medio de las angostas calles del casco antiguo.
Salí a conocer la urbe. Poco se podía visitar al interior. Estaba prácticamente todo cerrado, aunque aún no se había llegado ese día (viernes) al "Estado de Alarma" en todo el país. Una enorme Catedral de la Santa Cruz preside la Plaza de la Catedral (obvio). Se comenzó a construir el siglo XVIII y se terminó el siguiente. De estilo barroco, rococó y neoclásico. Cerca suyo, se encuentra la Iglesia Parroquial, antigua catedral del siglo XVI.
No muy lejos, se emplaza un Teatro Romano, que se descubrió recién en 1980 cuando se estaban haciendo excavaciones arqueológicas para encontrar un castillo. Está bajo una serie de edificios del barrio llamado "El Pópulo". Sus características son extraordinarias: es el segundo más grande de la Hispania Romana (tenía un aforo de 10 mil espectadores). Es el más antiguo de la península y el segundo más antiguo del Imperio Romano. Habría sido construido hacia el año 70 a.C.
Debí conformarme con verlo desde fuera, pero con la ayuda de imágenes existentes en la red he podido apreciar sus características en forma virtual. Sin duda, una obra extraordinaria.
Lo otro llamativo, desde mi perspectiva, es el largo (de al menos unos 10 kms. o más) Paseo Marítimo, que coincide con las monumentales Murallas Reales,
intercaladas por un par de baluartes y un par de castillos: Castillo de Sta. Catalina y el Castillo de San Sebastián, a lo que se suman sus playas, que estaban con bastante gente a pesar de la situación contingente.
Conociendo a VEJER de la FRONTERA...
El sábado viajé a esta localidad, considerada en la nómina de los pueblos blancos más bonitos de la Costa de la Luz de España. Claro que de aquello me enteré luego de haberlo divisado a la distancia y desde "abajo", cuando iba camino a Cádiz. Digo "desde abajo", porque el bus en el que me trasladaba no pasaba por la localidad, que se sitúa en lo alto de una colina, a 200 msnm. y a 8 kms. de la costa. La distancia con Cádiz es de 56 kms.
Es un pueblo en el que viven 12.500 vejeriegos/as, realmente hermoso, cuyo casco histórico se ubica en una de los lados altos de la colina, mientras la ciudad nueva, en los bajos y el otro lado alto, tras unos Molinos de Viento (molinos harineros del siglo XIX, 7 en total, de los cuales estuve cerca de 3 ).
Estas construcciones constituyen patrimonio local, aunque, a decir verdad, están bastante descuidados. Sé que hay un restaurado y visitable, pero ese día estaba casi todo cerrado.
No fui la única en tener la idea de visitar esta bella localidad. Vi a 5 turistas más: una pareja y tres jovenzuelas como yo. Por las calles, mientras subía al casco antiguo, prácticamente no se veía gente y eran pasadas las 10 de la mañana. Lo que sí se veía era el hermoso paisaje de los alrededores, desde la altura.
Adentrándome en las callejuelas, me encontré con el Castillo de Vejer, sus murallas, las puertas que se conservan del recinto amurallado, la Parroquia del Divino Salvador ( la que data del siglo XVI), con su bello pozo "de los deseos " en el patio posterior.
A lo anterior, cabe agregar la hermosa Plaza de España, con una bellísima fuente en que se destacan 4 verdes ranas lanzadoras de agua.
Además de desplazarme por la parte antigua de la ciudad, recorrí el sector de los molinos de la parte nueva, sintiéndome, en realidad, algo incómoda por las miradas de la gente del lugar. Más adelante pude comprobar que no era un tema personal, sino un rechazo velado a todos los visitantes. Muchas dueñas de casa de la población cercana, limpiaban vidrios y puertas, premunidas de guantes y paños con alguna solución desinfectante.
Sólo estaban abiertos los locales de alimentación, farmacias y supermercados. Precisamente pasé a uno de ellos, a comprar pan, queso y agua, para alimentarme, ya que sería imposible almorzar en ningún restaurante. Me fui entonces al paradero. Faltaba 1,30 horas para que pasara el bus que me llevaría de regreso, pero ya no tenía sentido seguir caminando al sol y bajo miradas de sospecha.
Al rato llegaron las tres amigas que habían bajado del mismo bus. Las escuché comentar lo mismo, por lo que no había sido sólo idea mía. De pronto, observo a una de ellas y, ¡oh, sorpresa!, veo que lleva puesta una polera con las letras "Valparaíso". Luego supe que efectivamente había visitado el puerto y la Casa de Neruda. Eran alemanas.
Regresé a Cádiz. Anduve caminando por la parte de la "Costanera" que aún no había visitado, por suerte, porque pude conocer el sector amurallado donde se ubican las baterías de defensa de la ciudad, entre otros edificios y parques. Con ello, había terminado mi incursión por esa ciudad-puerto y esa misma noche procedí a tomar la decisión de regresar a Chile, luego de ver la evolución de la situación contingente. Me iría a Sevilla al día siguiente y, desde allí, a Madrid, para tomar el vuelo de regreso.
Desde ese momento, comencé a mantener los dedos cruzados -y desinfectados- mientras pudiera, jajaja.
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