lunes, 9 de diciembre de 2024

Playa, arena, sol 🎶 ...y brisa, 🤗

 

   Hoy salí de la ciudad de Guayaquil, pero no la abandoné. Llamé un uber que, luego de media hora y 4,69 US$, me dejó en el Terminal Terrestre, un tremendo terminal urbano, con decenas de buses, perdón, de micros humeantes, 🤧🤧. La idea era visitar alguna ciudad con playa, no tan lejana desde mi alojamiento, que me permitiera ir y volver, al tiempo de recorrer la playa y almorzar durante parte de la jornada. Necesitaba unas vistas más gratas y tranquilas. El chofer me orientó muy bien y, de acuerdo a los antecedentes entregados acerca de dos lugares, me decidí por Villamil ("General Villamil" en realidad), más conocido por Playas. Estaba a la mitad de la distancia de Montañita Montañita y la playa es menos peligrosa, me dijo don Patricio. Así que para allá partí.  
    Lo primero que hice en el Terminal fue buscar la oficina de venta de pasajes para Villamil, entre los numerosos destinos y buses existentes. ¡Uff! ¡Era para perderse! Seguí las recomendaciones: pregunté a un guardia...y llegué. 3,55 US$ y dentro de 25 minutos salía el bus. Me fui de inmediato al andén, que quedaba en otro nivel. Pasé por el control y ya estaba en la losa de partida de los buses. ¡Qué digo "buses": eran "micros, realmente!", de ésas antiguas que ya no se ven por nuestras ciudades. Muy coloridas pero lanzaban una cantidad de anhídrido carbónico, que en unos minutos ya estaba con dolor de cabeza. El aire se hacía irrespirable. Al fin llegó y, ya arriba, me enteré de que me había tocado asiento de pasillo, 🙄😭😭. ¡No podría ir disfrutando del paisaje! ¡Qué lata haberme olvidado de solicitar ventana! Me reté unas cuantas veces y, al final, no me quedó otra alternativa que resignarme. Al regreso me vengaría. Por el momento, hice lo que los personajes del  "Mito de La Caverna" de Platón, el filósofo. Fui mirando el reflejo del exterior de la carretera por donde pasaba el bus, que se vislumbraba en parte del vidrio de los asientos 1 y 2. ¡Algo es algo,🥴! No podía ponerme a mirar hacia el lado que me correspondía, pues mi compañero de viaje, un señor de sus cuantos años, podría pensar que estaba miroteándolo con alguna intención un tanto aviesa, 🤣 😁 😁.  Luego, la pasajera de adelante echó  su asiento para atrás y me quedó el suficiente espacio para observar un poco el paisaje. ¡Humm! 
    Si hubiera sabido el futuro habría pensado -y actuado- de manera bien distinta, pues al regreso sí solicité asiento en ventana y la verdad es que terminé deprimida, 🥺😰. Era tal la pobreza de muchas construcciones,  el cero mantenimiento y la suciedad, así como la cantidad de basura a orillas de carretera, que si hubiera visto aquello de ida, capaz que me hubiera bajado antes y hubiera regresado ipso facto, 🙈 🙈.  Hay cosas que suceden por algo. De ida, eso sí, me fui guiando por Google maps para ubicarme. Un par de cosas buenas tenia la micro: contaba con wifi para los pasajeros y con aire acondicionado, 🤗🤗, así que hasta escribí algo, busqué información,  todo sin abusar, para no gastar en exceso la batería. Al final, eso sí, debí recurrir a mi compañero de viaje, para aclarar si debía bajarme en "General Villamil" o en "Data de Villamil". Me explicó qué lo había motivado precisamente hasta allá -por suerte no se ofreció a acompañarme porque no tenía ninguna gana de compañía, 😁 😁 🤣 🤣-. Lo que sí hizo este buen hombre, al bajarnos, fue indicarme dónde debía tomar el bus de regreso y hacia dónde dirigirme para ir a la playa. ¡¡Bravo!! 
   Ya caminando por la ciudad me acordé de Tacna o Tumbes, 🤫🤫. Construcciones a medias, pésimo mantenimiento, mala calidad de los edificios, venta de comida en la calle, descuido generalizado. Cuando vi la playa, una enoooormeee extensión de terreno con fina arena, me volvió el alma al cuerpo, 😊😊. Había hileras de parasoles y "perezosos" (tumbonas o reposeras), que se arrendaban, por supuesto. A 6 US$ los primeros y a 2, los segundos. Como yo no tenía intenciones de estar quieta, obvio, no arrendé ni lo uno ni lo otro. Me saqué mis zapatillas y me dediqué a caminar por la playa, por la derecha primero, 😁, y, al final, en la otra dirección. Desistí de sacarme un chaleco corto que llevaba, una especie de bolero, para no quemarme los hombros, que ya se habían visto perjudicados a pesar del protector solar. Fue una buena y razonable decisión. Había una brisa muy grata a orillas del Océano Pacífico, pero sus 29 grados igual podían hacer estragos en mi delicada piel, 😂 😂.   
    Caminé unos 2,5 kms. de ida y otros tantos de vuelta hacia la derecha. Pasé por el lado de decenas de los botes de los pescadores del lugar, cada cual más producido y con nombres de amadas, hijos o los propios. Llegué hasta el sector de unos edificios que se destacaban desde la distancia, uno de ellos, un hotel. Me subí a una especie de muelle en altura, que hacía las veces de mirador aunque más tarde me di cuenta que estaba cerrado al público pues requiería reparaciones.  Yo encontré una entrada por la misma playa y accedí a él, pero luego de tomar un par de fotos salí de ahí. Es una construcción que hace las veces de contrafuerte para aminorar el efecto de las olas, produciendo una especie de piscina.  
    Me fui a la calle a buscar un servicio higiénico.  El lugar que encontré abierto fue el hotel -y que también me daba más confianza-. Aproveché de pedir una ensalada con ☕ y después de pagar 6,5 US$ abandoné el lugar para continuar con el recorrido. Cabe señalar que ni el hotel ni la ensalada fueron una verdadera maravilla, menos el wc, 😒, pero hay que adaptarse o pasar apuros y hambre, 😉. Seguí con mi caminata y con fotografías. Unas cuantas garzas y otras aves me acompañaron, hasta que siendo casi las 13 horas decidí volver al lugar de partida y comenzar el regreso. Ya había caminado 5 kms., había obtenido hermosas imágenes, había respirado aire puro, gozado de la brisa y las vistas, de manera que era suficiente. 

   A las 13,30 inicié el regreso, llegando casi con depresión a Guayaquil por el feo y mísero trayecto conocido. Una vez allí, busqué la oficina de venta de pasajes hacia Quito, la capital ecuatoriana. Ése es y será mi próximo destino. Me costó  encontrar la oficina entre tantos buses, destinos y locales comerciales.  El viaje será largo, entre 8 a 9 horas. Ahora sí me acordé de pedir asiento-ventana. Son más de 400 kms. Justo después de eso, siendo aún temprano, me encontré con un amplio supermercado. ¡Bravo!👏👏. ¡Qué me dijeron! Lista para hacer shopping de súper, en lo que estuve bien entretenida. Compré unas cosillas y me aprendí los precios de varios productos, para poder comparar con lo que pueda encontrar en Quito y comprar al mejor postor, 🤣 🤣. Busqué un taxi, que me trajo al hotel por 5 US$, precio bastante conveniente. Aproveché la ocasión de contar con un simpático conductor (que vive solo y ya a las 4,30 de la madrugada se despierta y levanta, porque para qué quedarse acostado sin compañía, me dijo, 😂 😂) y lo contraté para mañana, día en que debo madrugar para no llegar tan tarde a Quito. Así que todo bien, un día de caminata por la playa que me ha devuelto el entusiasmo, algo afectado ayer por el pésimo tour a la Isla Santay. Sé que en Quito no hay playa, pero sí hay monumentos coloniales y varias opciones de tours. Ya les contaré. Estamos en contacto, 🤗🤗. 





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