lunes, 5 de octubre de 2015

¡¡Aún quedan Faunos en la foresta...!!

¡Saliendo...!
   Son las 10, 15 horas de hoy lunes 5 y voy saliendo desde el Lira Plaza (es un edificio, no un hotel, especifico, para quienes pudieran pensar otra cosa; en todo caso, un nombre que "suena" bien, aunque, no deja de ser verdad que hay hoteles y moteles de mala muerte,según me han contado, -como dice un amigo- que lo único digno y de clase que tienen es el nombre y que luego de verlos llegan a dar risa... creo yo, jajaja). Dejé a mi sobrino Camilo con todas las instrucciones habidas y por haber,  para que el depto. esté de pie  cuando vuelva a viajar a Santiago. ¡Pobre, Camilo! Tiene unas tías, cuál de todas más sargento, jajaja. 
  ¿Por qué digo esto? 
  Como yo sé que la memoria de los jóvenes funciona de acuerdo a sus intereses (y otras cosas también, pero no sólo en la juventud), para evitar quedarme preocupada, procedí a escribir en una hoja, la que dejé adosada al mesón con scotch, todas las instrucciones necesarias: apagar luces, asegurar ventanas, desenchufar Tv-cable, revisar refrigerador, eliminar alimentos perecibles, botar basura, dejar todo en orden, número de la alarma y demases, jajaja. Obviamente, eso  no podía ser todo.
-¡Toc toc! ¡Camilo! ¡Ven un ratito!
 Respuesta irreproducible, movimientos... (parece que estaba durmiendo aún)
- ¿Si, tía? 
   Camilo apareciendo a pata pelá...
- ¡Abrígate un poco y ven! Te voy a explicar unas cuantas cosas antes de irme...
   Y ahí le estuve explicando las instrucciones, con sus respectivos fundamentos (para que se entienda que no son meros caprichos). Junto con ello, a ejercitar la activación de la alarma y la llave. 
- ¿Todo claro? 
- Sí, tía.
   Confirmó un par de cosas y nos despedimos. 
   ¡Bien, a marchar! ¡Hay que ir a trabajar!
   Mientras corría unos metros para alcanzar el Trans (y así evitar la espera de una nueva máquina que demoraría 15 o más minutos), el dolor de los deditos de mis "patitas" me recordó lo sucedido el día anterior y que no debo intentar repetir, pues es ir contra natura.

   Sucede que el día sábado me fui a Santiago directamente desde Rengo, por lo que iba con tacones, como es costumbre cuando trabajo. Ayer domingo en la mañana, después de haber despedido al Comité de bienvenida para tan ilustres visitantes (me refiero a mi sobrino y su amigo) y que los susodichos se fueron a descansar después de un largo viaje desde Valdivia, decidí ir hasta la Feria 10 de Julio. Al darme cuenta que sólo contaba con zapatos con tacos y sandalias, decidí calzarme unas zapatillas deportivas de mi Infanta. Tengo claro que ella calzaba 37 y yo soy N° 38, pero supuse que un número de diferencia no era cosa grave (además que el día anterior me había cortado mis uñitas, jajaja). No tuve problemas para ponerme el calzado; el problema se presentó después, mientras iniciaba el recorrido  a la Feria. 

   Anduve con mis deditos encogidos (a ratos casi cojeando), los que terminaron muy adoloridos y sólo pudieron sentirse libres y descansados una vez que estuve de regreso. Ante tamaño suplicio, recordé lo que deberían haber sentido aquellas niñas-mujeres chinas, a quienes les deformaban los pies a fuerza de mantenérselos vendados. ¡Qué terrible costumbre asiática! De ella debe haber surgido aquel dicho acerca de que "para ser bella hay que ver estrellas", jajaja. No he ido a Asia (sería una visita muy interesante , sin duda), pero leí varias novelas de  Pearl Buck cuando adolescente, textos que fueron para mí una rica fuente de aprendizaje del mundo oriental.
   A pesar de todo, el viaje a la feria valió la pena, pues el almuerzo quedó exquisito y así lo expresaron los comensales cuando dieron cuenta de él. 
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   Volviendo al presente, mientras iba bajando las escaleras de la estación Sta. Lucía, una persona, desde atrás me habló al mismo tiempo que me tocó: por suerte no reaccioné mal, puesto que era para avisarme que llevaba la mochila abierta. Procedí a orillarme y estacionarme (jajaja, casi como un vehículo) y efectivamente me doy cuenta que no había cerrado completamente el bolsillo exterior (al menos en un 60% ) y aunque no llevaba nada tan valioso, estaba mi pastillero con remedios (regalo de mi querida Infanta). Indudablemente agradecí el aviso y me alegró darme cuenta que no se trataba de alguien que hubiera intentado robarme nada, sino que yo no  había cerrado bien el compartimento. 

- ¡Todos a bordo!, me pareció escuchar, en mi imaginación, cuando subí al Metro. 
   Eran las 10,30 horas y, apenas abordé, encontré una fila de asientos desocupados. ¡Eureka! Me senté rápidamente y al levantar la vista, me di cuenta, de que tenía alrededor mío una fauna distinta a la vista en otras ocasiones. Varios ejemplares del sexo fuerte iban de pie y todos ellos vestían formal, de ternos oscuros.  Fue como estar al interior de una escena  de Mátrix con la imagen repetida del Agente Smith. No me pude contener y los inmortalicé en una fotografía, cuidando de no enfocar rostros, para no arriesgar demanda. Pensé para mí: "Estos deben ser todos oficinistas,  ejecutivos, con horario de gerentes, pero NO son Gerentes".
- ¿Por qué no podrían serlo, Princess? ¡Cómo puedes hacer una afirmación tan taxativa! ¡Estás generalizando, por tanto, equivocándote!
- No me equivoco, mi  querida Watson. Un gerente no usa el Metro, menos un día lunes en la mañana. Y si hay restricción, tiene más de un automóvil para solucionar el problema.
- ¡Upss! ¡Tienes razón! ¡Tan inteligente que eres! 
- ¡Uno es como es no más! Jajaja.
    Sentada a mis anchas, con toda tranquilidad, llegamos a la siguiente estación. Una mujer se sienta a mi lado, pero no lo hace normalmente, considerando que había dos asientos contiguos desocupados. Con el costado de su cuerpo me empujó. 
- ¿No estarías ocupando mucho espacio, amiga mía? 
- La verdad sea dicha, flaca no soy, pero estaba en el espacio correspondiente a una persona normal. Además, sólo había desayunado mi barra de cereal, así que no podía estar más flaca(jajaja). 
- ¿Y cómo se puede interpretar la actitud aquella entonces?
- La verdad, la actitud me pareció prepotente y "chora", si me permites la expresión, como diciendo "¡¡Aquí vengo yo!!". Ignoro la razón. 
- ¡Humm! Tal vez una manera de marcar su territorio...
- ¡Cierto! Además,  a su lado se sentó un varón y, quizás, estaba haciendo más espacio para "su hombre". 
- ¿Y qué hiciste tú? 
- Le di el beneficio de la duda...que duró sólo hasta el siguiente movimiento...
- ¿Cómo?
- Esta mujer levantó los brazos y los puso por sobre el respaldo del asiento. Yo entiendo que una mujer -u hombre- posesiva quiera dejar en claro que quien va a su lado es de su "propiedad", pero el brazo derecho lo ubicó por sobre mi espalda y ...yo no iba con ella. 
- ¡Guauu! ¡Ahí habrás actuado, me imagino!
- ¡Claro! Ya era demasiado la interferencia de "mi espacio". ¡Invasión total! Conté hasta 10 y me levanté de mi asiento, trasladándome a unos cuantos metros de distancia y ya no me quedaron ganas de sentarme. 
   La vida tiene sus compensaciones y sistema de equilibrios: no alcancé a darle muchas vueltas al asunto cuando, al subir por la escalera de "Salida" de la estación, un joven se ofrece a llevarle la maleta a una Sra. de tercera edad, lo que ésta aceptó agradecida. "¡Bravo!", me dije, "aún hay esperanzas, todavía hay gente con buenas intenciones, como este joven que ayuda espontáneamente y como la joven que me avisó de la mochila abierta. ¡Dos contra uno!".  Y, caminando con mis aún adoloridas patitas, me dirigí al Terminal Sur, para volver a la actividad habitual de comienzo de semana. ¡Tutto bene!!

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