miércoles, 1 de noviembre de 2017

El día en que se detuvo la Tierra... Doce...[Mañana]

Doce                                                                       [Mañana]
    Doce minutos para las  20 horas  fue lo que logró ver en
una   pantalla   que,   al    parecer  milagrosamente,  estaba funcionando, entregando intermitentemente la hora, además de la temperatura,  la velocidad del viento  y   el índice  U.V.      Paradójicamente,  esta última medición era mínima. Claro, la gran  capa  artificial  que  rodea  la  Tierra  impide  que dicho indicador  sea  de  alto nivel al interior de la cúpula terrestre.  Los  datos,  tan necesarios  en  un  día  normal  y  cotidiano, resultaban   estériles   en   ese   momento.  Sólo  los  podía aprovechar   Maui,   pues   no   había   nadie  más   en   los alrededores.  
  "Pensándolo   bien,   es  muy  extraño  que  no  me  haya encontrado con nadie", se dijo. "Si el resto de las personas ha muerto, ¿dónde están?", siguió interrogándose. 
  Era cierto que cuando todo sucedió muchos estarían al interior de sus domos y aptos, pero también debería haber gente en las vías o entre los escombros. ¡Y no era así! Incluso si todo hubiera ocurrido en la noche,  ya llevaba varias horas despierta y consciente y sus humanos ojos no se habían encontrado con otros. Era como si la gente hubiera desaparecido misteriosamente, producto de un acto de magia, pero negra. 
  Al darse cuenta de la hora que indicaba la pantalla, hizo mentalmente el cálculo de lo que restaba de ese día, siempre y cuando fuera el mismo  que ella recordaba:  26 del mes quinto. 
 En tiempos anteriores a la última guerra, en esta fecha se estaba en la "estación primavera-verano". Esa denominación había perdido sentido, le había contado su madre, desde que habían comenzado a vivir bajo la cúpula. Ahora, hasta antes de "esto" que ha sucedido, todos los días eran iguales en temperatura, velocidad del viento, siempre con un "cielo" azul pálido, sin manchas blancas, grises o casi negras de aquello que antes llamaban "nubes". Ese mundo tranquilo, perfecto, sin grandes cambios, donde las catástrofes de antaño sólo permanecían en la memoria de los ancianos y de las imágenes de museo, parecía haber sufrido un vuelco, que asustaba muchísimo a Maui. Es cierto que vivía sola en su domo desde los 15 años (mayoría de edad) pero los vínculos con su madre y la madre de ella se habían mantenido incólumes, a pesar de que no era lo habitual en los de su generación. Ella -Maui- necesitaba de esas presencias "tutelares" para sentirse en calma y segura, para no sentirse perdida en una sociedad con la que no simpatizaba, a pesar de ser parte de ella. 
    A sus 19 años, era más madura que otros jóvenes de su edad, pero seguía muy atada por los sentimientos a sus seres queridos. Y si bien es cierto esto la hacía dependiente emocionalmente, sentía  su vida más plena y feliz, situación que muchos no tenían la suerte de experimentar. Y eso mismo la apartaba de sus iguales, cuyas prioridades no eran precisamente sus familias de base, haciéndola diferente y objeto de ciertos desaires en sus funciones laborales. Pero no la preocupaba, a pesar de que su madre y  la madre de ella, al enterarse, sufrían por ella. Felizmente, debía agradecer a su sistema laboral el funcionamiento. Como casi todas las empresas de su tipo, sólo era necesario concurrir un día a la semana al núcleo; durante los demás, desarrollaba su trabajo desde su domo, así como podría hacerlo desde cualquier lugar en que se pudiera acceder a la nox. Para todos, las ventajas eran numerosas. No obstante, también tenía como contrapartida el hecho de mantenerla  bastante alejada de lo que se pudiera entender cómo actividad "social", aunque fuera  rudimentaria, pues no necesariamente en el ambiente laboral se cultivan relaciones humanas muy profundas. 
   Un ruido la sacó imprevistamente de sus pensamientos. Se puso en alerta. Un sensación de expectación la invadió abruptamente. El miedo y la esperanza lucharon por la supremacía. Rápidamente, alcanzó a esconderse, mientras, con absoluta sorpresa, veía aparecer al responsable del ruido, junto con escuchar su inhabitual lenguaje. Era primera vez que veía uno...¡vivo! No salía de su asombro. "Entonces, ¡existen verdaderamente! ¡No son sólo entes creados por la imaginación de los cerebros tras los juegos tridimensionales! ¡Guau!", pensó, casi respondiendo al sonido escuchado. Preparó su cámara incorporada y pestañeó. ¡Listo! La imagen estaba grabada. 

  El gato -porque eso era- se encogió sobre sí mismo al darse cuenta de su presencia y se dispuso a escapar, si podía, o a defender cara una de sus vidas, si era necesario...

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