lunes, 9 de enero de 2017

Gaudí y sus huellas en la historia

  Barcelona fue la segunda ciudad que visitamos en suelo español y como aún carecíamos de la destreza turística adquirida con los días, no logramos captar todas sus bellezas, pero algo de ellas vimos.
 Nuestro alojamiento estaba en el sector de Poble Nou (Pueblo Nuevo), algo alejado del centro, de manera que debíamos tomar locomoción para llegar a la zona céntrica. Sin embargo, en Poble Nou (nombre catalán) teníamos de todo: una Rambla  (o paseo extenso) con muchos locales comerciales y de comida, que llegaba hasta la Playa, pasando por un Parque urbano.

 A unos metros de la playa precisamente estaba el paradero de autobuses urbanos, en los cuales debíamos pagar 2,25  euros para que nos lleve hasta el centro de la ciudad (nada de barato, el equivalente a $1.620).  
  Nuestra primera visita al centro tenía como destino la Plaza Cataluña, la más relevante de la urbe (de nada menos que 1.600 mil habitantes), pero no alcanzamos a llegar a ella, cuando un impresionante monumento nos hizo  bajarnos antes. Era el Arco del Triunfo. Nosotros pensábamos que el único de su tipo era el que existe en Francia, pero debimos cambiar nuestros parámetros. 
   Nos paseamos por el lugar y vitrineamos por los stands que había, donde por primera vez (y prácticamente la única) vimos un local con recipientes con distintos tipos de aceitunas (ñam, ñam).
Dejamos para otra ocasión la intención de comprar variedades de ellas, pues no estaban nada de baratas. No obstante, más adelante sólo se nos presentó una oportunidad en Sevilla, en los puestos del Mercadillo que se ubica en la base del Metropol Parasol. 
   Caminamos hasta el final del Paseo Lluis Company (o comienzo, depende de la perspectiva) y nos encontramos con un hermoso Parque del que sólo vimos la entrada (después supimos que nos habíamos perdido la posibilidad de conocer una hermosa construcción dorada, que brillaba cual metal precioso bajo el sol del atardecer)
  Luego de disfrutar de estas vistas, reiniciamos nuestro camino a nuestro destino: Plaza Cataluña, la que no estaba tan cerca como nos habían dicho.  

Recorrimos lo necesario, hasta que al fin llegamos: un par de fuentes de agua muy hermosas, varias estatuas y cientos de violetas de Los Alpes en flor, entre otras cosas, más  un gran espacio donde se alternaban personas y palomas. Rodeaban la Plaza Cataluña  extraordinarios edificios. 
Después de numerosas fotografías y perfomances, recorrimos los alrededores y buscamos dónde almorzar. 
Ese día ingresamos a un local chino, donde degusté cerdo al tamarindo, que me encanta (entre paréntesis, la nacionalidad china parece ser la segunda en España: es impresionante la cantidad de asiáticos, tanto en locales comerciales, restaurantes y tiendas, como en modo turista).
   Otras tantas vueltas, algunas visitas a tiendas y ya el día comenzaba a oscurecer. Mientras esperábamos locomoción, tomamos nota del Bus-Turístico, para hacer uso de él al día siguiente.Caminando no nos iba a resultar muy fácil ubicar los monumentos y lugares más destacados para visitar, por tanto se hacía necesario.  
 Al día siguiente hicimos el recorrido en calidad de turistas, gracias a lo cual tuvimos la oportunidad de entender en toda su magnitud la importancia de Antonio Gaudí en la ciudad de Barcelona, específicamente en el ámbito arquitectónico 
(máximo representante del modernismo catalán, que vivió entre los años 1852 y 1926 y que creó un estilo tan personal que es reconocible fácilmente una vez vistas algunas de sus creaciones; tan importante es que siete de sus obras son Patrimonio de la Humanidad)
 Ver la Casa Milà (conocida también como "La Pedrera) y la Casa Batlló fue impresionante y qué decir de la Basílica de la Sagrada Familia. ¡Extraordinaria!  
 Mientras miraba y fotografiaba, por sus distintos lados esta fabulosa construcción, vinieron a mi memoria los libros I y II de Los Pilares de la Tierra, que narran la historia de personajes constructores, cuya máxima aspiración y casi obsesión era lograr levantar la Iglesia Gótica más grande de sus tiempos (siglo XII a XIV). 

   Cuando veo estas maravillosas construcciones, aún sin ser creyente, no puedo dejar de fotografiarlas e imaginarme todo el trabajo y el sacrificio humano necesarios para llegar a finalizar cada una de ellas y de qué manera fueron tan bien construidas que han sobrevivido a través de los siglos, como muestras de una fe que hoy está lejos, al parecer, de los seguidores del Cristianismo. La Iglesia de la Sagrada Familia me fascinó, porque una cosa es dibujar, proyectar, bosquejar una idea y otra es lograr que aquélla se transforme en una realidad concreta. ¡¡Tanto detalle, tanta riqueza, tanta evidencia de una fe en una vida superior no podía dejarme indiferente!! 
  No obstante, al comprobar que esto, que ha sido creado para la "Gloria de Dios", los mismos sacerdotes o la Iglesia como institución lo han instrumentalizado, decepciona. No se nos permite que nos complazcamos de  sus detalles al interior si no pagamos un acceso que no es nada de económico (situación generalizada en todo caso). Por suerte no debemos pagar por mirar desde fuera. Los seguidores de Jesús se han transformado en lo que él tanto temía:  en  verdaderos mercaderes de lo espiritual.  
    No pudimos interiorizarnos demasiado de los hitos de Barcelona, pero en nuestro recorrido por la ciudad, pasamos por las estrechas calles del sector céntrico, entre las paredes de una edificación continuada de 7 a 8 pisos de altura (característica de las construcciones españolas en la ciudad),  cual de todos más hermoso. 
Pasamos por el Estadio del famoso Club Barcelona, Camp Nou, aunque no nos bajamos, pues no era de interés nuestro visitar un centro deportivo por más famoso que pudiera ser.

Llegamos hasta el Puerto de Barcelona y pudimos observar cientos de embarcaciones atracadas en las orillas. Desde lejos divisamos el Aquairum
 Pasamos por La  Barceloneta, barrio marinero en su origen (siglo XVIII) y que conserva aires de aquellos tiempos.  Pasamos por el Parque Güel, en cuyo interior hay más muestras de la genialidad de Gaudí.
 Estuvimos a los pies de la  Torre Agbar, un rascacielos de 145 mtrs. de altura, ícono de la ciudad aunque no en armonía con la identidad arquitectónica de la urbe, aunque le busquen las 5 patas al gato. Más parece un símbolo fálico que otra cosa (jejeje).
  Fuimos especialmente a observar la Iglesia Gótica más importante, ubicadas a unas cuadras de la Plaza Cataluña. ¡Hermosísima, como todas las vistas; sin palabras!
   Nos faltó tiempo y pericia turística para conocer algo más de Barcelona. Pero veamos el vaso medio lleno: así tendremos tarea y novedades para la próxima visita.

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