lunes, 9 de enero de 2017

De Pamplona a San Sebastián...

  Pamplona o Iruña (en lengua vasca) es la capital de la comunidad de Navarra, en la cual se habla dos idiomas. Español y Euskera. 
Por ello, en todos lados aparecen los carteles en dos idiomas. Aparte del otro nombre de Pamplona, no me acuerdo de ninguna otra palabra vasca. Resulta complejo leer vocablos con tantas "k", "ñ", "z". 
   Pamplona es conocida en el mundo por la Fiesta de San Fermín, ésa donde llevan a cabo el "Encierro de Toros" por las estrechas, húmedas y sinuosas calles del casco antiguo de la ciudad, donde sólo los valientes, vestidos de blanco y rojo, realizan una carrera extrema, escapando de las cornamentas de los animales, actividad que termina en la Plaza de Toros de la ciudad. 
 Como aquel espectáculo se celebra en el mes de julio, llegamos un poco tarde para verlo. Pero pudimos conocer otros lugares e hitos de urbe. No resulta muy difícil, si uno tiene una imaginación algo desarrollada, pensar en la emoción, la ansiedad con la mezcla de terror que debe invadir a los participantes activos de cada encierro. En el fondo, como todas las actividades extremas, es  realizar un guiño a la muerte y ganarle sin trampas.
   Nos alojamos en la ciudad de Burlada, sin saber que era un lugar distinto, aunque está unido a Pamplona, quedando sólo a un par de kilómetros, que salvábamos rápidamente a través de autobús número 104. 
Ambas ciudades resultan casi provincianas si las comparamos con las otras grandes urbes españolas, sin grandes aglomeraciones, salvo en el casco antiguo en donde los turistas deambulan en gran cantidad (¿cómo será en el verano europeo?). 
 Nuevamente nos encontramos con una city con orígenes medievales, como también lo es la fiesta al Sto. Patrono y, además, con una gran cantidad de construcciones religiosas y amplias plazas. 


 



Caminamos por los adoquines, ingresamos a los locales de souvenirs a buscar recuerdos, fotografiamos a destajo y, lógicamente, almorzamos convenientemente. Recuerdo que un día ingresamos, después de mucho caminar, a un Restaurante llamado Carlos III. El precio estaba al alcance y la comida era espectacular. Nos atendió una chinita, que no sabía hablar bien español, pero sí nos  "sin problemas" (jajaja) ante nuestro pedido.



   Para el tercer día, ya habiendo visto lo más relevante, nos subimos a un bus interurbano y nos fuimos a San Sebastián (o Donostia) también conocido por esta personilla (de nombre, quiero decir), ya en pleno País Vasco. 


  No pudo ser más acertada nuestra decisión y aunque fueron sólo unas horas las que estuvimos allá (por el tiempo de ida y vuelta), la ciudad nos pareció ...¡maravillosa! : 

   varios puentes distintos y el agua del Mar Cantábrico discurriendo por una especie de canal, que en una de sus orillas  ubica un Paseo o Costanera. 
  Una Playa a la vista con algunos fanáticos que aprovechaban de la mejor manera los 18° y el sol despejado.
 Vimos un Hotel, llamado María Cristina espectacular (seguramente 5 estrellas), un Teatro y muchos edificios dignos de destacar, además de una hermosísima Iglesia Gótica. 
   Con una visita con gusto poco, al subirnos al bus de regreso, quedamos con una nueva tarea pendiente: ir a bañarse a las aguas del Cantábrico...¡a la próxima visita!
   

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