¡Querida Mirella! Ya algo te conté de lo último vivido en este mes, pero como no me resulta cómodo "conversar" contigo cuando voy a verte, resulta más fácil hacerlo a través de lo escrito. Si tu esencia, naturaleza, alma, espíritu o lo que fuera de ti que pervive más allá de lo conocido por nosotros, simples mortales, seguro ya sabes todo lo sucedido, lo que pienso y escribo. Sin tener ninguna certeza, al igual que cualquier ser humano, me aferro a la infantil idea de que no desaparecemos del todo, que algo de nosotros queda o se transforma, desprendiéndose de ataduras físicas. Tal vez hay algo de eso o quizás sólo sea una ilusión... Nunca lo sabré mientras esté por estos lugares, a merced del tiempo, del espacio y de mis circunstancias. Por eso, déjame que te cuente, una vez más.
Visitar Tailandia en vivo y en directo, hasta hace un año me habría parecido imposible. Había disfrutado con entusiasmo y casi con incredulidad videos de viaje por ese país. Precisamente, había visto a Claudio Iturra visitando y explicando lo mismo que tuvimos la oportunidad de ver los 32 viajeros que conformábamos el grupo del que yo fui parte hasta hace unos días. Recordaba claramente aquello del Mercado Flotante, del Mercado Ferroviario, de algunos templos, de las Mujeres Jirafa, por ejemplo. No he seguido viendo esos programas, pues su conductor no me simpatiza lo suficiente, por un tema personal del que no hay necesidad de entrar en detalles. No obstante, cuando una amiga de viajes me comentó que había realizado un tour con la agencia Masaitravel (de Claudio Iturra) y había tenido una muy buena experiencia, lo pensé. Pronto me vi en la búsqueda de alternativas de viajes a destinos más desafiantes y apareció éste de Tailandia. Pedí antecedentes y me lancé. La decisión no pudo ser mejor.
¡Qué maravilla habría sido compartir este extraordinario viaje contigo! Seguramente también habrías andado algo "achacada" con el calor intenso y la alta humedad, preocupada de tu larga cabellera, pero no me cabe duda que tus ojos asombrados y tu sonrisa habrían aportado a la iluminación de las noches en Bangkok. ¡Ya imagino tu rostro a mi lado en aquella noche en que recorrimos sus calles arriba de los tuk-tuk mientras regresábamos al hotel en caravana! Habría sido hermoso contar con tu compañía. Sólo me queda desearlo e imaginarlo.
Déjame que te hable de mis impresiones, querida hija, y que comparta contigo, lo vivido...
Me causó una profunda impresión la mezcla casi imposible, pero real de lo ultramoderno y de lo tradicional y ancestral, si puede llamarse así. Resulta sorpresivo, de pronto, caminar por la plataforma de vidrio de un edificio de 314 m.de altura y luego estar, a unos kilómetros de distancia, navegando por los canales donde vive una comunidad entre el agua y la tierra cargada de humedad, que sobrevive de la horticultura, de los souvenirs y de la curiosidad de los turistas. Algo similar sucede a poca distancia en el Mercado Ferroviario. Un hecho cotidiano que se transforma en novedoso y curioso para los visitantes, otorga la oportunidad a los residentes del lugar de mejorar sus ventas y, por tanto, sus vidas. No es diferente la situación de las Mujeres Jirafa, que venden sus propios productos y de otros, que venden sus imágenes y las de sus hijos, para sobrevivir en un mundo prestado (ellas llegaron desde Myanmar, ex Birmania, huyendo de la guerra).
No creas que luego de actuar como turista que soy en este caso, con similar actitud de intrusión, me las doy de moralista y activista. Para nada. La necesidad de sobrevivencia de esa gente (como sucede en todas las partes del mundo factibles de ser visitadas por turistas) les obliga a actuar como comerciantes de su quehacer, de su arte, de su modo de vida. Y es lícito y comprensible. Pero abruma ver cómo algunos turistas, entre ellos, algunos de nuestros compañeros, abusan de aquello. A esas alturas ya no les importa la actividad y/o la persona "exótica"; importa la performance de cada cual con la persona y/o actividad. Creo que mis años y mi poco grácil figura,😂, me han impedido caer en el abuso. Probablemente si natura hubiera sido más generosa conmigo estaría en las mismas que algunas de mis compañeras viajeras, 🙈 .
Partiendo por lo geográfico, debo señalar que este destino queda bastante lejos. Supone, con suerte, un día y medio de vuelo, con los consiguientes problemas de cansancio, mal dormir, aburrimiento y otra serie de pequeñas molestias dependiendo de cada organismo y persona. Sin mucha suerte, puede significar un viaje de dos y más días. Al llegar allá, según sea el mes del año, el calor y la humedad te apabullan. Pero todo está bien, pues tienes posibilidades de aminorar los efectos con mucha agua, aire acondicionado y toallitas húmedas, de todo lo cual estábamos muy bien provistos por la agencia. La amabilidad de la gente impresiona. La sonrisa y la deferencia son pan de cada momento. La urbe, Bangkok, es multitudinaria, con un tráfico intenso, por lo tanto ruidosa y algo caótica. El paisaje urbano está plagado de altos edificios, entre los que aparecen numerosos templos budistas y, cada ciertos tramos, la imagen de los reyes, omnipresentes. La ciudad es colorida, con abundancia de carteles publicitarios, hasta el extremo de caer en la contaminación visual. Los autos, motocicletas y tuk-tuk son parte del paisaje urbano. A donde quiera que vayas debes ir con tiempo, pues no es fácil ni rápido desplazarse por las atestadas avenidas.
Hay sectores populares y muy atractivos de visitar. Uno de ellos es Chinatown (el Barrio Chino), que de la noche hace día, con decenas de puestos de venta de comida, con restaurantes de diverso nivel, peluquerías, locales de masajes, souvenirs, etc., con sus anuncios luminosos y coloridos, de tamaños diversos, que contribuyen a crear una atmósfera de fiesta y de irrealidad. También está la Calle de los Mochileros (Khao San Road), con sus incontables locales comerciales de un cuánto hay, entre lo que llama la atención, por ejemplo, la venta de carne de cocodrilo y/o de insectos asados. Allí se puede comprar a muy buen precio souvenirs, ropa, bolsos y maletas entre otras cosas, especialmente si se ha aprendido algo del arte de regatear.
Las cercanías de los templos más visitados y lugares aledaños a la ribera del Río Chao Phraya se observan bullantes de actividad comercial. Todos ellos cobran vida con los visitantes, ya sea nacionales o extranjeros. Se ve a muchos chinos, a los que se les mira con recelo, por su actitud avasalladora y de copamiento. Todo lo invaden, literal y metafóricamente,😂😂. Los templos son enormes complejos de construcciones bellísimas, con una ornamentación extraordinaria y un estilo ya reconocido en los centros de oración de la religión Budista. El material utilizado, el preciosismo de las terminaciones, el colorido extraordinario, las figuras mitológicas y guerreras presentes a cada paso, todo contribuye a que uno se sienta casi conmocionado y sobrecogido sin ser creyente. Cuando uno piensa haber visto el templo más bello, surge otro, casi superior o tan hermoso como el anterior. O, sin ser digno ejemplar de belleza o perfección arquitectónica, es el sobreviviente a la invasión birmana del siglo XVIII, o es el más antiguo con estupas en forma de mazorca, o, tal vez, el único con una construcción de este tipo de tal magnitud que permite subir e ingresar a su interior. O los templos en que Buda aparece en sus distintas posturas, tamaños, materiales de construcción, como, por ejemplo, el Buda de Esmeralda, el Buda Reclinado o el Buda de Oro.
Las excelentes guías locales, Carolina en Bangkok, Apple en Chiang Rai y Chiang Mai, nos informaron de forma minuciosa acerca de lo que íbamos viendo y visitando. Ellas compartieron con nosotros la visión de mundo de los tailandeses, de su creencia en la reencarnación, de la necesidad de vivir muchas vidas para acercarse en parte a la perfección y sabiduría de Buda, todo muy alejado a nuestras creencias y, en particular, a la mía. Esa manera de ver el mundo y la vida terrena, los hace ser como son, acogedores, sonrientes y buenas personas en general.
La comida fue a veces un problema para nosotros. El uso de mucho curry (verde, rojo, amarillo y otros) y diferentes tipos de ají eran un verdadero suplicio. La comida thai es picante. Así que debíamos optar por lo que tuviera menos curry (que para nuestro paladar no era "poco") o lisa y llanamente aquel plato que no tuviera nada de curry o "chili". Se usa mucho la carne de pollo y de cerdo y algunos pescados, mucho camarón en las preparaciones. Prácticamente nada de carne de vacuno, que echamos de menos. La fruta fresca es abundante, en especial, la sandía🍉, piña 🍍, el melón 🍈, la papaya y el mango 🥭.El coco, la piña y la naranja omnipresentes en jugos. También encontré frutos conocidos en Colombia, el mamón y el mangostino. Los desayunos en hoteles y resorts hubieran sido pantagruélicos, si uno hubiera querido. Tenían todo tipo de preparaciones saladas (comida), ensaladas, pastelería, frutas. Yo opté por ser cuidadosa sirviéndome jugos, yoghurt, frutas y café. Las veces que comí pan no pasó de una rebanada. Igual subí algo de peso, 😂 🙈. Durante los almuerzos y cenas, casi siempre tipo buffette, me servía un poquito (una cucharada) de cada plato que no sea picante. Me gusta la comida con ají, pero del nuestro. Arroz probé muy pocas veces (el equivalente al pan nuestro en los tailandeses). Cero bebida, salvo en unas comidas de campamento en playa, porque no había otra alternativa. Y a cada rato, agua, agua, agua (sin gas, eso sí, 😥😢). Hasta para lavarse los dientes, así el resorts hubiera sido de 5 estrellas, la recomendación era utilizar agua embotellada.
Lo que hizo extraordinario el viaje no sólo fue el lugar, el programa de actividades, sino también la actitud y trabajo de los guías chilenos (así como los thai), 4 jóvenes estupendos: Vicente, Nicolás, Javiera y Macarena. Preocupados de cada detalle, de cada situación particular, para solucionar cada impasse a la brevedad. De proveerte de agua helada y toallitas húmedas a cada rato, de entregarte un chips para contar con comunicación a cada paso, de sacarte fotos cuando quisieras, de cuidar de tu seguridad en cada momento, de proveer de jugos y alimentos durante visitas a lugares alejados de los alojamientos. Hasta te ayudaban a regatear en tus compras si andaban por ahí cerca, 😉 😉. Y la entrega de un sobre (recurso último de salvataje en suelo extranjero) con las direcciones de los hoteles y dinero extra a cada uno por si se diera el caso de que alguien se extraviara, fue el sumum. De esta manera, no habría problemas para tomar un taxi y regresar al hotel sin inconvenientes. ¡Todo pensado! ¡Una inversión que valió realmente la pena!
Déjame que te cuente, Mirella, que tu imagen sigue acompañándome allá donde voy, tanto en mis recuerdos como colgando de mi cuello, siempre conmigo.
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