lunes, 11 de marzo de 2024

Entre el Cielo ... ¡y el Infierno!

 

   ¡Nunca tan cerca de las dependencias de don Sata estuvimos antes de ayer! Fue un día de prueba, para saber si estábamos preparados para ese ambiente. Pero ya les contaré. Por ahora, presentaré los hitos de manera ordenada. ¡Sawasdeeká! 🙏 (saludo thai).

  Tercer día en la Venecia asiática...

 El sábado fue también un día especial. A las 8 ya estábamos casi listos para ir a vivir unas experiencias conocidas a nivel mundial. Era Día de Mercados, 😳🤤. Fue un recorrido en bus de 80 kms.aprox., saliendo de Bangkok. Poco más de una hora de viaje. Pasamos por lo que sería nuestro segundo destino y notamos varios sectores inundados, ¡ohh! "Nada para preocuparse", dijo Carolina, la guía thai. "Es la marea. Cuando volvamos acá, a las 11hrs., no habrá ni huellas del agua". Ella es la conocedora, así que quedamos tranquilos. De todas maneras, aunque hubiera habido agua, igual nos aventuraríamos, que para eso nos movimos a este sector del planeta. 

   Primer destino, Mercado Flotante Damnoen Saduak 🙀🙉. ¡Una maravilla! De grupos de 5 viajeros nos fueron haciendo subir a una embarcación típica, con el objetivo de recorrer el mercado, "vitrinear" y comprar (nuestra actividad preferida, 😁) alguna cosilla. Yo compré un sombrero típico, que aún no me he puesto. Tal vez lo lleve nada más que de adorno y recuerdo. Ahí veremos. Junto a lo anterior, el propósito del programa turístico era ofrecernos una experiencia de vida real de los habitantes del lugar, además de comprar souvenirs y otras mercaderías. Por un momento me recordó el paseo que hicimos por el Delta del río Tigre, cerca de Buenos Aires. Las aguas oscuras (no más de 2 metros de profundidad), las plantas acuáticas flotantes y otras embarcaciones eran perfectas coincidencias. 
  Pero acá los canales -porque eso son- son más angostos y hay sectores en que la vegetación selvática es exuberante. Se escucha, a ratos, las voces de la selva (gorjeos y llamados). Las viviendas se erigen sobre pilotes (la humedad debe ser inmensa), en tanto, una vereda de cemento también sobre pilotes aporta a la calidad de vida de los habitantes, aunque ya suponga una innegable intervención de la tecnología.  En el recorrido por los canales vimos a varios residentes haciendo su vida: un hombre, regando; una mujer de sus años, lavando la vajilla en el agua del canal (¡de color caféééé!), otra mujer, lavando ropa; algún hombre, caminando por la vereda... En el 93% del trayecto no sentimos, a pesar de las apariencias, malos olores, salvo en un pequeño tramo. Los conductos de desagüe se veían bajo los pisos de las casas, a orillas de los canales. Muchas flores en algunas viviendas; en otras, figuras de animalitos. Posteriormente, nos dijeron que algunos locales eran escuelas. Seguramente se trataba de eso. Difícil saberlo. Su idioma es "chino" para nuestros oídos y nuestros ojos. Entre otros orígenes está el sánscrito, una lengua milenaria (en la que estaban escritos, al parecer, los misteriosos y arcanos pergaminos de Melquíades, ese personaje de "Cien años de Soledad"). Luego de unos 30 minutos de recorrido,  atracamos en el punto de partida. 

  Y ahora, tiempo de vitrineo y caminata por "tierra". Había unos locales de  serigrafía espectaculares, con unas obras bellísimas y muy coloridas. ¡Qué deseos de comprar algo! Los contuvimos, por suerte, 😉.  Caminamos a orillas del canal en dos direcciones, aprovechamos de hacer fotos y volvimos al punto de encuentro. Antes de subirnos al bus, degustamos unos panquequitos de coco en un plato en forma de canoa de hoja de plátano.  ¡Rico y hermoso!  

 Segundo destino: Mercado Ferroviario de Maeklong, 👏👏. Llegamos a tiempo de ver el arribo del tren y la preparación de los comerciantes sacando todos sus productos de los alrededores de la línea férrea y abatiendo los toldos para que el tren circule sin dañar nada. Pegados como moscas a orillas de una pared de zinc quedamos. ¡Uff! ¡Todo sea por ver aquella maravilla! ¡Gran expectación! El tren se acerca lentamente, todos fotografían, incluidos los pasajeros; algunos dan la mano a los mirones. ¡Hermoso! Pasa el tren y el comercio se reanuda. Son las 11,10 minutos. Vitrineamos, avanzando con cuidado por la línea ferroviaria, para evitar alguna torcedura de pie. Compramos alguna cosilla, ahora regateando algo más. El tren sale de la estación  haciendo trayecto de regreso. Son las 11,30. De nuevo vemos el movimiento de los comerciantes, que nos hacen ingresar a su espacio, para protegernos de la mole de fierro. En agradecimiento, le compro a la joven una bolsa con chips de coco. Ella me da a probar antes y me convence, 😁. En fin...Tuvimos la maravillosa experiencia vista en algún video y que, personalmente, cuando la vi, hace unos años, nunca creí tener la oportunidad de vivirla en persona. Lo que es la vida, ¿no? Terminamos nuestra visita en este lugar juntándonos en un café,  donde varios compraron jugos para pasar "la calore". Una vez que todos nos reunimos nos fuimos a nuestro bus y regresamos a Bangkok a almorzar. El Holiday Inn en toda su majestuosidad nos recibió. El almuerzo buffette estuvo extraordinario. ¡Gourmet total! 
   Cuarto Destino: MahaNakhon CUBE Skywalk, el edificio más alto de Bangkok, de 78 pisos, con 314 m.de altura. ¡Fue una actividad realmente adrenalínica! Una vez que nos dieron el pase - entre toda la gente que hacía fila- subimos 74 pisos en un ascensor para 20 personas. ¡En segundos estuvimos arriba! ¡Impresionante! Los últimos 4 pisos los subimos en otro ascensor, transparente. Salimos a la terraza en altura de los 310 m., para acercarnos al lugar donde estaba la plataforma de vidrio sobre el vacío. Nos pasaron unas bayetas para ponernos sobre los zapatos y cada cual se "armó" del valor necesario para acceder al "piso" de vidrio. Lo que a mí me ayudó a superar el vértigo fue la experiencia ya vivida en el Peñón de Gibraltar el año 2020 y el hecho de que evité al máximo mirar hacia abajo. ¡Ni una gracia!, pensará alguien, pero no es menor el miedo que da esta experiencia.  Muchos integrantes del grupo hicieron toda una performance sobre la plataforma, muy valientes ellos. También vi niños caminando y actuando como si nada. ¡Increíble! Luego de salir del sector vidriado, unos metros más arriba había otra dependencia, en forma escalonada como un teatro, aunque sin vidrio. Por allí estuvimos con Claudia, para obtener la visión 360°.  
   Una vez abajo, a nivel de la calle, mientras esperábamos nuestro bus, nos avisaron que se venía una ¡sorprise! Sabíamos que había una cena especial esa noche, la última en Bangkok, porque ya la habían anunciado, para lo cual nos pidieron ropa semiformal. Cuando ya estábamos arriba del bus, nos dieron a conocer la sorpresa: ¡un Masaje Thai  para todos y cada uno de los viajeros! ¡Vaya sorpresa! ¡Maravillosa! Yo nunca había recibido una sesión de masajes realizada por una profesional (tampoco por un amateur, 😉), así que me pareció un hermoso regalo. Sin embargo, lo que me preocupaba en lo personal era lo mucho que había transpirado durante el día, lo que me hizo sentirme incómoda, tanto por la persona que tendría que atenderme como por mí. En fin, todos estábamos en lo mismo, así que seguí la marea. Cambio de zapatos, agruparse de a 7 para ir a sala de atención múltiple,  ponerse ropa del local sobre ropa interior y entregar su cuerpo, 😉🤗🤭. La sesión duraría 90 minutos. ¡Yo no podía creerlo! Una hora y media a cargo de una desconocida. 
    Considerando que era mi primera vez, puedo afirmar que salí airosa de esta sesión. Según recuerdo, hubo dos ocasiones en que casi me duermo, pero nada más. Y no me dolió ningún huesito, músculo o nervio. Creo que es porque están bien revestidos, 😂 😂. Luego de vestirnos y salir de la dependencia, nos llevaron a la sala de recepción, donde nos sirvieron un té sin azúcar (🥴🤢🤮) y recuperamos los zapatos. Pronto estuvimos listos para irnos a nuestro hotel, donde se nos dio media hora para ducharnos y arreglarnos - como si aquello fuera tan fácil, 😂-, para  finalmente participar en la...¡úúúúltima! actividad de la noche...
 
   Cena de seis tiempos: en un edificio patrimonial, al lado del hotel, fuimos sujetos de un verdadero homenaje gastronómico con comida tradicional tailandesa en el "Blue Elephant Governor Mansion". Empezamos con un aperitivo, luego vino una entrada, sopa, platos principales, acompañamiento y postre. Todo era muy cuidado y en pequeñas porciones, exquisito,  pero habíamos almorzado tan bien que casi no teníamos estómago para degustar como correspondía tanta delikatessen. Además,  varias degustaciones tenían picante, lo que es propio de la comida tailandesa, lo que muchos no podíamos ingerir, ¡uff! Nuestra mesa tuvo la suerte, asimismo, de contar entre sus comensales con una viajera premium, a la que la empresa turística le agasajó con un trago especial. Sin embargo, el "pueblo" (el resto de comensales de la mesa, aprovechadores todos, 🤣 🤣) pidió también  ser beneficiado, por lo que el vino especial se transformó en botella, lo que alcanzó para todo el grupo, ¡salud!🍷☺😋. 

   Después de aquello, sólo caminamos unos pasos hasta el hotel y nos dedicamos a descansar, sin saber que al día siguiente, se desataría el Infierno.

   El Domingo fue casi Infernal La verdad fue así. Visitamos tres templos en sitios distintos, en los alrededores de Bangkok, en lo que fue una de las antiguas capitales de Tailandia, a más de una hora de distancia en bus: Ayutthaya. Este lugar fue el centro neurálgico del reino de Siam desde el siglo XIV hasta el año 1766. En esa fecha, fue invadido por el pueblo birmano,  con quien se entró en guerra. El resultado fue el saqueo e incendio de la capital tailandesa. Los templos que visitamos ese día lo hicimos casi en calidad zombies, por el calor abrasador que se desató, casi retrocediéndonos en el tiempo, salvando las diferencias, claro. Supimos que la sensación térmica había sido más de 44 grados,  en tanto el termómetro marcaba entre 36 a 37.   

   El primer templo visitado, a orillas de un cauce fluvial, correspondía a las ruinas que se conservaban de uno que había sufrido los efectos del incendio durante la gran invasión birmana del año 1767. ¡Hermosas ruinas!, que recorrimos por un tiempo prudente bajo el sol calcinante, tratando de buscar cada sombra posible. Luego, por suerte, nos refugiamos en un pequeño local de bebidas y refrescos, donde nos ofrecieron jugos al gusto con unos tamales en hoja de plátano, ¡Exquisito! para recuperar energía.  ¡Seguimos...!

     Bus y caminata por otro templo,🚶‍♀️🚶, en este caso, el más antiguo del que se conserva sus ruinas, ya algo afectadas por el paso del tiempo. La singularidad de este complejo es que sus construcciones tienen forma de mazorca, debido a la influencia de Camboya. Allí, además, hay una verdadera curiosidad, delante de la que todos nos fotografiamos ayudados por nuestros guías: un Buda en un árbol. No es nada esóterico ni milagroso, nos explicaron. La cabeza rota de un Buda quedó en el suelo, allí creció un árbol, cuyas ramas la fueron rodeando, para, finalmente, quedar incrustada -la cabeza "budística"- en el ser vegetal. Por suerte, para nosotros, en dicho sitio había algo de sombra, pues no permanecimos mucho tiempo recorriendo el recinto arqueológico bajo el sol. 

   Llegó la hora de...¡ Almorzar! ...¡y de refrescarnos! ¡Qué alivio!🥵🥵. Ya ni me acuerdo dónde lo hicimos ni qué comimos. Todo era casi caminar en un estado de letargo, con la mente embotada, que recuperábamos al subir al bus con aire acondicionado, donde nos entregaban una toallita húmeda y una botella de agua helada, que agradecíamos de corazón.  

    ¡Último templo del díaaaa! Lo especial de este complejo era que contenía la única stupa a la que los visitantes pueden ingresar, subiendo unos empinados escalones, en dos niveles, hasta llegar a un espacio con 8 Budas en unas especies de hornacinas, mientras al centro del espacio se ubica un pozo de los deseos y oraciones, al que se puede lanzar monedas. Otra singularidad de este lugar la constituye el hecho de que el visitante que lo desee puede "vestir" a una estatua de Buda de las numerosas que hay rodeando la stupa principal. Para aquello se paga una ofrenda y una estatua recibe una túnica amarilla como vestimenta. No vi hacerlo, de manera que no sé si es el creyente mismo el que viste a la representación de Buda o no. ¡Calooorrr! Volví rápido al bus refrescante. 

   Esta fue la última  actividad realizada en Bangkok y sus cercanías. A continuación, nos condujeron al aeropuerto, a una hora de distancia. Debíamos tomar un vuelo hacia la zona norte de Tailandia, a una región llamada Chiang Rai, que nos recibiría por un par de días... Ahora debo levantarme. Acá ya es día martes 12. Estoy madrugando con el propósito  de escribir y ayudar a conservar en la memoria las maravillas vistas y visitadas en esta grandiosa aventura. Ya les contaré las nuevas peripecias y sorpresas que nos esperan. Hasta prontoooo...   




1 comentario:

  1. Espero hacer un viaje como este alguna vez, definitivamente pensaré en ti cuando lo haga

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