Hora de silencios y desvelos. La primera etapa del sueño ya terminó. Ahora estoy invocando ovejas. Si no vienen o aparecen, allá ellas. Tengo suficiente con mis impresiones, sensaciones y todo aquello que uno siente y piensa porque tiene la capacidad de hacerlo, a diferencia de otros seres, como los hombres, 🤣 🤣, por ejemplo. En todo caso, creo que el tiempo -los años, más bien- ya están complotando contra mi percepción de la realidad o de la ficción, según sea de lo que estemos hablando o escribiendo. La gente de bien duerme a esta hora, yo y unos cuantos más, no (más unas que unos, seguro). Estamos en ese momento en que el sueño está a un paso pero no llega a invadir nuestra conciencia. Falta el cansancio suficiente para dormir bien o una conciencia limpia. Mientras tanto, escribo.
Hace unos cuantos días que no estaba en esta tesitura, escribiendo de madrugada. Me había abocado a otros menesteres y en horarios más "normales". Pero no siempre uno puede disponer mágicamente de la inspiración (si es que se necesita de ella para escribir esto) y de los deseos de expresarse por medio de esta vía en medio de la rutina. Más bien todo se va desarrollando a un nivel muy básico y la cotidianeidad va ganando la partida. Pero ayer me vengué. Pude sumergirme (creo que no a cabalidad eso sí) en el colorido, el movimiento y el sonido de las creaciones de Claude Monet, relacionadas íntimamente con el agua, versaba la exposición audiovisual. Hermoso trabajo el de este genio, que llegó hasta mí -y otros- intermediado por la música y el movimiento. El calor al interior de la sala -carpa- no me permitió gozar la obra en su totalidad, pero más de algo lograron mis sentidos. Molinos, oleaje marino, orillas de lago, agua corriente y sonora, árboles, flores coloridas, el tren, la huella del tiempo en los edificios, juegos de luz y sombras, algunos humanos en medio del paisaje nos ofreció la obra de este cultor del Impresionismo.
Lo de ayer fue una necesaria y conveniente salida y cambio de actividad. Los días muy iguales hacen que, a veces, uno le reste valor a una vida tranquila y sin contratiempos en casa -palacio más bien, 😉-. Estos habían transcurrido entre tareas domésticas -de las cuales, ya saben, algunas me encantan-, la lectura, el tejido recreativo, el acontecer noticioso nacional e internacional (que no tiene mucho para alegrarse y sentirse satisfecho y orgulloso de pertenecer a esta especie "superior" en ocasiones), el disfrute del séptimo arte, no muy artístico a veces, y la comunicación, más virtual que presencial, con amigas queridas. Ha habido bastante tiempo en el hogar, lo que me ha permitido leer algunos libros, los que compartiré con ustedes como en otras ocasiones. Con ello podrán tener la oportunidad -y el honor, 😂- si les convence la descripción, de incursionar en las mismas páginas. De las comunicaciones con otros congéneres no haré comentarios específicos para no arriesgar demandas ni querellas, 🙈. Es que los hechos nacionales ya casi transforman en "moda" estas acciones, por lo que hay que andarse con cuidado.
Triple de Ken Follet. (británico). Novela de espías (1979), muy ad hoc a los tiempos convulsos que se viven, no por el hecho en sí que desarrolla, sino por el escenario en que se producen los acontecimientos y las fuerzas políticas de orden mundial que participan. Es tiempo de la Guerra Fría. El equilibrio planetario es delicado -¡cuándo no!-. No obstante las naciones y coaliciones siguen funcionando en dimensiones casi paralelas: lo conocido y declarado, por un lado, versus lo oculto y subrepticio, por otro, como siempre. A ello, agréguele la pequeña coincidencia de que sus protagonistas se conocieron cuando jóvenes y coincidieron en un ámbito acotado: la Universidad de Oxford. Casi como un chiste de aquéllos en que había personajes de distintas nacionalidades, aquí sus protagonistas son un judío -Nat Dickstein-, un árabe egipcio y un ruso, junto a otros menos relevantes en la acción pero necesarios en el cumplimiento de los objetivos de los primeros. La novela no desarrolla un acontecimiento ficticio sobre el cual actúan los involucrados de distintas y opuestas naciones, sino que se fundamenta en un hecho sucedido, cuyos antecedentes han permanecido en el más completo misterio o aclaración cierta: la desaparición de una embarcación con un cargamento de óxido de uranio en el Mediterráneo el año 1968, acción que se le atribuye al Mosad. El suspenso es muy bien manejado durante la novela y hace del relato un texto muy interesante y entretenido. Muy recomendable.
Pasado Perfecto de Leonardo Padura. No es primera vez que leo a este escritor cubano (a los otros tampoco, todos ya son viejos amigos). Lo volví a buscar luego de ver un reportaje acerca de La Habana (2022), en el cual aparecía entre otros entrevistados este escritor. Me acordé de él, busqué sus obras y descargué casi en su totalidad (8 de 9 volúmenes) la saga de su personaje Mario Conde, un Teniente de policías, que investiga casos diversos, abrumado entre el gusto por su trabajo, los felices, o no tanto, recuerdos de su infancia y de su época de estudiante, su casi sórdida vida solitaria actual a los 30 y tantos años en La Habana de Fidel y su frustrado deseo de ser escritor. El caso que investiga en esta ocasión es el desaparecimiento de un "importante cuadro" perteneciente al ámbito gerencial de una empresa estatal -¡así deben ser todas por allá, chico!-. A pesar de todas las gestiones, entrevistas y averiguaciones, su ex compañero del Pre sigue teniendo una hoja de vida impoluta...hasta que saltan algunos detalles. "¡Bingo! ¡No era tan perfecto el maldito", piensa Mario Conde. ¡Tatatatán! Hasta aquí los antecedentes, porque se viene lo bueno... El estilo de Padura es muy entretenido y ágil, con una crítica subyacente pero que se escapa entre líneas a la realidad social, económica y política que se vive en la ciudad a través de la visión de su protagonista.
El mensaje de Pandora de español Javier Sierra, un paréntesis en la lectura de la saga detectivesca de Padura. En este texto diferente, una tía ya anciana (¿cómo estamos por casa?, 😂) le escribe una larga carta a su sobrina preferida, en la que, luego de explicarle con variados y numerosos antecedentes las hipótesis acerca del origen de nuestra especie, le entrega el "testimonio" de seguir velando por lo que conserva la caja de su famosa antepasada, Pandora. ¡Vaya tarea encomendada, como para estar contenta de la responsabilidad! Casi casi que en la novela, emulando al astrónomo nacional José Maza Sancho, se dice que "somos polvo de estrellas". La hipótesis planteada (desde una perspectiva literaria, debo añadir), pero basada en variados registros de distintas culturas, descubrimientos arqueológicos, teorías científicas, es que la especie humana fue "sembrada" en la Tierra desde el exterior. Es decir, somos de origen extraterrestre. Llegamos -nos hicieron llegar- en calidad de virus (los males de la caja de Pandora) a poblar y transformar a los seres primitivos que son nuestros antepasados lejanos. De no ser así, aún andarían los neardenthal y los cromagnon sobreviviendo a salto de mata. ¡Interesantísimo relato!, que tiene como fundamento real y científico las hipótesis de estudiosos en el tema.
En Vientos de Cuaresma, Padura le da un respiro feliz, en parte, a la desencantada vida de su personaje policíaco, quien se enamora de manera fulminante de una bella y sensual mujer. Al mismo tiempo, debe desentrañar el misterio del asesinato de una joven profesora, querida por sus alumnos y destacada en el partido. Esos vientos extraños, calurosos y agobiantes, traen consigo el esclarecimiento y la verdad, en el caso policial y en la relación recién iniciada...y abortada. ¿Qué es lo que pasó en ambos planos de la historia? Hay que leer para enterarse, 😏.
Estoy empezando una nueva novela, Máscaras; ya les compartiré algunos detalles. Por el momento, luego de estar dos horas escribiendo, otras tanto viendo tv de madrugada, trato de alejar el embotamiento que acarrea una noche "inusual" tomando mucha agua. Veremos que me depara el resto del día por estos lares. Hasta pronto.
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