lunes, 28 de septiembre de 2020
In crescendo...
domingo, 27 de septiembre de 2020
Setas...
Cual Alicias en el país de las maravillas, caminábamos sobre la cabeza (sombrero, se llama) de unas setas 🍄🍄gigantes. Nos deslizábamos por su sinuosa superficie, mirando con asombro desde la altura y, a ratos nos deteníamos, haciendo una que otra perfomance.
sábado, 26 de septiembre de 2020
Hilos...
Ésos son los hilos que no vemos, pero que sabemos que existen. No son los únicos. También hay otros, los concretos y reales, los sólidos y consistentes, con los que las manos femeninas principalmente, crean maravillas. Son los hilos con que bordamos, tejemos, cosemos, trenzamos, anudamos y envolvemos.
La literatura nos da rendida cuenta de ellos. Aracné fue una verdadera artista, tan orgullosa de su habilidad que llegó a desafiar a Atenea. ¡La soberbia le costó cara! Penélope también usó de ellos. ¡Astuta Penélope! Fueron su herramienta para vencer al tiempo y a los pretendientes, dejando paso al amor y a la fidelidad.
El tiempo pasa más rápido bordando, tejiendo o cosiendo; la creatividad echa a volar sus alas; el estómago se alimenta si se requiere. Una pléyade de Aracnés me rodea: mi hermana Gladys, mi cuñada Sibella, mi sobrina Jenni, mis amigas Ana María y Anita, y seguro unas cuantas más que desconozco. Yo, trato de seguirles el paso de vez en cuando, aunque juego más con los hilos de las ideas, que voy tratando de unir con armonía y sencillez. Surgen, a veces inesperada y enérgicamente, otras, con la calma de una música en sordina. Algunos hilos de estas ideas fructifican y se desarrollan orgullosos, otros, se discontinúan como un almíbar mal logrado.
viernes, 25 de septiembre de 2020
Clarita...
Desde hace casi 9 años Clarita sólo me mira a mí. No tiene a ningún humano más a quien hacerlo, especialmente durante este año en que hemos estado estacionadas en palacio. Clarita tiene más amigos; ignoro cómo "se lleva" con ellos. A veces la saludo, no siempre, debo confesarlo. Tiene más de 30 años (¡no había tomado conciencia que eran tantos!), pero no estoy completamente segura de la cantidad exacta. Aunque la vi llegar, pasados los años los límites se han difuminado. Habitualmente suele estar tendida, echada más bien, al lado de un par de amigas, con una media sonrisa en su cara estática. En ocasiones, le obligo a cambiar de posición y la dejo sentada, pero no demora mucho en estar de nuevo casi tendida, cual maja vestida. Pareciera que no se da cuenta de las estaciones, siempre con la misma ropa... Se ha descuidado. Ya no se preocupa de su persona. A veces me da pena. Es como si su vida ya no tuviera sentido y la entiendo. A mí también suele pasarme, aunque en mi caso me muevo, sonrío, me enojo, me pongo en dos pies y los muevo. No como ella, siempre quieta.
Vaya un pequeño y personal homenaje a esos compañeros de infancia, infaltables y necesarios en este mundo tan impersonal, a veces. ¡Arrivederci!
jueves, 24 de septiembre de 2020
Indocumentada...
Aquí estoy, en una fila interminable, asignada con el número 124. La parte buena es que hago la cola bajo la sombra de unos árboles, en medio de una plazuela con asientos. Claro que yo no estoy sentada. Están todos ocupados, pero no pierdo la esperanza que a medida que la cola se reduzca, yo vaya adquiriendo el derecho, por antigüedad, de posar mi humanidad, o más bien parte de ella, sobre un banco.
¿Por qué me encuentro en esta tesitura?
Ha sido toda una sorpresa para mí, nada de agradable debo añadir, encontrarme con que mi carnet de identidad no estaba en el lugar de costumbre. Por una de esas casualidades inexplicables, mientras me preparaba para salir a caminar y a vitrinear con destino Easy y Jumbo, al revisar con cuánto cash contaba para mi incursión en el mundo del retail, me di cuenta que la fundamental carta de presentación de mi existencia no se veía por ningún lado. Busqué, busqué, rebusqué, ¡nothing! Otra cartera, bolsillos de parcas, mesa del pc, ¡nada de nada!
Siendo las 14,30 me siento frente a la funcionaria que me atenderá. Lo primero, pagar el costo del documento. Lo segundo, optar por mantener la fotografía anterior o actualizarla. Y justo en el momento de elegir, cavo mi propia tumba. Yo juraba, dentro de toda mi ingenuidad a pesar de los años, que los seis años transcurridos del anterior trámite, pudieron mejorar en algo lo que la biología no se dignó a hacer desde el principio. Olvidé los estragos de la pandemia y de los calendarios.
Ahora estoy tan deprimida que hasta mi almuerzo me "supo" a nada. Pienso en la pintura mural que había en la sala de espera y creo que era premonitoria. Debí atender las señales. Creo que no saldré más de palacio, excepto para ir a retirar el dichoso documento y al llegar acá, quemarlo...o cambiar la foto. O mejor, dibujarle una mascarilla. Mientras menos me vea, mejor, jajaja. Así que a hacer desaparecer los espejos o sólo mirarme una vez tenga puesta la protección. La otra posibilidad es comprarme una máscara completa. Lo pensaré y les cuento. ¡Hasta pronto!
miércoles, 23 de septiembre de 2020
Memorias...
Desde el comienzo aclaro que no será de mis memorias de las que hablaré (ni tampoco de mi memoria, jajaja), sino de las de un distinguido y cercano Premio Nobel de Literatura (2010). Me refiero al escritor peruano Mario Vargas Llosa.
"Conozco" a Vargas Llosa desde mi adolescencia -al escritor-, cuando cursaba enseñanza media en el Liceo de La Unión. La ciudad y los perros y algunos cuentos de Los jefes fueron mi primera incursión en su prosa literaria. No fue fácil leer su primera novela, no por no ser atractiva, sino por los recursos narrativos utilizados. Uno estaba acostumbrada a leer una historia lineal y desde sólo una perspectiva narrativa. En este texto, la visión es múltiple y no fácil de reconocer en primera instancia.
Posteriormente, en la UACh, como alumna de Pedagogía en Castellano, me apasionó, y correspondió por programa, leer todo lo que se pudiera de los integrantes del llamado "Boom Latinoamericano", toda vez que estaban absolutamente en su punto más álgido: García Márquez, Cortázar, Rulfo, Vargas Llosa y otros. Ya ejerciendo como docente, compré y leí lo que encontré de García Márquez y Vargas Llosa, transformándose en grandes referentes para mí.
En estos últimos años, asoman de vez en cuando sus obras, que en el caso del peruano, son nuevas porque, además de estar vivo, continúa escribiendo. Entre las que no había leído de este último se encontraba El pez en el agua (escrita en 1993). Desconocía la temática, porque en casos de autores como él, no reviso sinopsis (siempre sus historias me atrapan). Mi sorpresa, en esta ocasión, fue que no era un texto ficticio, sino uno autobiográfico.
El pez en el agua es un hito para mí. Es la primera vez que leo las memorias de alguien y debo decir que me resultó fascinante, aunque la vida de Vargas Llosa da para un segundo volumen. Durante cuatro días he permanecido en Perú, con un recreo de un mes en París, siguiendo sus recuerdos. Su relato no es lineal. Sigue dos cauces: por un lado, su infancia, adolescencia y juventud primera, con la omnipresente y ominosa figura de su padre; y, por el otro, el corto pero intenso período de tres años en que incursionó en la política de su país, transformándose en Candidato a la Presidencia de Perú (1987 a 1990).
Después de lo leído, además de informarme de sus inicios como escritor y de su enorme capacidad de trabajo, he confirmado, una vez más, que los "escribidores", consciente o inconscientemente, cogen de su vida, de sus experiencias, de lo que los rodea el material que se transforma luego en literario. La gracia es que aquello, unido al talento, sea convertido en un resultado artístico destacado y entretenido.
Con el relato de su casi desquiciante actividad política, he recibido una exhaustiva panorámica del comportamiento humano de individuos y de masas realmente digno de estudio, que sirve de explicación al tipo de líderes que tenemos en el continente. Y para no quedarme con la mirada desde sólo un ángulo, a pesar de que los hechos y los personajes no me son para nada desconocidos, me dediqué por varias horas, a informarme acerca de Alan García, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, PP Kuczynski y las organizaciones terroristas Sendero Luminoso y Tupac Amaru (añado que estaba precisamente en Tacna el año pasado, cuando A.García se quitó la vida. Mi actitud y la de muchos peruanos fue de absoluto estupor ante el hecho).
Teniendo en cuenta todo lo leído -lo del novelista y la información de Internet- no me cabe más que justificar completamente la pregunta que se hace Santiago al comienzo de la novela Conversación en la Catedral: "¿En qué momento se había jodido el Perú?". Pregunta irreverente, pero no menos necesaria frente a una realidad que abruma. Prueba de ello es que desde mucho antes del gobierno de las personalidades mencionadas en el párrafo anterior, los peruanos han tenido dirigentes venales, corruptos, incapaces, abusivos del poder, a pesar de toda la educación a la que tuvieron acceso y de sus capacidades intelectuales, situación no muy lejana al resto de Latinoamérica, donde la actividad predominante pareciera ser llenarse el bolsillo.
Un texto apasionante y recomendable para darse un baño de historia e intrahistoria sociopolítica de nuestro país vecino.
domingo, 20 de septiembre de 2020
Verdades...
sábado, 19 de septiembre de 2020
Reencarnación...
¿Les cuento algo...? Aquí va...
Me gustaría reencarnarme, pero no sólo con la loable idea de buscar la perfección espiritual, sino esencialmente para acceder a la terrenal y, si por añadidura me perfecciono en lo espiritual, por qué no, total, lo que abunda no daña, en ciertos aspectos, claro está. Me gustaría, obvio que sí, pero siempre y cuando yo tenga plena conciencia de que estoy siendo parte de ese proceso. Si no, cuál es la gracia, al menos para mí. Ah, y la idea sería perfeccionarme en lo físico (ahí sí tendrían harta pega los "reencarnadores"), en lo intelectual (ídem) y en el ámbito de los recursos disponibles para mi nueva vida. Si surge algún otro aspecto, ya lo mencionaré más adelante, aunque con éstos ya es bastante para una primera reencarnación, jajaja.
¿Quieren saber cómo me surgió esta brillante idea?
Mirando, de pronto, a un prospecto humano del sexo opuesto digno de congelar y preservar para futuras reencarnaciones. No les diré quién es para no quedar inerme frente a ustedes. No resultaría gracioso ni gratificante para mi imagen externa ni personal. Al contrario, sería como estar "en cueros" ante la mirada crítica de los demás. No me simpatiza. Ya tengo mis propios espejos, aunque no siempre los use para verme como realmente soy. ¡Qué pena mi vida y mi autoestima!, pero así es. ¡A quién queremos engañar! ¿Al espejo? Jajaja. Éste es el momento preciso en que agrego a mi proceso de reencarnación entrar en posesión de un espejo mágico y seductor, como el mejor de los psicólogos (claro que no sé si los habrá buenos, me refiero a los psicólogos).
Si alguien sabe de alguna solución a este tan humano problema, ya sea vía reencarnación, pactos ultrasecretos, pociones o espejos mágicos, por favor, le ruego pueda ayudar a esta alma atormentada. Además, de las redes sociales, buscaré otras formas de pedir ayuda para cumplir estos acuciantes deseos y sueños.
Bien. Creo que he expresado con cierta claridad mis motivos para desear y buscar un giro a mis existencias. Creo que la misma o similar ansiedad de reencarnación debe acuciar a quienes se "entusiasman" con ejemplares de una generación menor, aunque, "sospecho" que al o la joven no debe pasarle lo mismo por la mente. No creo que aspire a futuras existencias con quien pudiera parecer su padre o madre...o abuela. ¿Cierto?
Lo que me preocupa, además de acceder a la reencarnación que anhelo, es si habrá suficientes "funcionarios" para que alguno se digne a atenderme, pues yo creo que son incontables sus clientes. También me preocupa saber si podrán cumplir con el requisito de que yo mantenga mis recuerdos. Lo digo porque la gracia no sería comenzar a repetir errores, toparse con los mismos esperpentos y llegar a un momento en que de nuevo no hayas logrado alcanzar lo que querías. Sería frustrante por decir lo menos. En fin, si no pueden cumplir con aquella condición básica, al menos que el servicio incluya unos cuantos "déjà vu", especialmente en momentos o frente a personas claves, que me eviten equivocaciones y pérdidas de tiempo. Es lo mínimo que pueden darme. Lo otro podría ser, pensándolo bien, dejar una historia de mi triste y miserable primera vida, no para llorar como Magdalena sobre sus páginas, sino para que me sirva de guía vital 2.0. ¡Buena idea! Claro que ahí es donde se hace necesario la virtud de ser políglata, porque si aparezco en mi nueva vida en Asia, podré leer sin necesidad de traductores e "ipso facto". Antes de que se me vaya la idea, sería necesario también que pudiera tener la habilidad de reconocer a otros reencarnados, para contar con ventajas comparativas. Si el reencarnador de otro "colega" es maoma no más, es preferible hacerle el quite a ese producto con fallas de fábrica.
En fin...Seguiré buscando y averiguando, pidiendo presupuestos y garantías. Espero recibir las suficientes respuestas y ofertas para decidir en conciencia, antes de que sea tarde. ¡Cruzaré los dedos para invocar a la suerte! Hasta pronto.
viernes, 18 de septiembre de 2020
Modernidad vs. Tradición
He quedado como un "chinche" como decía mi padre, luego de haber almorzado los frutos de mi parrillada de carnes y verduras. Ésta es la única manera de celebrar las Fiestas Patrias en esta modernidad pandémica. Cero familia, cero amigos, cero viaje y salidas. Sólo al interior del hogar y cada cual se las debe arreglar de la mejor manera y como puede. Mi familia está lejos. El integrante más cercano, en Curepto; los demás en Arica, Coronel, Valdivia, La Unión y Puerto Montt. También en Cañete, pero aquél es como la nada misma. Así que cero posibilidad, porque todos estamos en regiones distintas.
Los Dieciochos infantiles y los posteriores sí que eran espectaculares. Cuando niños, el 18 comenzaba a prepararse los primeros días de septiembre, cuando en casa se iniciaba la elaboración de las hojarascas para los alfajores. Allí teníamos participación de ayudantes: cuando muy niños, estábamos encargados de "pinchar" las hojarascas antes de que mi madre las llevara al horno. Posteriormente "ayudábamos" a rellenar, ya sea con manjar o chancaca (habitualmente lo hacíamos a la par que comíamos lo que podíamos). Ya más crecidos (yo no mucho, jajaja), seguíamos en calidad de asistentes pero la función era de mayor complejidad: estirar masa, cortar hojarascas, colaborar en la cocción. También, en la etapa del relleno, nos aprovechábamos de pagarnos en especies. Ya habíamos adquirido la noción del valor del trabajo obrero infantil, jajaja. Las festividades Patrias cuando infantes también eran ocasión para hacer funcionar la fábrica de galletas, de quácker, chuño, maicena, etc. En ese producto también colaborábamos en todo el proceso. Todo esto estaba bajo la dirección de mi madre.
Mi padre, por su lado, estaba a cargo de lo salado y lo líquido. Encargar el correspondiente cordero y comprarlo, claro está. Esto lo hacía "religiosamente" y con antelación, de manera que era habitual que la semana anterior a las fiestas la familia había aumentado y había un invitado pernoctando en el patio y bien amarrado con su lazo, para evitar que el lobo se lo lleve. También debía encargarse de la(s) chuica de vino y/o chicha, además de las compras de papas y ensaladas. No se trata que él comprara esto último, pero debía abrir su billetera para que mi madre lo hiciera.
Llegada la fecha, 17 septiembre, se comenzaba con el sacrificio ritual del ovino invitado y el consiguiente ñachi. Es decir, la ingesta de la sangre coagulada de la víctima (jajaja), bien aliñada acompañada con pan y un vasito de vino blanco. Como eso no duraba mucho, después se seguía con el carneo del animal (perdón, de la ofrenda ritual) y el despiece. En tanto, mi madre, con nuestra ayuda, comenzaba a preparar el "chau chau", guiso estofado con algunas vísceras del pobre animal, con las correspondientes papas cocidas y ensalada. A ello se agregaban las empanadas fritas, totalmente caseras. Aquello constituía el almuerzo.
El gran asado gran era el mismo día 18, día en el cual el comedor se trasladaba al patio alrededor del fogón que se preparaba para poner los costillares del cordero en un asador. Esta tarea iniciada por mi padre y en la cual solían colaborar mis hermanos cuando ya estaban más grandes, era seguida casi en su totalidad por la familia. Las mujeres nos ocupábamos de disponer ensaladas y las papas cocidas, además de poner la mesa y preparar el pebre. El pan tampoco podía faltar y, para no aburrirnos ni morirnos de sed, iniciábamos los brindis en homenaje a los Padres de la Patria, jajaja, unos con bebida, otros con vino o chicha, dependiendo de la edad.
Cuando niños, a la celebración familiar se le unía la concurrencia a ver los juegos populares organizados por la Municipalidad y más de alguna visita a las "ramadas" o fondas dieciocheras. Allí no se consumía nada, a excepción de algún algodón dulce o mote con huesillos, para los más golosos.
Hoy, año 2020, he tratado de rendir honor a mis antepasados y descendientes ausentes, ya sea temporal o definitivamente. Los he tenido presentes en mi memoria y en mi corazón. He brindado por ellos y los he añorado. Todo estaba delicioso, pero no es lo mismo y aquello se nota. Así que, a no mediar otra pandemia o desastre, habrá que retomar los ritos familiares mientras nos dure la cuerda. ¡Salud!
Colosseum
Hay un hecho histórico que da pie a la ficción: no se conoce el nombre de quien diseño y creó esta monumental obra, hace ya 1.950 años (se comenzó a construir el año 71 d.C, siglo I). Se sabe quién la encargó y la financió, el Emperador Vespasiano, de la gens o familia Flavia, pero no hay noticias del arquitecto creador.
La trama acoge este "olvido" (¿?) de la historia y le da sustento, lo que resulta altamente interesante. Según el argumento es un extranjero, un heleno o griego, Calícrates, quien diseñó el Coliseo, que, por el hecho de ser extranjero, por tanto No-Romano, casi cae en el pecado mortal conocido como "hybris" (soberbia y orgullo), al transformarse en el máximo responsable de una construcción tan señera, pero es castigado por aquello borrando toda constancia de su nombre en la creación y construcción de esta maravilla.
Mientras avanzaba en el relato no pude dejar de recordar el recorrido que hice por el Coliseo Romano en diciembre de 2018, cuando tuve el privilegio de verlo a la distancia, en pleno día y también al atardecer, recorrer sus cercanías, fotografiarlo e ingresar hasta sus dependencias, subir sus escalinatas como tantos patricios, pobres y esclavos lo hicieron desde el año 80 d.C. en adelante, mirar el arena desde las gradas, mientras caminaba como una turista más admirándome de la herencia romana, sintiéndome sobrecogida por la belleza y la monumentalidad de aquella obra humana.
También su lectura me llevó a recordar a otro escritor español, Ildefonso Falcones, que, en las novelas La Catedral del Mar y Los herederos de la tierra, nos transmite y da cuenta de la construcción de las grandes Catedrales cristianas medievales, productos de la fe y del esfuerzo colectivo, "materiales" que, junto a la piedra y la argamasa, mantuvieron por siglos en pie estos íconos de la espiritualidad europea -o lo siguen haciendo-, yendo mucho más allá de un mero edificio producto del trabajo humano.
Con Calícrates y los otros personajes volví a recorrer las calles de la antigua y soberbia Roma del siglo I, siendo testigo desde fuera de los esfuerzos que sus dirigentes, muchos amados, otros odiados por sus dirigidos, hicieron para dejar una huella en la historia en la ciudad más grande e importante de "todo el mundo conocido", huellas que es posible observar aún, a pesar de los efectos del tiempo y de los hombres.