Saliendo de Albarracín ...(miércoles 19)
Me quedé sin pan, por lo que esa mañana debí hacer dieta obligada. Así como voy, cuando regrese estaré irreconocible (jajaja). Salí con tiempo a tomar el autobús, yendo por una calle moderna, es decir, pavimentada, que luego de un par de vueltas se unía a la carretera, en el sector de salida de Albarracín. Como el hostal era la penúltima construcción de ese sector, elegí esa bajada al paradero de buses, y así me evitaba los 100 o más peldaños de las escaleras con maleta y bolso a cuestas.
Me quedé sin pan, por lo que esa mañana debí hacer dieta obligada. Así como voy, cuando regrese estaré irreconocible (jajaja). Salí con tiempo a tomar el autobús, yendo por una calle moderna, es decir, pavimentada, que luego de un par de vueltas se unía a la carretera, en el sector de salida de Albarracín. Como el hostal era la penúltima construcción de ese sector, elegí esa bajada al paradero de buses, y así me evitaba los 100 o más peldaños de las escaleras con maleta y bolso a cuestas.
Fue brillante mi idea. Llegué con cero inconveniente, luego de caminar por un breve túnel o travesía. El único problemilla fue que llegué demasiado pronto y estuve caminando como loca (mil disculpas los locos que puedan sentirse ofendidos) por la playa de estacionamiento, para contrarrestar los -3 grados de temperatura.
Faltando 10 minutos para las 9, apareció el minibús, al cual subí rápidamente y emprendí el regreso a Teruel. 45 minutos después ya me encaminaba a la Estación de Trenes de Teruel para subirme, a las 10,41, al tren que me llevaría a Sagunto.
Sagunto, ciudad histórica
Sagunto era una ciudad que deseaba visitar desde hacía tiempo. La había visitado un par de siglos antes de Cristo y también después. ¡Jajaja!, ¡no se equivoquen! ¡No soy la versión femenina de Matusalén! ¡Hablo en serio! Sucede que la persona que es asiduo lector o lectora de libros de ficción, vibra con cada historia, con cada personaje. Aprende a viajar a través del tiempo y del espacio, ya sea real o creado. Por ello, yo había estado en Saguntum, como la nombraron los romanos (fue asentamiento íbero en primera instancia, bajo el nombre de Arse) en tiempos de la Segunda Guerra Púnica, cuando Aníbal, el cartaginés, andaba por estos lares, conquistando tierras, buscando oro y plata, además de tener como propósito más relevante, vencer a Roma.
Al saber que seguía existiendo, a pesar de sus 2.400 años de vida aproximadamente, la marqué en el itinerario. Lo único malo es que en la actualidad, la población existente en los dos núcleos de la ciudad es bastante numerosa (66.000 habitantes) y extendida, por lo que reservar alojamiento en el sector del Puerto Sagunto, me obligó a un uso permanente de bus para llegar a Sagunto y viceversa, con las consiguientes esperas en el paradero (hasta el último día no me aprendí los horarios de pasada).
He estado tres días, más que en las otras ciudades, pero bastante menos que Aníbal (jajaja). Agoté las visitas a lo que me interesaba, gozando de un clima invernal espectacular. Lo primero e infaltable, fue visitar el Castillo-fortaleza, el que siendo originalmente romano, no guarda muchas huellas de su fundación. Fue utilizado también por godos y musulmanes y por los franceses a inicios del siglo XIX.
La construcción se encuentra dividida en siete plazas o recintos independientes, dentro del kilómetro de longitud que resguardan las murallas, extendidas a lo largo de la montaña. Las ruinas del Castillo se yerguen orgullosas desde la Sierra Calderona, a 172 metros de altura, por sobre la ciudad de Sagunto.
Al salir de la Estación RENFE, lo primero que vi frente a mí, al alzar la vista, fue el Castillo, dominando todo desde arriba. Así que fue mi meta inicial, una vez tomé posesión de mi habitación en el Puerto saguntino y regresé a Sagunto-ciudad. En el bus interurbano establecí conversación con otra pasajera, quien se bajaba en el mismo sector que yo y que iba al Ayuntamiento. Nos fuimos caminando juntas y nos despedimos como si hubiéramos sido amigas, con sendos besos en las mejillas. Ella era trabajadora del aseo allí, me orientó por dónde irme. Cuando contesté que era de Chile ante su interrogante, se manifestó en conocimiento de los problemillas en nuestro país.
Una vez en camino -¡de subida!- para dirigirme al Castillo, me encontré con una Iglesia antiquísima y enorme, la Iglesia de Santa María, construida en 1334 sobre la mezquita del lugar. Es un de los monumentos importantes de la ciudad y, por supuesto, patrimonio. No dimensioné su tamaño sino al estar en el castillo y ver desde arriba su estructura.
También, en mi camino hacia el castillo, pasé -por fuera- de un par de museos y de la entrada de la Judería (barrio de mucha relevancia en la edad media, donde se asentaron, medraron y aportaron a la ciudad, transformándose en la principal "colonia" del Reino de Aragón, aunque eso no evitó que muchos debieran emigrar en el siglo XV cuando los Reyes Católicos decretaran su expulsión de España), barrio del cual se conservan las entradas.
¡Uff! Llegué al fin a unas murallas de piedra, pensé que era el Castillo, pero no, ¡se trataba del Teatro Romano!, ubicado en la ladera del cerro. ¡Uyy! La emoción me invadió. Ingresé libremente (casi no he pagado entradas en lo que llevo de recorrido y las que he debido comprar han sido económicas, excepto la de El Escorial; es que los curas tienen más necesidades, jajaja). Mi emoción se redujo al ver que la mayor parte del monumento correspondía a restauración, pero, así y todo, destacable el esfuerzo realizado. A ambos lados de las graderías estaban los restos originales, en piedra oscura, fácilmente reconocible de lo nuevo.
Lo recorrí por completo, pudiendo llegar hasta la parte posterior de las graderías y adentrarme por los oscuros pasadizos utilizados para el ingreso de los espectadores. Eso me permitió acceder a las graderías más altas, las que estaban destinadas a los más pobres en su tiempo, jaja. Todo el sector de la "orquestra" (tras el escenario) estaba restaurado, a excepción de un pilar.
Salí de allí, contenta de haber recorrido uno de los monumentos relevantes y seguí mi ascenso hacia el castillo. Caminé casi tres cuadras por el camino que hay en la parte baja de las murallas. Allí, en las rocas sobre las que se erigen las murallas, cada cierta distancia, había orificios relativamente cuadrados, inferiores a un metro de superficie, tapados con una plancha metálica. Luego tomé conciencia que correspondía a la Necrópolis Judía existente en el lugar, excavada en la roca, que fue utilizada hasta principios del siglo XIV.
Llegué a las puertas que permiten el ingreso al recinto castellano. ¡Saludo y Entrada gratis! ¡Qué mejor! Me dediqué a recorrer todos los espacios del sitio arqueológico porque eso es en realidad. Lo que mejor se conserva son las murallas visibles desde lejos, algunas torres o parte de ellas, varios recintos aunque incompletos, puertas, fachadas y arcos, escaleras, pero no más que eso.
También se observan las ruinas de lo que fue el Foro Romano de Saguntum, algunos restos de cisternas y algo más. El pasto y algunas plantas con flores se han adueñado del suelo especialmente del que los visitantes no recorremos. En el patio central del lugar, Patio San Fernando, hay en museo de sitio donde se exponen muestras de elementos encontrados el Castillo, especialmente de origen romano.
Fue bastante cansador el "paseo", pero valió la pena. Desde los miradores de las murallas se podía observar todo Sagunto en 360°. Lo que sí encontré lamentable es que todo el lugar esté bastante descuidado: pasto largo, malezas, señalética borrosa.
Seguimos...
Bajé de la punta del cerro (jajaja) y, caminando caminando, encontré la oficina de turismo. Me indicaron un par de sitios arqueológicos de interés y me avisaron de una pronta visita guiada, que mostraría 2 sitios. En algunos minutos llegué (no fue tan fácil, me había perdido) y por un euro, una miseria desde la perspectiva cultural, nos mostraron los restos de dos domus romanas, una de ellas con bastantes dependencias (lo que indicaba la solvencia económica de su propietario), además de una sección de calzada romana, con cloaca incluida.
Ambos sitios arqueológicos eran cerrados y estaban bajo sendos edificios, los que se habían encontrado con estas ruinas al realizar las excavaciones para los estacionamientos. El guía, muy ameno e informado, nos señaló que en verdad toda la ciudad de Sagunto era un gran sitio arqueológico, pero se había construido sobre él, antes de que alguna ley protegiera las ruinas.
En el último día visité el Museo Histórico, que funciona en una vivienda construida el siglo XIV. La verdad, me decepcionó el museo. He visto muchos increíblemente mejores. Lo más destacado para mí fueron unas ánforas de origen romano, cuyas formas depende del contenido: viejo aceite de oliva o salsa. Están datadas antes de Cristo.
Puerto de Sagunto
En tiempos de los romanos no hubo separación entre ambos núcleos urbanos, porque se asentaron en el estratégico cerro y sus alrededores. Claro que también el lugar se utilizó como puerto por sus ventajas estratégicas. Por ello, Aníbal estuvo tan interesado en conquistar la ciudad.
Aunque Puerto Sagunto está a orillas del Mediterráneo, no aprovecha, para mi gusto, esta condición. La playa a la que llegué, luego de caminar desde el alojamiento al menos unas 11 cuadras, prácticamente no tiene equipamiento. Lo que sí hay es un monumento, aunque en el sector de las grúas portuarias: es uno de los hornos que se utilizó en la Industria Siderúrgica que existió en el Puerto y que dejó de funcionar el año 1983.
Castellón de la Plana
O Castelló como le dicen los valencianos. Es una ciudad cercana a Sagunto (43 kilómetros), pero bastante más poblada. Viven en ella 171 mil personas.
Llegué a esta ciudad por vía ferroviaria, para visitarla por algunas horas. Cuando viajé a Peñíscola pasé por Castellón, pero no vi nada de la ciudad, pues su estación es subterránea. Ayer pude verla con dedicación.
Sus "tesoros se encuentran casi todos alrededor de la Plaza Mayor y son : la Concatedral Sta. María, cuyo primer edificio fue construido en el siglo XIII; el Fadrí, torre-campanario que se comenzó a construirse en 1407, de planta octogonal, escalera de caracol de 192 peldaños, de 60 metros de altura; el Palacio Municipal (siglo XVII), el Mercado Municipal. A unas cuadras de distancia, se encuentra el Edificio de Correos , de estilo modernista, construido el año 1917.
Destaco de lo que pude observar y visitar, la gran cantidad de esculturas en diversos espacios, especialmente de bronce, algunas muy bonitas.
La caminata me dio hambre, de manera que decidí almorzar en Castellón y luego iniciar el camino de retorno. Así lo hice, luego de almorzar ensalada César, bistec con papas fritas, una copa de vino y un buen café.
Al "aterrizar" en Sagunto, me acerqué al Museo mencionado más arriba, y luego de esperar un largo rato la micro, fui a conocer el horno en el Puerto. Ya en "casa" me preparé para emprender la marcha a otra ciudad el siguiente día. Terminé cansada: había caminado 20 km.
Casi me olvido comentarles un dato curioso. Se relaciona con los nombres de esta ciudad: en sus inicios íberos recibió el nombre de Arse. Los romanos, al conquistarme, siglo II a.C., le llamaron Saguntum. Posteriormente, durante la invasión musulmana siglo VIII, pasó a llamarse Murviedro, nombre que mantuvo hasta mediados del siglo XIX, cuando se vuelve a recuperar el nombre de Sagunto, o Sagunt, para los valencianos. Cosas de la historia.
Sagunto, ciudad histórica
Sagunto era una ciudad que deseaba visitar desde hacía tiempo. La había visitado un par de siglos antes de Cristo y también después. ¡Jajaja!, ¡no se equivoquen! ¡No soy la versión femenina de Matusalén! ¡Hablo en serio! Sucede que la persona que es asiduo lector o lectora de libros de ficción, vibra con cada historia, con cada personaje. Aprende a viajar a través del tiempo y del espacio, ya sea real o creado. Por ello, yo había estado en Saguntum, como la nombraron los romanos (fue asentamiento íbero en primera instancia, bajo el nombre de Arse) en tiempos de la Segunda Guerra Púnica, cuando Aníbal, el cartaginés, andaba por estos lares, conquistando tierras, buscando oro y plata, además de tener como propósito más relevante, vencer a Roma.
Al saber que seguía existiendo, a pesar de sus 2.400 años de vida aproximadamente, la marqué en el itinerario. Lo único malo es que en la actualidad, la población existente en los dos núcleos de la ciudad es bastante numerosa (66.000 habitantes) y extendida, por lo que reservar alojamiento en el sector del Puerto Sagunto, me obligó a un uso permanente de bus para llegar a Sagunto y viceversa, con las consiguientes esperas en el paradero (hasta el último día no me aprendí los horarios de pasada).
He estado tres días, más que en las otras ciudades, pero bastante menos que Aníbal (jajaja). Agoté las visitas a lo que me interesaba, gozando de un clima invernal espectacular. Lo primero e infaltable, fue visitar el Castillo-fortaleza, el que siendo originalmente romano, no guarda muchas huellas de su fundación. Fue utilizado también por godos y musulmanes y por los franceses a inicios del siglo XIX.
La construcción se encuentra dividida en siete plazas o recintos independientes, dentro del kilómetro de longitud que resguardan las murallas, extendidas a lo largo de la montaña. Las ruinas del Castillo se yerguen orgullosas desde la Sierra Calderona, a 172 metros de altura, por sobre la ciudad de Sagunto.
Al salir de la Estación RENFE, lo primero que vi frente a mí, al alzar la vista, fue el Castillo, dominando todo desde arriba. Así que fue mi meta inicial, una vez tomé posesión de mi habitación en el Puerto saguntino y regresé a Sagunto-ciudad. En el bus interurbano establecí conversación con otra pasajera, quien se bajaba en el mismo sector que yo y que iba al Ayuntamiento. Nos fuimos caminando juntas y nos despedimos como si hubiéramos sido amigas, con sendos besos en las mejillas. Ella era trabajadora del aseo allí, me orientó por dónde irme. Cuando contesté que era de Chile ante su interrogante, se manifestó en conocimiento de los problemillas en nuestro país.
Una vez en camino -¡de subida!- para dirigirme al Castillo, me encontré con una Iglesia antiquísima y enorme, la Iglesia de Santa María, construida en 1334 sobre la mezquita del lugar. Es un de los monumentos importantes de la ciudad y, por supuesto, patrimonio. No dimensioné su tamaño sino al estar en el castillo y ver desde arriba su estructura.
También, en mi camino hacia el castillo, pasé -por fuera- de un par de museos y de la entrada de la Judería (barrio de mucha relevancia en la edad media, donde se asentaron, medraron y aportaron a la ciudad, transformándose en la principal "colonia" del Reino de Aragón, aunque eso no evitó que muchos debieran emigrar en el siglo XV cuando los Reyes Católicos decretaran su expulsión de España), barrio del cual se conservan las entradas.
¡Uff! Llegué al fin a unas murallas de piedra, pensé que era el Castillo, pero no, ¡se trataba del Teatro Romano!, ubicado en la ladera del cerro. ¡Uyy! La emoción me invadió. Ingresé libremente (casi no he pagado entradas en lo que llevo de recorrido y las que he debido comprar han sido económicas, excepto la de El Escorial; es que los curas tienen más necesidades, jajaja). Mi emoción se redujo al ver que la mayor parte del monumento correspondía a restauración, pero, así y todo, destacable el esfuerzo realizado. A ambos lados de las graderías estaban los restos originales, en piedra oscura, fácilmente reconocible de lo nuevo.
Lo recorrí por completo, pudiendo llegar hasta la parte posterior de las graderías y adentrarme por los oscuros pasadizos utilizados para el ingreso de los espectadores. Eso me permitió acceder a las graderías más altas, las que estaban destinadas a los más pobres en su tiempo, jaja. Todo el sector de la "orquestra" (tras el escenario) estaba restaurado, a excepción de un pilar.
Salí de allí, contenta de haber recorrido uno de los monumentos relevantes y seguí mi ascenso hacia el castillo. Caminé casi tres cuadras por el camino que hay en la parte baja de las murallas. Allí, en las rocas sobre las que se erigen las murallas, cada cierta distancia, había orificios relativamente cuadrados, inferiores a un metro de superficie, tapados con una plancha metálica. Luego tomé conciencia que correspondía a la Necrópolis Judía existente en el lugar, excavada en la roca, que fue utilizada hasta principios del siglo XIV.
Llegué a las puertas que permiten el ingreso al recinto castellano. ¡Saludo y Entrada gratis! ¡Qué mejor! Me dediqué a recorrer todos los espacios del sitio arqueológico porque eso es en realidad. Lo que mejor se conserva son las murallas visibles desde lejos, algunas torres o parte de ellas, varios recintos aunque incompletos, puertas, fachadas y arcos, escaleras, pero no más que eso.
También se observan las ruinas de lo que fue el Foro Romano de Saguntum, algunos restos de cisternas y algo más. El pasto y algunas plantas con flores se han adueñado del suelo especialmente del que los visitantes no recorremos. En el patio central del lugar, Patio San Fernando, hay en museo de sitio donde se exponen muestras de elementos encontrados el Castillo, especialmente de origen romano.
Fue bastante cansador el "paseo", pero valió la pena. Desde los miradores de las murallas se podía observar todo Sagunto en 360°. Lo que sí encontré lamentable es que todo el lugar esté bastante descuidado: pasto largo, malezas, señalética borrosa.
Seguimos...
Bajé de la punta del cerro (jajaja) y, caminando caminando, encontré la oficina de turismo. Me indicaron un par de sitios arqueológicos de interés y me avisaron de una pronta visita guiada, que mostraría 2 sitios. En algunos minutos llegué (no fue tan fácil, me había perdido) y por un euro, una miseria desde la perspectiva cultural, nos mostraron los restos de dos domus romanas, una de ellas con bastantes dependencias (lo que indicaba la solvencia económica de su propietario), además de una sección de calzada romana, con cloaca incluida.
Ambos sitios arqueológicos eran cerrados y estaban bajo sendos edificios, los que se habían encontrado con estas ruinas al realizar las excavaciones para los estacionamientos. El guía, muy ameno e informado, nos señaló que en verdad toda la ciudad de Sagunto era un gran sitio arqueológico, pero se había construido sobre él, antes de que alguna ley protegiera las ruinas.
En el último día visité el Museo Histórico, que funciona en una vivienda construida el siglo XIV. La verdad, me decepcionó el museo. He visto muchos increíblemente mejores. Lo más destacado para mí fueron unas ánforas de origen romano, cuyas formas depende del contenido: viejo aceite de oliva o salsa. Están datadas antes de Cristo.
Puerto de Sagunto
En tiempos de los romanos no hubo separación entre ambos núcleos urbanos, porque se asentaron en el estratégico cerro y sus alrededores. Claro que también el lugar se utilizó como puerto por sus ventajas estratégicas. Por ello, Aníbal estuvo tan interesado en conquistar la ciudad.
Aunque Puerto Sagunto está a orillas del Mediterráneo, no aprovecha, para mi gusto, esta condición. La playa a la que llegué, luego de caminar desde el alojamiento al menos unas 11 cuadras, prácticamente no tiene equipamiento. Lo que sí hay es un monumento, aunque en el sector de las grúas portuarias: es uno de los hornos que se utilizó en la Industria Siderúrgica que existió en el Puerto y que dejó de funcionar el año 1983.
Castellón de la Plana
O Castelló como le dicen los valencianos. Es una ciudad cercana a Sagunto (43 kilómetros), pero bastante más poblada. Viven en ella 171 mil personas.
Llegué a esta ciudad por vía ferroviaria, para visitarla por algunas horas. Cuando viajé a Peñíscola pasé por Castellón, pero no vi nada de la ciudad, pues su estación es subterránea. Ayer pude verla con dedicación.
Sus "tesoros se encuentran casi todos alrededor de la Plaza Mayor y son : la Concatedral Sta. María, cuyo primer edificio fue construido en el siglo XIII; el Fadrí, torre-campanario que se comenzó a construirse en 1407, de planta octogonal, escalera de caracol de 192 peldaños, de 60 metros de altura; el Palacio Municipal (siglo XVII), el Mercado Municipal. A unas cuadras de distancia, se encuentra el Edificio de Correos , de estilo modernista, construido el año 1917.
Destaco de lo que pude observar y visitar, la gran cantidad de esculturas en diversos espacios, especialmente de bronce, algunas muy bonitas.
La caminata me dio hambre, de manera que decidí almorzar en Castellón y luego iniciar el camino de retorno. Así lo hice, luego de almorzar ensalada César, bistec con papas fritas, una copa de vino y un buen café.
Al "aterrizar" en Sagunto, me acerqué al Museo mencionado más arriba, y luego de esperar un largo rato la micro, fui a conocer el horno en el Puerto. Ya en "casa" me preparé para emprender la marcha a otra ciudad el siguiente día. Terminé cansada: había caminado 20 km.
Casi me olvido comentarles un dato curioso. Se relaciona con los nombres de esta ciudad: en sus inicios íberos recibió el nombre de Arse. Los romanos, al conquistarme, siglo II a.C., le llamaron Saguntum. Posteriormente, durante la invasión musulmana siglo VIII, pasó a llamarse Murviedro, nombre que mantuvo hasta mediados del siglo XIX, cuando se vuelve a recuperar el nombre de Sagunto, o Sagunt, para los valencianos. Cosas de la historia.
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